29 de diciembre de 2013

"Good bye, 2013"


"Nene, que lo malo va con la racha, no con el calendario", dice la mujer mayor que barre su puerta con una escoba que, seguramente, compró en los años setenta. Estás escuchando, algo después del inusual saludo, una conversación de café en que una madre y una hija hacen planes para el año entrante: el gimnasio, ahorrar para las vacaciones, estudiar inglés -mira que todo eso te suena a lugares comunes de todo el mundo- y más... Es el momento de creer, piensas, que lo malo se irá según el reloj de la Puerta del Sol nos traiga el año nuevo. Nunca caemos en que todo depende de la actitud, del empuje, de cambiar manías... no, es como si el nuevo año trajera rachas de suerte, así en general y para todo el mundo: como una campaña electoral. Tú, sin embargo, has hecho planes para cambiar cosas, para realizar otras nuevas, para dar importancia a unas pocas personas y olvidar a la mayoría de quienes no te dejan un buen poso de café. La vida es así y, al 2013, que no ha sido un buen año en general -ni para ti ni para casi nadie-, le piensas tender un puente de plata para que se vaya y no vuelva. Goog bye, 2013.

28 de diciembre de 2013

"Sonidos del silencio"


El nacimiento de la mañana da lugar a cientos de historias, entre una mitad de la gente que se despereza y la otra mitad que aún duerme. Ese silencio que te permite la creatividad y, al mismo tiempo, comerte la cabeza ('no merece la pena', resuena en tu interior, pero no la sacas de la cabeza). Es el sonido del silencio; en el que te das cuenta de cómo la mayoría de la gente va a su puta bola -pero, ¿esto no era una sociedad?- y hace uso de la indiferencia o de la excusa para subvertir las obviedades más extremas. Lo mismo da que te halles en la cola del pan o en la de supermercado, lo mismo da... Lees flipando cómo quien no responde a los whatsapp pone en su estado que le molesta la gente que no responde los whatsapp; observas cómo quien te debe un dinero que le prestaste, porque -según creíste- era urgente se cruza de acera para no saludarte; observas cómo aquella persona que te ha pedido opinión y consejo y ha llorado en tu hombro está ahí al fondo, sin saludarte, pensando que es mejor que la gente no sepa nada, de que la has ayudado tú... Es como si la jodida y eterna crisis, además de la falta de pasta hubiese traído el hastío, la indiferencia, la mala educación, el no saber estar... Crees estar preparado (o preparada, según quien lea) para entender una sociedad que, al final, te rindes y reconoces que no entiendes. Tú debes y tienes que estar presto para lo que sea, tú debes poner la cara positiva y la energía para sacar las castañas del fuego de los demás; tú, como si únicamente la unipersona configurase la sociedad; y los demás han de recoger los frutos: hay días -como dice un amigo tuyo- que están prestos a acostarse contigo, a amarte profundamente; otros, sin embargo, te odian y lo dicen por lo bajo en los cafés. Son esos sonidos en el silencio que ha traído la puta crisis, o tú así lo crees.

27 de diciembre de 2013

"La maldición"


"Sufrirás por una mujer", te recuerdan que dijo la vieja aquella cuando pasaste junto a ella, ignorándola, en el parque del Retiro. Bien está que tú no creas en esas cosas, pero los que estaban allí, en ese instante, lo creyeron a pies juntillas: dicen que sus ojos intensos irradiaban negatividad. "Las maldiciones no existen", te repites frente al espejo cuando vives en zozobra; "y si alguien pudiera echarlas, yo las desharé con mi incredulidad, mi tesón y mi poca vergüenza", prometes acto seguido consolándote, sin duda. En todos tus viajes, en la vida y milagros que te rodean, te has cruzado por la vida con chicas que han pasado a ser tus amigas, poco más; algunas de ellas viven ahora a saber dónde, porque hace años que les perdiste la pista: ni el Facebook ese puede ya traerte las sonrisas aladas de esa gente que, aún hoy, será eternamente joven. Cuando se sentó frente a ti aquella psicoanalista y te escuchó, sólo pudo producir una frase que sería parte de la maldición si tú la creyeras: "chaval, tú sólo te fijas en las más complejas o en las más indiferentes", sonrió y se quedó tan ancha. ¿Para eso le pagaste sesenta euros? No, no puede ser... ni existe esa maldición ni Harry Potter tampoco, lo tienes claro ("chaval" -resuena aún su tonto irónico-). El caso es que si no se cree en el amor, tampoco se puede sufrir por amor, justificas tú en la clase mientras explicas a los chavales el complemento directo -no sin cierta dificultad- y es entonces cuando, al detectar el misterio, se produce el silencio de quien crees que debe decir algo y ya empiezas a caer en que si no existe la maldición, se le parece mucho.

26 de diciembre de 2013

"Un cuento de Navidad"


Exijamos lo imposible.
París, mayo de 1968.
 
Lo imposible. Por estos días las palabras, con aderezos de alcohol, se llenan de propósitos de enmienda, de sueños llenos de fecha de caducidad. Algún beso pretende ser, en su brevedad y con sabor pasión, la esencia de algo más, que quedará en nada (cuando despiertes te darás cuenta de que metiste la pata). Has pensado siempre que cada uno debe ser como es, porque los cambios son siempre en una mínima esencia (y tú, como eres de letras, no sabes medir esa mínima expresión). Los ciclos de la vida van con uno mismo, con la forma de mirar, con la intensidad de amar, con la deferencia del saber estar (quien sepa estar, claro está); con el empuje de ser consciente de que la vida en un paso tras otro cada día (una mirada, una sonrisa, un gesto, un beso cuyo amor debería no extinguirse en el recuerdo de los dos que se lo dan; siempre que, claro esté, se crea en que el amor existe, que va a ser que no...); o con el salir a la calle y dar la mano a todo el mundo sin distinción. Tú siempre has pensado que la impostura de querer ser mejores sólo por un día tiene una esencia que se va tan pronto como viene y... sin embargo, todos albergamos como niños la esperanza de que todo cambie: ¿acaso no está lleno de esperanza ese beso que diste a quien otros días pretendes olvidar en lo más profundo? ¿Acaso no cree la gente que su nuevo ciclo empieza en el 2014 y será ahí cuando se case, tenga el hijo, encuentre el trabajo o viaje a-no-sé-qué-parte del mundo por fin? ¿Acaso no es ahora cuando siembras los recursos que más o menos hacia el verano darán sus frutos? (o no, todo el mundo dice dejar de fumar, de comer chocolate o de pagar a Hacienda y sólo le dura hasta febrero) . En ese fondo que no vemos, somos niños, porque nunca hemos dejado de creer en la suerte, o la fortuna, o los milagros o lo que sea (yo qué sé, el Horóscopo mismo): sabemos que es puro teatro, pero queremos el final feliz... Y quien diga que no, miente. El 2 de enero nos daremos cuenta de que seguimos siendo los mismos y, aunque pensemos que es un fracaso, es toda una victoria.

22 de diciembre de 2013

"No nos rendimos"


Dicen que los sagitario, como tú lo eres, nunca os rendís; dicen, además, que por muy mal que vengan o vayan dadas el empuje lo sacáis desde la adversidad. Cuando dicen, algo de verdad tiene que haber detrás de lo dicho. El paseo de esta mañana después de un mal sueño tenía la intención de despejarte: la gente anhelando que un poco de suerte en el sorteo les arregle media vida, porque la otra media está ya jodida para mucho tiempo; las peleas de celos que, en mitad de la noche, oíste desde la cama y te desvelaron a las tres y pico...; la señora mayor que apenas puede andar ya y que un día fue ágil; los silencios de quienes se quieren y nunca lo dicen; las miradas de cansancio en mucha gente que un día se equivocó; el hambre soterrado de quienes no se atreven a pedir un pedazo de pan, ahora que son días de dispendios... los miles de sueños que se truncan pese a que es en diciembre cuando nos proponemos todo aquello que apenas cumpliremos al pasar enero... ¿Te atreverás tú a confesar quien es la musa? ¿Lo sabrá ya ella tras las pistas de cada cuento en que su presencia es la esencia? Un día pensaste que tu ayuda podría ser útil; otro día, lejano y distinto, pensaste que lo mejor es permanecer en el olvido y construir tu futuro; total, con todo lo que te queda por hacer... Y, sin embargo, en días como hoy, quizás por la gripe, piensas que hay que hacer algo, que hay que moverse, que no nos merecemos esto... y resuenan en ti las palabras de otro sagitario que venció: "Nosotros nunca nos rendimos".
 
(Este relato está dedicado a Melissa D. Siverio, que se tomó la foto que lo ilustra en Madrid, ayer, inspirada en el arte fotográfico del ruso Murad Osmann y en cuanto aquí se escribe).

