Es complicado hablar de una poeta como ella en pasado, sobre todo porque el presente aún no está transcurriendo hacia atrás. Ayer nos dejó Carmen Jodra, aquella chica de clásicas junto a la que me sentaba en Latín Vulgar, una asignatura cuyas traducciones me daban problemas y, sin embargo, ella apenas tenía que usar el diccionario. Carmen había ganado hacía poco el Hiperión con Las moras agraces un libro que, como dicen Ana Gorría y Yolanda Castaño, es ya un clásico; a pesar de la fama, ella era aquella mujer dulce, apartada de toda pompa, que iba a clase con su melena recogida, que leía y estudiaba... Desde entonces yo no he dejado de poner su nombre junto al de otras contemporáneas como uno de los nuevos nombres imprescindibles de nuestra poesía actual. Porque lo era. Una maldita enfermedad, esa maldita enfermedad, nos la ha arrebatado. Ella, una mujer de letras tan joven, que residió en la misma Residencia de la calle Pinar que Federico García Lorca; ella, que compartió algunas meriendas conmigo en un VIPS de Mateo Inurria, hace casi dos décadas, en las que aprendí tanto con solo escucharla... Esta mañana, hablando con Gracia Iglesias, con Vanesa Pérez-Sauquillo, con Carmen Gallardo, con Silvia Gallego... me han venido recuerdos de aquella década en la que todos buscábamos un sitio en la vida, en las letras, o en todo a la vez... ella era ya Carmen Jodra. La última vez que nos vimos, en una exposición de trajes de época, quedamos en ponernos al día: Carmen estaba ya en su biblioteca, feliz; yo, intentando ser el profe que soy. Me quedan sus letras y la suerte de haber sido aquella chica de clásicas que se sentaba a mi derecha y de la que, lo confieso, alguna vez copié un pedazo de traducción de latín vulgar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario