29 de junio de 2012

Dos caras de una moneda



Para Sandra Sánchez y para Belén

Esta mañana, frente al café de Starbucks y mientras recordaba la frase de Sandra ("si gana España el domingo estoy en Madrid", rotunda y clara), contemplaba por la ventana la mezcla que ha producido la tan cacareada crisis: por un lado mayor pobreza en la calle, evidente en los rostros, los mendigos que piden y la falta de alegría; por otro, las mismas chicas monas, tirando a pijas, que pueblan el barrio y que a mí, como a Belén, no me disgustan. De hecho el otro día me produjo una evidente alegría ver a muchas de ellas con la camiseta de la selección nacional, fuesen al bar que fuesen. Hace un tiempo esa diferencia de que hablo no era tan evidente y tampoco me producía el sonrojo que me produce ahora; ver, como decía esta mañana en la Universidad Autónoma en la que pasé casi diez años de mi vida, cómo algunos viven demasiado bien por la crisis mientras la inmensa mayoría lo pasa mal. Esto no es que las niñas pijas tengan la culpa, no, sino que la evidente separación, el rasgo tan acentuado me produce una inquietud que antes nunca había sentido. Incluso tengo que reconocer que alguna de esas niñas pijas ahora ya no lo son por la crisis. Algún día escribiré un cuento sobre ello, pero no es hoy bajo este incesante calor... 

24 de junio de 2012

"Por un beso de la flaca..."


Sueño inconsciente bajo los efectos de una noche de juerga; vagamente recuerdo al fondo del lugar una cara conocida, la de Esther, y esa otra de Sandra que se me vuelve para sonreír cuando abro la ventana del garito porque hace calor: "no bebas más", creo que dice; lleva puesto ese vestido azul que tanto le favorece. Alguien viene de pronto y propone jugar al futbolín y pierdo: enfrente tengo a una chica desconocida que hace de partner de Víctor, que se ha aderezado con una camiseta del Atlético de Madrid porque no tenía una española, como yo. La noche no está mal y la música tampoco, pero hace mucho calor, demasiado calor y me apetece pedir agua pero me equivoco y repito un whisky on the rocks y es entonces cuando me viene la canción de Jarabe de Palo... "Por un beso de ella, aunque sólo uno fuera". La recuerdo en otro sitio, este madrileño, en 1996 cuando pegó fuerte y la flaca de entonces no era ni la sombra de la flaca de ahora... "Por un beso de la flaca yo daría lo que fuera". "Aunque sólo uno fuera". Lidia sonríe y dice algo de que mañana (es decir, pocas horas más tarde) tiene que estudiar pero se agazapa junto a mí al futbolín y alguna vez ganamos gracias a ella. Falta gente pero reconozco al fondo más caras, pero hay demasiado mogollón y no paso. Cuando llego a casa me entrometo en la cama en mitad de un sueño muy nervioso y de una sed atroz, aunque esta vez sí tomo agua, mineral y sin gas. De repente es de día, busco un cedé de Jarabe de Palo y pongo la canción:

Por un beso de la flaca
yo daría lo que fuera
por un beso de ella
aunque solo uno fuera.
Por un beso de la flaca
yo daría lo que fuera
por un beso de ella
aunque solo uno fuera.
Aunque solo uno fuera.
Coge mis sabanas blancas
como dice la canción
recordando las caricias
que me brindó el primer día y
Enloquezco de ganas de dormir a su ladito
porque Dios que esta flaca a
mi me tiene loquito.

Ojos que no ven...


"y pasaré los fuertes y fronteras"
(San Juan de la Cruz)


Dicen que los ojos que no ven permiten que el corazón no sienta; eso dicen y queda hasta en el refranero, pero uno no puede estar pensando en eso en las noches de insomnio, por ejemplo, porque hay veces que el jodido corazón ve más allá de lo que las retinas le traen a colación. Recordaba hoy, que es el día de San Juan, unos versos de San Juan de la Cruz, el excelente poeta del XVI. Belén, que es muy inquieta y creo que mi lectora más fiel, me deja una canción  en la que dice el poeta que esperará a la amada el tiempo que haga falta, a colación del post del otro día. Dejé, pues, la pregunta a medio gas, a mitad de respuesta, y creo que esos versos son, en cierto modo, una respuesta: por fuertes y fronteras. Y no, no es cierto que ojos que no ven, corazón que no siente. Mentira. Con gafas o sin ellas, con los ojos tapados o visionando, da igual. Hay cosas que se ven, que se intuyen, que se presuponen... eso. 