20 de diciembre de 2013

"Lo que nos queda por decir"

 
Como a todos, te quedan siempre muchas cosas por decir. ¿Cuántas veces piensas en que quieres o tienes que decirle algo? ¿Cuántas veces imaginas su rostro ante lo que le dices, con la emoción de una sonrisa, de un guiño cómplice, del conocer entre vosotros? Parece mentira que en la era de la comunicación haya silencios que dejan las cosas a medias, que un mensaje -de móvil, o de whatsapp, o de correo...- no sea capaz de suplir las muchas cosas que tienes que contar; la emoción de unos ojos que te miran y a los que tú miras también. Son silencios que sobran, calma innecesaria, porque la vida es pura palabra y a ti, además, todo lo que no sea hablar no te dice ni la mitad de lo que manifiesta la lejanía. ¿Cuántas veces te ha alegrado el momento una mirada, un gesto, un guiño? ¿O su forma de decir sin hablar? El lenguaje no hablado venció tu timidez cuando creías estar perdido, ahora son las cosas aún por decir. Conocerse por lo que tengo que decirte... y escucharte: la emoción de escuchar lo que tienes que decirme, porque cada historia tuya es un pedazo de vida y cada pedazo de vida es el momento que habitamos, el aquí y el ahora, ¿o no? ¿Cuántas veces no te habrán dicho 'se me olvidó decirte...'? ¿Cuántas? Claro que yo, entre la realidad y el deseo, entre la ficción que dice y la realidad que enmascara, hablo en relatos, pero ¿acaso no es más hermosa la palabra en tiempo real? En español, o en inglés o en francés, ¡qué más da! Porque nos falta tanto por decir, hay tanto que decir, es tan necesario que nos digamos... es tan hermoso decirnos.

19 de diciembre de 2013

"El silencio del tiempo"


Cuando era pequeño me decían que era muy observador, lo cual me ha servido de mucho al escribir; lo que acontece a tu alrededor es el mundo, la vida en estado puro, aunque algunas de esas escenas sean únicamente llanto. Más tarde aprendí que hay que tener un plan b para todo proyecto: ese día, la víspera de las vacaciones de Navidad, el coche no me arrancó; uno puede tenerle mucho cariño, pero hay que estar a punto. Y como debía hacer muchos quilómetros para ver a mi musa, decidí coger un avión. Me encanta volar; de hecho, de haber tenido que servir lo hubiera hecho en el Aire, en Albacete. Llegas a los inmensos pasillos de un aeropuerto en vísperas de algo importante y puede que esté todo a rebosar de gente o, como justo ese día, absolutamente vacío. Ni siquiera habían abierto las cafeterías, de tal suerte que decidí seguir anotando cosas en mi Moleskine verde. Vi a una chica a lo lejos, pero no me fijé demasiado: en mi mente estaba la musa, a la que vería y tenía que ordenar las mil y una cosas que siempre quiero decirle y que nunca le digo. Siempre; supongo que algún día lo haré, porque no está bien hablarle sólo mediante cuentos. Al poco tiempo esa muchacha y su maleta de ruedas fueron oscilando entre Iberia, Aerolíneas Argentinas y la compañía checa de vuelos que no sé ni pronunciar... Mientras en la agenda iba escribiendo algunas cosas que tenía que comprar allí, en donde ella me esperaba, se acercó un poco más la mujer de la maleta y fue entonces cuando reconocí a una de mis antiguas compañeras de clase en la Facultad. Los tiempos de la Biblioteca (yo me compraba todos los libros, pero la vida social se hacía allí y en la cafetería), los tiempos en que había que ir a comer al Pabellón B de la Autónoma con la gente de Erasmus; las mañanas del tren petado en que tú ibas contra la ventanilla hasta que la masa bajaba en Nuevos Ministerios; el tiempo en que perdiste la timidez cuando ganaste las elecciones a la Junta de la Facultad derrotando a los del Sindicato de Estudiantes... Ella, ahora distinta, diferente, cambiada en definitiva, estuvo allí... Quisiste decirle algo, pero recuerdas que ya no os habláis: debió pasar algo que os hizo tomar posturas opuestas. Tan sencillo y tan absurdo como dos personas en la terminal de un aeropuerto, sólo dos, que no se hablan.

18 de diciembre de 2013

"Cruzar media Europa"


Tu ventana refleja un tímido sol de invierno; enciendes el teléfono móvil, que durante toda la noche ha permanecido apagado y buscas el mp3 con la intención de ponerlo mientras preparas el desayuno. Tiras prensa ya añeja y es en ese instante cuando suena el tono del móvil que ha permanecido en silencio las horas del sueño: alguien te escribe "te esperamos en...". Al rato tú vas y ellos están hablando de varias cosas; te necesitan para confirmar algo que explicas por experiencia, pero una de ellas tiene cara de sueño y de llanto. Termina la improvisada reunión y al ir a tomar un café dos de ellas van contigo. "Me ha dejado, se ha ido a vivir a Holanda; y no es eso lo peor, es que no me ha pedido que lo acompañe, el muy cerdo", va diciendo alguien tras de ti. Te enseñaron (una persona que fue parte del Cuerpo Diplomático, además) que el undécimo es no estorbar. Tú, como si el caso no fuera contigo. Pensando en otros temas y por no ser muy rancio le dices algo así como que el mundo no termina, reponte mujer y lugares comunes de esos... No es tu amiga, no la tienes tan tratada como a otra gente, prácticamente no la conoces, todo eso. Has decidido que te vas a lo tuyo, que es lo que toca y punto. Hasta que, mirando hacia a ti, una de ellas comenta: "es que todos los tíos sois iguales, el mejor colgado por...". Ibas a decir algo, pero eso generaría malestar y, además, tú quedarías mal. Entonces has recordado aquella vez que fuiste hasta una ciudad de Centroeuropa simplemente para ver a una chica; o esa otra en que te hiciste seiscientos quilómetros en un sólo día para felicitar el cumpleaños a otra chica; o cuando esperaste una hora de reloj a otra amiga simplemente para cenar o cuando demostraste que es más importante una buena cena que ver un partido de fútbol... Las de este cuento, siguen despotricando y ahí sí, te levantas y pagas: "Míralo, se va; si ni siquiera es capaz de decir quién es la chica que hay detrás de sus cuentos...". Así creen que te nacerá la rabia y dirás el nombre: sonríes y anudas la bufanda, te vuelves hacia las dos y respondes: "ella tiene la inmensa suerte de que hay alguien que le escribe todos los días". Ponen cara de póquer y zanjas: "yo, antes y ahora, cruzaría fuertes y fronteras por una chica". Y te vas pensando "eso por decir que todos somos iguales".

16 de diciembre de 2013

"Amores de barra"


Mientras proteges tu garganta del frío intenso, la otra gente habla de un pasado de ayer mismo. Salen temas en los que introduces la cuchara de tu opinión, corta y nada intensa, a veces y a desgana. Es la frustración de la enfermedad leve que traen los fríos; pero, alguien comienza a explicar una ruptura y se alarga lo indecible en metáforas, adjetivos, indiscreciones y hasta algún taco, a modo de adjetivo calificativo para el otro o la otra -qué más da llamar que salir a abrir-. Callas, te miran; así, como a un bicho raro: "no, no; yo jamás he dejado a nadie", dices. Sonrisas de "anda ya" y demás posturas de incredulidad. "A mí me han dejado siempre", añades; ya, en ese punto que es casi como una petición de perdón. Tampoco esos son temas de barra de bar, sigues creyendo; tampoco esos son temas más que para los íntimos, te han dicho siempre; y, siendo tú, ni eso. Es en ese punto cuando todo el mundo habla de lo que se mejora, de lo que se pierde; de los pros y de los contras de cada momento de la vida y de cuánto una persona o dos o cinco pueden andarte el camino hacia un lado o hacia otro. Historias, en definitiva, que no hay que profundizar. "Oye, ¿y tú qué hiciste en ese instante?" Te quedaste frío porque otros decían haber llorado; semanas sin salir de casa; frustración porque no se realizó el viaje previsto; el piso que se queda sin comprar; la boda -quizás- que se suspende o no llega a plantearse... Tú piensas que sigues siendo un inmaduro sentimental y la gente se sorprende porque tu respuesta es atípica: "Mira, yo tenía diecisiete años cuando el primer palo", dices, un poco harto del tema. "¡Anda! Yo con diecisiete quería ya irme a vivir a Murcia con mi chico y bla, bla, bla...", añade alguien. Sois cerca de diez. Entonces haces memoria de tus diecisiete... hace tiempo ya y ha llovido mucho. Como al vulgo hay que darle gusto, les dices la verdad: "Tenemos un serio problema; yo nunca he querido ser como la inmensa mayoría que ni siente ni padece". "¿Y eso que quiere decir?", te dice alguien presumiendo de mucha más madurez que tú por sus rupturas declaradas al público. "Pues que el futuro no se escribe en el pasado; a mí no me importa ya una mierda lo del Instituto, porque lo mejor será ahora o está por venir seguro". Flipan. Protestan porque no te tomas en serio lo que preguntan. "No siento placer con el dolor de flagelarme, siento placer por y con otras cosas", añades y anudas más la bufanda, que hace frío y duele la garganta.

