Me ha ocurrido varias veces que la joven que me sirve el café, o un vino, se sorprende porque le dé las gracias, acostumbrada como está a que le suelten toda clase de impertinencias y onomatopeyas. Claro que soy de aquellos que quedaban, entre finales de los noventa e inicios de este siglo, en el Café Comercial -antes de su cierre y reapertura-; mis compañeras de Filología y yo íbamos por la cosa literaria; además, allí me reuní con poetas que empezaban y que hoy tienen ya su nombre y premios... No hace tanto, pero ciertas tribus urbanas -y sus réplicas rurales- lo verán como en el Pleistoceno, detrás de sus tablets, sus debates en la Red y demás apelaciones a la posverdad -entérense que ya no existe decir verdad o soltar una trola-; ahora empiezan con matices, algo así como la demagogia de entonces, que a los universitarios nos daba alergia. Estaba hablando de la joven a la que yo, como cliente, le doy las gracias porque se pasa no sé cuántas horas de pie en la barra por un sueldo que habría que verle en nómina, si está dada de alta, claro. Los de la Red gritan a veces que decir "buenos días", "por favor" y "gracias" a una camarera es querer ligar con ella y se quedan tan a gusto. Es este mundo de la posverdad en que todo el mundo debate en las redes, la monta, se crean alarmantemente noticias falsas, etc., eso de leer, ser educado, caminar, sentarte a escuchar a alguien, conversar... en fin, queda como anticuado. La afectividad, el mérito, el esfuerzo, la lealtad y hasta los besos y los abrazos han sido sustituidos por los 'me gusta' fáciles de las redes, constantes, permanentes, ubicuos; a veces, incluso, no se dice la verdad sabiendo que no se dice para que aplaudan otros. No hago eso y hace tiempo también que no voy a ciertos eventos, precisamente porque yendo con mis compañeras al Comercial aprendí a escuchar, a contraponer ideas y opiniones -aunque generaran polémica o malas caras- y uno ya no tiene tiempo para hacerse de menos con estas cosas. Una noche de antes de la posverdad regresábamos un grupo de universitarios a casa tras una cena de aquellas eternas y, tras una hora de caminata por el Madrid de entonces, parecía que habíamos descubierto la verdad, la literatura y hasta el amor... claro que nos separaban centímetros, a lo sumo metros, nada de ordenadores ni conspiraciones mediáticas.
1 comentario:
Exacto amigo ....parece mentira que el solo hecho de interesarte por tu prójimo ya sea considerado como que existe algo más (que buscará está???)pues nada amigo ...interesarme por mi prójimo
Con lo que me gusta a mí charlar,tocar,besar...menuda fama me pondrán los de la tablet 😂😂😂💋
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