La magnífica imagen que ilustra este post es de la pintora Perla Fuertes

23 de junio de 2012

El poema perfecto


La poesía aún existe y es la voz de nuestra época, aunque en los periódicos se hable de insensateces que enervan al público. Uno piensa de vez en cuando si existe el poema perfecto y se atiene a la consecuencia de que hay que buscarlo en miles de páginas escritas y, sobre todo, en millones de composiciones poéticas aún por escribir. Estoy de acuerdo con José Carlos Mainer en que encontrar la respuesta y aportar nombres es como entrar en una habitación oscura de casa ajena e intentar buscar el interruptor de la luz: lo importante es moverse bien para encontrarlo, puesto que nadie es tan perfecto que descononciéndolo atine a la primera. Admiro, lo confieso, el empuje enigmático de Luna Miguel y sus miles de obras leídas cuando uno, por estas fechas, baja la intensidad lectora y se autoexige: que ella devore es hermoso. También alguna vez me han puesto verde por hablar casi de continuo de varios nombres fijos en mis trabajos: Ana Merino, Gracia Iglesias, Lauren Mendinueta y Yolanda Castaño (a cuyos poemas sumo los apuntes tomados de Ana Gorría, Marta López Vilar, Carmen Jodra, Vanesa Pérez-Sauquillo o Pablo Luque). Los que no piensan como uno siempre sacan la artillería para proponer otros nombres que son, en mi opinión, suma de cultura y de letras, no la resta. Nadie vale menos que nadie si está aún por construir. Insisto en que el poema perfecto está en las páginas de los poemarios de alguno de estos nuevos nombres que nacen cada día y que de vez en cuando citamos, porque los críticos canónicos apenas leen ya (nada se parecen a Luna Miguel) y siempre tienen sus clásicos, como yo tengo a Luis Alberto de Cuenca y Luis García Montero. Alguna vez incluso se permiten sonreír delante de ti cuando dices que al que más has leído del '27 es Gerardo Diego y es porque desconocen tan doctos que es el autor más prolífico de los diez (más los epígonos) y el que se trabajó la Antología en 1932 y 1934. Los hay, también, que no soportan que tantos jóvenes se abran hueco editorial, poético y, de vez en cuando, se carguen con algún que otro premio: dicen aquello de que "detrás de mí, nadie"; sin ser conscientes, obvio, que el español es lengua viva y hay mucho joven irreverentemente bien formado y que escribe tan bien como aquellos que peinan canas y son cita obligada de manual y clase. El día que votemos democráticamente el poema perfecto nos saldrá un empate entre lo clásico y lo moderno y siempre sorprenderá alguno que desconocemos con una composición de verdad. Pues ello... 

22 de junio de 2012

"Esperarla"


A Alejandra A., por nuestros años de Facultad.


Dos días cargados de tensión y un café vespertino por en medio: me estoy reseteando por voluntad propia. Dicen los sabios más ancianos que la sabiduría popular te habla por boca de otros y eso mismo me ha sucedido a mí a la hora del café, a la intempestiva hora del café de hoy. Mientras andan los trabajos y los días aparecen y desaparecen fantasmas, propios de estos tiempos tan inciertos y tumultuosos; sin nada más que rascar, sin nada menos que esperar. Hablábamos de mí y de la otra persona y en el intermedio de mil cosas ("las mujeres somos así", he oído decir en referencia a un constante cambiar de tema). Hay cosas que no suelo decir, que se me quedan dentro; es la potestad de la edad adulta o es mi forma de ser, vaya usted a saber. De pronto, una conversación que gira sobre alguien ausente y siento la necesidad de desnudar las pasiones y los sentimientos, sean cuales fueren porque en esta vida nada hay claro. Ya se sabe: "¿tú le has dicho?", "¿ella sabe?", "que no te importe que...", "alguien como tú no se puede venir abajo...". En esa línea, en ese estilo y en ese tono. De repente me lanza una pregunta que me hace reflexionar: "¿la esperarías lo que haga falta?"

