Aunque
el Sol ya estaba casi alto, la mañana estaba resultando fría. A mi alrededor
iban y venían alumnos de varios institutos de la ciudad, pero de repente ella
estaba allí: caminaba detrás de mí, asiendo en su mano derecha un maletín,
supongo que lleno de apuntes, de exámenes, de listenings y cosas así... Al
principio, el frío no me permitió distinguirla bien, ya que yo luchaba porque
mi naricilla mantuviese una temperatura superior a los 36 grados; vamos, que no
se me cayese el moquillo… cuando mi cerebro respondió, algo después, me caí en
la cuenta de que era la muchacha sonriente que siempre camina a doscientos por
hora, que te dice las cosas con su acento murciano (que evoca recuerdos y
palabras: aún creo que la estoy oyendo decir, con su sonrisa, que ella dice ‘leja’
en lugar de ‘balda’) y decido esperar su paso. Nos saludamos y ella sigue
rápida a mi lado porque quiere llegar pronto, aunque es mucho antes de lo que
ella se imagina. Entonces la miro fijamente y me doy cuenta de que tiene las
dos mejillas totalmente rojas, encendidas como las de Heidi y me doy cuenta al
mirar su rostro de que, además de ser de la cálida Murcia, la chica es
enormemente joven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario