27 de diciembre de 2009

Lope vs. Góngora



Lope de Vega vs. Góngora. Se dice que el madrileño en cierto modo admiraba, al principio, al granadino, pero que la cosa se enconó por el culteranista y los discípulos de ambos. Me apasiona firmemente la vida del Fénix de los Ingenios, de aquel poeta, soldado, amante, padre, secretario y leal que vivió apasionadamente su vida y la llevó hasta límites que le sirvieron para ser amado y odiado al mismo tiempo.



Tampoco es más negativa o distinta la vida de Luis de Góngora, inteligente, vividor (dicen que una vez se jugó a los naipes el cepillo de una iglesia) y agudo. La Historia de ambos se ha hecho así: admiramos lo que leemos, lo que sabemos, pero los defectos los conocemos por la poesía mágica e ingeniosa que el uno utilizó contra el otro. Yo, hay día que no sé si soy lopista o gongorino, pero por lo menos admiro a ambos.

21 de diciembre de 2009

Anatomía de un instante... de 1981


Leo a Javier Cercas este día de lluvia. Su medio ensayo-medio novela sobre el 23-F, en donde destripa, sin rubor alguno y con magnífica documentación, y criterio, el pormenor de aquella tarde que hubiera cambiado nuestra democracia y destripa, que es más importante, los años previos. Dijo en abril el autor de “Soldados de Salamina” que el Rey se colgó la medalla aquel día, o hemos querido colgársela, pero ahí está esa instantánea, otra, de aquella tarde de 1981: el general Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente del gobierno, enfrentándose a los golpistas y el aún presidente del gobierno, Adolfo Suárez, mediando. Los que no estaban, los que andaban en el suelo, los que vacilaron, los que querían la dimisión de Suárez, los que le hicieron la vida imposible en el gobierno, los que quieren escribir otras cosas “o no estaban allí o no se les esperaba”. Bien por Javier Cercas y su ensayo: “Anatomía de un instante”. Aquí os dejo este otro instante al que le debemos la democracia y los dos hombres que de verdad deben tener la medalla de aquel día.

28 de noviembre de 2009

Irse de juerga...


Hoy, como cualquier otro día de cualquier otro fin de semana, la gente se va a "ir de juerga"; lo cual, bien o mal visto, pues es cosa de cada uno (y cada uno es cada uno). Lo malo del caso es cuando la gente se pasa y, especialmente, cuando la gente que se pasa es menor de edad... Que pasarlo bien e, incluso, tomarse unas copas "e vero", pero pasarse ya no es bueno.
Ya os diré por qué escribo esto...

25 de noviembre de 2009

El relevo... por esos jóvenes

Puede ser que, en el fondo, tengamos algo de futuro... He llegado a esta conclusión repitiéndome muchas veces la frase de la poeta Ana Merino, “la educación puede redimir al mundo”. Uno echa un vistazo a las aulas y se da cuenta de que, en el fondo, hay nombres que van a salir adelante; gente que en cosa de quince o veinte años va a tomar el relevo de la situación y somos nosotros, los maestros, los que debemos prepararlos para ello; y, sobre todo, los que debemos prevenirlos de los políticos.

19 de noviembre de 2009

Espiar al profesor...


Bueno, ahora hay gente que, mientras hace un ejercicio sobre un escritor, entra en la página blog del profesor de Lengua y se la lee. Lo que más me gusta de todo eso es que la gente ha utilizado su ingenio para, con pocos datos, llegar hasta la página del profesor. A ver si ahora la gente se anima y escribe algo tan bueno que el profesor juzgue que merece la pena que se cuelgue en esta página web.

7 de noviembre de 2009

La poesía de... Leer a Yolanda Castaño


Nota a priori: “Profundidad de campo”, Visor, Madrid, 2009. 10 euracos.
Últimamente voy a remolque de todo y yo lo achaco al Otoño atípico de la meseta que tan mal me está sentando en 2009. El caso es que la edición de “Profundidad de campo”, de Yolanda Castaño, en Visor, está en las librerías y ayer la compré en La Casa del Libro de Gran Vía, unos minutos antes de la atípica y multitudinaria presentación de uno de los libros de Ediciones Irreverentes, la editorial del genial Miguel Ángel de Rus. El caso es que llego tarde a echar un vistazo al poemario bilingüe de Yolanda, ya que en algunos otros blogs hace días que se hicieron eco de él e incluso le dieron fecha precisa a este libro: 2007 (en el mío pone 2009).

