31 de julio de 2012

"Zapatos de tacón alto"


Es sencillo: cuando uno va por la Quinta Avenida y ve a todas esas compradoras de zapatos de tacón alto recuerda aquella anécdota que le ocurrió a Alexandra una noche en el garito de siempre. Nos había repetido hasta la saciedad que quería unas botas por Navidad; incluso, de tanto como lo repitió quisimos hacer una colecta que no dio para nada... Aquella noche salió la conversación insistentemente; pidió, de nuevo, sus botas y de repente alguien le puso encima del mostrador unas botas: altas, sucias, de montaña. "No, esas no", dijo ella. Así que aún debo cumplir mi promesa, pero prefiero unos zapatos de tacón alto.

24 de julio de 2012

"Pequeños gestos"


"En los pequeños gestos está la grandeza de las personas", así hablaba Donovan aquella tarde sentados los dos en unas escaleras de entrada a una casa de apartamentos en Brooklyn, Nueva York. Él había perdido a su hijo en la guerra y a su mujer devastada por un cáncer; ahora sólo le quedaba su joven y hermosa hija, teñida de mal de amores y mi compañía, la del librero español de la esquina habituado a leer a Paul Auster y Philip Roth. Su terapia consistía en sincerarse conmigo y hablar, hablar y hablar. "Sacar de dentro la podredumbre de la vida", añadía. "En los pequeños gestos está la grandeza de las personas", se repetía para que me quedase claro: responder un mensaje, contestar una carta, devolver una llamada, prestar esos cinco dólares que uno necesita para un brunch, cosas así. Si nadie aprecia tu creatividad con un "qué bonito"; si nadie reconoce tus calificaciones brillantes con un "enhorabuena"; si nadie, en definitiva -decía Donovan-, reconoce que eres un ser humano es que ese alguien no es realmente un ser humano; "será una persona de carne y hueso -hablaba en voz alta Donovan- pero no tendrá sentimientos". A él, con todo lo que había sufrido en el campo de concentración le iban a decir que esas minucias cotidianas son problemas. "Recuerda, amigo -terminó de decir antes de levantarse para la cena- que hay miles de personas y no sólo una". Se levantó y subió la escalera para cenar con su hija, que tenía por aquel entonces mal de amores. 

21 de julio de 2012

"Una mujer de otro lugar"


¿Qué hay de ella en mí? ¿Cuándo fue que la conocí? Cuando viajé a Praga aquella vez, hacia 2002, aún nunca había oído hablar de ella, de Sabi, nunca. Es posible que en el tranvía o en el metro; quizás en un café o en la acera de una de las calles de Malá Straná me cruzase con ella; es posible que mis subconsciente la retuviese -porque ella es hermosa- y hasta hoy no haya caído en la cuenta lo mucho que me inspira. Ese rostro suyo de niña buena -¿lo es o no lo es?- y todas esas cosas que esconde detrás del look. Debe ser un auténtico demonio, en el buen sentido, con aspecto de hermosa mujer. Dijo una vez uno que si el demonio existe debe tener rostro de mujer -y lo dijo vaya usted a saber por qué- y yo creo que en Praga no hay demonios: para eso ya estuvieron bajo la bota nazi y bajo el zapato soviético. Ella, sencillamente ella, tiene esa personalidad que recorre las páginas de algunos de mis cuentos: es cierto que le atribuyo cualidades que aún hoy le desconozco, la moldeo a mi gusto, la hago hermosa y dulce, la construyo a mi saber leal... Creo una Sabi distinta, de otro mundo, el mundo de un cuento. Porque es, sencillamente, una mujer de otro lugar. 

19 de julio de 2012

"El chonerío III: el desenlace"


