10 de noviembre de 2015

Mejillas coloradas



Aunque el Sol ya estaba casi alto, la mañana estaba resultando fría. A mi alrededor iban y venían alumnos de varios institutos de la ciudad, pero de repente ella estaba allí: caminaba detrás de mí, asiendo en su mano derecha un maletín, supongo que lleno de apuntes, de exámenes, de listenings y cosas así... Al principio, el frío no me permitió distinguirla bien, ya que yo luchaba porque mi naricilla mantuviese una temperatura superior a los 36 grados; vamos, que no se me cayese el moquillo… cuando mi cerebro respondió, algo después, me caí en la cuenta de que era la muchacha sonriente que siempre camina a doscientos por hora, que te dice las cosas con su acento murciano (que evoca recuerdos y palabras: aún creo que la estoy oyendo decir, con su sonrisa, que ella dice ‘leja’ en lugar de ‘balda’) y decido esperar su paso. Nos saludamos y ella sigue rápida a mi lado porque quiere llegar pronto, aunque es mucho antes de lo que ella se imagina. Entonces la miro fijamente y me doy cuenta de que tiene las dos mejillas totalmente rojas, encendidas como las de Heidi y me doy cuenta al mirar su rostro de que, además de ser de la cálida Murcia, la chica es enormemente joven.

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