A todos nos pasa, que nadie se engañe... Dejar eso que sientes o que piensas, o las dos cosas, ahí adentro, pegado al alma, creyendo que al final se jode un sueño. No decirlo porque crees que te responderán como tú no quieres; mirar, sin que la mirada deje de decir; no atreverse porque piensas que a lo mejor... ¿y si...? Son cosas que mueren pegadas al alma: al final ves transitar tus sueños hechos realidad... en otros. Después del tiempo lo que tú pensaste se mitiga -es cierto: el tiempo y el silencio, te decían-, pero, ante la duda, siempre te quedará la incertidumbre de qué hubiera pasado si se lo hubieses dicho, qué vida tendrías si hubieras escogido esa opción, en lugar de dubitar. Dejarlo pegado al alma; lo oíste en una peli, también así como con aire romanticón y reivindicativo y de mano tendida y ya nunca lo olvidaste. Te tumbas en la cama -tienes por cuenta que siente así la gente- y piensas y decides -'voy a decirle', 'tengo que comentarle', 'cuando se lo cuente'-, pero no das el paso y si pides consejo, ya sabes: unos que sí, otros que no, que dónde vas... Y al final no terminas el cuento; no tiene final, ni feliz ni triste. Eso, se queda pegado al alma y quizás haya alguien que se muere de ganas porque se lo digas de una vez.
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