30 de mayo de 2016

Personas que callamos

Mientras el silencio de la noche se impone, me acompaña una suave música de fondo y el escaso sabor del whisky aguado desaparece, pienso en la conferencia que daré más tarde; el tema es sencillo: la poesía escrita por mujeres, pagan poco y mal pero el viaje merece la pena. Está claro si yo tengo musa y la gente, además, lo intuye, pero a veces pienso en Cristina, Rocío, Belén, Marta, Yolanda, Ana, Silvia, Carmen, Alicia... y me pregunto: ¿quién habrá detrás de sus poemas? Qué besos dados o no dados, abrazos, desengaños, rabias, gritos, gemidos, lágrimas, mensajes de amor habrá tras de sus versos. A veces sonrío cuando alguien hace pasar su obra por absolutamente inane, sin sentimientos: "es muy poco o nada autobiográfica", contestan delatando no decir verdad. Está claro que si es una novela policíaca, en la que muere hasta el apuntador, es verídico, que no veo yo a Philiph Kerr o Andrea Camilleri pegando tiros por ahí... Reconozco que pensar en alguien, tu alguien, es imposible abstraerlo de la realidad, de la literatura; como tampoco se crea un mundo literario protagonizado por mujeres sin tomar a una, al menos, como referente estético: del mismo modo las poetas tendrán sus musas. Reconozco que es en las noches de silencio o cuando ella no me habla cuando más pienso en eso, sinceramente; pero ahora me interrogo sobre otras autoras y sobre quién será el hombre o la mujer que inspira sus arrebatos poéticos, las metáforas, las imágenes, los anhelos, los mensajes universales que tanto sirven para ellas como para mí. Porque, sinceramente, en la vida hay aún poesía y en una mirada, en un roce o en un beso con lengua hay versos enteros...

23 de mayo de 2016

El lugar de la gente de la calle



Tomemos una copa, amigo”, me dice mi acompañante mientras cruzamos la calle de una gran ciudad bajo la crisis. En la terraza hay una chica rubia que conozco de antes, pero que ya no me saluda; la acompaña una amiga o una novia, qué sé yo. Entramos y saludamos al grupo de parados de larga duración que toman un tercio, apoyados en la barra y a los que ya sólo les queda hablar de la Champions. La camarera, madre soltera, hace turnos de diez horas al precio de cuatro y, aún así, nos pone su mejor sonrisa. Hablamos de que Europa va a sancionar a España, mientras a nuestro lado un abuelo invita al nieto a una Fanta de naranja porque los padres andan pluriempleados para intentar salvar el piso y los muebles. Como alguien ve que soy yo el que entra con otra persona, me saluda y al preguntarle yo por la familia me dice que tiene dos hijos malviviendo en el extranjero: “les dio por estudiar ingeniería, más su máster y se tuvieron que ir porque aquí no los colocaban”, dice casi sollozando porque hace año y medio que no los ve. La chica morena que sonríe al niño desde lejos y que me resulta guapetona, es una interina a la que no llaman por los recortes pero que para no acabar loca sale todos los días a tomar un rioboos y desahogarse con su prima, enfermera a la que tampoco llaman, porque hay que ajustarse el cinturón. En un momento dado, por la ventana veo a un corrupto que coge un taxi que lo lleve al Aeropuerto, ya que con su tercer grado y sin devolver lo trincado se marcha de puente a Suiza. Como es habitual la cosa en los bares de España, me preguntan que quién me acompaña y les digo que no es Mariano, tampoco Pedro ni Albert ni mucho menos Pablo que ya no saben pronunciar c-a-l-l-e: “es mi viejo amigo el hastío”. Todos comentan que lo conocen bien, porque los cuatro jinetes del apocalipsis están más ocupados en ser imprescindibles como para conocer la España que deberían gobernar.

21 de mayo de 2016

La chica de la Puerta del Sol

Es evidente que ella tenía que ser yanqui: rubia, pantalón corto y chancletas, en mitad del Madrid turístico, muy cerca de la primavera. Eso no fue lo primero que me hizo recordar un pasado que cada vez se distancia más y que viví en Estados Unidos, sino que cuando quise recordar y recrearme en aquel invierno, la mujer se volvió y gritó mi nombre, en plena Puerta del Sol. Si uno tiene un nombre común, en el primer segundo no se gira, pero si cuando ella corre hacia ti, te mira y te dice "tú fuiste mi profe, ¿te acuerdas?" no lo haces, tienes un problema. Hay otra cosa que distancia el recuerdo de la realidad: entonces ella tenía veintiuno y tú veinticuatro, aunque ahora ha pasado el tiempo y ella te sigue mirando como entonces. Intercambias un teléfono, un cómo-estás-ya-nos-veremos-estos-días tuyos de Madrid y te marchas con la amargura de las prisas y el deseo de quedar si es posible. Te llama, vuelve como aquella vez en aquella Universidad de Nueva Inglaterra cuando la invitaste, habláis, como entonces, tienes la necesidad de decir lo que la vuelta a España no te dejó y, no obstante, no lo haces. No, ya no; no es necesario ya: su vida, su trabajo, su futuro... y el tuyo. Pero eso sí, se equivocan esos alumnos de hoy que casi te juraron que no volverían a ver a sus colegas franceses de intercambio, porque quizás la Puerta del Sol y la chica y tú sólo seáis un ejemplo de que algunas cosas suceden después que juraste que no pasarían jamás. 

