12 de julio de 2009

A esta noche de verano


Sutilmente las noches de verano respiran magia; un hechizo indeleble que deja una huella ávida de alimentarse del presente, del instante, del momento; de la necesidad de ver, de saber, de sentir... No hay que dejar escape alguno: siempre hay que esperar algo del verano, porque es la estación de la fertilidad del ensueño, palabra que entroniza lo que hay con el sueño.

Ya lo dijo don Antonio Machado:
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.

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