De repente, nos acecha una fiebre meridional. Algunas conversaciones, la televisión, el periódico, casi todo nos dice que llega 'ese día'. Así, como si no hubiera más días para demostrar las cosas; así como si los sentimientos sólo tuviesen ese único día; así como si para mostrate cómo eres a alguien sólo existiera ese día de febrero. No sirve que uno escriba con la presencia de esa musa entre las líneas de sus relatos, ni que esa presencia sea duradera, porque si un escritor te adopta nunca morirás. No, tiene que ser el día señalado o, de lo contrario, no estás vivo. Tampoco vale que ese día envíes un mensaje de amistad a alguien, como hacen en Estados Unidos; no, aquí tiene que tener el sentido que dice la televisión. ¿Qué pasa con esa gente tímida que no se atreve a decir nada? No existe... Miles de fotografías se pondrán en las redes sociales con la intención de que una única persona dé a 'me gusta': el resto no existe, aunque la foto sea maravillosa. Los viejos escritores, de cuaderno y bolígrafo, no tienen ya valor escribiendo versos a su musa ni dedicando más de un día a llevar el calor humano -incluso por whatsapp- a una persona que les importa más allá de febrero o de mayo o tras el verano... Hay que vivir la tontería y gastar dinero -aunque no se tenga- y no meter la pata enviado afecto amigable... y, tras el día 15, se dejarán para otra ocasión las relaciones con la gente que uno mira especialmente. Nos joden esa emoción de cruzarte inesperadamente por la calle con esa persona y pararte y ruborizarte y medir tus palabras e intentar que no se te vea la mancha del café en el vaquero; esa emoción que se te agarra al estómago o que te arranca una sonrisa si en lugar de cruzártela por la calle te manda un mensaje. Que da exactamente igual que sea febrero con sus fríos o septiembre con sus calores; que es igual que sea aquí o en París; que los sentimientos no tienen día concreto, joder, que eso lo sabían nuestros abuelos sin Internet.
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