13 de diciembre de 2013

"En el instante de su muerte"


Ahora, tras tus pasos, me vienen los ecos de aquella historia... Ella esperaba encarcelada el momento de su ejecución: así de cruel fue su realidad. El final estaba escrito, como el que meses antes su propio marido hubiera sido fusilado también, simplemente por haber sido un hombre de bien. Sí, había llegado la Victoria, ni la paz ni la concordia ni la reconciliación ni leches: 'a sangre y a fuego'. En esas horas de desolación, con los nervios atados al estómago (tal como se me atan a mí cuando algo importante me concierne), ella pensaba en sus hijos, qué sería ahora de ellos, tan pequeños algunos; una se le había muerto allí mismo, incluso, de hambre, de miseria, ante la indiferencia de esa gente cruel y malsana que no era capaz de conjugar ni la paz ni la piedad ni el perdón. Y en él..., ya muerto: en el primer beso que le robó cuándo jóvenes y en eso que ella sintió en el estómago; en la primera vez que durmieron juntos y sintió el calor del cuerpo de su hombre (quién sabe si ella sabía que otro muerto, Federico García Lorca por más nombre, plasmaría eso mismo con poesía); también en la primera discusión, en sus manías, en su risa...; en el día en que nació el primer chiquillo o en todo lo que él trabajó para sacar a tanta gente adelante. En su hombre..., que se lo han robado esos... Ahora, allí, en ese lugar, con los llantos por lo bajo y los rezos entre dientes, con la certeza del final inmediato, bien sabe todo el mundo que injusto (¿Pero de qué arrepentirse? ¿De quererlo a él? Ninguno de ellos sabe cómo era; ella sí lo sabe... para lo bueno y para lo malo y... se lo mataron, le quitaron la vida que se le salía a borbotones). Allí, ella sola, qué pensarán los chiquillos... qué va a ser de ellos, ahora; con esta gente que la va a llamar algún día a las seis de la mañana, con la premura del rocío, para matarla. Dentro de algunos años la gente sabrá que por querer dar de comer a unos hijos o a unos obreros o que el pago del trabajo sea lo justo, no se muere y entonces su muerte no habrá sido en vano. Que por querer a otro no se muere. Dentro de un tiempo la sangre que va a derramar ella ante el pelotón de fusilamiento dará el fruto de gente nueva y lista y hermosa y esta gente nunca más volverá... Ahora, tras tus pasos, después de su muerte, me viene su Memoria, que pongo en mayúsculas porque es digna y grande, como ella lo fue.

12 de diciembre de 2013

"Calor de apoyo"


Hay cosas que no aprendes estudiando; hay otras cosas, además, que no se te quedan aunque te las digan: aprendes tú (como yo he aprendido de la adversidad, como todos han aprendido de sus errores...). Lo bueno que tiene salir a la calle, perderse entre la multitud o entre la minoría; o hablar con las más ancianos es que, además, eso sí es aprender de la experiencia. Y ella, la amiga en la que piensas mientras esto escribes, lo que necesita es el calor del apoyo: que al llegar a casa, su esfuerzo diario se vea recompensado con el interés que muestra una pregunta; ella, además, la chica de quien hablas, merecía encontrar algunos días sobre la almohada una rosa, como compensación por el peso de su casa; ella, la muchacha hermosa de quien escribes, merecía de vez en cuando el beso que le dé calor a los momentos duros de su infancia o de su adolescencia; ella, en fin, lo que necesita es sentir (con una mirada, con una sonrisa, con un guiño y... hasta con un whatsaap en mitad del día o de la noche)... Pero ese pasado no es un pasado absoluto; ese pasado es la fuerza de un presente que se le viene encima. Cuando una puerta se cierra, se abre una ventana, aunque sea la del baño (como te dijo un día Alexandra y os partisteis los dos por tan señalada estancia de la casa). Nada será igual, seguro... lo cual, necesariamente, le será bueno.

9 de diciembre de 2013

"Huir"


La mañana ha nacido muy pronto y tú te has levantado con la necesidad de un café fuerte mientras te ronda por la cabeza algún verbo irregular en inglés; es entonces cuando te lanzas a salir a la calle, pese al frío. Una nueva semana en la que has decidido que todo sea distinto: total el tiempo va a pasar y a pesar exactamente igual. Por muchas promesas vanas que te hayas hecho a ti mismo para no hacer caso de nada ni de nadie, es muy difícil que tú te abstraigas siempre de la realidad. Hubo alguien una vez que te dijo que lo habías sorprendido: "creí que eras un niño pijo insoportable y has sido el mejor jefe que he tenido nunca, te pido perdón", te espetó una noche de sinceridad, con una copa en la mano. Ves al fondo a la chica de algunas otras veces -que no sabes exactamente los años que debe tener pero que ronda los treinta-. Es tímida y, pese a que no la conoces de nada, siempre que te ve saluda. Lleva algunos libros en su mano, pero no ha ido a clase, porque está ahí sentada, con cara de problema gordo. Tú, que siempre te sientes pequeño frente a una chica y que siempre (últimamente) has tardado en confiar en ellas -a cuenta, bien es cierto, del daño que te hicieron que no fue poco-, le hablas cuando ella se sienta junto a ti en la cafetería. Ha entrado con la necesidad de decir algo: "Necesito pedirte una consejo", te dice inmediatamente. "¿A mí? Si no nos conocemos...", le has respondido. "Tú a mi no, pero yo a ti sí: estás en Internet y te he visto muchas veces en el periódico", dice mientras empieza a tomar su café con leche humeante. Flipas. "Pues... ¿tú dirás?", aciertas a balbucear. "Necesito salir de aquí, perder de vista a mis padres, al imbécil de mi novio y al... de mi ex también; necesito irme de aquí, al menos durante un tiempo", comienza a decir, pidiendo que no la interrumpas, por si se le olvida lo que va a decir. "Tú has vivido en otros sitios y habrás conocido a otra gente interesante, ¿dónde irías?", insiste. Coges un papel y un boli y anotas un par de cosas (Buenos Aires y  nombres a los que recurrir); ella te mira después con ojos de sorpresa: "es un buen sitio para encontrase a uno mismo", le dices. Tú, sin embargo, te irías más al Norte, para huir de cuanto sientes.

8 de diciembre de 2013

"La segunda oportunidad"


Es hoy cuando sientes más temor a que, entre otra persona y tú, queden cosas por deciros; antes, en la frivolidad del tiempo que podías perder como te diese la gana, jamás caíste en ello. La tarde que recuerdas sobre esa despedida terminó al subir al autobús, en un Madrid que palidecía de intensidad; nunca debiste imaginar que sería la última vez que os ibais a ver así, de esa forma, con esa complicidad que sólo puede nacer del momento. Alguien, algo más tarde, te dijo sin que quisieras creerlo: "volverá a aparecer; hay gente que tiene la costumbre de aparecer por la vida de otro dos veces". No prestaste atención alguna, aunque te había enseñado muchas cosas, entre otras Literatura en la Facultad: hay veces que eres tan soberbio que te permites el lujo de ser escéptico. La otra mañana estabas en la estación de AVE de una ciudad de La Mancha; esperabas que llegase un tren, mientras, como los yanquis, bebías un café en un vaso de plástico; fue entonces cuando viste a esa persona caminar por la calle. En ese instante sentiste la nerviosa necesidad de correr hacia ella, de recuperar todo lo que se fue perdiendo desde la tarde de Madrid hasta el cruel invierno de Castilla; por una vez en tu vida paraste para preguntarte algo ("¿A dónde vas?") y la realidad te dejó descolocado. La decisión final fue fácil de tomar: "A mí jamás nadie me ha dado una segunda oportunidad", te respondiste, mientras esa persona se iba alejando, adentrándose en la ciudad que veías cada paso más lejana.

6 de diciembre de 2013

"Otra gente..."


Con la lluvia ácida esa tan fina que está cayendo, cuando la monotonía -piensas- lo invade todo, hay flashes en los que cuanto ocurre te acaba sorprendiendo: no es lo esperado lo que te fascina, sino cuando acontece cerca de ti lo inesperado. Tú estás ahí, escuchando siempre los mismos mensajes en el contestador del teléfono fijo; conectado a las misas web de prensa de cada día; saliendo a la calle a tomar el mismo café negro y malo de cada mañana, mientras buscas inspiración o una noticia; o, por enésima vez, escuchando las mismas cosas -tonterías- de la misma gente en el mismo sitio. Te cansa, bien lo sabes, la redondez de lo mismo: lo circundante de lo cotidiano, lo poco original de lo de cada día... Hasta que un instante, así como si fuera uno de esos thriller que te ves algunos aburridos domingos por la tarde, estás en un sitio en el momento en que te han dicho y se te cruza alguien que es esa otra gente que tú ni esperabas que existiese ni ya tenías esperanza de que apareciese... "¿Tanta era la decepción en que habías caído?", se te oye preguntar por lo bajo. Y empiezas a responder que ahora no, que hay gente maja, que vale y que merece la pena que comparta el mismo mundo de lluvia ácida en que tú y los demás vivís y te vuelves a preguntar -ahora ya con cierto acento de indignación- por qué los periódicos y las radios y los telediarios esos que te producen hipertensión no hablan de gente así. Vale que tú lo fías a esas primeras impresiones -eres la excepción-, pero las primeras impresiones en que enjuicias a alguien son como ese momento en que la moneda sube y tú tienes la esperanza de que salga la cara o la cruz que has elegido: ese instante mágico en el que a pesar de todo y gracias a esa otra gente que nunca antes habías conocido, piensas que es bonito seguir creyendo en el ser humano. Y quien diga que no ha sentido esto mismo alguna vez en su vida y, más hoy por hoy, miente.

5 de diciembre de 2013

"Perderse"


Y si esa ciudad fuera el lugar en que tus ojos se fundieran con los míos, ¿qué dirías?

4 de diciembre de 2013

"La musa"


Como todos los demás, tienes tu musa; sólo que, un día prometiste que jamás desvelarías su nombre... es el espacio entre la realidad y la magia de la Literatura y no todo es confesable. Antes, que sepas, no tenías alguien a quien pintar cuerpo y alma y risa y llanto... pero, hace relativamente poco tiempo, un día inesperado, como son todos los sueños que una vez han de hacerse reales, surgió como esas ideas que acompañan las noches de insomnio. Alguien te dijo una vez que, como perteneces al siglo XXI, tienes que pintar la realidad -sobre todo esa realidad que nadie quiere ver- y, para ti, ella tiene que ser el punto de partida de la hoja en blanco, del sueño por realizar, de la emoción por emitir. No es tan fácil, te lo confieso, porque las musas te invaden, te poseen, te enamoran, te desbordan en la obra... lo que dices puede ser ficción, pero el rostro, indudablemente, es de ese alguien... y un día alguna persona desentrañará todo lo que de ella hay. Por ahora, es el silencio con vestido rojo, en mitad de un campo austríaco, de nuevo con las uñas pintadas del color favorito; aunque su sonrisa, su mirada, la forma de sus manos, el tono y el acento de su voz, su forma de andar y la emoción que siente ante lo que la rodea es, sencillamente, tuyo; lo pones tú y el lector se deleita, mas únicamente ella se sabe detrás de esa y de otras historias. Es la magia de escribir, mientras se escucha Let there be ligth de Mike Oldfield de fondo; y de empezar cada pedazo de vida con su sonrisa. Alguien dijo una vez que "si un escritor se enamora de ti, nunca morirás" -porque, esto ya lo pones tú, cada línea, cada emoción, cada lector, cada pedazo de mundo en el papel... será eternamente ella-. La musa.

3 de diciembre de 2013

"La carta que debí escribirte antes"


Ayer, ya anochecido, mirando esa foto de Murad en la que estamos, tú y yo, en Berlín. De pronto, tú quizás lo sabes... te recordé. Cuándo fuimos rojos tú y yo, cuando nos invadía la necesidad de comernos cada rincón del mundo, cuando me importaba más mirarte que escucharte; quizás -insisto- ya lo sepas o, quizás, no haya cambiado aún nada. Las uñas pintadas de ese color vivo que me gusta tanto, te lo confieso y los vaqueros que te sientan tan bien... Te pusiste la gorra roja y, mientras tirabas fuerte de mí, ibas hacia la Puerta de Bradeburgo; sabías que si no me arrastrabas pronto, yo iría tras la bandera yanqui, posiblemente para comprarla por los dieciocho dólares que vale. Nos conocíamos poco; qué suerte hubiera querido tener yo de saberte mucho antes, de tener constancia de que alguien como tú existía en algún rincón de España; habría ido a buscarte hace tiempo, te lo prometo... Claro que, pensándolo bien mejor para ti, porque yo antes era mucho más indeciso y, pese al barrio de Madrid que me define, más introvertido y más tímido aún y menos creativo y menos egocéntrico -de eso ya te has dado cuenta; tú eres muy observadora-; los que nacimos el doce de diciembre tenemos dos pasiones: tú y yo. Pero... ahí estás, amiga mía, pasando entre esos dos mundos -occidente vs muro-: mucho más valiente que yo, porque me arrastras aunque te presentes tímida. Hacía frío, pero te negaste a recoger el cabello: siempre suelto, libre, como las ansias de libertad que teníamos, que tenemos, que tendremos siempre... claro que me obsequiaste con esa manga en la chaqueta vaquera, el guiño a mis americans; yo te regalé ser yo mismo, exactamente como debo ser, como soy.  Lo sabes: "quien se mete contigo, amiga, es como si se metiera conmigo" y pobre del que tenga que comprobarlo... No es fácil mirar la foto, una vez más, por si no estás tú en ella, sin que seas tú la protagonista; por mucho que la mire, no pierdo la percepción de ti: pasarán los días y mucho más tiempo, pero tu huella se queda. Hay quien dice que eres una ilusión, un sueño que terminará cuando mi despertador suene cualquier día, pero si algo tiene la magia  de escribir es que, por mucho que te vayas, eres la musa que jamás dejará de ser. Ahí estás... en mitad de esa plaza, tirando de mi, en el momento en que más te necesitaba, como si en serio los sueños pudieran hacerse realidad.

2 de diciembre de 2013

"Atarse..."


Uno de esos días: te levantas en el mismo instante que el Sol sale y, al mirarte en el espejo, te das cuenta de que hay ya alguna cana -no será por el paso del tiempo: es por los momentos duros de tu vida-. De fondo has puesto una canción, mientras tu casa huele a un tenue té que adereza los compases y sonidos de Losing my religión; te trae a la memoria el recuerdo de alguien, como le pasa a todo el mundo cuando una canción le llega al estómago. Te vas al teléfono y compruebas las llamadas perdidas y los whatsaap que durante la noche y parte del amanecer te ha ido llegando. Y, mientras te vistes, te dices que eres tú; que es el momento de empezar a creer en que, sencillamente, estás en el mejor momento de cuantos han pasado para ti... Sólo que no caes en que la rutina te ata a las cosas cotidianas: a lo bueno de todo lo pequeño, a lo malo de todo lo grande. Lo supiste hace ya años: por mucho que tú y otros como tú estudiéis o seáis muy listos; por mucho que haya por ahí mucha niña mona en cada fiesta, la sabiduría reside en las arrugas de esa gente mayor que toma el mismo Sol de tantas décadas... Mucha rutina, mucho dolor, mucha sonrisa, mucha indiferencia, mucha frialdad; silencios que son como mentiras; contradicciones; puertas cruzadas y sin cruzar; besos que nunca se dieron; que no te calles nunca la verdad... por muchos momentos fríos que hubo o que hay o que quizás -es la puta verdad- haya, todos los nudos gordianos, dicen esos viejos, se cortan con una espada de acero. Borrón y cuenta nueva, como toda la vida.

29 de noviembre de 2013

"Mentir con el silencio"


Hay algo hacia lo que sientes una aversión indescriptible: la mentira. La gente tiene la costumbre de mentir y de ocultar cosas -para ti la omisión es una mentira más- con demasiada frecuencia; pero tú has desarrollado un olfato singular a base de recibir palos y, por supuesto, de ser premiado con la mentira siempre que has puesto por delante tu sinceridad. Seguro que mucha más gente se siente como tú, pero no lo dice: ¿para qué reconocer que tal persona te ha decepcionado? El silencio, el puto silencio, el disimulo, el aparentar una cosa y ser la contraria, el decir algo y hacer lo contrario, el fingir para satisfacer al otro, el disimular para que no parezca que..., que no pillen que...; hasta que el negocio se rompa es un ejercicio de alta interpretación, solo que tú, en fin... a ti el teatro y la teatralidad; anda que no lo ves claro. Lo ojos delatan, o la gente se los saca o el mentiroso que no sepa controlar su mirada se delata, hasta en el silencio: ¿no dicen que el que calla otorga? ¡Qué cabrón el que lo dijo, porque sabía de la traición de la mentira con el silencio un rato largo! Pero... es igual, ese señor también bastante borde llamado tiempo da mucho juego y saca a flote esa mentira; todo se nota, todo se delata, todo se rompe, todo sale... Y tú, ahí, en una silla, esperando el momento de ver esa cara, esas caras, después de su mentira... que no son un triunfo. Lo dijo aquel detective de Los Ángeles: "lo supe la segunda vez que me crucé con Usted".  Y entonces, cuando sea evidente que todo ese tinglado es la mentira con el silencio, simplemente dirás adiós.

28 de noviembre de 2013

"Bebiendo pesticida"


Para Melissa, que dio la idea.
 
"Te aseguro que yo, cuando siento mariposas en el estómago, lo arreglo bebiendo pesticida", te dijo ella, que además es farmacéutica y posiblemente si la hubieras escuchado, en lugar de leído, lo habría expresado con un dulce acento canario, cargado de su sentido del humor. Tú, en ese instante pensaste: "pues oye..., tiene razón esta mujer; total, para una vez que te aparecen en la vida esas mariposas, encima vas lo pasas mal...". Lo peor de eso, ahora, es que aunque un día prometiste que no (envejecerías ni madurarías ni te tomarías nada en serio) en breve cumples años y notas como que, en ti, hay una serenidad o sensatez o raciocinio que antes no tenías y, claro, dudas si el pesticida ese es J&B u otra marca. Igual debes preguntarle... Pesticida, lo que se dice pesticida, pues como que no, porque no estamos en tiempos de Larra y sabes que habrá más gente en el mundo que esa persona. Quizás Melissa, insistes, que al fin y al cabo es farmacéutica como se ha dicho, te pueda recetar algo: eso sí, la última vez a Fran y a ti os dijo, ni corta ni perezosa: "Vosotros con Ibuprofeno vais que chutáis" y, obvio, ir hasta La Laguna a por ibuprofeno pues como que no... pero un pesticida de esos... eso ya... A ver, centrando eso que quieres decir -si es que lo dices-: ¡hay que ver lo jodido que es sentir las mariposas en el estómago!; o sea, que vas por ahí, sea donde sea, tu mirada se cruza con la mirada de alguien y... como el alguien te haga padecer... Tampoco le vas a dar la alegría a nadie de beber pesticida; mejor que eso te haces relevante -no famosill@, que ir pa'na es tontería: r-e-l-e-v-a-n-t-e...-  y cuando vea lo que se ha perdido, que rabie. En fin, que ya no estás para esos trotes. Decía Lope de Vega -otro sagitario más...- que quien lo probó, lo sabe. Así que mientras que aparecen de nuevo las mariposas -o se centran las de ahora- vas a ir haciendo una profilaxis con pesticida... de la marca que sea.

27 de noviembre de 2013

"Esa primera vez..."


A ti, que ojalá pongas tu nombre a esta historia...

La primera vez que la viste te causó tal impresión que sentiste algo extraño que te subió desde el estómago hasta los ojos; lo confiesas a veces, diciendo que fue la primera vez que te pasó: pese a no ser ya quinceañero lo sentiste y la vida puso a esa persona en tu camino. Te pilla desentrenado, fue la impresión inmediata que te invadió. De repente quisiste saberlo todo, empaparte de todo cuando es suyo y hace que sea especial. Hay gente que dice que eso es un flechazo, pero tú piensas que la vida hace las cosas -caprichosamente- por algo... Tú sufres, también lo dices, porque es mucho -¿aún?- lo que os separa, como todo al principio -cuando empiezas una novela todo te separa del final-, pero es el paso del tiempo lo que os une, incluso ese silencio que se cierne entre ambos o que ambos generáis tantas veces: la vida os puso frente a frente -face to face- por algo, sino... ¿de verdad os habríais conocido? ¿Qué probabilidad de ello habría?  Tú te sientes tan afortunado que quieres que todo sea la enormidad de la vida, que está compuesta de esa y de esas personas. Pero recuerdas con sonrisa y con cariño y con ternura y con ilusión esa primera vez... que tus ojos se fijaron en sus ojos.

26 de noviembre de 2013

Reflexión sobre otras violencias de género


A luz saltan la muertes producidas por la violencia de género, pero en silencio quedan muchos más casos y en silencio quedan otros tipos de violencia entre y hacia las personas. Creo, sinceramente, como educador, que debemos lanzar una mirada sobre ellas y, además, intentar poner fin a todo eso... Apenas hablamos de la violencia sicológica que es, si me apuran y salvando las distancias, la más grave: los insultos, los menosprecios, la destrucción de la autoestima; todo ello suele ser el inicio de lo que vendrá después. Es complejo observar cómo adolescentes de 16 o 17 años sufren ese tipo de violencia por parte de los nuevos machistas que, atiendan, nacieron a partir de los años noventa del siglo XX: "¿Por qué te pones así?", ¿Por qué has quedado con tal o con cual a tomar un café?", "¿Por qué te has sentado junto a... en la cena?"; estas serían un prototipo de preguntas que desencadenan una discusión y, pese a la corta edad en experiencia vital, algún desgraciado golpe también. Muchas veces es un reflejo de lo que se ve en casa -lo he comprobado mientras he sido tutor en institutos-, pero otras no necesariamente y ahí es en donde la Educación debe poner su grano de arena.
 
Siempre he puesto como ejemplo que hay chicas jóvenes que fían el cambio de comportamiento al momento en que se dé el paso entre el noviazgo y la vida en pareja. Error: el maltratador, generalmente -salvo con ayuda especializada y debería confirmar eso con datos estadísticos-, no cambia. La única solución que le veo, por ahora, es darle al tipo la patada (que la chica corte y se aleje de él). Una relación de pareja, tengo para mí, consiste en apoyo mutuo y en la mutua confianza, en la férrea amistad que une a dos personas, en compartir los buenos y los malos momentos que la vida trae ya al azar; por ello, menospreciar a quien tienes al lado, insultar porque un pequeño error o fallo -que no paraliza el mundo, por supuesto- se ha producido y todo eso es un tipo de maltrato que no vemos tan fácilmente. Fuimos muchos los que dijimos hace años que muchos empezaban maltratando animales y luego daban el paso a maltratar al de al lado; por suerte, el Código Penal puso orden.
 
Pero insisto, me preocupa la violencia de género entre adolescentes porque creo que hemos educado a la gente en valores democráticos y algo debemos estar haciendo mal cuando la mentalidad de muchos quinceañeros vuelve a ser la misma del feudalismo, por escribir algo. Eres una mierda, Eres una puta, Eres una guarra, Eres una torpe -con sus variantes- dicho ante lo que una joven piensa, o viste, o dice, o sonríe, o baila o canta... es pura violencia. Alguna de esas frases se ha producido cuando un chico ha visto que una chica llevaba leggings, por seguir poniendo casos. Alguien me decía hoy mismo que hay que separar los celos de la violencia, pero es que los celos, además de ser otro problema de carácter psíquico, es uno de los ingredientes básicos de la violencia de género. En todo ello, además, los profesores tenemos mucho trabajo y los poderes públicos mucho más que conmemorar un día concreto: hay que trabajar todos los días. Omito por no extenderme que hay violencia al revés y que es lo mismo: la mujer que maltrata al hombre. Tolerancia cero.

25 de noviembre de 2013

"Silencios"


Entre tu silencio y mi silencio no existe más que la inconsecuente razón de no poder conocernos del modo en que la vida nos dijo que lo hiciéramos.

22 de noviembre de 2013

Más JFK


Tomar decisiones a favor de la mayoría es complicado; hablar claro cuando la gente lo necesita es complejo; tener un proyecto en mente y requerir la concurrencia de la mayoría es arriesgado; plantar cara a los intereses de la inmensa minoría para favorecer a la inmensa mayoría era y es un precio que hay que pagar. Lo que sí sé es que el protagonista más destacado de la segunda mitad del XX en los Estados Unidos y la relevancia de su política para Occidente lleva hoy cincuenta años muerto y, creo, casi todos nosotros tenemos claro el por qué y quién... Yo, por ejemplo, estoy leyendo ahora en inglés sus discursos; vale la pena, por ejemplo, detenerse en el Discurso inaugural, pero también el de Berlín; vale la pena, insisto, recordar aquel "no te preguntes qué pueden hacer los Estados Unidos por ti, sino qué puedes hacer tú por los Estados Unidos". Hoy nadie, absolutamente nadie en política, es capaz de tener clara la concepción de sociedad: en España, creo que sólo Suárez fue capaz de aglutinar una ilusión parecida. Ahora bien, su legado está inmaculado y sus discursos y el empuje de su política no los puede borrar la Historia. Bien distinto a nuestros días, cuando priman los intereses de unos pocos para perjudicar a la inmensa mayoría; cuando se dan los discurso tras la pantalla (a aquel, ya saben, le pegaron varios tiros a coche descubierto) o cuando gestionar una ciudad se hace imposible si no eres capaz de levantar un teléfono... La gente tiene por costumbre, insisto, en decir que todos son iguales, que todos son lo mismo, que todos hacen exactamente igual. No es lo mismo ir a Berlín a decirles en perfecto alemán que tú también eres un berlinés y que el Muro, el telón de acero es una ignominia, que ir a Berlín a recibir la consigna de recortar en Educación o en Sanidad. Ni es lo mismo ni son lo mismo ni es igual. Ojalá hubiera, de nuevo, otro JFK.

