21 de septiembre de 2021

A contracorriente


Mientras espero, advierto ser el único que ha leído la indicación de la entrada ("máximo dos personas"), pues en el comercio debe haber, en ese instante, seis o siete individuos. ¡Qué más da! Además, en tiempos de dedo fácil y lectura radicalmente incomprensiva, tampoco sigo la corriente a las dos fumadoras que se ríen de la metereóloga Isabel Z. por no haber dicho lo que los memes dicen que sí dijo. Como suelo hablar con algún dato -a veces incluso con media docena-, la chica preguntó para los bomberos: "bueno, ya no como se apaga un volcán, obviamente, sino cómo se apagan los posibles incendios que se puedan producir a su alrededor, qué consejos les daría". ¡Qué sacaría con reíme de una persona que sabe más física que yo, por ejemplo! Sigo adelante con mi paseo, casi bajo la lluvia, saludando poco después a algunas personas, entre otras a una chica con El sí de las niñas en las manos; como me relaciona con la literatura, me explica que "está muy chulo", aunque su madre cree que los 8,74 euros que cuesta son un dineral, no así los 659 del móvil que se ha comprado tras el último, que se le cayó descuidadamente al váter. Al fin y al cabo, pensará, la Cultura está a un click de su dedo, ese del 40% de españolitos de a pie que no saben si una noticia es falsa o real o medio manipulada, por eso Reuters resalta con asombro que el estar informado cada vez va a menos, así como la indiferencia ante los ataques de la prensa. ¡Lo que estarán disfrutando algunos poderes fácticos! En esas, paro en el kiosko, compro el periódico en papel y me siento a leerlo, lentamente, tomando un café, porque la más de las veces sienta bien ir contracorriente.

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