Recuerdo que Alejandra (¿dónde estás, Alejandra?) y yo fuimos a ver El amor en los tiempos del cólera, basada en la novela de Gabriel García Márquez; por aquella época en que Alejandra y yo éramos uña y carne; los socios que fuimos en aquel tiempo que ya no volverá o sí, no depende de mí. El protagonista espera toda una vida... por aquel tiempo Alejandra me hizo la misma pregunta y le respondí: "jamás esperaría a una mujer toda una vida", y me quedé tan tranquilo. Supongo que hoy el paso del tiempo, quién sea esa mujer, si ella quiere o no quiere que la espere, todos esos factores... Esta tarde me ha devuelto a la realidad con esa misma pregunta y la respuesta es algo distinta:

"¿A ella?, no lo sé...". Un 'no lo sé' que estremece.


(Y a Belén, para que no tenga nunca que responder a esa pregunta. A Esther, Alexandra y la fotógrafa por sus consejos de estos días... y a la destinataria de la respuesta de esa pregunta que queda a medio responder)

21 de junio de 2012

"Duelo a muerte, por una dama"


Cuando entré en la taberna de la calle de Carretas nadie podía decirme que salir de allí iba a ser una cuestión de vida o muerte. Salí de la redacción de El Imparcial conmocionado con las noticias de provincias: disturbios, tumultos, huelgas, que el mal gobierno apenas podía controlar. El director lo quería todo de primera mano para la primera página y, debajo, el folletín de Galdós, lo que más se leía en las cocinas en la noche, bajo la luz de candil. La tabernucha recogía gente de mal vivir: periodistas de medio pelo, como yo; escritores sin un real; mujeres alegres; señoritingos enmascarados en busca de hembra; comerciantes de telas, ganados o lanas en busca de jornal; parroquia de poco fuste y menor futuro. Pedí el vinazo de El Bierzo que a mí, singularmente, me entraba bien y me puse a jugar a los naipes con dos o tres parroquianos. Nadie me esperaba en mi cuartucho y la única mujer a la que he amado (¿y aún amo?) jamás me hizo caso o me da celos que me comen por dentro, lo confieso. Poco, lo digo, poco.

El rubio entró después de mí y se sentó con una pelirroja del tres al cuarto, una mujer de vida alegre decían por aquellos entonces en el barrio: el tipo se conocía a toda la parroquia del distrito, fueren hembras, críos, curas o monjas. La algarabía no era menuda, pues los tratantes reían a estruendo y las busconas les seguían el juego y el bebercio. Miré de soslayo a una muchacha que habitaba al fondo de la taberna y que se hacía acompañar de otra más joven y un muchacho que no decía nada, a simple vista; un lacayo tontilán, supuse. Lo hice reiteradas veces hasta que El rubio se me acercó, me atizó un bofetón con un guante y me pidió un duelo en las Vistillas al amanecer. "Nadie mira a mi hembra así, escritorzuelo de mala muerte", dijo. Bebió a gollete un trago de Valdepeñas, derramando líquido por las barbas, y se largó. 

Y allí estaba yo, asustado y temblando, en las Vistillas de Madrid. Todo por una mujer guapa, lo reconozco, pero al fin y al cabo una mujer que dudo en conocer o si conozco. Me llevé de padrino a Martín Marcos, el de los talleres de El Imparcial quien tenía más miedo y menos vergüenza que yo. Y juro por don Alfonso XII que estaba acojonado: es que iba a perder mi vida. Jamás usé una pistola ni fusil ni espada ni florete ni garrote alguno y eso que soy de campo en donde abunda la caza. Una mujer a la que llamaban La dama. ¿Una dama en una taberna de Madrid? ¡Baje Júpiter y lo vea! Se me vino el mundo y, de lejano, un muchacho a darme un recado de parte del director del periódico: "Que dice don Miguel que dónde va usted, señorito, a batirse por esa mujer teniendo los años por delante que le quedan", me recombino, pero no entré en vereda.

Uno, dos, tres... seis. Media vuelta. Y mi disparo le acaparó el corazón de cabo a rabo. "Esto es Satanás que se me pone en el camino", dije aún temblando. Y en esto que se me acerca el director del duelo, un tipo vestido de negro y visera: "Verá usted, señor, se tiene que llevar con usted a la dama, que es el objeto del duelo". 

