En mitad de la noche despierto de una soberbia pesadilla; mientras me incorporo, enciendo la luz y me cubro el rostro con las dos manos: me asaltan retazos nítidos de lo soñado. He visto a un grupo de científicos españoles -cargados de ilusión y de dignidad- realizando un vídeo para obtener beneficios para sus proyectos y me veo diciendo que quizás con los 15,5 millones distraídos por ciertos infrascritos con 'tarjetas opacas' igual se podrían cubrir sobradamente esos gastos. Veo también a un grupo de universitarias veinteañeras, de Warwik University, posando desnudas para protestar contra cierto sitio que les ha censurado esas fotos -y que, no obstante, permite por ejemplo que te ofrezcan un crédito sometido a usura, lo cual es delito o que se registren indeseables- y ellas, ni cortas ni perezosas, han hecho un calendario solidario para obtener beneficios para la investigación contra el Cáncer, que donarán a Macmillan Cancer Support. También veía a cargos en materia de Educación vendiendo las excelencias de su gestión, especialmente, intuyo en los lugares de España en donde nuestros niños estudian en barracones prefabricados, con más calor que el Sahara en junio y más frío que en Siberia en diciembre. Como la pesadilla me desvela, enciendo el ordenador y leo las noticias, lo cual al final resulta tóxico. Resulta que, en un continente como Europa, siete de cada diez directivas ha sufrido acoso sexual... ahí es donde más flipo en colores -y me indigno- para empezar. Dejo lo que hago, preparo café y me oigo decir... "pues sí que estamos bien".
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