
Además de la gente choni hay algo superior a mi capacidad de encaje; así, con la mente fría: no puedo con la gente cutre. Ayer, sin ir más lejos, buscaba algo en el diccionario de la RAE y me apareció el significado de la palabra cutre ('tacaño, miserable', en primer lugar; 'descuidado, sucio, de mala calidad...', se dice en segunda acepción). Luego me vinieron a la mente varias historias de cutres (de tacaños o miserables...), como la de ese matrimonio endeudado hasta las cejas, pero ávido por vivir de las apariencias, que un buen fin de semana decidió cerrar su casa a cal y canto, atrincherándose dentro como los Sioux frente al escuadrón del Séptimo de Caballería y simular que habían pasado un fin de semana fuera de su hogar. "Hemos estado en el Hotel Bali de Benidorm, a pensión completa", dijo la emocionada esposa en el café del lunes y uno, que hay días que es malvado, que mira de reojo un titular de la prensa del día: "El Hotel Bali, cerrado el fin de semana por una falsa alarma de aspergillus, pierde cien mil euros". Esa otra persona que tiene un home cinema y atestigua ver a Clint Eastwood en versión original (sin dominio alguno del inglés... ¡con el acentazo del yanqui!) y, al sentarse cerca de uno en una boda, que se zampa como una lima una fuente de gambas en un santiamén, a punto de reventar de indigestión. El de mi otro lado me señala: "El home cinema se paga privándose dos comidas al día". En fin, el defecto de la envidia. Pero el caso más cutre que uno conoce, así, a bote pronto (aunque creo que me repito, amigo-a lector-lectora) es el de la chica de clase, que va con su móvil por la Gran Vía y uno que la ve enfrente y decide llamarla; suena su móvil; lo coge (que yo le sufragara los apuntes la obligaba) y cuando le sugiero que si se tome un café, responde: "lo siento, estoy de fin de semana en Barcelona". Y ese señor cabroncete que uno lleva dentro va y responde: "pásalo bien, pero ten cuidado en no tropezar en treinta segundos con el señor que está pidiendo en la puerta de la Telefónica". Cuando giró su cabeza para comprobar que yo andaba enfrente, estaba ya bajando las escaleras del Metro...