15 de agosto de 2016

Cruzarse

Es inevitable que estas cosas ocurran, porque el azar o la fortuna o la suerte o lo que sea que crea cada uno es así. Estar en un lugar y cruzarse con alguien que no te apetece ver: es ley de vida, la probabilidad que se cumple. Un rostro conocido, unos ojos que has visto antes -mejor o peor, de cerca o de lejos-; conversaciones del pasado, menos o más insulsas; cosas compartidas, o no. En definitiva, cuestiones que le pasan a todo el mundo: vidas que cambian, cuestiones cotidianas que se olvidan, cosas que tienen un nuevo sentido... la vida pasa y cada día supone un cambio nuevo y, del mismo modo que te cruzas con gente que se va, te cruzas con gente que viene. Supongo que es lo normal, la vida, el azar.

9 de agosto de 2016

Yo te conozco...

Una mañana de bochorno veraniego, en un supermercado de una pequeña ciudad de provincias que ni siquiera es el lugar en donde vives... Al entrar en el sitio te sonríe una hermosa chica joven, cuya rostro te suena de algo, pero en ese momento el flash de la visión te impide recordar exactamente de dónde y de qué. Llevas en mente, eso sí, recuerdos de idas y venidas, de ausencias... y la lista de la compra, breve, ligero de equipaje, que no se trata de cargar como si fueses a casa. Estantería por estantería: tomate, aceite, conservas, mil y una clases de chocolate y de salsas... La joven se acerca a coger algo que parece un dulce, te mira, sonríe: "Yo me acuerdo de ti, fuiste mi profe de Lengua en primero de Bachillerato". Sí, algún resorte interno me dice que sí, que efectivamente fui su profe aquel año y en aquella clase de un Instituto más o menos nuevo de un pueblo de provincias, sí. Al llegar a casa, con ese regusto positivo que deja que se acuerden de uno, me voy a la agenda de aquel tiempo y allí está ella, en aquella foto dni que nos daban, sonriente, con los ojos vivos e inteligentes de la mañana del supermercado; ha cambiado, obviamente, para mejor, sin duda. Miro sus calificaciones y aprobó, lo cual aumenta mi recuerdo. Un 'yo te conozco' que nunca viene mal para no olvidar quién eres.

4 de agosto de 2016

Pasiones de letras

Lo peor de la poesía o del teatro es no saber cuándo nace la idea y lo demás. Recorrer un país en verano implica observar a mucha gente y, de tanto mirar, creo que el arte lo crean con más intensidad -o un toque especial- las mujeres, a veces con sus geniales locuras... En cada paso, en cada vestimenta, en cada grito, en cada gafa de espejo, en cada esparteña de colorines, en cada voz cantando o anotando un verso -que será algo más- en un cuaderno. Confieso que el ego se me sube cuando alguna de ellas se me acerca y me pregunta, porque me conoce o simplemente la otra -la tímida del café con nata- le ha dicho que me conoce de alguna publicación, o del Facebook, vete tú a saber. Reconozco que admiro la profusión de sus lecturas, con apenas veinte años, del mismo modo que escribo sobre ellas en mi diario, que me dejan huella en el cuerpo y en el alma, como decía el gran Bécquer. La chica morena que propuso el botellón en mi habitación y que se presentó con Espadas como labios de Aleixandre me preguntó si me inspiraba en alguna mujer; cuando llevaba dos gin-tonics me lo dijo: "Anda, joder, qué más da que me lo digas a mí, pero fijo que alguna tía tienes detrás de tanta historia de mujeres". Claro que, la diferencia viene en que uno ha aprendido a no decir más de lo que toca, por mucho que el whisky siente bien con hielo: "pues claro, desde hace tiempo hay alguien detrás de cada historia, alguien que pienso o que recuerdo". Y no dije más, no vaya a ser que se produzcan justas poéticas, o amores arreabatados, o reencuentros, o tengamos que dormir juntos, porque a veces el cuerpo y el alma no se sabe dónde empiezan o terminan, como las jóvenes poetas o el poema mismo, en toda su pasión literaria.