18 de mayo de 2016

Cansancio político



Hace tiempo que no opino por escrito, aunque no voy a cansar. Entra uno en un bar y oye: “Yo no voto, son todos iguales”; “Van todos a lo mismo”; “Se va a repetir lo del 20-D”; “No sirve de nada, si ni siquiera se ponen de acuerdo”. Salvo esto último, lo demás es un irracional atentado contra la esencia de una democracia pero, sinceramente, la gente está hasta las narices. Nos vienen con la dificultad, con la aritmética, con la fragmentación, con ‘lo irreconciliable’ y con ello otras irracionalidades atentatorias contra los más elementales principios de una democracia: “Tengo que ser yo”; “Si usted se reúne con ese, a mí ni me llame”; “Pido su apoyo, pero en mi Gobierno usted no entra”; “Yo apoyo a su partido si usted se va”. Cosas así como de pensar “joder en qué manos estamos con cuarenta y siete millones que somos” y el caso es que yo recuerdo que en la II República, tanto el bienio de izquierdas como el de derechas, implicaron coaliciones de hasta cuatro y cinco partidos, teniendo comprobado que Izquierda Republicana (Azaña) los días impares poco tenía que ver con el PSOE de Indalecio Prieto o Gil Robles (CEDA), católico, menos con Lerroux, que pedía asaltar conventos en 1909; ya en guerra en el gobierno republicano hubo hasta sindicatos anarquistas. Franco, aunque no lo parezca, hizo malabares con falangistas, militares, católicos y monárquicos y la Lliga catalana y españolista estuvo con la monarquía (1931) cuando todo el mundo se acostó monárquico pero se levantó republicano. Así que no me cuenten ahora películas de dificultades e imposibles, que en el exilio don Juan, los socialistas de Prieto y los cristianodemócratas pactaron en Múnich (1962). Ahora reivindican todos a Adolfo Suárez, pero no lo imitan y se olvidan de que había que tener ganas de hacer cosas para sentarse UCD, AP, PSOE y PCE, PNV y CiU en La Moncloa o donde fuera. Claro que, entonces, todos los citados además del apego al poder ─humano o uno no se mete─ tenían ganas de hacer cosas: había menos egos, ombligos del mundo, imprescindibles ─los cementerios están llenos de imprescindibles─ y querían hacer cosas. Como se repita el 26-J, espectáculo lamentable incluido, creo que debemos pensar en tomar las riendas del sentir social los que creamos opinión porque, guste o no, será cosa de 3 partidos y como España no se merece semejante tontería de dimes y diretes, hace falta gobierno, sobran ideas de libro y se necesitan soluciones de calle habrá que echar a sus señorías y sustituirlas por otras, menos imprescindibles y más útiles.

14 de mayo de 2016

Autoras de poesía

Además de algunas antologías recientes, varios trabajos periodísticos -uno de ellos en TintaLibre firmado por Marta Semitiel- inciden en el valor estético de la poesía escrita por mujeres. Además, ABC cultural recoge hoy una muestra de trabajos y reivindicaciones de un canon poético que no sólo busca la igualdad, sino también el enriquecimiento de voces (de calidad) en nuestra Literatura actual. En 2005 yo mismo comencé con ese presupuesto -materializado en varios artículos y una antología en ciernes- rastreando voces y obras no siempre valoradas pero sí conocidas, algunas de las cuales con el tiempo han ido ganando presencia editorial. Generar ese canon, nombrar voces, reivindicar obras o poemas muy concretos, a veces me ha servido para recibir críticas por los olvidos; críticas que, no obstante, son constructivas, porque muchas veces los cánones son muy personales: en mi caso no faltan Ana Merino, Marta Agudo, Yolanda Castaño, Ana Gorría, Gracia Iglesias, Vanesa Pérez-Sauquillo o Carmen Jodra, entre otras muchas. Otras veces los cánones son algo fragmentarios, ya que el crítico no siempre está al día al 100% o algunas obras están aún inéditas (Belén Olavarría, Carmen Crespo, Rocío Rojas-Marcos) pero eso no resta el valor de unas letras que, a diferencia de otras épocas, últimamente ganan personalidad (en el yo y desde el yo poético) o que dicen de un modo que el lector se reconoce en el tema o en el verso concreto, algo que he comprobado cuando sirve de estado del Whatsapp, Facebook, Twitter o lo que sea en los adolescentes que los leen y que son más de los que están y se esperan. Creo, además, que muchas veces la crítica -y me incluyo- ha dejado de lado muchas voces o no ha sido todo lo abarcadora que debería por falta de tiempo o por desconocimiento; trabajos recientes (Marta López Vilar, Luna Miguel) vienen a reivindicar lo que es literariamente justo. Más allá de magníficas voces como las de Julia Uceda, Juana Castro o María Victoria Atencia hay que atender a otras muchas que han venido después y no siempre han sido tratadas en su magnitud (Ana Rosetti, Almudena Guzmán) y todas en su conjunto, estilo, época y temática dan nombre y fuerza a la poesía actual. Digan lo que digan esas otras voces extemporáneas que, alguna vez, menosprecian tan magníficas estéticas. 