21 de noviembre de 2013

"Que habite tu olvido"


Días inciertos y espesos de noviembre; Melissa dice que si ella va a La Mancha (por ejemplo) se muere del frío y tú le respondes que no hace falta, que para eso vuelves tú y así tienes la suerte de reír mucho con ella y de volver a charlar con Flor, que ayer te sorprendió y hoy, de nuevo, con lo que ella escribe. En estos días inciertos, te dices, en que parece que todo es inestable, en que tu ser social se enerva porque quieres acción, frente a ti un bosque espeso... El recuerdo de otros tiempos en una conversación de café, durante una mañana muy fría en la que cierras proyectos: al fin y al cabo, tú, eres parte de ese océano de granos de arena o de gotas de agua que conforman bien el desierto o bien el mar... Solo un milagro en que no crees puede zanjar viejas o nuevas heridas mal restañadas: no basta con ser, hay que hacer... Eso te quedó grabado el otro día, a sangre y fuego, después de esos cientos de recados que se inquietan por ti o por la vida... Tú no eres tú y a la gente le gusta tu sonrisa, tu ingenio para decir la idiotez más absurda en el momento más trágico, la capacidad de acción cuando el mundo cierra el pulmón y tú le insuflas el aire que necesita. Ya lo conoces, es la misma historia de la misma rueda que gira: que viene y va. Pero... ¡ese bosque! Detrás de la espesura del bosque hay mundo y tierra y gente y horizonte y oportunidad... lo que hablabas ayer en clase de inglés. También están otras tierras, qué más da si son las Canarias o Extremadura o Madrid o Canadá o, simplemente, un viñedo de La Mancha (los States siguen siendo tierra de promisión, pero también la última bala que has de disparar en la vida). Las conversaciones se ciernen sobre ti y en esas soledades que os invaden; la gente dice y habla y calla y ríe y... te (os) necesita: hay quien por no decir, no dice que te ama. Digo yo. Pero el título que tu pondrías a ese poema que escribes (mientras Hevia zumba Busindre Reel) se titularía Que me habite tu olvido. Y entonces se abre La Cabalgata de las Walkirias de Wagner, a lo grande... y te entran ganas inmensas de invadir algo, quizás una vida.

19 de noviembre de 2013

"Ladera abajo"


Se cierne la noche, pones la televisión (a la hora en que los whatsaap arden) y decides que, por ese día ya está bien de trabajo, de tensión y de pensar en cosas nocivas (así las llaman, porque las genera el ambiente, o la lluvia aguanevosa esa que cae o porque algún post-it de tu mesa te lo recuerda). Se anuncia una compañía de supermercados y se compara con una tradición inglesa, según la cual la gente se tira ladera abajo persiguiendo un queso (sí, sí; semejante absurdez surrealista) y, como los del whatsaap están por averiguar si lo que has escrito es autobiográfico o no; o en si la serie empieza a no sé qué hora; o en a ver cuándo vas a Madrid o a Canarias o Etruria...; o el largo lamento de pobrecita de mí que tengo tanto que estudiar... (podrías seguir). Tú, por cambiar la sicología, va y preguntas en general: "Yo que me lo creo todo, ¿será cierto que en Inglaterra se tiran cerro abajo en el barro persiguiendo un queso?" Tu hermana se parte; Víctor seguro que está pensando que has perdido la cabeza; otro alguien del lugar en que vives dice que es buena idea para copiarla para la próxima Feria; alguien, ahora de otro lugar distinto, dice que, puestos, seguro que es cierto; otro alguien, de otro sitio también distante, dice que puede que sea cierto, porque en Inglaterra son tan tontos como... (aquí debes sustituir los puntos suspensivos por los habitantes del pueblo o ciudad rival, del equipo de futbol o baloncesto contrincante, o del partido o coalición electoral de ideología contraria...). Entonces te dices: "pues mira, va a terminar bien el día". Hasta que Elena (pongamos que se llama así) rompe el misterio diciendo: "pues es verdad, porque me lo contaron una vez en clase; en mi libro de inglés venía". Y te quedas diciendo que en el mundo puede pasar cualquier cosa...

18 de noviembre de 2013

"Su oscura indiferencia"


Dicen que tú ves en la calle y que tú escribes de la vida lo que los demás no quieren ver; algo de razón deben llevar cuando entre ellos no se conocen. Lo que tú cuentas es lo que a todos nos ocurre y, políticamente correctos, nos callamos: tratamos de ser lo más perfectos posible. ¿O no? Que no se note, que no se te vea... Se te ocurre que te fijas un día en esa persona; seamos sinceros, te atrae esa persona. De repente, tú te interesas por todo lo que le concierne: intereses, gustos, especialidades... todo; te desbordas. Hasta recuerdas de memoria el día de su cumpleaños y sólo has oído que lo ha dicho una vez. Piensas que, sin esa persona, este mundo y el tuyo no tendrían ya sentido. Todo lo fías a sentirte capaz de empezar a concebir un mundo dentro del cual esa persona sea indispensable. A veces, quizás, eso le resulte a la gente y hasta le salga bien... Pero, de pronto, un instante, un flash (eso que los jodidos sicólogos llaman razón) y empiezas a caer en la cuenta: jamás un mensaje de ánimo ni de aliento, espontáneamente; se olvidó (digámoslo así) de ese examen tuyo tan importante, o del día de tu Santo, o del de tu cumpleaños; si eres tú quien escribe, tarda siglos en responder...; jamás te ha pedido un café, o hablar por hablar, que no hace daño; jamás le ha hablado de ti a otros como sí lo has hecho tú a la inversa; jamás se ha abierto a contarte cosas como tú si lo has hecho... empiezas a caer en la cuenta, empiezas a ver que lo que tú has visto únicamente es Literatura, de la buena aceptado, pero al fin y al cabo puro teatro. La oscura indiferencia se cierne sobre ti y crees que el suelo se rasga bajo tus pies. Ahí es cuando, un día, tras escuchar una canción, recuerdas lo que te decía el viejo aquel que no te conocía de nada: "¡Pues no eres tú mucho pollo para tan poco arroz!". Y es que esta jodida vida tiene un adobo de oscura indiferencia que jode, vale, pero que no mata.

12 de noviembre de 2013

"Lo que se fue y tú olvidaste"


Hace diez años -un suponer-, tú no eras como eres hoy ni estabas en este instante ni en este sitio ni esta expectativa... En todo ese tiempo -un suponer- que tú has vivido, la inercia de las cosas ha girado tanto como que hay cosas que ya se fueron y que tú olvidaste (Una vez te dijeron que el tiempo y el olvido son la mejor medicina para todo).  Ni siquiera el Facebook ese es capaz de recuperar tu olvido, por mucho que otros muchos crean. Está claro que tú olvidaste a mucha gente, perdiste algunas partidas, dejaste besos sin dar en mitad del camino; hubo cosas que hiciste de las que no te sientes bien y otras que siempre te harán dudar de si tú hubieras sido de otro modo. ¿Y sabes qué? Que por mucho tiempo que haya transcurrido con su tonelada de piedras en el camino y todo cuanto (con)forma tu vida, tampoco ha sido tan malo ni debes arrepentirte... porque hasta lo que sabes lo aprendiste de todo aquello -del ruido y la furia; los humos y las llamas; los besos y los llantos; los libros y las horas- y es que allí donde tú estés, alguien más va a sonreír. Sin miedo del miedo mismo, quizás de la crisis salga algo bueno; y de tu crisis (y las de otros), salgan horizontes nuevos. Total, es como una lotería, pero con sonrisa de mujer.

11 de noviembre de 2013

"Volver, por la puerta de atrás..."


Para Mel
 
Esta misma mañana fría de noviembre, esa muchacha tan hermosa, sonriente y divertida que es la canaria Melissa D. Siverio ha planteado eso que muchas veces te ha atenazado: ¿qué harías si esa persona que un día jugó contigo, o se rió de ti, o no te miró a los ojos... volviese para pedirte ayuda? Sabes que lo que hay detrás del tinglado es complejo: la vida da muchas vueltas, pero cada una de ellas es tan jodida como la anterior, salvo que tú le pongas ese gancho que hay que ponerle y le eches... Si esa persona volviese es, sencillamente, porque está jodida; porque su planteamiento y su plan de vida ha sido un rotundo fracaso y debe ser una cabronada tener que bajar la cabeza, mirar al suelo, balbucear y... lanzarse a pedirte ayuda sabiendo que detrás está aquel momento en que quien lo pasó mal fuiste tú. Hay personas que no miran a los ojos; hay personas herméticas; hay personas traicioneras; hay hasta personas con doble vida y hay personas que para sobrevivir son capaces de comerse su orgullo, las palabras que un día dijeron sabiendo envenenadas y hasta la soberbia que preside su conducta diaria. Lo sé y estoy seguro que también Melissa lo sabe. ¿Y qué harías tú? Hace siglos que tú miras a los ojos; hace tiempo que tú afrontas la realidad por cabrona que sea; hace tiempo que decidiste dormir tranquilo... Ayudarías y pedirías que treinta segundos después desapareciese esa persona, para siempre de tu vista, con el diablo si hace falta... Acuérdate, si te engañan una vez, la culpa es de quien te engaña; si lo hacen dos, la culpa es tuya.

7 de noviembre de 2013

Los imparciales, vencidos...


Me sorprende, al hilo del cierre de una televisión autonómica, que en las tertulias de otros canales hablen de la parcialidad informativa de los políticos a través de algunos medios (léase, esencialmente, esos cotos particulares que son las televisiones autonómicas). ¿Alguien conoce a algún político de hoy que sea imparcial? Yo no y he conocido a unos cuantos de todas las ideologías que existen en España; por definición, nadie oirá a un político reconocer que él o su partido han hecho algo mal. Lo verdaderamente peligroso para la democracia y para el artículo 20 de la Constitución de 1978 son esos 'profesionales' que, tras pasar unos años por la Facultad de Ciencias de la Información, son en sus medios meros portavoces del gobierno de turno. Así nos ha ido. A ver, dos ejemplos: en determinada región han puesto de director general de la televisión autonómica a un señor que no sabe situar en el mapa la región que debe reflejar en su medio; más aún, llegó prometiendo un cambio ("menos toros y menos pelis del Oeste") y, efectivamente, ese cambio ha sido cuantitativo: todas las tardes toros y, si se tercia, porque da tiempo, a John Wayne pegando tiros. Claro está que en los informativos la percepción de su realidad es, cuanto menos, vanguardista. No voy a poner ejemplo de esto último, ya que como dicen en esa tierra -que yo sí conozco bien- ¿pa qué? Otrosí, el señor director de un medio nacional, que para defender la oportunidad de su medio lo sitúa concretamente en una ideología fija, en una confesión religiosa concreta y en un régimen de Estado puntual. El primer día de Facultad enseñan (o enseñaban, no sé ahora mismo) que la información debe ser veraz, inmediata e... imparcial. Los filólogos tenemos una relación con el periodismo algo así como la de alguien con su amante (es tu pareja sin serlo exactamente) y en su día don Fernando Lázaro Carreter, nada menos, daba clase de Lengua Española en la Facultad de Ciencias de la Comunicación y en la Escuela Oficial de Periodismo, lo cual ha desaparecido por decisión política y de ahí esas aberraciones que se leen hasta en los indicadores de la televisión: hace poco vi en un canal nacional un mapa de España en que se leía Estremadura; sí, sí, que la x es muy pornográfica, pensarían.  

6 de noviembre de 2013

"Despedirse de ti"


Amanece el día y necesitas despedirte; hay algo dentro de ti que te bloquea: pensaste, como siempre has pensado, que la realidad y el deseo eran una misma cosa y la (esta) realidad, como dijo el filósofo, es la única verdad. Demasiado bueno para ellos... Antes, recuerdas, la gente se despedía --intentaba asirse al último clavo ardiendo-- con largas cartas, con una llamada, incluso con un sms (así te ibas, cortabas con alguien, decías adiós, good bye...). Ese sueño tan nervioso que has tenido hoy (por ejemplo), que te ha hecho despertar varias veces, que te oprime dentro ("despídete" se repetía, así como en la sien...). Te levantas, bebes agua a morro desde la botella misma (viejas costumbres de cuando en el cole había que beber, a morro, en el grifo) y miras por tu ventana: la calle fría, desierta, oscurecida; te recuerda tu propio interior cuando piensas en eso, en esa, en aquello, en aquella... y te dices "me despido de ti"; sólo que tú eres así como un poco capullo y en lugar de despedirte, desapareces del mapa y envías un terrible silencio... Al fin y al cabo, es una manera como otra de despedirse.

4 de noviembre de 2013

"Tener dignidad"


Ahora, los españoles que tanto quiero lo están pasando mal; ahora que no me tienen a mí, porque la bruma del recuerdo hace que no sea consciente de que un día fui el español más importante del siglo XX; ahora es cuando ellos se sienten mal, porque creen que todos  los políticos son iguales y no será siempre así. Ahí me ven, ahora no recuerdo en qué pensaba ese instante de aquel 23-F en que pudimos haber vuelto a lo mismo de siempre; más de lo mismo... Me fui para evitarlo y al final tuve que plantarle cara en tiempo real (como se dice hoy). Lo que sí tuve claro fueron dos cosas: que el presidente del Gobierno debe revestirse de la dignidad que le dan las urnas, hay que dar la cara...; luego, según iban transcurriendo las horas, me dije a mí mismo que la primera página de todos los diarios del mundo no podían recoger que el presidente se había tirado al suelo y había muerto de un tiro por la espalda, cobardemente; preferí que dijeran que el presidente había muerto dignamente en su puesto, con la cabeza bien alta y bien digna la conciencia. Paco dice que él tenía cuatro años aquella larga noche y que el Renault 4 de sus padres (con él detrás) lo paró la Guardia Civil en un cruce de caminos en mitad de la provincia de Albacete... La Región Militar de Milans del Bosch estaba sublevada en... 1981.  En eso también podemos estar orgullosos: una benemérita bien digna, formada y democrática. Por eso no hay que tirar la toalla: ni todos somos iguales ni está el futuro escrito ni perdido.

2 de noviembre de 2013

"La suerte de equivocarse"


"¡Que te crees que eres tú solo!", dijo la sabia voz del anciano. Se refería a las veces que tú y otros os equivocáis al elegir, al tantear, incluso al creer que... Es obvio, si se es humano, uno se equivoca: "hasta esos que van de soberbios (o soberbias) creyéndose los reyes del mambo; hasta esos caen, nene", añadió mientras lanzaba sobre la losa del mostrador del tabernucho un euro moreno de tanto roce de manos, en pago por su café. Quedamente se puso la gorra, anduvo hasta la puerta, descolgó del perchero su garrote, se volvió para decir adiós y entonces a modo de sentencia te dijo: "tú tranquilo, esa no es pa'ti; eres tú mucho pollo para tan poco arroz". Hizo una señal con la mano y salió de allí, con sus ochenta años de sabiduría.

1 de noviembre de 2013

El desorden de los nombres


Para Elena, que hoy necesita mimos...

Una vez alguien piropeó a la excelente poeta Yolanda Castaño diciendo que no en vano su nombre empieza por yo y su yo poético es excelente, algo con lo que estoy totalmente de acuerdo. También es verdad que Sabina (ahí la tienen con su serena belleza, en la fotografía que ilustra este post) me da pie a irme con ella un sábado (sa- de saturday) de marcha por su Praga tan admirada por mí. Elena empieza por él (o su variante ella), luego lo dice todo, la totalidad de la amistad o de la intensidad de una relación, por ejemplo: todos decimos 'él' o 'ella' para omitir el nombre propio de quien amamos o nos gusta o quien comparte su vida con nosotros. Noemi, además, empieza por no, o sea, negación de entrada... Las cosas son así. Esther (estoy pensando en una de mis mejores amigas) es, lo es, la totalidad de serlo como amiga. Víctor, por añadir algún masculino, es la victoria y quien lo conozca no dudará. Mamen, me paro a pensar, tiene instinto de madre (ma- de madre) aunque sea de eso que hoy día se dice de tu mascota; o Inma, con esa preposición inglesa (in) que denota lo que está de moda: bien es cierto que no conozco a nadie cuyo nombre empiece por out, justo lo contrario. Mila representa la milésima (mil-), recurso indudable para alguien que, como ella, se dedica a la restauración. Belén (que esto lee y empieza por bel-) no deja de ser una adolescente hermosa escritora... Y... finalmente, Francisco: ese inicio para algunos con fra- de fracaso o fra- de fraternidad, ustedes elijan.

28 de octubre de 2013

"La miserable monotonía"


Cuando una batalla está perdida, solo los que huyen pueden luchar en otra.
Demóstenes.