(Dedicado especialmente a Carmen, Olga, Alexandra, Encarni y Esther)

19 de junio de 2012

"Discusión por una mirada"


Para Raquel y Alexandra que no creo que se acuerden de los '90

Esa discusión fue hace mucho tiempo, tanto que ambos estábamos en la Facultad y aún eran los años noventa, esa década que hoy nos parece tan alejada. Digamos que ella se llamaba C., una joven filóloga (hoy casada, creo; porque vagamente recuerdo un comentario al respecto de una compañera en común); era una buena estudiante, una chica a la que el novio iba a buscar de vez en cuando a la Universidad y con el que salía, según dijo, desde el Instituto. Yo me llevaba bien con ella, vamos, correctamente, poco más. Un día que pasó una compañera que me gustaba mucho y me adelantó yo, sutilmente (o no tan sutilmente, no sé, la memoria me falla), la miré de espaldas; sí, al trasero, que era lo normal entre jóvenes recién entrados en la juventud y cuyas hormonas adolescentes aún no nos habían abandonado. Si me pongo a pensarlo aquellas miradas mojigatas me resultan ahora hasta tiernas comparadas con las de otros o con las de otros tiempos, que quede claro. En fin, que como C. se fijó en mi acción me soltó un exabrupto que me dejó un poco anodadado. "Bueno como si tu novio no mirase", se me ocurrió decirle. Fue peor, porque se lo tomó mal y me espetó: "mi novio sólo tiene ojos para mí y nunca mira a otras y menos de espaldas". Ahí fue cuando solté una carcajada enorme, se puso seria, aunque descolocada, y concluí: "amiga, tu novio mira exactamente como yo, lo cual es peor: yo lo comento y tu novio calla y mira cuando va contigo cogido de la mano". Y nos fuimos cada cual por su lado. 

16 de junio de 2012

"Veneno en mis sueños"


Hay sueños que se cumplen, pese a quienes dicen que no; y hay pesadillas que también subsisten, aunque parezca mentira. Mi sueño, creo que como el de todos los que escribimos, es ligero, nervioso, intenso y tenso, demasiado cargado de ansiedad... Pero hay imágenes que se me repiten, personas que pasan por ellos de puntillas y que cobran una vida nerviosa que quizás en la realidad no tengan. Ni soy Freud ni lo pretendo; tampoco he creído nunca que una acción dormida en el subconsciente cobre vida y atisbo de realidad, eso es intangible, imposible, innegable. Últimamente acude a mis sueños una persona joven, morena, sonriente y por el mismo espacio, con el mismo tono, con el mismo desparpajo discute conmigo, me insulta, se aprovecha de mi buena fe; otros días es sumisa, mimosa, me pide ayuda, acude a mí llena de angustia y esa tensión se le calma cuando me ve y me abraza. Afortunadamente despierto, nervioso, sudado, agobiado. Pero... ¿de verdad los sueños se hacen realidad? Porque ese veneno, pensar ese rostro, es demasiado para mi vida interior, o no. 

15 de junio de 2012

"La huelguista..."


¿Quién me iba a decir a mí que acabaría saliendo con una huelguista de izquierdas? Sí, tal como lo cuento; yo, que fui el tipo más pijo de mi Facultad. Esa chica griega de ojazos azules, apretujada a la bandera comunista y atenta al discurso antieuropeo de moda en su país. Fui, hace unos días, enviado por mi periódico, The Macarronic Globe, para cubrir la información electoral del país heleno y, de paso, tomarme unos días de asueto después de mi sonado divorcio (se los puse a mi mujer con la becaria del diario). Estaba yo en una terraza, asqueado de ver pasar a los nazis de ultraderecha griega cuando, de pronto, ella se sentó junto a mí y me pidió apariencia de novio formal (¡a mí!) para evitar la inevitable paliza que le meterían los ultras aquellos en caso de descubrirla. Y yo me ceñí, como buen aficionado al teatro, al guión; bueno, libreto, para ser correcto. El caso es que, hablando hablando, me fui con ella a cenar, a un griego tradicional, obvio, no para ella sino para mi. Luego una copa, tipo botellón (muy comedidos los dos: ella es maestra y debe dar ejemplo; yo un bohemio cada vez más desastrado), luego un paseo: "sube a mi casa a por la última", chupito va, chupito viene... 

(fotografía tomada de El País)

14 de junio de 2012

"En otro lugar..."


Todos los días la misma rutina; todos los días la misma gente; todos los días la misma esperanza incumplida; todos los días la misma lucha; todos los días la misma expectativa; todos los días... Creo que sería bueno salir pitando de aquí y evitar ver las caras que no quiere uno ver; dejar de lado este país mal gobernado por cabrones y mentirosos; vivir otras historias en otros lugares; salir de aquí y refugiarme en otros brazos y tener aventuras en otros lares que no sean los mismos desde hace más de treinta años. Uno se bloquea, como los ordenadores, y debe resetearse para seguir funcionando con rapidez, lo digo en serio. ¿Qué pinta uno estático aquí? ¡Eh!, ¿dímelo si eres capaz? ¿De qué sirve mantenerle el rollo a una mujer que no reacciona? ¡Eh!, ¿lo sabes tú? ¿Por qué debo poner el Telediario para que se me revuelva el hígado y las entrañas? ¡Eh!, ¿puedes responder tú a eso? Todos debemos renacer y empezar de nuevo y, en eso, por qué no en otro lado. Iré preparando la maleta...


(fotografía y derechos: José María Díaz-Maroto)

13 de junio de 2012

"Los solterones rusos"


Para Olga Kujareva, que me dio la idea desde una fotografía.

Anoche vi una fotografía de Olga Kujareva junto a un anuncio en ruso, en fondo rojo (¿en una marquesina de parada de autobus?) y ella junto a él, modernizando con su hermoso rostro la instantánea. Hasta ahí algo normal, salvo que se me despertó un viejo recuerdo de los años ochenta. Viví entonces en La Mancha, la televisión era en blanco y negro o en un color poco estable y las noticias que venían del extranjero hablaban de la Guerra Fría. Eran otros tiempos y uno más joven y el interés menor por la Historia. Recuerdo que en el Telediario salían los desfiles militares rusos desde la Plaza Roja, con el pedestal del Kremlin lleno de jerarcas comunistas, dirigidos por Andropov o por Chernenko, da igual. Por aquel entonces mi madre y yo hablábamos de ello y los dos pensábamos que esos jerifaltes eran solteros o viudos. "Nunca salen con sus mujeres", insistíamos. Estábamos acostumbrados a Adolfo Suárez, Felipe González, a Ronald Reagan, a Margaret Thatcher con sus cónyuges y aquellos altos dignatarios rusos siempre salían en grupos masculinos. "No deben tener mujer, serán solterones", nos decíamos. Elucubrábamos sobre todo aquello hasta que Chernenko murió y en el Telediario apareció un día Mijail Gorvachov con Raisa, su esposa. Entonces lo tuvimos claro: "Ah, estaban casados, salvo que ocultaban a sus mujeres". Ahora pienso que la mayoría de las mujeres rusas y de otros lugares del Este son las más inteligentes y las más hermosas, por este orden y después de las españolas. 

12 de junio de 2012

"La mujer de negro..."


Detrás de estas historias hay una mujer, existe una Niña Mala que tiene cara de ángel y cuerpo de pecado mortal. Detrás de muchas historias es Ella la que aparece y desaparece,  quien las genera y la que las destruye; es, en esencia, el ser humano que pone a todo esto cara y sonrisa y pensamiento e inspiración y literatura y poesía... Hasta que un día se sublevó y dejó de ser ella; fue entonces cuando el escritor que llevo dentro se dio cuenta que tenía vida propia y que se entrometía en mis sueños y en mis decisiones y dejó de estar detrás de esas palabras escritas negro sobre blanco con pretensión de sueño; mujer fatal, Niña Mala, Ella... como sea, toda su esencia en cada historia y dejó de ser: me enfadé, me sublevé... Hasta aquella mañana. Salí a la calle con la intención de tomar un café y con la esperanza de no encontrármela en ningún recoveco de los que frecuento. Necesitaba ser independiente, que todo lo que de ella me atrae y me atrapa no fuese... que mi libertad creativa brillase en mí mismo y en mis historias y, sin embargo, la realidad supera al deseo: apareció vestida de negro, aderezada de una sonrisa. Me armé de valor y le dije: "ahora eres la Mujer de Negro, ya nunca la Niña Mala". "¡Qué fuerte!", fue su respuesta. Y sigue detrás de todo aquello que pasa de ser un acto cotidiano a un relato sustancial; como Gala para Dalí,; como Anna para Toulouse-Lautrec; como Dulcinea para Don Quijote. Si no fuera así, la verdad (aunque la rechacemos) es que ni Ella ni yo existiríamos. Por mucho que pase el tiempo; por mucho que caminemos juntos o separados; por mucho que nos agrupe o nos divida el destino: Ella es la Mujer de Negro y yo quien la ha creado y está detrás. Sueños de literatura, sólo realidades de metáfora. Toda ella detrás y yo en Ella. 

