26 de marzo de 2016

Escribirte una historia de amor

Entre la voz del silencio; desde el insomnio; después de todo lo que no te dije antes, ahora que te sueño, ahora que escribo pensando en ti, ahora que me atenazas... Tú, ahí, pensando que voy a huir, que la inseguridad y el miedo me harán correr; tú, que te cruzas conmigo con tu sonrisa colegial. Ahora, que ya no estoy por coger la maleta y huir: a Canadá, o a donde sea, lejos de aquí. Desde mi insomnio, mientras tú duermes, lejos de esos adolescentes que no sienten ya mariposas en el estómago; cómplice de ti y contigo, en secreto. Lo que nos hemos dicho, lo que nos falta por decir... y por hacer y hacernos. No, yo no me rindo, es que a veces no sé qué decirte: perdón, cómo decirte, que te diría todo en mitad de la nada, o bajo la lluvia. Cierto, hubo gente que no me entendió, que no me supo; igual que hubo gente que no te quiso ni supo quererte, como tú mereces. Lo sé, lo sabemos, lo sentimos. Silencio entre tú y yo: tú me esperas y me freno, yo me muero porque digas y te callas. Y esos adolescentes que se pierden esta magia que nos invade a ti y a mí. Y te escribo, es mi regalo, de vez en cuando, yo aquí y tú por el mar de miedos y de sonrisas... entre la duda y el mensaje. Hubo quien dijo que no sería capaz, que murió la poesía y la magia: aquí estoy, escribiéndote, con un pizca de ternura y una dosis de amor. A ti, de mí.

24 de marzo de 2016

La música de sus ojos


La mañana era ya fría; creo que, incluso, sería por el final del verano. Subía las escaleras y allí la vi; tan sólo entonces un tímido saludo, con solvencia. El concierto era de piano -pongamos por caso- y ella se sentó, sola, en un extremo de la sala. Su mirada y su sonrisa se dirigían hacia mí de vez en vez; pensé entonces que me conocía, que me había visto antes... El intérprete fue anotando la melodía con tímida delicadeza; éramos pocos en aquel auditorio. De pronto, comenzó a cantar All of me y ella no dejaba de mirarme. Me dije que lo haría por haber visto mi foto en la contraportada de un libro, o en el periódico, no sé. Cuando aquello concluyó nos sirvieron un vino magnífico: saludos, planes ('a ver si te veo'; 'tengo que comentarte algo, llámame mañana', cosas así), en ese plan de los periodistas, escritores y demás bohemios. Ella se acercó y me dijo su nombre, de origen griego creo y yo únicamente acerté a decirle "sabes que tienes música en los ojos". Sonrió y esa sonrisa me acompaña desde entonces. 

20 de marzo de 2016

Aquel pasillo

Aquella mañana me invadía el sueño: subía unas escaleras cuando vi al fondo a Zoé -digamos que ese es su nombre- y la saludé con perfecta solvencia; ella, competente, me respondió con una sonrisa. Una de esas personas excepcionales que nadie ve, pero que están ahí, como lo está la poesía. El resto del tiempo me lo pasé pensando en ella: incluso hubo alguien que dijo "oye, tío, que estás pasmado", con la razón de quien no sabe nada. Me fui a casa, la casa fría de una capital de provincias, con ella pegada en el alma, como se pega una emoción que vives de repente. Aquel flash, que dije que tenía que impregnarlo en realidad: no está uno para dejar pasar el futuro sin cogerlo con las dos manos. A todos nos pasa que la realidad, que supera al deseo, nos bloquea, así que en adelante todo fue planear cómo debía ser el reencuentro con Zoé: noches sin dormir, esos sueños despierto, querer ser y querer estar... hasta que un whatsapp nos devlvió a ambos a la vida, a la realidad, al deseo hecho presente. Sé que ella no se arrepiente, yo tampoco. Vale, por hoy tan sólo.

6 de marzo de 2016

Escribirte a ti

Al final siempre te sales con la tuya y acabo escribiéndote; últimamente lo hago menos, pero alguna historia cae; las más de las veces entretejo una historia sin pies ni cabeza y me pregunto a mí mismo qué pensarás cuando la leas... pocas veces me dices algo. El otro día mi compañera Rebeca me preguntó sin rodeos por qué escribo casi siempre sobre mujeres, sobre el mundo de las mujeres; estuve tentado de decirle la verdad: que iba a cerrar este blog justo cuando decidí dedicarte una entrada, como ahora y desde entonces estas historias pretenden ser retazos de cosas que suceden ahí afuera. No sé, amores y desamores de la gente; situaciones que vivimos; frustraciones o esperanzas que la gente tiene cada día. De esa gente que se pregunta si esto es real o si es inventado; si estas cosas se inventan o se viven; si nos ponemos alguna vez delante de las protagonistas para vivir así. Un premio Nobel dice que sí, que uno ha de vivir un poco lo que escribe o no es creíble; él hablaba de erotismo, quizás porque no conoce que no hay nada más hermoso que mirar tus ojos, o tus manos; que no hay nada más grande que escuchar lo que dices, con esa tranquilidad con la que hablas... No lo sé. El caso es que todo escritor vive en algún momento rodeado de mujeres: buenas y malas; novias o amigas; bordes, indiferentes o dulces; con acento extremeño, murciano o laístas de Madrid; las que ríen a todas horas o las que no saludan nunca; quienes responden a los mensajes, las que esperan un cierto tiempo para hacerlo o las que no lo hacen nunca; aquellas que son de cómic, o protagonistas de novela. Muchas han vivido cerca, otras se pretende que lo hagan; muchas otras simplemente caminan por la calle y algunas se fueron y están bien donde habiten. Nadie sabe aún quién eres, tu nombre y latitud; y ahí estás, siempre tan sabiendo a poco.