Ya lo sabe bien Gracia Iglesias: últimamente llego tarde, mal y nunca a todo e, incluso, le provoco a ella que llegue tarde a sus citas. El caso es que esta poesía de “Profundidad de campo” me dice muchas cosas y me hace llegar muchos ecos de poesía urbana, de asuntos cotidianos, etc., que, personalmente tanto me gusta (probablemente por haberme empapado de la de Luis Alberto de Cuenca). Ya, de entrada, el poema “Reservado”, con el que se abre el poemario, es el que más me gusta de toda la obra de Yolanda que he leído hasta hoy. Lo que ocurre es que la interpretación de este libro de la poeta gallega ya la haré más adelante, a pesar de haberlo leído anoche y de haber tomado algunos apuntes más sobre él. La cosa está en que diga lo que diga siempre va a salir alguien que, presuntamente, es más listo que yo y que, presuntamente, sabe interpretar mejor que yo y que, presuntamente, los nombres que propone son mejores que los míos y que, presuntamente, se sabe mejor que yo las lenguas que se hablan en la Península Ibérica y que, presuntamente, ha leído bastante menos que yo pero que por saberse a Sartre de memoria (pongo por caso) es el culmen de la filología, la crítica y del acervo popular hispánico (juas).

Como ese ego tan grande que tengo está en hora bajas, yo a leer, que es muy constructivo, y a opinar cuanto menos mejor. Ya he captado el mensaje de que ser independiente en este país y decir lo que uno piensa, con corrección, sólo origina críticas y animadversiones. Allá cada cual…

(¡Vaya post más negativo me ha salido! A ver si después del puente y de los vértigos que sufro estoy más positivo).

24 de octubre de 2009

La traición o cambiar de chaqueta


Define el Diccionario de la RAE, en la acepción 9ª, la palabra “cambiar” como ‘modificarse la apariencia, condición o comportamiento. Ej.: Ha cambiado el viento. Ha cambiado el tiempo’. Bien, eso, de forma intransitiva, también se aplica a los que ‘cambian de chaqueta’. Tómese el caso para aquellos que cambian de opinión o idea según les acomode, según sople el viento o según lo que piensen cada vez que se introducen en el baño.

España es un país de gente cambiante, no lo podemos negar; sobre todo en gente que conoces que es voluble y, además, ese ‘cambiarse de chaqueta’ no se sucede por haber variado el punto de vista de una cuestión, algo que sería legítimo, sino que se produce por una necesidad morbosa de congraciarse con el poder (generalmente político). También, en mi opinión, es un residuo de una pobreza intelectual implacable.

Según pasa el tiempo analizo que ha habido mucha gente que me ha decepcionado, no porque creyera en ella o porque estuvieran en mi órbita ideológica, no; me han decepcionado porque he tenido que entender su punto de vista en un determinado momento y justo el contrario poco después. O a gente que ‘no podía ni ver en pintura artística grafitera’ a determinada persona y, al poco, se sentaban juntos a comer. Aquellas palabras de denuesto se cambian ahora por palabras de elogio, vaya Usted a saber con qué fin o con qué segunda intención. El que cambia sigue siendo el mismo y el otro también. Los romanos, para este caso, tenían una frase genial que el cónsul Servilio Cepión dijo a los traidores a Viriato: “Roma no paga a traidores” (Roma proditoribus non praemia solvit). Una frase bastante buena e ilustrativa.

Allá aquellos que se ‘cambian de chaqueta’ y con ello traicionan su propio punto de partida y a los que partieron con ellos. Dice también un refrán que “no hay mal que, por bien, no venga”. Yo siempre he sido ‘políticamente incorrecto’, pero jamás he cambiado de bandera.

10 de octubre de 2009

La poesía de... Yolanda Castaño: apuntes sobre Y. C.


