"En los pequeños gestos está la grandeza de las personas", así hablaba Donovan aquella tarde sentados los dos en unas escaleras de entrada a una casa de apartamentos en Brooklyn, Nueva York. Él había perdido a su hijo en la guerra y a su mujer devastada por un cáncer; ahora sólo le quedaba su joven y hermosa hija, teñida de mal de amores y mi compañía, la del librero español de la esquina habituado a leer a Paul Auster y Philip Roth. Su terapia consistía en sincerarse conmigo y hablar, hablar y hablar. "Sacar de dentro la podredumbre de la vida", añadía. "En los pequeños gestos está la grandeza de las personas", se repetía para que me quedase claro: responder un mensaje, contestar una carta, devolver una llamada, prestar esos cinco dólares que uno necesita para un brunch, cosas así. Si nadie aprecia tu creatividad con un "qué bonito"; si nadie reconoce tus calificaciones brillantes con un "enhorabuena"; si nadie, en definitiva -decía Donovan-, reconoce que eres un ser humano es que ese alguien no es realmente un ser humano; "será una persona de carne y hueso -hablaba en voz alta Donovan- pero no tendrá sentimientos". A él, con todo lo que había sufrido en el campo de concentración le iban a decir que esas minucias cotidianas son problemas. "Recuerda, amigo -terminó de decir antes de levantarse para la cena- que hay miles de personas y no sólo una". Se levantó y subió la escalera para cenar con su hija, que tenía por aquel entonces mal de amores.
1 comentario:
El tema de la literatura me encanta. Yo también disfruto mucho de ir a los cafes, sobre todo a Starbucks. En general siempre tengo mas de un libro que me gusta de leer a la vez. En mis apartamentos en san bernardo tengo grandes colecciones de novelas de diferentes estilos
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