29 de agosto de 2014

"Fijarse mal"

La sensación es rara cuando, de repente, descubres que te has equivocado de persona... Eso, sin duda, descoloca. Sentado delante de un café esperaba la llegada de una vieja amiga escritora, la cual me iba a contar que su chico la había dejado o engañado o... y yo tenía que hacer de psicólogo, como siempre me ha tocado. Tampoco uno es maestro en eso, pero dicen ciertas mujeres que sé escuchar; debe ser esa mezcla entre detective y escritor que llevo conmigo. Las relaciones pesonales son jodidas y, quien afirme lo contrario, no tiene puñetera idea. Ahí estaba ella, con su llanto, con sus problemas, con la soledad esa que queda después de una relación truncada; que parece que el mundo se hunde y lo que realmente ocurre es que te da una nueva oportunidad. "Pues anda que no hay ahí labios que besar, abrazos que dar, emociones nuevas que vivir", le dije. Nada, caído en saco roto. Ya sé que los egos se recomponen despacio; que el orgullo de haberse fijado mal en alguna persona permanece, pero la vida te sale al encuentro, como el título de aquella novela. De poco le serví, creo; de poco mis palabras y mis consejos -los de un inepto, como cualquier escritor-, pero parece que un resorte se le encendió cuando se me escapó un "anda mujer, que hay ojos que se enamoran de legañas". Sonrió y entonces le conté cómo en un pueblo de Segovia, al que huí refugiándome de un desamor, un viejo del sitio que no me conocía, me dijo: "anda muchacho, que eres tú mucho pollo para tan poco arroz". Y es que, ciertas cosas, las llevamos escritas en el alma y se nos leen en la mirada.

26 de agosto de 2014

Corredoras

Cae la tarde en un pueblo de la España interior y salgo a caminar por ese retazo de lugar que separa la pureza de la civilización, con todas sus indiferencias y sus rencores. Es el momento de escuchar música, de poner en regla las ideas, de caminar solo con mis pensamientos, recordando de fondo los versos de Lope: "a mis pensamientos voy...". Ellas se cruzan mientras corren, con ese aparato adherido al brazo, que yo pensé que servía para contar pasos, pero que, como me ocurre a mí, introduce en sus almas la música. Algunas me saludan, son conocidas, quizás hasta me leen o, simplemente, se alegran de que el circuito de carreras a pie está concurrido. Otras pasan a lo suyo, como corresponde a deportistas. No es ninguna moda, es un hecho: atrás quedaron los días en que una mujer, después de casada, se encerraba a cuidar de la casa y de los hijos; tiempos de sombras, letras escarlatas que son ya Historia. Es un momento concurrido, más que muchas noches de sábado, por parajes que el invierno borra de la memoria. Corredoras similares a las de otros sitios; apenas se diferencian de las que a la misma hora y bajo el mismo ocaso hacen idéntico ejercicio en Central Park, en el Retiro o en Hide Park; con una salvedad: estas tienen apellidos más cercanos.

22 de agosto de 2014

"Mujeres de entonces"

Mientras espero el inicio del ensayo, dentro del camerino y frente a un café, suena el teléfono; alguien me dice que tengo una entrevista con una dama de noventa y pico años que vivió la guerra civil... es un reportaje para el periódico. Entran y salen las actrices (también los actores, claro está, pero ellos no son parte de esta historia) y a mi mente me vienen incluso y de golpe mis mujeres vividas, con más o menos desacierto; empiezo a pensar en aquellas otras mujeres de entonces... Nada más terminar la guerra tuvieron que callar y las que llevaban un muerto pegado al alma no podían hablar, ni de llanto ni de depresión ni de amor siquiera; 'depresión' era, incluso, sinónimo de rechazo y ostracismo... y más para una mujer. La señora de noventa y tantos años se quedó sin el marido a los dieciocho, porque lo fusilaron por rojo. Me dice que aún recuerda, algunas noches, su respiración y su olor, pero que del paso del tiempo quizás se confunde. No tuvieron hijos, pero ella le guardó luto eternamente: "nadie se hubiera casado después con una roja, viuda de rojo y menos conmigo, que ni me daban trabajo en el campo", dice sorbiendo su descafeinado. Voy tomando nota, mientras la alegría de sus ojos va contando el paso del tiempo; yo, además, le pregunto por Suárez: "ojalá hubiera llegado antes el muchacho, que se portó muy bien", me dice, entristecida porque hace poco que murió. Del hambre, de los insultos y de los trabajos que tuvo que hacer para salir adelante habla poco, así que le hago un par de fotos y nos vamos. Pago y cuando salimos la espera una sobrina; es el momento que ella elige para decirme algo: "búscate una chica de esas tan estupendas de hoy y no dejes de quererla como si fuera el último día que vas a compartir con ella...", dice, tras darme un sonoro beso en la mejilla. Me quedo frío y pienso que no quiero que nunca el olor de ninguna mujer sea sólo un recuerdo.

