22 de mayo de 2017

Les fabuleux

Así, a ratos y en las redes, los posverdaderos -sabiendo de todo y acertando en todo- les entran bien al público y, si nos ponemos, al narrador también. Es modernidad -recuerdo ahora- todo cuanto se crea con el fin de una pervivencia cultural; pero, como si esa nueva gauche divine tuviera la llave para configurar cualquier relato, tomando cualquier punto de vista novelesco que le parezca y con la "suerte" de que siempre ilustran al vulgo... oye que ya no existe otra cosa: "después de mí, la nada", decía aquel. Ahora bien, he ahí que me encanta aguar la fiesta de ese modo que hace pensar que a ver cuántos parados, jubilados que no llegan a medio mes, estudiantes que están atacados con los finales, autónomos con el IVA en ciernes, familias que con cuatro días de veraneo se dan con un canto en los dientes -así, como en 1975, paralelamente comparando- y gente ni siente ni padece, están al día de los dictados electrónicos de estos chiots. Allá por los noventa nos enseñaban que uno va y lee y sale a la calle y se sienta con la gente y escucha -permitiendo al otro su parte de expresión- y palpa la realidad... así sin poses, que "la mejor vida el favor", como dijo Lope en octosílabo. Ocurre que este individualismo en ego mayor nos está haciendo perder la noción de que cualquier arte, idea, expresión, proyecto, solución, si no es para la mayoría "fuese y no hubo nada", pero ahí está esa troupe posverdad que ni come ni deja, ahí es nada.

7 de mayo de 2017

Encrucijadas del decir

No, no es lo mismo decir que callarse; como no es lo mismo decir una cosa o la contraria. Ahora la vida, por lo que sea, se está poniendo en plan desafío constante: no es lo mismo decir que estás con el que defiende la democracia republicana, la idiosincrasia europea y la convivencia que con la heredera de aquellos que, como explicó Churchill, costó 'sangre, sudor y lágrimas' expulsar de Europa en los años cuarenta, no. Tampoco es lo mismo gritar el lema del partido único español, que representaba a la mitad de la nación victoriosa que el grito de viva tu país, que representa a la totalidad de la población, incluidos aquellos que quieren dividirla o que no saben ni en dónde viven, no. Tampoco es igual hablar claro en contra de la corrupción -sea cual sea y sin miedo- que empezar a hacer distingos porque si los míos han metido la mano menos, o mira tú que los tuyos en... no, no es lo mismo ser independiente y condenar al corrupto que atarse a un titubeo que te retrata -lameculos se les decía antiguamente-. En política se puede meter la pata -obviamente, todos somos humanos-, pero jamás la mano. Y escribo esto porque lo peor es actuar como si todo fuera relativo: lo mismo da un presidente de Francia que una presidenta; igual es gritar una cosa, que otra, etc. Pues no, porque no es lo mismo pagar a Hacienda que el te devuelvan; tampoco es idéntico el que te den días de vacaciones o no te los den; para muchos no es igual madrugar que levantarse tarde y como no es lo mismo, tampoco nos valen aquellos que al hablar, al opinar, al pedir el voto no saben ni lo que dicen ni dónde están. No, no es lo mismo llamar que salir a abrir.

2 de mayo de 2017

Lo que faltó por decir...

No sé si ya merece la pena -nos merece la pena a todos, puntualizo-, pero mientras el café sabe esta vez amargo y me acompañan unos versos de Gerardo Diego -tan identificado con él como he estado siempre- pienso en todas las cosas que se me quedaron por decir, algo así como emociones, sentimientos, identificaciones, reproches, indulgencias y toda clase de versos que no nacieron -y si nacieron, nadie los sabe-. Todos tenemos palabras que no dijimos, que no llegamos a decir de tan pensadas... de amor, de pasión, de reproche, de admiración; gente que se ha ido porque hemos tarifado, o hemos cambiado de ciudad, de abrigo, de pasión, de ideología y hasta de cama, pero con quien te ibas de viaje, de cafés o de copas... qué sé yo, esas cosas que tiene la vida, ese tiovivo en el que estamos subidos y que da vueltas cuando menos te lo esperas. Recuerdo ahora, justo ahora -hoy-, nombres y lugares en los que la vida transcurría al precio de confidencias, ilusiones, proyectos; aún parece que queríamos ser todo, hasta que decidimos ser nosotros. Lo que ocurre -tengo para mí- es que eso de mantenerse callado empieza a parecer poco provechoso: con el permiso de una mirada, o del vino que se nos sube, creo que nos toca ser sinceros y decirnos, no vaya a ser que el tiempo y el humo de las revoluciones nos lo impidan. Eso de callar está bien, siempre que no se oculten palabras de futuro, o intenciones de provecho. Ahora que, a estas alturas... Algunas cosas faltaron por decir, sí, a no ser que...