He puesto hoy el punto final a un corto ensayo sobre la poesía de Yolanda Castaño que tenía aplazado desde 2005 y que retomé este verano. Se trata de unos apuntes sobre su poesía que no sé si servirán realmente para alguien más que para otros filólogos (y para otros poetas que lo mirarán con detenimiento para sacarle faltas, como esas dos harpías que por Internet me pusieron a parir diciendo que escribía tonterías al hablar de Ana Gorría, Ana Merino, Vanesa Pérez-Sauquillo, Estíbaliz Espinosa, etc. -de 54 nombres, decían, sólo era buena poeta una-), toda vez que no soy, precisamente, un crítico afamado; pero también podría defenderme incidiendo en que no adolezco de favoritismo alguno hacia la poeta gallega, pues no la conozco personalmente ni mi trato con ella es frecuente; algo que, para este ensayo, genera imparcialidad. Confieso, eso sí, que alguna nota crítica de verdad, en la línea de la pura acepción del término, aparece, lo cual tampoco es preocupante para la poeta: es más importante ser lector suyo y sincero a pertenecer a la casta de aduladores que todo autor literario tiene. No se ha tratado de escribir un elogio, sino un estudio.

He escrito unos apuntes bajo la canícula madrileña del verano y la incertidumbre pertinaz del otoño y me he tenido que pertrechar de los volúmenes en gallego en aras (y creo que se lo debía a la poeta) de una segunda lectura de sus obras más esmerada, más crítica, más madura y más intensa. Cuando me divorcie (literariamente) de Yolanda Castaño le pienso legar un buen legajo de papeles pintarrajeados, anotados y dibujados de sus versos fotocopiados de extranjis.

Traigo todo esto a colación porque mientras escribía el ensayo (que aún no tiene título) he descubierto de nuevo a la poeta, como en el final de los años noventa, mediada mi carrera, más o menos por el tiempo en que Carmen Jodra y yo asistíamos en las aulas de la Autónoma de Madrid a clase de Latín Vulgar (por cierto, aulas que estrenó Luis Alberto de Cuenca con la primera promoción de la citada Universidad). Reconozco que es una mujer muy activa culturalmente, generando una presencia poética en muchos y muy diversos foros y que, además, ha adquirido un compromiso puro con la lengua gallega. Bien, en mitad de ese tiempo mío de estudio le han pasado cosas que han salido en la prensa y de las que espero se haya repuesto. Yolanda Castaño (y esto sí es un elogio) es, en el fondo, tan misteriosa como la protagonista de El halcón maltés de Dashiell Hammet: no la conoces hasta el final.

Tengo mis filias y mis fobias literarias, como buen filólogo y si no fuera así no sería yo mismo. No me separo de la poesía de Karina Sacerdote, de Lauren Mendinueta, de Gracia Iglesias o de Izaskun Gracia, por decir algunas, pero tampoco de la poesía de Yolanda Castaño aunque una vez me enviaran una carta afeándome que trabajara sobre ella porque escribe en gallego, como si mi título universitario y mi doctorado no contemplara Galicia o Hispanoamérica, por decir algo. Tengo mis fobias, denominadas Gabriel García Márquez y Paulo Coelho, aunque es posible que me retracte en unos años, cuando deje de ser canalla y se estabilice mi hipertensión arterial que atiza leer el periódico todas las mañanas.

Bueno, pues ello, que he terminado el ensayo. Quizás lo titule “Apuntes sobre Yolanda Castaño”, como hicieron los alumnos de Ferdinand de Saussure a principios del siglo XX. Ya veremos.