11 de junio de 2012

"Ella baila sola"


Sin ocupar tu aire, respiraré por ti
(Ella Baila Sola)

Siempre he sido un (escritor) hiperactivo, no lo niego; y si no lo fuera así, sencillamente no lo sería. Al mismo tiempo he de escuchar música, atender el móvil, estar en Internet y llenar la página en blanco. O eso, o me aburro; insisto. Y justo hoy ha sido cuando me ha venido a la mente un tiempo atrás y un lugar bastante diferente y distante. Una tarde lluviosa cuyas gotas poblaban los cristales del apartamento: invierno en Nueva Inglaterra, o lluvia o nieve. De pronto, salgo a la Librería de Main Street cuyo nombre no recuerdo ya y entro en ella, calado. Visito la parte de música, unos escasos estantes bastante poco poblados, ciertamente. Si hubiera querido algo más exigente tendría que haber ido a West Lebanon. Pero la historia principal es otra. Allí encuentro un cedé de Ella Baila Sola, un recopilatorio de 2001 y decidí comprarlo. Tengo que reconocer que cuando se disolvieron, o lo que fuese, me enfadé: por algo me habían acompañado sus melodías durante tantos avatares y, sobre todo, durante tantos viajes; incluso Praga. Cuando estoy mal, cuando me siento mal, cuando creo que las cosas deberían ser de otro modo recurro a "Sin confesarlo todo"... o cuando la Niña Mala u otra niña u otra persona o avatar se me cruzan para ponerme un rictus depre, recurro a ellas:

"Si yo sonrío, alguien más va a sonreír".

8 de junio de 2012

"Lágrimas..."


Una vez vi a Isabella llorar. Fue en el cine y lo hacía por impotencia; la impotencia de ver cómo la prepotencia no caía y quienes se alzaban contra ella perdían la batalla; por poco tiempo, es cierto, pero la perdían. A veces tienes que ver cómo pierdes algo querido o que anhelas para darte por vencido y es entonces, quizás, cuando nacen esas lágrimas, que no son de tristeza, sino de impotencia; de lo que pudo haber sido y no fue. Nos han educado a todos a no llorar y sentimos vergüenza al hacerlo. Bueno, el chico que yo me sé y del que refiero esta historia no; él no siente pudor por llorar: llorar dignifica, llorar es sano, llorar es útil, llorar es un buen ejercicio de humildad. Ya digo: cuando vi por vez primera llorar a Isabella Drischel, con esa carita inocente y aquel peinado de los años treinta, sentí la misma impotencia que el personaje que interpretaba y sentí las mismas ganas de llorar que ella. A veces eso es bueno; otras, no tanto; al final, te dignificas y más tarde te das cuenta de que eres tú mismo. Eso sí, hay cosas y hay personas por las que es mejor no llorar jamás. 

6 de junio de 2012

"La chica de negro"


Si tengo la oportunidad de tomar el café yo solo, la situación me sirve para pergeñar pequeñas historias que apunto en un cuaderno y que más tarde serán parte de un relato. Cuando tengo esa oportunidad suelo escrutar mi entorno (¿quién no lo hace?) para recrearlo más tarde en algún papel en blanco. Entré en la cafetería de aquel lugar; el sitio tenía buena pinta, in como dicen los cursis. Apenas había gente a aquella hora, la primera de la mañana: apenas amanecido, los diarios aún oliendo a tinta y poco tráfico. La ciudad inminente, enorme, insultante. Al fondo había una muchacha guapa, vestida de negro, tomando un café ella sola e intermitentemente mirando su móvil: algo habitual en nuestros días, no en vano dicen que hay una nueva adicción a ellos. No lo sé ni me importa, sinceramente. Esa muchacha ha sido antes, lo prometo, protagonista de mis sueños, entre ellos alguna pesadilla. ¿No les parece alguna vez haber visto a alguien antes, aunque no se sepa bien dónde? Eso me ocurrió aquel día a aquella hora. En el sueño me pedía algo, parecía depender de mí, no lo sé bien. De repente, me miró fijamente de un extremo a otro del bar y supe que esos ojos habían sido fichados por los míos mucho antes. Lo prometo, insisto. Y no estoy loco. 