19 de agosto de 2014

"El día después"

Antes o después tenía que pasarte. Un día, de pronto, te levantas y todo te es diferente: imagino que debe suceder en el momento de mirarte al espejo. Esas bolsas debajo de los ojos, bajo la vista cansada; el sabor del café ahora eternamente distinto y de igual modo las calles no te parecen las mismas, como la neutralidad de los centenares de caras que te cruzas. El sabor del alcohol nocturno es indefinido, tirando a malo y lo que antes no te gustaba de una mujer ahora te parece eterno. Hay quien lo llama hastío de lo monótono (piensas el nombre de quien lo oíste), pero crees que esto no es más que dar ahora el paso adelante o morir. Coges un bolígrafo y lo que vas a escribir no te vale; de repente te has vuelto más exigente. Antes, incluso, oías el sonido del teléfono móvil de vez en cuando y ahora decides que muchos mensajes son para más tarde. Vuelves a la música de los noventa y quieres engañarte a ti mismo pensando que es la que más te gusta, pero no es así; sencillamente quieres volver a los dieciocho otra vez, con el rodaje que tienes hoy y, en definitiva, eso es tan imposible como que tú consigas el Nobel: estás aquí y ahora y todo empieza a cambiar para ti, de formas, de olores y de sabores... Ni siquiera es la vejez, porque tus manos se conservan firmes... es el momento de renovarse o morir, de decir lo que ayer callabas y de callar lo que ayer decías. Supones, mientras buscas un libro de psicología, que es la madurez, pero el libro dice que estás sereno y en el momento de dar el paso adelante. Nada del miedo al miedo mismo, sencillamente.

17 de agosto de 2014

"Chicas con alas de demonio"

Esta fría mañana de agosto, en Praga, el café está casi desierto y, de pronto, me llega del alma el recuerdo de sus manos. Después de todo, nadie puede decirme que no fue un sueño y que sus pasos y su sonrisa apenas fueron una ilusión. Que no digan que no: una jodida mañana, como esta fría de agosto en Praga, despiertas del sueño y caes en que ni todo es tan hermoso ni todo está aún hecho... El café va bajando, pero ya está frío. Anoche en el Hotel Piramid, con un whisky en la mano y la compañía de escritores checos, caí en la cuenta del poco tiempo que dedico a mucha gente importante y el mucho rato que gasto en prestar atención a gente que no vale la pena: lo confieso, a veces elijo las novelas y las compañías por la fachada y descubro que dentro no hay nada, absolutamente nada, que me interese de verdad. Es como la sensación de vacío que queda cuando la conversación telefónica ha sido una mierda y piensas que a ver para qué has perdido el tiempo en mantenerla a desgana. El café de la mañana me pone las pilas, me hace pensar y decido que la próxima vez que me fije en una chica hermosa, con alas de demonio en la espalda, me cojo un tren al infierno y la dejo plantada.

13 de agosto de 2014

"Días de engaño"