12 de septiembre de 2009

La rencorosa del rencor rencoroso


Bueno, pues sí, seguro que la conocéis: es la rencorosa. Ella es esa persona ‘in’, ‘fashion’ por naturaleza propia e intrínseca, pero con una tierna solicitud: ‘o estás con ella o estás contra ella’. Principalmente eso; no le valen medias tintas (que no escriben habitualmente) sino que rechaza lo que no comprende, fundamentalmente. Sus amigas son las ‘harpías’, esas dos o tres damas de la sociedad que se creen el centro del Universo: aquellas que Sherlock Holmes hubiera rechazado porque no son del tipo de su añorada mujer de “Escándalo en Bohemia”, by Dr. Watson. Ella considera que un error de otro es una ofensa, que no ser como ella dice o quiere o suscita o piensa o le da la gana es ‘ir contra ella’, porque ella es el ombligo del mundo, el puto y perfecto ombligo del mundo, la diosa universal, la amiga de las ‘harpías’ a la que ignoran menosprecian y no cuentan con ella, pero es ‘in’, y el común no es ‘in’, no aporta nada. ¡Uf! ¡Qué dolor! Quizá esta noche se vaya a Pozuelo de Alarcón, Madrid, España, y monte una barricada de niñas pijas con las ‘harpías’ y diga que es lo guay, lo perfecto… “que al vulgo hay que darle gusto” y hasta es posible que se baje la ropa interior y nos dé el espectáculo. (Ahora prueben a escribir esto en masculino singular y saldrá el relato del ‘rencoroso’).

5 de septiembre de 2009

Philip Kerr


El escritor Philip Kerr ha obtenido el III Premio Internacional de Novela Negra. Reconozco que es uno de los mejores escritores dentro del género; reconozco que es un escritor discreto que ha sabido trazar una excelente pentalogía interpretada por el policía Bernie Gunther desde los peores y más fuertes momentos de la Alemania nazi hasta la Argentina de Juan Domingo Perón. Todos los géneros tienen su mérito y su demérito y, en este caso, el premio de RBA para el escritor nacido en Edimburgo es merecido. Os recomiendo, no obstante la pentalogía completa, publicada en español por RBA (los tres primeros tomos en bolsillo a 9 euros) bajo el título genérico de “Berlín noir”.

31 de agosto de 2009

'Terapia intensiva', de Karina Sacerdote


Anteayer sabado se presentó en Buenos Aires el poemario “Terapia intensiva” de la poeta Karina Sacerdote. Terapia intensiva es uno de los más interesantes poemarios que he tenido entre mis manos y no por ser nuevo en el panorama de las letras en español deja de ser viejo por el cierto sabor a trabajo bien hecho al que nos tiene acostumbrado la poeta que firma cada uno de los versos que se van a leer en el libro. Karina Sacerdote sabe decir y sabe que cada palabra dice aquello que el poema exige; pero el decir poético no es vano, se trata de comprender que el ars poética de nuestra autora es un medio adecuado de calibrar la calidad humana que lleva dentro la escritora que descubrí como lector en 2006; es la posibilidad de tener un “compromiso estético con la Humanidad”, como dice la española Ana Merino, y la Humanidad completa está en cada ritmo poético de Karina Sacerdote. Terapia intensiva tiene el tono azul que el decir confiere a cada palabra de este poemario.

24 de agosto de 2009

'La vocación suspendida', de Lauren Mendinueta


Lauren Mendinueta es una de las mejores voces poéticas actuales en lengua castellana. Ahora, su último poemario, “La vocación suspendida”, tiene una nueva edición en Hispanoamérica. El poeta Jon Juaristi prologó la edición española, del que os brindo los siguientes fragmentos.

Sorprende, en efecto, la economía de la metáfora en la poesía de Lauren. Como en el caso de otros poetas colombianos (y pienso, ante todo, en el gran Álvaro Mutis), la huida del barroquismo y, en general, de la oscuridad conceptual propiciada por un siglo de vanguardismo y experimentación, denota, según intuyo, un parentesco estrecho con la poesía cultivada a este lado del Atlántico por las últimas generaciones españolas, influidas, desde los años cincuenta, por los maestros del modernismo inglés (Eliot, Auden, Larkin), y hostiles, por tanto, a la desmesurada retórica de las corrientes rupturales que medraron en Latinoamérica desde los años de esplendor del surrealismo. En Lauren Mendinueta, las metáforas se limitan a las mínimas necesarias para mantener en funcionamiento un dispositivo de introspección puesto al servicio de la reconstrucción literaria del sentimiento amoroso, todo ello conseguido con una sorprendente eficacia psicológica que facilita en el lector la identificación y el reconocimiento. Los varios efectos del amor, toda la gama desplegada en la famosa enumeración del soneto de Lope, están presentes en esta poesía escueta, caracterizada por dos experiencias fundamentales: la ausencia y la esperanza.