El mismo amanecer; la misma soledad; las mismas nubes, el mismo sol; la misma lluvia inane; las mismas caras; las mismas palabras; las mismas cosas; la misma gente; el mismo fracaso amoroso; los mismos cafés; la misma música; el mismo desencanto-desengaño; el mismo aburrimiento... No, esto no: no quieres lo mismo, la misma miserable monotonía de las cosas... Quieres huir, necesitas huir; gritar... correr... empezar de nuevo y de cero y con otra sonrisa; ¡¿tanto para esto?! Es injusto, no te lo mereces: sea quien sea que se las haya ingeniado para mediocrizarte esto no es lo tuyo; no eres tú ni de lejos... No te reconoces ni en el espejo (por cierto, el mismo insoportable espejo de todas las mismas mañanas, ¿verdad?). Empieza todo esto a oler a mediocridad y la mediocridad te produce alergia-hastío-un miedo acojonante. 'Si yo sonrío alguien más va a sonreír', ¿lo recuerdas? Lo prometiste... El mismo lápiz, el mismo cuaderno, el mismo ordenador (más lento el caballo del malo, ¿verdad?); la misma foto en el estante; el mismo cómic de Tintín y Milú. La misma indiferencia del paso de las cosas... la misma sirena varada en el mismo puerto del que debes salir, huir. No, no te pares: nada retiene a nadie porque tú no eres depositario de las ideas-sentimientos-necesidades de los otros, de las tuyas sí. Te vas a hacer insoportable, carente de ideas-creatividad-sonrisas-vitalidad si sigues así, en ese puerto sin mar, en esa vía sin tren, en ese aeropuerto sin aviones... ¡Corre! Allá donde tú vayas nunca existirá esta miserable monotonía de las cosas.

27 de octubre de 2013

"La misma lluvia"


"Como la lluvia, así deberías ser", dijo, tras comentar algunas cosas de tu vida que sólo tú conocías. Sonreía mientras te lo comunicaba y añadía, además, que "como no te he pedido que te acercases a mí, tampoco ahora voy a pedirte que me pagues". Resonaba por la noche todo aquello en tu interior, mientras en la habitación del Hotel sólo se oía el tic-tac del reloj de pulsera y una extraña sensación de plenitud. "Muy ordenadito, solo que los sentimientos no tienen orden ni concierto; tampoco excusa ni pretexto...", eso iba parloteando ella mientras tú, incrédulo como siempre, sonreías con ese cinismo que te hace creer que eso no es verdad. "Déjate llevar y no estimes que amar, o reír, o llorar, o escribir sobre emociones sea una ciencia exacta: vivir desborda". Corre-grita-sonríe-bébete mil litros de esa lluvia fina que te cae todos los días... Rompe la timidez y la ternura si te miran... ¿De qué hay miedo? No se trata de la misma lluvia, no es la misma lluvia equivocada de todos los otoños... ese agua que cae es nueva, es distinta, es fresca... y baña tus pies mientras caminas tras los pasos... "Pasarás por fuertes y fronteras", dijo, "ojalá te entiendan cuando sonrías". Dudo si fue un sueño o si pasó de verdad, allí, tan lejos.

26 de octubre de 2013

"Sin cambiar de principios"


"Nene, hay que saber estar...", así sonaba la banda sonora de tu adolescencia. Estar en tu sitio, defender tus principios fundamentales sin cambiar de bandera. No es sencillo: con encender la tele y ver a los conversos es suficiente. "Nene, todo lo más se mete la pata, pero jamás la mano", te decían, insistiendo, con tenacidad; era como plantar la semilla para que el árbol no se torciera. El Colegio, público (el único público de aquella zona de trescientos mil habitantes); el Instituto, público (el único público para una población flotante de trescientos mil habitantes); la Universidad, aquella que hicieron en la dictadura bien alejada del centro, también pública. Y tú, que habrás dado mil vueltas, que te has ido de mil sitios porque no te pliegas a ninguna disciplina, estás allí en la calle con esa gente adolescente que tan bien te cae (hay futuro, hay generación, hay materia prima... si moldeamos a base de Educación y Cultura -vamos, lo que pedía Unamuno hace cien años-). Tienes para ti que de la Educación, de los chavales, del futuro hablan los cuatro que no tienen mucha idea: los que lo han conseguido todo con el medro y la voz callada. No, esos no gritan, como los chavales de la foto; como toda esa gente que ven a su padre y a su madre en el paro y reciban la carta del segundo aviso de la luz, o del agua, o del gas; o cuyos padres no se ponen al teléfono para no decirle al director del banco que no pueden pagar otro recibo del préstamo del piso (¡qué alegría el día que se dieron un beso: "¡ya tenemos piso, mi vida!"). Tú, al menos, sales a la calle y el anciano del banco de enfrente te saluda; y las dos viudas que caminan para bajar el colesterol; el agricultor que se recoge ya para ver el fútbol... Y es que, al menos tú, una gota de agua en el océano no has cambiado tus principios: "que no, que no, que la Educación no se paga y punto". Es como aquella vez que te preguntaron: "¿a ti qué te pide el cuerpo, irte a casa o dar guerra?"; paraste un rato y como te ibas a casa respondiste: "a mi, dar guerra antes de irme a casa".

25 de octubre de 2013

"Irse de casa"


Dijo aquel que los sueños deben hacerse realidad o de lo contrario nunca dejan de ser meras utopías. Ahora, justo ahora, bajo la atmósfera irrespirable de este entorno; cuando las cosas van a medias -entre que el vaso se llena o se vacía y que tú no sabes a qué carta jugar-; cuando tu espíritu no ha dejado de ser pura aventura, disciplina y tirar pa'lante... No, no es una huida: es un coger impulso, sentirte tú, ser quien eres -uno no puede vivir en la inercia de la incertidumbre, a medio paso; no, tú no... "tu eres de acción"-. ¿Además a ti... quién, qué, cómo (se) te retiene... dímelo? A ti América siempre te ha parecido lo opuesto, lo otro: "allí son, allí dicen, allí hacen...": siempre hablando de América del Norte (yanquis y canadians?) Estos, además, son mitad anglosajones mitad franceses, europeos genéticamente... serios, eso sí; allí no se tontea como aquí ni se menosprecia ni se ríe nadie de nadie si no media un chiste entre ambos. American way of life; Canadian way of life... Te falta el aire, te faltan los sueños, se te van las ganas...; eres como una avestruz con la cabeza baja, escondida. ¿Y eso por qué? Oye, cógete la maleta, echa unos libros y algún cedé y lárgate ya allí -pero ya-, al Canadá, a empezar de cero otra vez... A un paso de New Hampshire, amigo, que para el caso tú eres de allí. Y si vuelves a este sitio, si en realidad vuelves, si quieres volver algún día, que sea cuando tú seas tú y aquí no queden vestigios de esta era tan canalla. Vete solo o vete con alguien, pero vete... Pensar en irse a Canadá es buena idea.

24 de octubre de 2013

"Aquellos años..."


No tan lejanos, cierto. Aquellos años en que la emoción lo presidía todo. La primera cita, intentando ir impecable, con un toque de Hugo Boss que impregnase tibiamente el ambiente. La desmesura de esperar -no existían ni el móvil ni el whatsaap ni nada- y la incertidumbre de si ella iría o no, porque ya pasaban diez minutos de la hora: "¿Y si no viene; a ver si hemos quedado en otro lugar; igual ha llamado a casa disculpándose y no viene...?" Tú, tan formalito en mitad del barrio de Salamanca (o del barrio de la ciudad que te dé la real gana). Al final sus pasos se entreveían por aquel Madrid que empezaba a ser mucho más moderno. La vez que hiciste un poema anónimo a una de las chicas de la Biblioteca Nacional y ella se levantó y se acercó para decirte "muchas gracias, es la primera vez que alguien me hace un poema". Sigues indagando cómo supo que fuiste tú. El miedo a que, al llegar a aquella ciudad de Centroeuropa, ella no estuviese en el Aeropuerto: "A ver cómo me las bandeo yo en un idioma raro como el de aquí". Estaba, aunque hubiese sido mejor que no hubiese estado, la verdad... Aquel día de 1991 que entró en clase tal profesor que fue tan decisivo en tu vida (hasta el punto que tú fuiste quien eres por su consejo...) y eso que entró para echarnos la bronca porque pintábamos en las mesas: ¡a ti!, que fuiste delegado todos los cursos del Instituto. El día que dijiste que no querías ser de los que ni sienten ni padecen a los que decían que se conformaban con una oficina de 8 a 2. O el día en que, por correo, te enviaron una pluma estilográfica cuya punta se rompió al mismo tiempo que la historia que hubiera podido ser escrita. Tampoco intuías que ella a saber cuánto tardará si es que no ronda aún... Tú, que has sentido otras emociones más o menos similares después -no sabes si tan intensas o emocionantes- ahora piensas que, después de todo, aquello no estuvo mal. Nada mal... aquellos años.