Fulgencio y yo lo tenemos claro: el chonerío es cosa peligrosa. Estoy por decirle a Montoro, que tiene su toque cani (¡esas orejillas!), más que chic, que la cadena que lleva el cani este que hemos visto por la Alameda sirve para pagar la deuda y sobra para un polo. Una 'cadenaca' gruesa, de eslabón recio; de oro del que cagó el moro, pero recia. Su choni, la que jamás se cambia de pantalones (pantacas, en argot) y se le trasparenta el tanga negro bajo pantalón blanco, está muy orgullosa de él (¡cuánto amor! ¡Oh my God!). El tirillas con cara de tonto el culo jamás ha leído nada, ni los prospectos de los anabolizantes que se tomó para tener los musculitos (y que le dejaron secuelas..., dicho sea sin ánimo de faltar, ya se sabe) que luce cuando saca el brazo por la ventanilla de su bólido -y por ello lleva uno moreno y el otro blanco-, el auto discoteca andante. Es más tonto que una albarda, dicho sea de paso; pero es que la choni, su chonita, la 'ejque' no es más espabilada...: lerda se decía en los noventa. Eso sí, da gustito verlos paseando su amol por las calles y por la Alameda como dos golondrinas que se arrullan. Son los reyes del mambo, así lo creen: el mundo está a salvo en sus manos. Dice el Fulgen todo lo que no necesitan: educación, cultura, teatro, novela, poesía, periódicos, crucigramas, matemáticas, historia o geografía, física y química; ni ropa: con unos vaquerucios rotos tienen bastante, pues llevan la misma ropa (¡ay, qué olor!) todos los días. Colonia poca... Ellos y sus conversaciones por whatsaap y sus temas, esos temas: los programas tipo Sálvame (¡qué interesante la vida de los demás! -sobre todo de esos dechados de virtudes que son los contertulios y los famosos, que lo son por que han ligado alguna vez y ha tenido sexo, como cualquier mortal, mire usted-). Ese futuro de España que estriba entre los 40.000 licenciados que se han marchado al exilio (por culpa de los sinvergüenzas de los que nos gobiernan), la gilipollas esa del "que os jodan" (hija del mayor corrupto del Universo Sideral), los 350 pánfilos del Congreso y... el chonerío. Yo creo que muero ante tanta cutrez, ante tanta ordinariez, ante tanta vulgaridad... No, no puede ser; tiene que ser un sueño... Sí... ¡Uf!, despierto y las chonis y sus canis no están: qué alivio.

18 de julio de 2012

"El chonerío II"


Fulgencio me llamó para tomar un café, invitación que acepté de inmediato. Íbamos después por la calle cuando, de nuevo, se nos presentó un cani; a este le dicen el Cachas, porque ha retrepado sus músculos en el gimnasio (anabolizántico, obvio; porque el tipo tiene cara de tonto y pinta de tirillas) y mismamente parece una puerta; veremos a ver, como dice mi compañero, cuando tenga cincuenta años y barriga cervecera. El caso es que el cachas lleva siempre la misma camisetucia de tirantes blanca, que en verano alivia, pongo por caso; la cara, insiste Fulgen "de tonto el culo" y siempre alelado, embebido entre la música techno y los discursos tan inteligentes de novia: las chonis, ya se sabe, hablan de sus ex con rencor, mucho rencor, y de Paquirrín y la Esteban, que como todo el mundo sabe son temas que van a sacar a España de la crisis. El cani, con su coche chillón, estridente, de rey del mambo y su cani con los mismos vaqueros de hace quince días (¡qué olor!), se pasean, de nuevo, por el lugar (X de Tal) en el coche: la gente vislumbra el triunfo 'ejque' porque el coche (sin pagar, con más porquería que el palo de un gallinero, las ventanas bajadas -es incompatible el aire acondicionado con llamar la atención con Kamela y demás empalagosidades de amol- y una matrícula irrisoria, fruto del cachondeíto de algún funcionario de Industria). Están triunfantes... qué más les da a ellos tener aspiraciones: con tener gato, media docena de churumbeles y dinero para los after es suficiente. ¡Viva el chonerío! Y, de nuevo, me imagino a Rajoy cani: "ejque me lo han impuejto", con pendientes en las orejas. ¡Uf!, no puedo, no puedo. 

17 de julio de 2012

"El 'Chonerío'"