La vocación suspendida es un poemario orgánico, cerrado, completo: una teoría del “dolorido sentir”, tensa hasta el desgarramiento y, a la vez, contenida. Lo suficientemente contenida como para permitir una lectura analítica y serena, que no es poca virtud y maestría. Lauren Mendinueta se revela aquí como una de las voces más individualizadas de su generación. Una voz extraordinariamente madura, dueña de sus recursos, que ha sabido edificar una tradición a su medida, sin dejarse dominar por ella, sometiéndola a lo que debiera ser el proyecto de todo poeta auténtico: la creación de un personaje dotado de una vida moral autónoma. En la obra de esta joven autora latinoamericana, con una evidente vocación universal –no ya suspendida, sino activada por su residencia lisboeta-, se encuentran algunas de las claves de lo que será la mejor lírica del siglo XXI, en el que la poesía renueva su vigencia ancestral. El Premio de Poesía “Martín García Ramos” se honra con su presencia en la nómina de los galardonados con una distinción que Lauren ha contribuido decisivamente a acreditar en ambas orillas del Atlántico, donde nuestra lengua común mantiene su prestigio merecido de ser materia, cauce y albergue de una de las literaturas mayores de la humanidad.

4 de agosto de 2009

La nueva novísima poesía española


Es literariamente normal que en cada época de la Historia surjan nuevos movimientos literarios y, por analogía, nuevos nombres que actúan como agentes de esas letras. Por tanto, en el género de la poesía esa obviedad es consustancial al paso del tiempo. El trabajo de los críticos, a partir de ahí, es establecer los parámetros y la estética que impera en cada momento y, como argumento exegético, establecer una teoría de la nueva literatura, de la nueva poesía. Esa tarea crítica es compleja y muy polémica, puesto que los puntos de vista entre los propios críticos siempre van a resultar diferentes en función del método de investigación empleado, de los nombres escogidos y de las lecturas y los textos seleccionados. La poesía del siglo XXI no está en crisis, como se viene diciendo desde hace algunos años, y se ha reafirmado en nuevos nombres que nacieron para el género en la pasada década de 1990 y que se han desarrollado literariamente desde entonces. Del mismo modo ha sido y es complejo establecer una teoría generacional sobre la nueva poesía, fundamentalmente por dos motivos: que el poeta nunca es consciente o consecuente de pertenecer a un determinado grupo literario, independientemente de su relación directa o mediática con otros coetáneos y porque en la estética actual hay parámetros similares entre poetas (léase la denominada Generación Poética del 2000) pero al mismo tiempo hay rasgos estéticos muy particulares de los poetas que dificultan cerrar una nómina unificada y estática como pudieron ser antaño la de 1927 o la de 1936. No me deshago de lo estudiado ni de lo escrito con anterioridad ni me contradigo, simplemente sostengo que la teoría estética sobre la nueva poesía española que he intentado establecer requiere de nuevos estudios, de nuevas lecturas y de que el paso del tiempo configure una poesía más amplia cuantitativamente y, siguiendo la inercia actual, cualitativamente. Aún queda un tomo de la Historia de la Literatura Española actual por escribir y todos somos agentes y partícipes en ello.





Como profesor de literatura y como crítico literario; ambas actividades complejas pero complementarias, he intentado realizar un estudio abierto, vívido, sobre la poesía actual, partiendo originariamente de la lectura, en los años noventa, de la poesía de Ana Merino y de Yolanda Castaño; poetas a las que descubrí por casualidad en los anaqueles de ciertas librerías madrileñas, coexistiendo con los nuevos novísimos de los años setenta y otros poetas posteriores. Creo que hay parámetros suficientes para hablar filológicamente de la Generación del 2000, pero también considero que debe pasar un cierto tiempo (alrededor de unos diez o quince años más) para poder configurar una teoría de la estética actual y un canon que acompañe los datos teóricos que el crítico proporcione a la Historia de la Literatura Española contemporánea. Añadida a todo ello irá siempre la crítica hacia el crítico por parte de los demás profesores y estudiosos de la poesía del siglo XXI.

