Para Alexandra
30 de abril de 2012
"La mejor venganza es el tiempo"
25 de abril de 2012
"La muchacha de mis sueños"
Durante mucho tiempo soñé
con una mujer así. Siempre era una joven morena, de cabello rizado, con una
sonrisa que dejaba entrever unos dientes perfectos; un rictus de hermosura y
unas palabras que decían algo ininteligible. Un sueño con una mujer soñada. Algunas
veces hablaba conmigo y pronunciaba frases que soy incapaz de recordar, del
mismo modo que no sé si aquellas ensoñaciones eran en blanco y negro o a color.
Me dijo un médico que podía ser fruto de la Dormidina o de los barbitúricos
que, por aquella época, ingería para adormecerme. Lo dudé siempre. Una mujer
recurrente siempre es fruto de la verdad, de algo vivido que no soy capaz de
explicar pasado el tiempo. La vida es así de compleja. Una mañana, cuando vivía
cerca del Madison Square Garden vi por la cristalera de un Starbucks a una
muchacha que se asemejaba a ella y pensé, por un momento, que mi sueño se había
hecho realidad.
24 de abril de 2012
"S., un mito"
Fue a primera vista (que la
descubrí, hace un número de años que no recuerdo), sin darme cuenta mi mirada
se cruzó con ella, con su forma de actuar y de caminar; con su forma de decir y
con todo aquello que la rodea. Fue después cuando descubrí su cuerpo (sus
piernas, sobre todo sus piernas) y su ingenio; mucho después, en las calles de
Praga, detrás de Wencelao, en la plaza de Carlos, en aquel edificio que parece
que golpea el viento, junto a un puente. Tiene unos espléndidos ojos azules y
una sonrisa tierna. No deja de ser un mito, aunque hoy, que no son los tiempos
de Strindberg, uno se sitúa más cerca de un mito que en cualquier otro tiempo.
Merece la pena seguir sus pasos, puesto que un mito jamás decepciona.
23 de abril de 2012
"Un enamoramiento equivocado"
Entras en un bar de pueblo,
poblado de bebedores un lluvioso domingo en la tarde; la gente que se sienta
contigo saca el tema de las relaciones, una forma sutil de filosofar sobre uno
de los aspectos a los que más importancia le damos, por mucho que lo ocultemos.
Y sí, quizás yo me sienta atraído por mujeres fatales, chicas complicadas o
féminas que tienen otras prioridades: el caso es que es posible que con Ella
cometiese un error, que me enamorase de la persona equivocada y ahora esté
pagando las consecuencias de no haberme dado cuenta antes de la realidad. Nunca
es tarde, dice el refrán, si la dicha es buena. Del mismo modo que fui injusto
con aquella otra chica a la que un día califiqué como una ‘choni’ y ahora me
parece una chica normal y hasta muy hermosa.
11 de abril de 2012
"Sin manual de instrucciones"

Yo, con ella, me pierdo (y no digo que un hombre sea fácil de entender). No sé cómo acertar… y eso que lo intento. Veamos: cuando uno conoce una mujer como ella sabe de antemano que va a marcar su vida y no es que me queje, pero como se es hombre hay que aceptar el juego, que viene sin manual de instrucciones. Si dices que ‘sí’, es porque es que ‘no’ y si lo contrario, tampoco. Si uno llama que llama y si no lo hace que no lo hace. Si miras a otra ‘ups’ error pero si le prestas demasiada atención, agobias. Tengo que hablar con Lope y decirle que no necesariamente quien lo probó lo sabe.
2 de abril de 2012
"En los bajos fondos y de noche"

A Rocío.
En uno de esos extraños viajes que realicé alguna vez, no recuerdo cuándo, pero sí a dónde (Suramérica, para más señas) me introduje distraídamente en unos bajos fondos que son, en realidad, el alma de la vida y la esencia del mundo. No, no todo es hermoso, bonito e ideal como nos pasa cada noche la televisión; a veces hay oscuridades del alma que se dejan ver cuando la luna se transforma en el sol de los muertos.
Paseaba la gran avenida en donde aquel general se daba baños de multitud, pero ahora, de noche, todo andaba en calma; algunos adolescentes, quizás, de marcha; parejas de mediana edad camino de su casa; taxis y automóviles de policía y seguridad. Poca cosa, de tal suerte que me introduje en una bocacalle a la derecha: un sitio angosto, húmedo y adormecido. Una chica salía a fumar un pitillo a la calle, una de esas mujeres de mirada profunda, pelo larguísimo y derrotada por la realidad. Me adentré en el tugurio y pedí un whisky on the rocks y escruté de nuevo al personal: un cartero aterido de frío que probaba el Armañac de corrido. Dos chicas jóvenes que se habían esfumado de la academia nocturna: volvían por sus fueros porque una le decía a la otra que no quería estudiar de adultos. El camarero cejijunto y feo y dos tipos que miraban el fútbol: el opio de todos los bares de todos los países. Una joven tristona en una mesa que no cesaba de mirar el móvil.
Cuando salí de allí, bebido y sin un dólar, calculé que la vida nos muestra setecientas personas de seis mil millones: que nuestra mirada recorre cuerpos, espacios y tiempos cada segundo y que la luna es el sol de los muertos; que no lo vivimos todo ni lo controlamos todos.
La muchacha seguía fumando y me despidió con un “adiós español".
Paseaba la gran avenida en donde aquel general se daba baños de multitud, pero ahora, de noche, todo andaba en calma; algunos adolescentes, quizás, de marcha; parejas de mediana edad camino de su casa; taxis y automóviles de policía y seguridad. Poca cosa, de tal suerte que me introduje en una bocacalle a la derecha: un sitio angosto, húmedo y adormecido. Una chica salía a fumar un pitillo a la calle, una de esas mujeres de mirada profunda, pelo larguísimo y derrotada por la realidad. Me adentré en el tugurio y pedí un whisky on the rocks y escruté de nuevo al personal: un cartero aterido de frío que probaba el Armañac de corrido. Dos chicas jóvenes que se habían esfumado de la academia nocturna: volvían por sus fueros porque una le decía a la otra que no quería estudiar de adultos. El camarero cejijunto y feo y dos tipos que miraban el fútbol: el opio de todos los bares de todos los países. Una joven tristona en una mesa que no cesaba de mirar el móvil.
Cuando salí de allí, bebido y sin un dólar, calculé que la vida nos muestra setecientas personas de seis mil millones: que nuestra mirada recorre cuerpos, espacios y tiempos cada segundo y que la luna es el sol de los muertos; que no lo vivimos todo ni lo controlamos todos.
La muchacha seguía fumando y me despidió con un “adiós español".
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