25 de agosto de 2015

Flashes de la noche

Camino por la ciudad y, de repente, me cruzo con una chica joven; un resorte interno me dice que la conozco de antes, que he coincidido con ella en algún lugar, en algún momento pasado. Entro en un café cualquiera, pensando de mí mismo que me miento, que lo más pudo ser un sueño y la joven únicamente se parece a alguna ensoñación. Tras el café, humeante y ácido en un sitio desierto a esa hora, empiezo a recordar que pudo ser aquella chica de vaqueros ajustados, aquella noche en aquella fiesta; la muchacha que me contó que estudiaba Arte, que quería ser actriz. Si soy sincero, me asaltan dudas. ¿A mí?, ¿por qué  a mí? Allí había importantes escritores, directores teatrales, algún actor que ahora es más o menos conocido... yo, sin embargo... El caso es que mientras deslío el nudo del cable del mp3 en mitad de la calle, recuerdo que hace un instante, antes de entrar al café, ella también me ha mirado como diciendo 'a este tío lo conozco de algo', pero ha seguido su camino, con la carpeta en la mano, la media melena al aire. Me rayo, lo reconozco: soy un tipo que se raya con facilidad, para qué mentir; pero ahora sí que estoy seguro de que a la joven la conozco, de dónde y por qué aún lo ignoro. Estas cosas son así: mientras comía en un restaurante italiano, uno de mis favoritos, un Carpaccio di Manzo con una copa de vino de la Toscana, he recordado de repente el paseo, la conversación, sus sueños de ser actriz, sus ojos, sus manos... y el por qué: "es que tú eres un tío muy cercano, al menos te paras a escucharme", se sinceró.

19 de agosto de 2015

Conversaciones en copa

Anoche caí en ello: es, a veces, frente a una copa de buen vino cuando se producen las más interesantes e inspiradoras conversaciones, siempre que uno sepa decir lo que tiene que decir y hasta dónde llegar diciendo. Descubres que frente a ti hay alguien con un timbre de voz que te resulta agradable -las más de las veces una mujer-, o que ahí está alguien que comparte contigo el tributo de la comicidad; en ocasiones, frente a frente de una copa de vino, hay una mirada que dice más que la voz -además las manos que sujetan la copa señalan lo dicho-. No es el caso de filosofar ni de recordar ahora conversaciones pasadas frente a un vino o un gin-tonic, se trata de que, a veces, el alcohol saca la sinceridad que algunos no tienen en condiciones normales: frases como 'me caes genial', 'vuelve a hablarme', 'tenemos tanto en común', 'has cambiado mucho', 'no dejes de escribir'... y así, nacen del momento, de la situación, del punto exacto; no sirve para olvidar: la conversación en copa sirve para tomar decisiones -la primera es no volver a tomar más vino que uno bueno-, para afirmar amistad o desistir de ella. Lo que pienso casi siempre es que una conversación en copa es cultural, porque de lo contrario no hablaríamos las más de las veces. Antiguamente nos lo tenían grabado a fuego: "in vino veritas".

15 de agosto de 2015

La misma inercia de siempre

¡Lo mismo! Una vez mi extremeña favorita y yo hablamos de ello, sólo que ella es una mujer mucho más viajera que yo (más lanzada, intuyo), porque de lo contrario yo no tendría que escribirlo. La misma inercia de siempre; la misma gente de siempre; las mismas sonrisas --falsas o sinceras, da igual-- de siempre; el mismo mirar por encima del hombro de siempre; el mismo falso interés de siempre; la misma aburrida monotonía de siempre... En el café me lo han dicho: "¿Y ahora te enteras?"; así, con la racionalidad y el pisar el suelo de la calle que dan las experiencias previas. Mi extremeña favorita tiene la suerte de ser una tía inteligente que, a las primeras de cambio, con su sonrisa por delante se pilla un avión y se planta dónde le da la gana: yo confieso que también he sido --y quizás siga siendo-- así, salvo que pienso últimamente tanto las cosas que el vuelo sale y yo me quedo en tierra. Porque... ¿a ver qué necesidad tengo yo de ver jetas que no me apetece ver?, ¿qué necesidad tengo yo de estar en el sitio y en la hora en que no tengo la real gana de estar: ni por inercia ni por nada? Sí, claro que me he levantado revolucionario: ¡joder, si es que mi extremeña favorita tiene más razón que un santo y yo ahora debería estar en Lisboa o en Praga!; por ejemplo, y no necesariamente buscando el vuelo en Internet. Menos mal que ya me di cuenta hace tiempo que para cierta gente (muy concreta) soy únicamente amigo de segunda --o vaya usted a saber lo que pensará esa gente, que en su derecho está-- y reaccioné, porque ahora sólo me queda armar el petate y salir cagando leches de aquí y no volver hasta que la lluvia ácida haya pasado. Es, simplemente, la misma monótona inercia de siempre.