Hay que reconocer que si bien Internet ha sido un medio de comunicación esencial para la transmisión de la nueva novísima poesía y de algunos de los estudios sobre los poetas actuales, también ha sido foco de censuras hacia ciertos poetas, ciertos críticos y, sobre todo, hacia ciertos estudios, añadiendo a ello el poco significativo intelectualismo que hay en las censuras anónimas. La realidad lingüística española, en la que conviven poetas en varias lenguas (castellano, catalán, gallego y eusquera), enriquece sin duda el panorama poético actual. Más allá incluso de poesía novísima podríamos hablar de una poesía más intelectual que convive en un mismo poeta que escribe en dos lenguas vivas y que, por tanto, llega al lector en su lengua vernácula. Las críticas que establecen que ciertas poetas que se han estudiado con anterioridad no deberían formar parte de los cánones por el principio de la realidad lingüística me parecen considerablemente integristas y poco realistas. Un conjunto amplio de poetas de ambos lados del Océano Atlántico que escriben hoy con temas de hoy y en la realidad de hoy, no puede obviar, por ejemplo, las voces poéticas de Yolanda Castaño o de Izaskun Gracia si en algún momento construyen un poema o un poemario en gallego o en vasco. Si nos ciñéramos a esos estudios, sin duda partidarios y parciales (y que existen en toda intelectualidad, impulse la lengua que impulse), deberíamos así mismo eliminar de los estudios de enseñanza media y universitarios los epígrafes y marbetes de “literatura en otras lenguas peninsulares” o “literatura española en otras lenguas peninsulares” o, incluso, obviar la poesía hispanoamericana que recoge términos lingüísticos precolombinos y que forman parte de la cultura popular de aquellos países. Lo más importante para la teoría literaria de la poesía española actual no es el politiqueo, sino la fijación de una estética y de un canon en función de la realidad social que envuelve a los poetas.

Hay estéticas realmente singulares en la razón de ser de la poesía española actual y esta es una opinión personal que sé es discutible, pero que se cimenta en lecturas propias, reiteradas y a veces paralelas que me llevan a considerar que hay poemas y poemarios necesarios en la nueva poesía, no todos de un mismo poeta y no todos de una misma temática. En los poemarios de Ana Merino (Madrid, 1971) hay un conglomerado de temas y de recursos literarios indiscutiblemente necesarios en el estudio de la nueva poesía e incluso la concesión a su poemario Preparativos para un viaje del Premio Adonáis 1994 marca un hito generacional (tenía 23 años cuando obtuvo el galardón) en la poesía española posterior a la muerte del general Francisco Franco. Yolanda Castaño (Santiago de Compostela, 1977) constituye un excelente ejemplo de poeta bilingüe y, al mismo tiempo, rica en temas y parámetros estéticos, además de que ha sido evidente y consecuente su evolución desde la década pasada hasta nuestros días. Otros tres nombres acompañan aquellas lecturas iniciales respaldando la percepción teórica de la nueva poesía en detrimento de la lectura únicamente lúdica o personalista (asintiendo que esta última nunca ha existido con la banalidad que el término empleado expresa): Gracia Iglesias (Madrid, 1977), Lauren Mendinueta (Barranquilla, 1977) y Karina Sacerdote (Buenos Aires, 1971). No en vano pecaría de injusta la argumentación, sesgada, imprecisa y escasa si no se acompañaran las citadas poetas de Estíbaliz Espinosa, Izaskun Gracia, Ana Gorría, Vanesa Pérez-Sauquillo, Carmen Jodra, Juana Roggero, Marta López Vilar y Carmen Camacho, por ejemplo, entre una larga nómina que podría fácilmente llegar a incluir una cincuentena larga de poetas de ambos lados del Océano Atlántico.


¿Existe pues una renovación de la poesía española contemporánea? Sin lugar a dudas existe y el planteamiento anterior da cuenta inicial de ello.

26 de julio de 2009

Kamchatka


Ojalá nunca más algo así vuelva a suceder. Ojalá nunca nadie más tenga que huir o esconderse en su propio territorio. Ojalá nunca nadie deje de ver a sus padres porque alguien los hizo desaparecer. Ojalá.

12 de julio de 2009

A esta noche de verano


Sutilmente las noches de verano respiran magia; un hechizo indeleble que deja una huella ávida de alimentarse del presente, del instante, del momento; de la necesidad de ver, de saber, de sentir... No hay que dejar escape alguno: siempre hay que esperar algo del verano, porque es la estación de la fertilidad del ensueño, palabra que entroniza lo que hay con el sueño.

