30 de octubre de 2014

"Dejarlo"

Entras en el café, arrasado por las prisas. "Un café bombón, muy largo, que hoy tengo sueño", dices a la camarera mientras buscas a los otros. Están ya allí y te aclaran que uno de ellos acaba de saludar a su ex y ésta estaba diferente. Ibas a gastarle la broma en plan "claro, sin ti no me extraña...", pero es algo gratuito y agresivo que no viene al caso. Sale el tema de quién deja a quién, cómo empieza la cosa... Tú, que apenas hablas nunca de eso, recuerdas: al recuerdo no se sustrae nadie, pero te callas. Hay cosas que no duran todo el tiempo, pero ahí están las realidades: el día que algunas cosas suenan distintas ('no puedo', 'no me da tiempo', 'no me apetece', 'no sé'... que tú sabes que sólo tienen dirección hacia ti) o son distintas (la sonrisa, la broma, el guiño, las manos...). El abismo de dos cuerpos que, de repente, se resultan extraños; las miradas que ya no se pueden sostener; la distancia abismal que hay en un único metro cuadrado... Estás a lo tuyo y te despiertan del ensimismamiento: te andas en los recuerdos... el primer día darías la vida por estar más tiempo con ella; te las ingenias para coincidir, para hacerte con el teléfono, para teatralizar que casualmente te encuentras pero, ahora, cuando decides dejarlo, te duele: ojalá no me escriba un whastapp, a ver si hay suerte y no está tomando café a dónde íbamos juntos. Cuando te hablan los otros del café, respondes: "lo que no cambian son los recuerdos, los puñeteros recuerdos, que van siempre contigo", dices casi gritando, y ellos asienten.

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