12 de agosto de 2015

Despejar las ideas

"Hay que esperar a que el calor deje despejar la Musa de las ideas", dice Alejandra Vanessa en un mail. Como no sé si hay o no Musa ahora, tengo más cierto que el verano sirve para eso, para ver más claro y para caminar de otro modo... O es el verano o necesariamente tiene que ser cuando tú creas que estás en el punto en que es mejor dar el paso; en fin, cuando estás hasta las narices de que la gente -alguna- te tome por tonto. En la conversación del café mañanero de hoy alguien te dice que pienses en ti; que oye, todos tenemos el valor que tenemos y no merece la pena dar importancia a quien no la tiene. Como yo iba con la idea de escribir algo, recordé que Pilar tiene una genialidad innata dentro (que como ella dice: "lo mismo me sirve para hacer fotos que para hacer el payaso") y, obvio, eso a los demás nos inspira: las cosas se toman de la realidad y hay gente a la que le gustaría que escribieran sobre ella pero... no inspiran y, sin embargo, otras están ahí calladas y un trabajo suyo sirve para traer a colación que estamos como atontados con eso de los afectos, que nos creemos que todos sabemos todo, que somos más espabilados que nadie... y nos las dan a todos en la misma mejilla. La Literatura -así, en mayúsculas- es otra cosa: une, afina y conjunta a los creadores y a ellos se suman fotógrafas, actrices, poetas o simplemente lectoras... sí, gentes que te leen, que sacan 3 minutos para leerte y para escribirte con su opinión -no siempre halagadora, que es lo normal también-. No se puede pasar por la vida creyéndote que eres amigo de segunda, quien espera ahí, cuando eres un creador -o creadora- de primera. Esto es como dice Pilar, lo que uno vale sirve para ser amigo o para hacer el payaso, pero no para que te tomen por idiota. 



© Imagen: Selfie de Pilar Espejo Garrido


9 de agosto de 2015

Gauche caviar

En mitad del verano andas meditando cómo dar un paso adelante, cómo cambiar inercias aburridas, incertidumbres e idioteces; cómo dejar de lado lo inservible y a la gente que te has dado cuenta que no merece la pena (qué se le va a hacer)... Estás en ello cuando encuentras la genialidad en las pequeñas cosas del arte: un verso, un poema entero; el selfie de Alejandra Vanessa -la poeta- con su tatoo en el muslamen, las gafas y la ropa interior al aire; en la forma de escribir los whatsapp que tiene alguien; en eso que una periodista titula con cierta genialidad gauche caviar...  y te entra un mal humor (retrospectivo: con efecto retroactivo, más bien) por el tiempo que has perdido en ciertas personas, en trabajos no finalizados o mal rematados, en aguantar el rollo a no sé quién ahora (mejor, que si recuerdas te cabreas). Es eso: que te has perdido tantas cosas inteligentes e interesantes, como esa foto de Alejandra; como la mirada de alquien con sonrisa de mujer fatal; como el libro que no pudiste leer de corrido; como un poemario que compraste y cayó debajo en el montón, todo ello... El calor te hace salir a la calle y siempre te encuentras con alguien que te suelta, como si fuera un sheriff del Oeste: "chaval, lo bueno es darse cuenta, cambiar y dar el paso", y vas tú y te das cuenta de que es cierto, de que en esta vida llega un día en que hay que hacer borrón y cuenta nueva, que para eso inventaron las gomas de borrar. 



© Imagen: selfie de Alejandra Vanessa

5 de agosto de 2015

Un paso adelante

"Ser valiente no es sólo cuestión de suerte", dice la canción y es posible que las cosas te pasen con la rapidez del rayo -y que te pasen por algo-, no sé explicarme ahora. Frente a un café humeante o justo en el momento de mirar de reojo, ahí está la clave: dar un paso firme, dar un paso adelante. No nacimos enseñados a cortar amarras, pero sí que fuimos forjando la necesidad de construir afectos y, de pronto, insisto, lo ves claro y es el momento de dar el paso: normalmente nos cuesta cambiar, ver, asumir, matizar, aclararnos, mandar a la mierda a alguien, todo eso... Un noche de verano, frente al televisor, revisas los mensajes del whatsapp y, de repente, ves una foto: en esa foto aparece una chica que mira fijamente a la cámara, que sonríe -una sonrisa que has visto decenas de veces-, está posando para la posteridad o para que tú, en caso de verla, le escribas un poema; ella mira al objetivo, te mira a ti. Sigues y ahí están los ojos de una compañera filológica de fatigas, esa fotografía que podría ser una obra de arte, con esa mirada; la de esa chica búlgara que te cae genial; la de esa poeta que admiras tanto; la de... esa gente que saca segundos para ti...; o la de tu ex alumna -que ya es universitaria- con un toque artístico... los pequeños instantes que acompañan a los aburridos silencios de otros contactos que creyeron un día que tú eras gilipollas. Te levantas, coges el cuaderno verde y lo anotas... ahora sólo te queda que te hagan un guiño y prometes que te coges un tren o un avión, o vas caminando si hace falta y dejas atrás todo lo que jamás te valoraron. "Eso es dar un paso adelante", te dice el de al lado de la barra, como si oyese tus pensamientos.

2 de agosto de 2015

Ausencias

Cierra el mítico Café Comercial, dice la prensa y hoy mi café con leche sabe distinto: quizás sean las ausencias, o los cambios de costumbres. El verano trae unos ritmos y se lleva otros: la costumbre de hablar por whatsapp con la extremeña viajera; la tensión del diario qué será con la chica gallega; los saludos sonrientes de la búlgara más simpática del mundo... No sé: el cielo está medio encapotado, el calor va y viene, las noticias de quien tú quieres son escasas -y las del telediario, deprimentes-. Hay quien dice que nos vamos haciendo mayores, que no asumimos los cambios -que igual traen cosas mejores-; otra gente, como la filóloga adoptada, llora porque no tiene tiempo para leer a los rusos (Doctor Zhivago, Anna Karénina y esos tochos maravillosos, aderezados de dramones geniales). Yo qué sé... quizás es que, de golpe, uno ha madurado porque la vida da muchas tortas ("y muchas vueltas", dice un sabio amigo) y es difícil controlarlo todo cuando eres un tipo de letras, que a lo único que aspiras es a que una Musa responda un anuncio. De todas formas, esas ausencias del alma son tan literarias como una sonrisa, con la trágica norma de que desasosiegan: nunca dejamos de ser animales de costumbres.