18 de julio de 2012

"El chonerío II"


Fulgencio me llamó para tomar un café, invitación que acepté de inmediato. Íbamos después por la calle cuando, de nuevo, se nos presentó un cani; a este le dicen el Cachas, porque ha retrepado sus músculos en el gimnasio (anabolizántico, obvio; porque el tipo tiene cara de tonto y pinta de tirillas) y mismamente parece una puerta; veremos a ver, como dice mi compañero, cuando tenga cincuenta años y barriga cervecera. El caso es que el cachas lleva siempre la misma camisetucia de tirantes blanca, que en verano alivia, pongo por caso; la cara, insiste Fulgen "de tonto el culo" y siempre alelado, embebido entre la música techno y los discursos tan inteligentes de novia: las chonis, ya se sabe, hablan de sus ex con rencor, mucho rencor, y de Paquirrín y la Esteban, que como todo el mundo sabe son temas que van a sacar a España de la crisis. El cani, con su coche chillón, estridente, de rey del mambo y su cani con los mismos vaqueros de hace quince días (¡qué olor!), se pasean, de nuevo, por el lugar (X de Tal) en el coche: la gente vislumbra el triunfo 'ejque' porque el coche (sin pagar, con más porquería que el palo de un gallinero, las ventanas bajadas -es incompatible el aire acondicionado con llamar la atención con Kamela y demás empalagosidades de amol- y una matrícula irrisoria, fruto del cachondeíto de algún funcionario de Industria). Están triunfantes... qué más les da a ellos tener aspiraciones: con tener gato, media docena de churumbeles y dinero para los after es suficiente. ¡Viva el chonerío! Y, de nuevo, me imagino a Rajoy cani: "ejque me lo han impuejto", con pendientes en las orejas. ¡Uf!, no puedo, no puedo. 

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