22 de junio de 2017

Timidez en defensa propia

Dice Marcia, con media sonrisa y mientras el resto la miramos, que lo que somos muchos (hombres) es tímidos... Si me paro a pensar -y a decir- concluyo dándole la razón; es cierto, detrás de muchas miradas hay timidez; detrás de muchos triunfos incluso, hay timidez... Es cierto que ella ejemplifica en el tema amoroso, pero quien es, lo es para todo. Hablar, estudiar, opositar, comprar, reír, soñar, decir, pensar, querer, incitar, votar, opinar, defender, caminar, gritar, soñar, beber, vivir... verbos para el tímido; el que es tímido, lo tiene dentro del círculo. Sólo que algunas personas se ponen como una coraza que parece ser timidez y es defensa propia; a veces, esa gente lleva demasiadas batallas -no necesariamente con vencedores y vencidos- y esa mirada, esa pose, esa cara de timidez es, sencillamente, defensa propia, no otra cosa.

15 de junio de 2017

Lo que hicimos bien...

Mientras tomo un café -que ayuda contra el calor- pienso que no todo se ha hecho mal en España; no es cierto que todo el pasado sea revisable. El episodio político que mejor hemos llevado a cabo colectivamente los españoles ha sido, sin duda, la Transición: ese periodo del que algunos reniegan y que, a pesar de algunas opiniones, entra para la EvAU, se estudia en facultades universitarias de medio mundo y resultó un ejemplo de pragmatismo, sensatez, diálogo y... política. Hace ahora cuarenta años -que se cuentan pronto- que todos los españoles mayores de veintiún años acudieron a las urnas por primera vez tras el final de la guerra civil y de la larguísima dictadura; además, dejando de lado los extremos, los libros de filosofía sesuda, la películas de arte y ensayo subtituladas y los miedos del miedo mismo los españoles votaron mayoritariamente por dos grupos centrados (UCD y PSOE) que, así como el que no quiere la cosa, representaron la socialdemocracia y la democracia cristiana que configuró Europa como el lugar de libertad, democracia e igualdad que aún hoy es. Sí, creo que fue un ejemplo que debe enorgullecernos, más allá de estar en los libros de Historia y de ser ese tema de estudio que apenas se ve porque cae en junio, como todos sabemos. Claro está que desde ahí hasta hoy hay cosas a medio construir, realidades sin hacer y otras mal hechas, pero para eso está la democracia y estarán las generaciones políticas venideras -que no sé si se sientan ahora en el Congreso- para subsanarlo. Se dice, de vez en cuando, que hay que revisar la Transición, probablemente porque no se sabe lo que fue y lo que implicó, claro está, en cuanto a cesión de ideas y de proyectos y en cuanto a consenso en los procedimientos: todos tenían un muerto, detenido o represaliado en la guerra en su familia; en un lado u otro, que asimismo era un mito en casa, pero en 1977 se trataba del interés general: más tarde vendría la memoria histórica. Hoy, sin duda, evocamos a Adolfo Suárez -que a la postre ganó- sentándose a diestra y siniestra y plasmando la realidad nacional en los Pactos de la Moncloa, algo que desconocen quienes a veces dicen haber leído tanto y cuanto y, con el debido respeto, permítanme que lo ponga en duda. La Transición política española es, sin lugar a dudas, lo mejor que han hecho los españoles por la libertad desde que lo intentase por vez primera en serio el general Prim en 1868. Tengo para mí que lo que uno hace bien se mantiene, se defiende y se muestra con orgullo. 

10 de junio de 2017

Con la mirada en lo improviso

En estos tiempos absurdos de la posverdad a mí aún me gusta observar a mi alrededor, incluida la gente, claro; es sencillo, por seguridad y porque del mirar nacen las historias... "Con la mirada en lo improviso", como escribió Gerardo Diego. He quedado con ella, una mujer joven a la que debo explicar cuatro o cinco cosas básicas; me ha citado en un lugar elegante, no sé si lejos de su alcance económico o qué... Mientras me ponen la copa pienso en que ando huérfano de musa, eso que parece absurdo a los de la posverdad, tan poseídos de su mentira sin alma, esa que no pisa la calle. A mí, si unas manos no me sugieren un poema, si unas palabras no me llevan al relato o si unas ideas no me sirven para el teatro, los cardos de las cunetas tampoco me señalan nada, más que el nefasto calor que abría Las uvas de la ira. Llega la autora, con esas ganas de comerse el mundo de los veinte años y me sonríe, sin saber que ese mundo de lobos sólo se combate con altas dosis de paciencia, aderezada de mala leche. Me encanta ver cómo ahora estas generaciones llevan una libreta de tapas duras, un boli y el móvil, bajo cuya carcasa guardan el deneí y veinte pavos que, en un sitio pijo como este, no llegan ni para la propina. Le digo las cuatro básicas y me mira como si yo fuera el tío que lo inventó todo, sin caer en que un día estuve ahí, con las mil pesetas bien dobladas que no daban más que para un par de libros de segunda mano y la copa de vino malo que nos ponían en Alonso Martínez. Además, que me encanta lo que escribe esta generación de ahora; me gusta echarles una mano por decirles que las letras, fuera de un maravilloso libro y un alma que lo dicte, no sirven de nada posverdaderamente... Cuando piensa en que un par de copas, aquí, cuestan más de veinte pavos, se pone roja y le digo que pronto, cuando sea conocida, me pagará la revancha (me mira con asombro). "¿Y tú?", me interroga. "Yo tengo bastante con buscarme una musa...".