24 de febrero de 2015

"Por el camino equivocado"

Algunas veces, sobre tus pasos, estás transitando por el camino equivocado; algo falla cuando dedicas tiempo a algunas cosas y, sobre todo, a algunas personas que no merecen ni un minuto más de tu tiempo o de tu atención. Antes aprendías de esto mismo, sinceramente, del golpe, del error, de meter la pata... pero cuando te repites, siendo mayorcito, creo que es el momento de cambiar de café o de camino o de ciudad o dejar de prestar atenciones no reconocidas. No todos los cafés saben igual, por ejemplo: tú te apuntas a alguno y te vuelves adicto, hasta que caes en la cuenta de que todos los días te produce molestias en el estómago; ese el momento de dejarlo, antes de la úlcera. La vida es como esta metáfora, aunque a veces creas que una actividad o una sonrisa te convierte en el ser más invulnerable de la tierra: contaban que, una vez, se presentó ante un juez soberbio un humilde campesino y, cuando más serio estaba el magistrado, le preguntó el hombre que si sabía para qué se han inventado las gomas de borrar; como el juez respondió negativamente, le explicó que para borrar los errores. Algo así hizo el Estado hace más de ochenta años asfaltando los caminos: para que tomes otro si el que llevas es el equivocado.


19 de febrero de 2015

"Gente que no recuerdas"

Al cabo del tiempo he recordado que se quedó allí, en aquel lugar y que jamás he vuelto a saber... Sonó mi teléfono: alguien me pedía que comprobase si tenía fotos, apuntes, un libro conmemorativo, lo que fuese, de aquella época en que fuimos más pobres que las ratas, en la que contábamos las monedas a ver si daban para dos o tres cafés, los que fuésemos. Parados a pensar, no hace tanto; pero lo hace... Dije que a ver, que lo intentaría y lo olvidé; pero a los días, buscando algo, apareció una caja con lugares y fechas en la tapa. La abrí y salió de todo: desde la taza en que tomaba café en la oficina del College hasta cuadernos de notas -ahora caigo en que tomo notas desde siempre- y libros hechos polvo por el maltrato de quienes los trajeron en un envío por barco; algún souvenir de Praga y de algún sitio más. Cosas. Fotos; retratos que quemaría de buen gusto si no fuera porque el paso del tiempo nos pone en nuestro sitio y, además, después vino quien da mejor a la cámara... No está lo que busco, pero miro retratos en los que salgo con otra gente y, como un flash, caigo en que no sé ya el nombre de la mitad y fueron mis alumnos o mis compañeros. Tomo un listado que empieza por Kathryn pero no sé poner el dedo encima de ella, ahí en miniatura. Claro que otros nombres sí los sé: es gente de la que tengo noticias. Es curioso que yo tuviese sólo dos años más que la gente a la que daba clase, en una Universidad rodeada de árboles y nieve; es extraño ahora para mí el cariño que se nota que compartíamos todos cuando nos íbamos a cenar pizza; es curioso que algunos de los que están en la foto destaquen en las letras o en el teatro, porque hacíamos mucho el tonto, sí; es curioso cómo allí te daban la oportunidad que merecías y aquí estás deseando que todo cambie, hasta lo que dicen que cambia y que no cambia. Es curioso que estés en el mismo plan guerrero que cuando estabas con esa gente que, ahora, ya no recuerdas.

11 de febrero de 2015

Fiebre de San Valentín

De repente, nos acecha una fiebre meridional. Algunas conversaciones, la televisión, el periódico, casi todo nos dice que llega 'ese día'. Así, como si no hubiera más días para demostrar las cosas; así como si los sentimientos sólo tuviesen ese único día; así como si para mostrate cómo eres a alguien sólo existiera ese día de febrero. No sirve que uno escriba con la presencia de esa musa entre las líneas de sus relatos, ni que esa presencia sea duradera, porque si un escritor te adopta nunca morirás. No, tiene que ser el día señalado o, de lo contrario, no estás vivo. Tampoco vale que ese día envíes un mensaje de amistad a alguien, como hacen en Estados Unidos; no, aquí tiene que tener el sentido que dice la televisión. ¿Qué pasa con esa gente tímida que no se atreve a decir nada? No existe... Miles de fotografías se pondrán en las redes sociales con la intención de que una única persona dé a 'me gusta': el resto no existe, aunque la foto sea maravillosa. Los viejos escritores, de cuaderno y bolígrafo, no tienen ya valor escribiendo versos a su musa ni dedicando más de un día a llevar el calor humano -incluso por whatsapp- a una persona que les importa más allá de febrero o de mayo o tras el verano... Hay que vivir la tontería y gastar dinero -aunque no se tenga- y no meter la pata enviado afecto amigable... y, tras el día 15, se dejarán para otra ocasión las relaciones con la gente que uno mira especialmente. Nos joden esa emoción de cruzarte inesperadamente por la calle con esa persona y pararte y ruborizarte y medir tus palabras e intentar que no se te vea la mancha del café en el vaquero; esa emoción que se te agarra al estómago o que te arranca una sonrisa si en lugar de cruzártela por la calle te manda un mensaje. Que da exactamente igual que sea febrero con sus fríos o septiembre con sus calores; que es igual que sea aquí o en París; que los sentimientos no tienen día concreto, joder, que eso lo sabían nuestros abuelos sin Internet.

7 de febrero de 2015

"Gente tóxica"

Están ahí, no los ves, pero antes o después se les cae la careta... Hasta que no me encargaron un reportaje sobre gente tóxica no fui consciente de quiénes y cómo eran. Me pidieron que pusiera ejemplos: "cuando uno escribe sobre un tema, es mejor ilustrarlo con ejemplos o con testimonios", me añadieron. Me puse abrigo, gorro, bufanda y guantes y salí a la calle; entré en un café y me puse a pensar: sí, esa persona a la que hablas y jamás te pregunta por ti; esa persona a la que dices algo y ni te presta atención, que ignora tu atención o tus palabras magnificando que tiene mil ocupaciones; pero ojo, que como se te dirija y no la atiendas clamará contra ti con la fuerza de la nieve que corta las carreteras de Cantabria en invierno. O aquella otra que se dedica a hablar por la espaldas de todos los demás y llora, llora para que le paguen el café o la cerveza o el cubata, teniendo la cartera llena de monedas... Para qué seguir, si todos tienen tóxicos en su vida. En definitiva, es esa gente cuyo ser parece el centro del universo, o el ombligo del mundo, como tituló Pérez de Ayala una novelita deliciosa y de buen leer. Pagué el café, malo de narices por cierto y salí a la calle dando vueltas a cómo acabar la cosa... Frente a mí, una de esas personas que están curtidas en mil batallas; le expliqué el caso y el trabajo que hacía y entonces me dio una pista: "a esas personas tóxicas, que antes llamábamos egoístas, lo mejor que uno puede hacer es tenerlas muy lejos, lo más lejos posible", dijo sonriendo, mientras se colocaba un cigarrillo en la comisura de los labios.