Recuerdo de pronto cómo me fijo en su forma de mirar; a veces, incluso, sigo sus manos mientras escribe algo y me pregunto, literariamente, cómo sería ese mismo instante sin ella ahí, sin nuestra acción de mirar... Dejo ese flash para más adelante y extraigo de un estante un tomo concreto; en él aparece el nombre una mujer de letras, con una mirada y un ritmo escritor probablemente parecido a esta del siglo XXI. Cierro los ojos y parece que escucho la voz victoriosa de Fernández de Córdoba, leyendo un último parte de guerra y cómo aquella mujer, inteligente, joven y hermosa cierra su maleta, entorna la puerta de una casa que nunca más habitará y sube al Packard Eigth Sedán, que la dejará en Portbou para pasar a pie al sur de Francia. Son otros tiempos, dirá usted, claro; pero qué sería de nosotros si ocurriera algo similar, algo así como si de repente entro yo y no está esa mirada, así porque la política, la guerra, el encabronamiento nacional, o todo junto, se confabulara para que seamos solamente buenos o malos, o blancos o negros, sin opción a gris... Qué harían nuestros pasos en otra tierra, o nuestra mirada puesta en otros ojos que no serán tan poéticos como los suyos... Así, mientras escribo algo en un cuaderno para evitar el olvido, me repito como aquel historiador recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
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