24 de septiembre de 2012

"El primer día de Universidad"


¿Quién me iba a decir aquel día que sería un apasionado de la Universidad? Es cierto, si hay una institución verdaderamente importante en el país no es otra que la Universidad: déjense de mandangas y no valoren que si esto que si lo otro; si hoy somos algo y alguien es por la Universidad -mal que le pese a algunos-. Pero voy a remontarme a hace quince años; o qué más da, a hoy mismo. Empiezan las clases y uno se presenta en la Facultad Tal, que es en la que cursará por lo general la especialidad que le gusta -da lo mismo filología, historia, veterinaria..., todas son excelsas y dignísimas- y a la que se dedicará en el futuro, cuando desaparezcan los gobernantes de hoy y lleguen los más preparados a los puestos. Sé que es una utopía, pero se dará el caso.
 
Bien, llega uno del mundo adolescente, de la barbarie, del deseo por encima de la realidad, todo ello -o del pueblo, qué leches...-; y se presenta en la Facultad Tal -como decía; no pierdan el hilo- y en un papel que ha imprimido -o impreso, que las dos valen- de Internet: pabellón 3, primera planta, aula 101, pongamos por caso. Así que el nuevo o la nueva se va allí y cuando llega -quince minutos antes, por cierto: en lo sucesivo siempre llegará quince minutos tarde, que eso pasa- no hay nadie en la clase; se sienta en el banco, acude otra chica que dice que es de Getafe o de Carabanchel, qué más da; se pela la hebra -"pues yo vengo...", "yo escogí esto por vocación", "mi padre es filólogo y claro..."- con los discurrires típicos y tópicos.
 
Llega la hora y no llega ni el profe ni nadie más. Nervios, primer día, ¿metedura de pata? ¡Uf...! Se mira el susodicho papel: pabellón 3 b, primera planta, aula 101. ¡Anda morena! Es el pabellón b -con be de burro- y yo en Babia. Luego se rumorea que el metepatas -o la metepatas- llegó a licenciarse, a doctorarse, fue profesor universitaro. Pero... ¡ay el primer día!

No hay comentarios: