15 de septiembre de 2010

Una frase del ghetto


"¿Es moral mantener tu código moral en un mundo inmoral?"
(Frase escrita por los judíos perseguidos del ghetto de Varsovia)

9 de septiembre de 2010

Chonis y demás en un día raro...


La verdad es que no sé por dónde empezar. Estaba pensando en lo felices que deben ser todas las chonis poligoneras (cierto es que el ‘motete’ se lo ponemos los demás, que tenemos adscrita alguna otra tribu, desde pijos a gárrulos, y que no nos salvamos de nada puesto que nadie es perfecto y quien así lo piense o así lo diga, miente) sin necesidad de formarse ni sufrir por aquello que decía Sócrates acerca de que “sólo sé que no sé nada” o hasta tener que guardar cola en el INEM, sufrir el retraso del transporte público hasta el trabajo y mil y una zarandajas más que no vienen al caso. Y, encima, más de una choni da morbo por guapa, por cómo va vestida o por el dineral que posee.

Bien, sí, estoy empezando a cansarme de cierta gente (no mucha, la verdad, y por tranquilidad mía); a ver: impuntuales, mentirosas, mujeres fatales, falsos al estilo Judas Iscariote, informales, iletrados y fiplados (o ‘flipers’, como dicen ahora los alumnos de los institutos). Sí, que ya está bien de ser formalitos, cumplir las normas, estar ahí cuando a uno lo necesitan y que los demás vayan a su bola pensando para sí que son el ombligo del mundo. Y el ombligo del mundo no es mas que una obra literaria de Ramón Pérez de Ayala.

Pues sigo. Las poligoneras son unas “diosas” que habitan los polígonos industriales de los extrarradios de las grandes ciudades, poblados de pubs, discos y afters abiertos hasta el amanecer. Suelen ser rimbombantes, estridentes, chonis y se aderezan de piercings; y, sin embargo, tienen su aquel que no podría explicar, del mismo modo que nos atrae la azarosa vida de Lope de Vega. Me gustaría conocer personalmente a alguna, puesto que pienso que ello no trae complicación ni quebradero de cabeza, y por un momento me dejo de gente sofisticada que enerva mis nervios.

Igual estoy raro hoy, no sé.

5 de septiembre de 2010

John Irving



John Irving es un escritor norteamericano nacido en New Hampshire (en el pueblecito de Exeter, un lugar increíble), el Estado del Norte de los Estados Unidos, en Nueva Inglaterra, en el que viví un tiempo hace ocho años y que se conoce por las famosas primarias electorales de los dos grandes partidos norteamericanos. Irving viene a ser un escritor más discreto mediáticamente que Paul Auster, aunque estéticamente mucho más maduro, más profundo temáticamente y con un espacio bien reconocible: Nueva Inglaterra, con singulares y excelentes guiños a la recreación del paisaje rural de New Hampshire en las últimas décadas. Los personajes suelen estar muy bien trazados, completamente retratados física y sicológicamente, sin dejar del lado del lector mas que lo que como espectador de las diversas secuencias le corresponde. Supe de él por la novela Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (The Cider House Rules) o Las normas de la casa de la sidra, que es su título cinematográfico. Aunque fue en 1981 cuando publicó una de sus más excelentes novelas, en mi opinión: El Hotel New Hampshire, obra que sigue la estética de John Dos Passos y Camilo José Cela, sin caer necesariamente en el behaviorismo y llevando al extremo la construcción de unos personajes y peripecias como ningún otro autor norteamericano de nuestros días. Ahora ha publicado en España La última noche en Twisted river.