28 de septiembre de 2012

"Lo que nunca cambia"



Uno vive de una forma; a veces la vida lo cambia; incluso en muchos casos le da golpes, lo cambia, le hace perder y ganar -esto último poco, of course- pero hay cosas que no cambian nunca. Mi ideología puede variar dependiendo de lo sinvergüenzas que sean los dirigentes; el café puedo mezclarlo con leche, o con coñac, o tomarlo solo; puedo vivir aquí o allá, en un apartamento pequeño y alquilado en Brooklyn o en un gran piso de Manhattan; no me importa viajar en mi propio y destartalado coche o en avión o en tren, es igual; ahora puedo leer Historia o novela, es lo mismo, uno disfruta según el estilo de Philip Kerr o de Mario Vargas Llosa. Puedo salir de casa a las ocho o a las diez o irme a la cama temprano o de madrugada; puedo dejar de beber whisky o tomar tequila, por ejemplo, si estoy en un congreso en México. Pero lo que nunca cambia, indudablemente, invariablemente, son los azules ojos de Sabina. Ni Sabina en sí; ella nunca cambia: si uno se enamora de un mito, al menos un mito no le romperá el corazón.  

27 de septiembre de 2012

"Soñé que volvían los dos"


"La prima de riesgo alcanza los 460 puntos"; "El paro aumenta un 1%"; "El político Tal se gastó 1.000 euros en una cena después de un partido de fútbol"; "El senador Z pagó con una VISA del Senado una sauna para él y su hijo"; "El ministro W manda a los niños al cole con un tuper"; "El Ministerio X se carga la educación artística"; "La multitud indignada rodea el Congreso"... Oía mientras al fondo subía el café y con la cuchilla de afeitar rasuraba mi barba. O quizás era un sueño, pues todo se me presentaba en blanco y negro. Bajaba a la calle y compraba el diario y en su portada aparecía sonriente un banquero que concedió créditos a 280 promotores inmobiliarios insolventes: "Ea, había que ayudarles", decía el titular: más abajo una anciana impedida era desalojada de su hogar porque no pudo pagar tres recibos de la hipoteca. La revista que acompaña al diario lleva un reportaje de unos cuantos políticos de la jet set que veranearon en agosto en Niza (Nice, en francés) con el dividendo que se repartieron en diciembre, un par de meses antes de la intervención del banco que pagaremos todos. Las páginas de la bolsa, para ser más astutos en el periódico, venían ya en rojo. Como la úlcera me dolía -creo que ya me duele hasta en sueños- entré en una cafetería en donde el dueño, cariacontecido, me dijo que estaba a tope "porque he tenido que despedir al empleado, mi propio hijo; pero es que no puedo pagarle". Entonces veo el diario de deportes, El Gol, y dice el presidente de no sé qué club que la independencia de su territorio es lo idóneo para solventar el paro, el cierre de hospitales, de institutos y colegios, para dar cobertura a los inmigrantes y a los dependientes, para que funcione el transporte y que las tarifas del gas y del agua y de la luz y del teléfono bajen. Y se me pone una mala leche que hasta el café me sienta mal.
Un rato más tarde veo a Gutiérrez Mellado, el Guti, salir de su escaño con un par de huevos y enfrentarse al tipo del bigote y del tricornio y detrás de él Adolfo que lo coge, pero como disparan se sienta con más pachorra que un gato y se mantiene firme, digno, con la cabeza bien alta. De golpe, y aún en blanco y negro, veo a Adolfo que da la cara: "Señoras y señores..." y sale por la tele y lo explica todo, aunque sea una putada y más duro que una piedra lo que pasa.
Entonces me despierta la radio y me oigo decir: "Joder si volvieran los dos y mandaran a la mierda a todos los de ahora". Y Sabina, con voz de sueño, "ojalá".

24 de septiembre de 2012

"El primer día de Universidad"


¿Quién me iba a decir aquel día que sería un apasionado de la Universidad? Es cierto, si hay una institución verdaderamente importante en el país no es otra que la Universidad: déjense de mandangas y no valoren que si esto que si lo otro; si hoy somos algo y alguien es por la Universidad -mal que le pese a algunos-. Pero voy a remontarme a hace quince años; o qué más da, a hoy mismo. Empiezan las clases y uno se presenta en la Facultad Tal, que es en la que cursará por lo general la especialidad que le gusta -da lo mismo filología, historia, veterinaria..., todas son excelsas y dignísimas- y a la que se dedicará en el futuro, cuando desaparezcan los gobernantes de hoy y lleguen los más preparados a los puestos. Sé que es una utopía, pero se dará el caso.
 
Bien, llega uno del mundo adolescente, de la barbarie, del deseo por encima de la realidad, todo ello -o del pueblo, qué leches...-; y se presenta en la Facultad Tal -como decía; no pierdan el hilo- y en un papel que ha imprimido -o impreso, que las dos valen- de Internet: pabellón 3, primera planta, aula 101, pongamos por caso. Así que el nuevo o la nueva se va allí y cuando llega -quince minutos antes, por cierto: en lo sucesivo siempre llegará quince minutos tarde, que eso pasa- no hay nadie en la clase; se sienta en el banco, acude otra chica que dice que es de Getafe o de Carabanchel, qué más da; se pela la hebra -"pues yo vengo...", "yo escogí esto por vocación", "mi padre es filólogo y claro..."- con los discurrires típicos y tópicos.
 