Íbamos ayer Fulgencio (el Flugen) y yo por la Alameda cuando vimos a un cani en su coche estridente -chillón; el audio a tope como si fuera una discoteca móvil; las ventanas bajadas, pues no en vano es julio y él dando brincos en el asiento- y lo reconocimos fácilmente: me dijo, "míralo, con la cara de tonto que tiene el tirillas ese y ahí va, el rey del mambo, con su choni incrustada en asiento de copiloto y su deje eque"; a lo que yo, más tímido en el hablar, asentí. Y es que nos invaden estos tipejos -y tipejas- cual remedo de Belén Esteban, que es lo que se lleva: el chonerío. España está caminando en la senda choni y me preocupa que dentro de poco el presidente del gobierno salga a la tribuna con camiseta de tirantes, pantalones cortos, cadena de oro gruesa y diga: "Ejque lor recoltes...". Piensen Ustedes que es que ayer fui a la Alameda, pero esta misma mañana, en la calle Velázquez, en el puro barrio de Salamanca, he visto una choni: más de cincuenta años, pantalón corto ceñido que dejaba ver las lorzas sobrantes, celilitis que sería las delicias de cualquier liposuctor y un bronceado demasiado subido de tono. El chonerío, insisto. Pero el caso es que el cani del coche estridente -la choni, dice Fulgencio, entre otros motivos de peso lo ha elegido por el coche- llevaba a su choni al lado, poco más de lo mismo. Fulgencio, ingeniero, es más práctico: "Pero, hijo mío... ¿qué quieres que le den a ella si tiene un ramalazo choni que no puede evitar". Y me digo que sí, que es cierto... que esa ropa que repite (¿no se supone que una mujer normal tiene un inacabable fondo de armario?) y ese 'ejque' que la une en amor y compañía a su cani tirillas. Esa España que ha dejado de ser pijis para ser choni -y en el cambio perdemos, uf- es el ejemplo de estos dos amantes de Teruel: la choni y el cani, residentes en X de Tal, enamorados por su afición a no hablar cuando están juntos -se mandan whatsaap que es más guay-, a pasear metidos en el coche para que los demás vean que tienen un coche subidito de gama -que vaya usted a saber si pagan las letras- y que son los más mejores, 'ejeque'... ¡El chonerío!

6 de julio de 2012

"El celular... "


Cuando yo era joven 'el celular' era el coche de la policía, ahora, aunque más en América, es el teléfono móvil y es un objeto del que realmente dependen nuestras vidas. Cuando lo cambié, Sonia me dijo "si lo pierdes o te lo roban es como si te cortaran un brazo", que es algo así como la versión fina y educada -además de correctísima, cómo no iba a serlo Sonia- de lo que declaró Megan Fox hace unos días: "a la gente le importa menos si pierde su virginidad que si  pierde el celular", y se quedó tan ancha. Pues sí, me digo yo mismo, va a ser.

A veces lo oigo, pero no suena. Tampoco es que ha llegado un sms. Paro la lectura o dejo lo que estoy haciendo -¿qué hace un escritor en verano?- y me acerco: no es nada, una vana ilusión. Ella no escribirá (¿existe ya ella? ¿Es quien era?): no te hagas ilusiones, no le importa una mierda hablar contigo. Son alucinaciones fruto del móvil, de la dependencia: sms, internet, facebook, whatsaap, todo al unísono y te mantiene en contacto con los demás y con el mundo; por eso si lo pierdes... La dependencia esa tiene un nombre, que no recuerdo... pero te acerca al mundo de la alucinación. 

No, no, no. No suena, no es. Es indiferente aunque lo usa constantemente: tú eres un mero juguete en sus manos, como el móvil; te dirá cualquier cosa para justificarse, pero no llega. Lo sueñas, crees que suena, que te llega un sms, que se te acercan por las ondas. Es así en 2012.

Pero... ¿existe ya ella? 

(A veces, añado, el sms que llega, que no es de ella sino de otra, es mucho más ilusionante, por inesperado: esa ventaja tiene el siglo XX)

4 de julio de 2012

"Íntima obsesión"


Durante muchos años me ocupé de investigar lo más profundo del odio humano: la guerra civil española de 1936. Me obsesioné con la barbarie, con el pasado de mi país y de mis antecesores. Escribí una Tesina literaria, poemas; algún ensayo inédito y un libro. Dejé mi sueño muchas noches, de lado... Lo dejé por otras cosas... más tarde, en 2009, viajé a la Argentina y supe del Proceso de Reorganización Nacional, eufemismo de la dictadura: lo mismo, o peor, o de otro modo. Congoja, tensión... pena. Lecturas, entrevistas, cartas... ya tres años detrás de la respuesta...

¡¡¡Todos esos seres humanos que amaron, soñaron, rieron, lloraros...!!! (Ojalá mi recuerdo y el de otros les haga la justicia que se merecen... por el final que jamás debieron tener).