5 de junio de 2012

"Sophie"


¿Puede alguien de nuestros días sentir una pasión por una joven muchacha que los nazis ajusticiaron hace sesenta y nueve años? Me hacía esta pregunta mientras un tren me conducía a Múnich, con la intención de buscar los pasos de Sophie, la joven estudiante de filosofía y de biología que plantó cara "con la palabra" a aquellos sanguinarios asesinos. Sólo por repartir octavillas poniendo a caldo al del bigotito ridículo... Mientras el café pasaba de un estado a otro, es decir, de caliente a no sé sabe bien qué, meditaba en lo valiente y lo guapa y lo humana y lo maravillosa que debió ser aquella persona que supo ver antes del final, que supo morir por la gente, que fue, en definitiva, tan distinta a todas esas otras detrás de las que, a veces, no ves más que lo superficial. Me dijeron que había una película, interpretada por la actriz Julia Jentsch; super parecida a Sophie, por cierto. Al bajar, fui a una tienda de esas, tipo Fnac, y la compré: tan sólo ocho euros con cincuenta. De noche, esa misma noche, en la habitación de mi Hotel la puse en el portátil; pero sucumbí en la escena en que abraza a su hermano y al otro chico; rompí a llorar como una Magdalena (su segundo nombre, por cierto, Sophie Magdalena) y me dije que también por aquel tiempo hubo gente grande, tan grande como Sophie, tan grande... ¿Puede uno sentir pasión sesenta y nueve años después de su muerte por una muchacha como Sophie Scholl? Pasión, admiración, cariño... sí. 

Para Usted, señorita




"Nada nos devolverá los días de esplendor sobre la hierba".

William Wordsworth

Un mito


Si te enamoras alguna vez de un mito, al menos no te romperá el corazón. 

Esperar más de alguien...


Pocas veces cubrimos totalmente nuestras expectativas sobre alguien; incluso pocas veces cubrimos esas expectativas sobre un viaje o sobre una institución, por ejemplo. Hablamos mucho de lo social, de lo que atañe a todos: tal o cual institución o gobierno no cubre aquellas cosas que nosotros consideramos que son esenciales para nosotros y para nuestra sociedad; decimos que el sueldo no nos llega a fin de mes, luego no cubre aquello que esperamos que cubra en su totalidad (y mucho más en estos tiempos). Gente demasiado joven que pone mucho empeño y sus ilusiones en el primer trabajo y este, por la razón que sea, no termina de ser lo que se busca y no satisface la ecuación "trabajo bien desempeñado es igual a trabajar bien y rendir más". En todo esto estoy cuando reflexiono sobre las expectativas que he puesto últimamente, o desde hace algún tiempo, en dos o tres personas; expectativas, aclaro, que no han terminado de cubrirse, de satisfacerse, de llenarnos a ambos como personas que se dicen 'amigas': porque cuando alguien 'no te llena' difícilmente puedes llenarla tú. Creo, después de ello, que lo primordial es conocer a las personas; conocerlas en su esencia, ser conscientes de su forma de ser en su ser social, en la relación de corto espacio que es, por ejemplo, tomarse un café o una caña: ese ser social que debería unir más de lo que realmente une. La filosofía positivista del siglo XX, decía que el ser individual no lo es del todo sin la consciencia de pertenecer a una sociedad, si no se interrelaciona con otros. Siempre he estado de acuerdo con ello, pero también he constatado que esta crisis global, universal y moral además de económica, nos está encerrando en el individualismo. Por ejemplo, pienso y creo que uno debe interesarse por el otro, pero el otro debe ser consciente de que una amistad no es la exaltación del 'yo' sino del 'nosotros'. Eso he llegado no a ver, sino a aprender; y, por tanto, cuando se produce nace la decepción por haber esperado más de alguien, lo normal. La amistad, en estos tiempos, debe ser cultivo constante, practicable, porque de lo contrario ni existe ni se debe llamar amistad. A veces, esperar más de alguien es sólo un gesto, un interés, una pregunta, un sms; dar en la misma medida ponderada y moderada en que se recibe. 