5 de mayo de 2016

La chica de la Biblioteca



Algunas tardes la veo en la sala de la Biblioteca... Ella, con su carpeta y la melena larga, va todos los días; me dicen otras voces que es trabajadora y muy constante, no lo sé, únicamente la veo, la miro, observo su mirada al frente memorizando letras, a veces frases algo complejas de sintaxis o de filosofía, ella sabrá. Sus manos al escribir esos endiablados apuntes de Literatura. Me sonríe desde el día en que se dio cuenta de que también yo voy, se ha acostumbrado a mi presencia; algunas tardes llega tras de mí ─de nosotros, pues no voy sólo─ y elige el pupitre contiguo. Fuma, lo sé por sus salidas; creo, incluso, que tiene novio por tanta visita al whatsapp. Caí en la cuenta de que no está sola, de que la acompaña su generación: la chica que se toma cientos de selfies cada semana; la chica que viste ceñidísima y apenas se queda una hora; el grupito de habladoras; la que se lleva el ordenador… caigo ahora en la cuenta de que no van los chicos y eso que algunos hay, pero somos de otra dimensión (antes decíamos generación). El caso es que empecé a agobiarme por tanta juventud, con el divino tesoro de reír por nada concreto… hasta que empezaron a saludarme, a sonreír conmigo, a preguntarme dudas, a preguntarme inconfesables… y comprendí que la edad es cosa de la mente, menos los días pares, en que Hacienda te llama por tu DNI.

1 de mayo de 2016

Mensajes sin respuesta

Desde el autobús, camino de Madrid, observé una pintada en una pared desvencijada: "Un mensaje que no te responde ya es una respuesta". Al principio no le di importancia, hasta que caí en que esta filosofía callejera nace de la experiencia. Supongo que existe gente que no tiene segundos para responder; otras personas, sencillamente no creerán que lo que tú les dices deba ser valorado como lo que les dicen otros de su entorno; es posible, medito, que haya quien deduzca que el no responder llevará al silencio y, más tarde, el tiempo te sumirá en el olvido. Egos hay muchos, sí señor. Claro está que hay gente que tiene amigos de primera, de segunda o de quinta, por ejemplo: así, a los del primer grupo les responderán ipso facto -en vulgar romance, cagando leches- y a los del último ni les prestarán atención. Este mal que han llevado a cabo el whatsapp, facebook y twitter al mismo tiempo deja para otro día que no lluevan los sentimientos. Hay gente que no contesta por norma, salvo que te necesite, que entonces bombardeará tu móvil cagando leches -el interés, ya se sabe-; otras personas te dirán mil cosas como que no suelen constestar(te), pero siempre descubrirás que a otra gente sí les contestan, lo que viene a conocerse por el boca a boca, que todo lo dice y nada calla. Muy mal has debido hacerlo con una persona para que no responda o no quiera hacerlo o poco debe valorarte esa persona para relegarte a la indiferencia, que es el peor de los desprecios... o quizás lo has hecho muy bien. La cosa debe estar muy extendida porque llegando el autobús a Madrid, en Barajas, había otra similar: "Si no te responde, ya es la respuesta". Supongo que es humano que la gente esté sólo para quien quiere estar, así como sin mirar que en el mundo todo fluye y lo mismo lo que se va debe volver y lo que se queda hay que echarlo a patadas. Nada, cosas mías; déjenlo ustedes. El caso es que al bajar, en Avenida de América, decidí seguir mi camino: con peor o mejor gana, con mayor o menor implicación, con más cariño o menos yo seguiré respondiendo porque, total, detrás del móvil hay aún un ser humano y a mí aún me quedan sentimientos por repartir.