Uno no puede creer que, a veces, después de tanto tiempo, pueda reencontrarse con algunas personas del pasado. Él, el alma del grupo, el tipo que lo organizaba todo, estaba cariacontecido en aquel bar; le brillaban algunas canas en el cabello y su mirada era una mezcla de distracción y amargura. Repasamos a los demás del grupo: tal se ha casado, cual tiene ya dos hijos, no sé quién se fue a vivir a Segovia... en fin, cosas así. "Mi chica me engaña: creo que no me dice la verdad y de entre lo que dice, nada es claro ni sé a qué atenerme con ella", comenzó, para proseguir sin dejarme musitar al menos: "Soy su segundo plato; creo que ella sólo quiere tener claro que yo estoy ahí y si le sale mal con el otro, que voy a recoger sus pedazos y la voy a ayudar a recomponerse", continuó. Claro, ante eso y por mucho que uno se haya sentido igual alguna vez, no hay palabras que valgan: el café me raspaba la garganta al oír al jefe del grupo convertido en un tipo hundido. "Me contesta de mala gana, apenas hacemos cosas juntos, muchos ratos ni habla y siempre dice estar ocupada; creo que esto se acabó", musitó triste mientras terminaba su café con leche. Y yo ahí, sin decir ni saber decir nada, por muchas letras que sepa. "Igual es demasiada mujer para mí", zanjó. Como me tocaba hablar, pensé que lo mejor era optar por la psicología: "Amigo, es más posible que tú seas demasiado hombre para ella que al revés", comencé. Entonces la poesía me echó un cable, como siempre: "también es cierto que un amigo poeta siempre ha dicho que el precio del engaño es el olvido".

11 de agosto de 2014

"La otra mitad"

La sorpresa te atrapa en la persona más insospechada. Aquel día el periódico me envió a cubrir una noticia de segunda categoría, en un pueblo alejado de las vías principales. Cuando llegué, el resto de chicos de la prensa ya se había instalado en lugar privilegiado y mi originalidad y mi éxito vino de su mano: una chica hermosa, terriblemente joven, inteligente y tímida. Fue ella la que me indicó cómo llegar al lugar oportuno, para ser yo el primero que hiciese la fotografía. Nos hicimos confidentes, delante de un café y de sus labios oí palabras sobre mí que jamás podría esperar de una mujer. Supe, más tarde y después de que saliese corriendo para que nadie se enterase de que ella y yo fuimos aquel día los primeros reporteros del país, que es una escritora en ciernes, una mujer cuyas historias atrapan a cualquiera... Desde entonces la llevo en el recuerdo; aunque todavía me turban sus palabras: "que nadie sepa que tú y yo somos sólo uno, o de lo contrario jamás volverás a saber de mí". He cumplido la promesa y muchos días creo verla entre la gente de un tren, en un avión, en la Gran Vía... quizás entre esa gente de playa que sale en el Telediario... Otras veces creo que es sólo un fantasma, aunque me envíe en sobres color azul esas fotos suyas, de espaldas, sin mostrar el rostro, con las que quizás me recuerda: "no olvides que yo soy tu otra mitad".

10 de agosto de 2014

"El mal sueño"

El pueblo me cogía de paso, así que giré el volante, viré hacia el cruce y entré al pueblo en que me crié y del que me fui para estudiar, veinte años atrás. La vieja pensión, frente a la casa familiar, seguía allí, solo que no la administraba la misma gente y ahora, en lugar de una barra de linóleo, la adornaban el mármol y una televisión plana; un cartel indicaba que, con una clave, podías acceder gratis a la Wifi. Después de cenar quise tomar un whisky en un viejo tugurio en el que nos emborrachábamos los estudiantes que íbamos a irnos a estudiar a la gran ciudad o a la mili. El desvencijado edificio aún seguía allí, con su letrero a punto de caer al suelo y la suciedad inmemorial de su fachada. Entré y, al fondo de la barra, quise reconocer a una antigua novia que me dejó para irse con otro que, a su vez, la dejó para irse con otra... Estaba guapa, pese a esos veinte o veintidós años transcurridos. Me acerqué un poco y como unos diez minutos más tarde ella cayó en la cuenta: "¡Ah!, el escritor... He leído en algún sitio que te han dado un premio hace algunos días, ¿no?", me dijo, con ese aire de superioridad que ponen los que siempre sienten complejo de inferioridad. Cerca de la mañana nos dimos un beso, pendiente supongo: cada uno se fue por donde había venido. Al día siguiente iba a pagar cuando caí en la cuenta de que no recordaba su nombre. La muchacha que atendía la pensión me miró como a un bicho raro: "¿El Pub? Creo que está usted confundido, señor: ese edificio lo derruyeron hace años y ahora es un parque", dijo, como si se dirigiese a un loco. Como insistí, empezó a tomarme por uno de esos poetas malditos de la Francia del siglo XIX: "La hija murió en un accidente de coche el dos mil, así que se debe confundir usted con otra persona, señor...", añadió mientras me pedía que firmase el recibo de la VISA. Salí... y al subir al coche empecé a comprender que estaba caminando entre un mal sueño y una pesadilla.