3 de junio de 2012

"Noches de insomnio"


(A esas personas que sufren conmigo el insomnio)

No sé si será únicamente a los escritores o a alguien más, pero por las noches me atenaza el insomnio. Ese es un mal estúpido que te hacer perder el sueño y, en cierto modo, la razón. Yo, al menos, me vuelvo loco. Además tiene el detalle de traerte a colación cuatro o cinco sucesos negativos de tu vida, recurrentes; siempre a aquellas personas que desaparecieron y hace siglos que no sabes de ellas o, en su defecto, aquellas otras personas que no terminan de entrarte o de salirte. Eso sí, dentro del insomnio surgen miles de ideas y de criterios, historias, sueños con los ojos abiertos. Eso son las noches de insomnio, acompañadas del transcurrir de las horas en el reloj... así hasta que, como hoy, se oían de fondo los pájaros cantar y por el resquicio que deja siempre una ventana brillaba una tenue luz que ha ido subiendo de tono. Noches de insomnio... 

2 de junio de 2012

"Seguir andando..."


"Muchacho, el que no arriesga no gana", me dijo el viejo que tomaba el mortecino Sol en la puerta de su casa. Decían en aquel pueblo albaceteño que el anciano veía más allá del alma, un brujo o eso, algo en lo que, sinceramente, jamás creí... Uno cree en la gente, en los principios, en la ética, pero no en la brujería. Por aquel tiempo me debatía entre un mal de amores de esos que te atenazan y un futuro incierto trabajando para el CNI... Mientras bajaba al valle del pueblo serrano, pensé en lo que me dijo el viejo: "si pierdes, puedes seguir jugando; si no juegas, no ganas". Y tenía razón... Todo el mundo sabe que soy un culo inquieto, que no puedo permanecer estático o si no me deprimo; ahora esto, mañana lo otro; a veces, incluso, cosas a medio. Y viajar... La vida en sí, que sale a nuestro encuentro. Todo los grandes de todo (de la literatura, de la pintura, de la música...) han tenido etapas oscuras, lo cual te enseña. Entonces, me dije, "pues sí, el que no arriesga, no gana". Busqué el disco de Bongo Botrako y puse Caminante: "Seguir andando...", y que se preparen mis zapatos que seguiré caminando hasta que mi sonrisa se la sepa de memoria hasta el viejo del pueblo más ignoto de la Sierra. Seguir andando... 

1 de junio de 2012

"Una mujer fatal..."


En España también, os lo digo ya y claro. En Iberia también hay mujeres fatales, ya lo decía hace un porrón de años Enrique Jardiel Poncela, que era un genio y un sabio. Tengo que reconocerlo y afirmarlo: el asfalto del Madrid, los campos de La Mancha... están poblados de mujeres fatales, hombres de bar, gente pasiva y un Sol de justicia, sobre todo en verano. Hay veces que me subo en mi viejo Mercedes chirriante, de principios de los ochenta, y viajo a algún lugar lejano: en estos tiempos de crisis quien te contrata es aquel que cree que le roban sus trabajadores, el seguro que afirma que el incendio fue intencionado, el marido cornudo o la mujer burlada. Vamos, como siempre, pero con más ganas. Bajo la ventanilla y mientras me llevo un cigarrillo a la comisura de los labios veo en una gasolinera sus ojazos (me los imagino, of course) y el pelo negro rizado que la caracteriza. Frenazo en seco: he decidido tomar un café. La inercia: auto rojo, matrícula xxxx y todo eso. Llamo a mi enlace: "oye tú, mírame esta matrícula, pero ya... xxxx"; "joder tío, que uno de estos días me pillan en Comisaría y verás"; "bueno, déjate de charlas y búscala que más me debes tú". Diez minutos después flipo con la propietaria... y entonces me digo que voy a pegar la hebra con ella, porque uno será detective y todo eso, pero tiene conversación y si uno quiere ser simpático, pues... Y entonces me doy cuenta de que está muy bien la muchacha pero tiene ojos de mujer fatal. Como todas, me digo mientras suelto una colilla, me subo al Benz y tiro para Valencia... a treinta grados ya.