La verdad es que hoy es uno de esos días en que uno se levanta de mala leche; quizás el único del año, pero el índice de estar hasta las narices lo componen las noticias de política, el índice de paro, la gente que no tiene tiempo -salvo para andar pegada al móvil incluso al volante- y esas otras personas de egos subiditos. Vamos, que quien me lea dirá que es lo más normal del mundo, así en plan la gente es individualista, exclusivista y va a su bola. "Una mierda", pienso yo; porque eso es lo contrario de una sociedad. No hace falta que sea de tu agenda de contactos -que, sinceramente, muchos nos sobran y habría que borrarlos y la vida seguiría su curso con absoluta normalidad-, basta con la cola del pan, o la de la cita del médico, o Atocha para coger una tren: resulta gracioso colarse y encima te montan el pollo; si dices algo te gritan aunque, puestos a ello, mejor llamarles la atención. Esa otra gente que no se acuerda de ti -o de mí- para nada y cuando digo 'nada' es hasta rallar la mala educación, salvo que... te necesiten, les dices 'no' y encima se enfadan. Que digo yo que una cosas es que los egos subiditos se crean que somos tontos y otra bien distinta que realmente lo seamos, que hay que tener meninges para pensar que ciertas entendederas tienen en su poder la verdad absoluta. Lo más gracioso es cuando aparecen por ahí las palabras 'individualismo', 'egocentrismo', 'exclusivismo' -repito- para decirnos que todo en la sociedad cambia. ¡Y una mierda! Esos comportamientos son antisociales y poco o nada de ciudadanos -no el partido, los otros, los de a pie- ni de ser social tiene el que cree que el de enfrente puede ser o no descartado por nimiedades, porque normalmente en España se pone a mirar por encima del hombro el que menos que destacar tiene.
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