Llega la hora y no llega ni el profe ni nadie más. Nervios, primer día, ¿metedura de pata? ¡Uf...! Se mira el susodicho papel: pabellón 3 b, primera planta, aula 101. ¡Anda morena! Es el pabellón b -con be de burro- y yo en Babia. Luego se rumorea que el metepatas -o la metepatas- llegó a licenciarse, a doctorarse, fue profesor universitaro. Pero... ¡ay el primer día!

23 de septiembre de 2012

"En un pub de Praga"


Si uno quiere recrear un espacio lo mejor es viajar al propio lugar. Eso hice yo cuando me plantearon participar en un coloquio sobre novela ambientada en Praga. Lo malo de esos congresos es que a veces duran demasiado, son largos y hay diversos temas de los que no te puedes escapar; yo, para eso, soy diestro: aprovecho el descuido de los que te toman el nombre y salgo a airearme. Eso hice aquella vez en Praga y se me hizo la noche entre el cementerio judío y la casa de Kafka... Haciéndome entender en inglés entré en un pub y, al fondo, estaba la muchacha de esta historia. Es una mujer demasiado hermosa y siempre sonriente, aunque lo que más me llama la atención de ella son sus profundos ojos azules, su mirada airosa. Una vez me dijeron que lo mejor que le puede pasar a alguien es enamorarse de un mito, porque así nunca te hará daño. Cuando quise reaccionar ante el whisky on the rocks me sobrevino un atisbo de lucidez: era sin duda Sabina. ¿Qué hace uno cuando conoce a un mito? ¿Saludas? ¿Pones esa cara de estúpido que ponemos todos en situaciones extrañas? Hay veces en que uno daría lo que fuese por conocer al mito al que admira y yo, aquella noche de Praga, me bloqueé y acabé hablando con una chica danesa, también de mi congreso, sobre novela checa... pero no dejé de mirar a Sabina, ni un momento, para no olvidar nunca su rostro.

17 de septiembre de 2012

"Incomunicación"


Llegar a una casa que compartes con una persona tan distinta a ti es una rutina al principio, más tarde es un refugio en el que caer tras otras actividades, al final no es más que una costumbre susceptible de ser rota en cualquier momento. Cuando iba a la Facultad y compartía piso con otros estudiantes en una pequeña capital de provincias el ritmo de la vida era rápido: cuando uno no estudiaba estaba en una fiesta o se montaba una timba, aderezada de tabaco, alcohol y pizza. Luego uno madura y comparte su vida con esa otra persona que te fascina, al principio por todo, pero el paso del tiempo lo va mitigando y ves algunas cosas no tan fascinantes. Llegar a casa más tarde y prepararse uno la cena mientras en el salón suena la televisión; tener el hijo a turnos, sobre todo el fin de semana, porque es imposible en un país como España compaginar hogar y curro; las discusiones por los olvidos -fechas, compras, pagos, llamadas, la fiesta de la amiga tal, el estreno teatral, el partido del niño...- y esa sensación de que quizás conociste a la otra persona poco, que debiste haberla estudiado más y más a fondo, para cerciorarte que una unión así sea un lujo y no un saldo que acabará en la casa de empeño. Esa frialdad de un piso que vas pagando a plazos al banco y las vacaciones que no son ya como las de adolescente ni tienen ese sabor romántico de entonces ni la libertad de aquel momento. Dicen que hay parejas felices, por supuesto, pero este es el mundo de la incomunicación, justo cuando más medios para comunicarnos tenemos.

5 de septiembre de 2012

"Asesinato por suicidio"


En el lugar de los hechos yacía inerte el cuerpo de una joven hermosa que olía a almendras amargas y el color de su piel era rosáceo; indudablemente había ingerido cianuro y había perecido algo después. Este tipo de casos me lo encontraba cuando hacía mis prácticas en la policía de Nueva York (NYPD) y es de cajón. Ahora bien, ¿qué pasa por la mente humana para, siendo tan joven, bajar el telón de una forma tan atroz? Muy mal deben andar las cosas -y eso que en Nueva York no gobiernan los mismos que en España, pongo por caso, que si no habría motivos- para la persona como para llegar a tal extremo. En el departamento, además, había cuatro o cinco de homicidios con menos sensibilidad social que una almeja y fui yo el que reparó que con una sonrisa tan amplia y tan bonita uno no se quita la vida. A sacar el manual. Noche tras noche buscando datos, lugar de los hechos inclusive...
 
Dos semanas después estaba en condiciones de entrar en el despacho del jefe, un engreído gilipollas que en sus días -los setenta, creo, cuando Nixon y el Watergate- había sido un fuera de serie. "Jefe, lo tengo", dije para abrir boca. "Si una muchacha como esta, licenciada en económicas y más pasta y más belleza que en el infinito se quita la vida yo me saco un ojo", agregué. Él escuchaba inerte: "Resulta que tenía un novio maltratador sicológico, abusón, como los grandullones del cole; que la fue minando, minando, hasta que en una discusión él le sugirió el fin que ha tenido". Me miró impávido, esta vez, y dijo únicamente: "O sea, un asesinato por suicidio".
 
(Obvio que la foto de la excelente y hermosa actriz María Cotiello no tiene relación alguna con esta inventada historia; y cualquier parecido con la realidad es imposible, porque no existe)