7 de agosto de 2014

"Mis letras y tus ojos"

Hay demasiado silencio entre mis letras y tus ojos. Hace un año, por idéntica canícula, de vez en cuando tú me decías algunas cosas que yo iba tomando prestadas para la novela de tu vida; entonces, cualquier cosa que me contases era materia literaria. Ahora, cuando mejor me conoces y yo aún sigo sin saber quién eres, hay una evidente distancia entre tus pasos y aquello que anoto en mi agenda verde. Ahí afuera la gente sufre las consecuencias de unos tiempos dominados por la lluvia ácida y, sin embargo, me paré a ver en ti a una chica de novela. Confieso que a ratos me oigo decir "cuando se lo cuente a..." y, al instante, tú no estás, pero la historia de paro, o de desamor, o de fracaso que me cuentan sigue ahí y yo debo sacar una palabra de ánimo, una sonrisa de cariño para esa gente que lo pasa mal... tan mal como que exista un oscuro silencio entre mis letras y tus ojos. Ni siquiera sé si me lees, pero yo sigo saliendo a la calle y es allí en donde me encuentro una realidad social que me desborda, un panorama que a veces quisiera contarte en primera persona frente a una copa, que es cuando tus ojos se ponen fijos en mis labios y me escuchan... Quizás hayas dejado de ser tú o yo me esté volviendo más duro, o quizás es que la realidad cambia las cosas y el deseo se queda para otros tiempos. Ya no es lo mismo, porque existe un nítido silencio entre mis letras y tus ojos.

4 de agosto de 2014

"El silencio de tu ausencia"

He olvidado el sonido de tus pasos y el dibujo de tu rostro, con la sonrisa incluida. La vida tiene estos extraños giros, de pronto, alguien como tú, se va, sin decir adiós y sin cerrar la puerta... No sé qué pusiste en la maleta ni qué fue lo que te infundió indiferencia, pero ya casi no existes: no oigo tus palabras ni recuerdo tus ojos mirarme fijamente; apenas sé ya cuál es el sonido de tu nombre; ni siquiera, a destiempo, suena un mensaje tuyo... ¡Nada! Te fuiste y tu respuesta es el silencio de tu ausencia. Ya no te espero, no debería esperarte: posiblemente jamás nos volvamos a ver, frente a frente, tú y yo; quizás ya nunca sepamos el uno del otro esas cosas que queremos saber y aún ignoramos; es probable que algún día, en un sueño o una pesadilla, se aparezca tu cuerpo y quedes relegada a esos instantes de ansiedad tan malos, que pasa uno en soledad. Tú fuiste tan importante, que cada letra que escribía entonces llevaba tu perfume y ahora, no sé por qué el destino tiene estas cosas, apenas nos hablamos. No sé si es que tú has huido, o yo estoy muerto, o simplemente el calor del verano ha roto la cuerda que nos unía. Ya sólo me queda el silencio de tu ausencia.

1 de agosto de 2014

"Mentiras"

No, el mundo ya no es puro teatro: el mundo ya es pura mentira; falsas apariencias, las caretas del Carnaval que te presentan a una persona que es quien tú crees que es, pero no quien realmente es. Las mentiras que son el silencio y el silencio que los poetas llaman indiferencia; jugar con las palabras, para hacer creer simplemente, no para creer en realidad... Es como esa foto en blanco y negro que me pasa María: yo sé que es María, pero cualquier otra persona puede decir que no es ella; otra mujer, con el mismo cabello largo: así es la realidad, nada de teatro, mentira... Decir algo, o contar algo a medias, intentar asegurarse la aquiescencia de todos con los que, realmente, no se puede quedar bien... "No puedes amar plenamente a dos mujeres; a una sí, con la otra la engañas...", dijo un personaje en un relato. Así es... No puedes hacer creer que te vas a América a trabajar si realmente vas a huir de la realidad, que no es tu deseo, por ejemplo. Mentiras; mentiras por todos lados y, las que más duelen, mentiras de gente que tú quieres o crees que te quieren a ti y, simplemente, mienten: en silencio, con palabras, en la distancia, con indiferencia... ¿Y ante eso? Únicamente esperar...