25 de abril de 2021

Otros caminos

La sala de conferencias del hotel de Praga resultaba inescrutable; mucho más porque yo llegaba tarde y no encontré el cartelito con mi nombre. Me senté al final, para evitar el inglés oficial; por culpa de las mascarillas apenas pude reconocer a nadie. Hubo algo de tertulia, ciertamente interesante, al final; luego, en la cena, junto a mí se sentó una antigua compañera. Reconozco que el tiempo hace mella en mucha gente y tengo para mí que es notable en la gente de literatura, de las humanidades en general. Hablamos mucho, incluso de las huellas que el rencor dejó en ambos a cuenta de viejas rivalidades, por los egos subidos de tono, por fallos de cuando todos éramos tremendamente jóvenes. Por eso me sorprendió la invitación a su habitación, que acepté con la naturalidad que da la madurez, supongo. Me sorprendió que su cuerpo aún estuviese lleno de heridas y de rasguños por la vida, pero lo reconocí a pesar de los años de silencio. A veces, lo bueno y lo malo ocurren cuando no nos corresponde y cuando lo recuerdas, tan sólo es el ruido del tiempo. Por la mañana, mirando los dos por la ventana hacia el Puente de Carlos, me respondió a las dudas tantas veces agarradas al estómago: "me faltaba una asignatura y tú llevabas otro camino".