Ya lo dijo don Antonio Machado:
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.

9 de julio de 2009

Apellidos españoles

Desconozco la formulación y la derivación de los apellidos de otros países cuya lengua sea la inglesa, la francesa o la alemana, entre otras. En Lengua Castellana tendríamos que hablar de tres tipos primarios de formación de los apellidos desde el punto de vista lingüístico: 1) por derivación de nombres propios, 2) por asimilación de topónimos y 3) por adaptación de sustantivos o adjetivos. Respecto del primer caso sostenemos muchos filólogos que en la Edad Media y la Edad Moderna, al menos (dejando al margen cómo funcionaba la formación de patronímicos en épocas anteriores), lo fundamental era denominar al individuo por su nombre de pila (‘Martín’, ‘Sancho’, ‘Rodrigo’) y a sus descendientes se les nominaba en función del cabeza de familia, p. e.: “Mencía, hija de Rodrigo”. La Lengua Castellana, como he mantenido en ocasiones anteriores, tiende por inercia a la economía lingüística, del tal modo que la última frase que he citado “supone” una denominación larga fonéticamente, por lo que la derivación daría paso a que, en lo sucesivo, se dijese “Mencía de Rodrigo” o “Mencía Rodríguez” (el sufijo -ez de los apellidos españoles entendemos que viene a decir “de”) y de igual modo el resto de casos: ‘Sanchez’, ‘Martínez’, etc. La RAE, al respecto, es escueta y dice, en el diccionario, que es el “apellido que antiguamente se daba en España a hijos, formado del nombre de sus padres”. Esta denominación que se ha explicado afectaba generalmente a los miembros de familias aristocráticas (entendiendo por tales la realeza, la nobleza, el ejército y el alto clero), quedando el segundo caso que indicaba para familias inferiores. La asimilación de topónimos denominaba fácilmente a un ciudadano de un determinado lugar para distinguirlo del habitante de otro distinto pero con su mismo nombre, p. e.: “Juan de Segovia”, “Miguel de Madrid” (donde hoy queda “Juan Segovia” o “Miguel Madrid”); incluso esos topónimos eran menos concretos y hacían referencia a lugares del entorno, no únicamente del núcleo urbano, p. e.: “Lope de la Vega”, “José de la Sierra”. Las familias aristocráticas, para distinguirse entre sí, también formaban sus patronímicos con la unión de la derivación y la asimilación: “Rodríguez de Vera”, “Martínez de Castilla”, “Fernández de la Vega”, etc. La última de las formas de creación de patronímicos en lengua castellana es la adaptación como apellido de un sustantivo o adjetivo que se une al nombre propio, p. e.: “José Luis Moreno”, “Yolanda Castaño”, “Celia Blanco”, “Luis Herrero”, “José Hierro”… Los notables, del mismo modo que en la formulación anterior, también adaptaban su apellido a esta última modalidad con el fin de distinguirse de otros patricios, p. e.: “Ladrón de Guevara”, “Pérez-Pastor”, “Sánchez de las Brozas”, “García de la Concha”.

3 de julio de 2009

Que la vida te sonría

Buenos días. Hoy, de nuevo, como ayer, es verano. Hay que salir a la calle, caminar, vivir... Allí uno se encuentra con que el mundo gira, con que la vida transcurre con toda normalidad. Miles de noticias nos bombardean con cientos de aspectos diferentes. Incluso, del 1 de julio al 31 de agosto El Corte Inglés tiene a disposición de su público un gran surtido de rebajas. Los humanos tenemos la suerte de poder tomarnos un café bien cargado a la salud de los dioses. Y que nos robe el alma la vida, o al asalto una mirada de mujer fatal. Eso da igual. Se inicia el fin de semana.

Que la vida os sonría y el fin de semana sea una historia interminable en vuestras vidas.

Dile cosas bonitas a tu novia:
«Tienes un cuerpo de reloj de arena
y un alma de película de Hawks.»
Díselo muy bajito, con tus labios
pegados a su oreja, sin que nadie
pueda escuchar lo que le estás diciendo
(a saber, que sus piernas son cohetes
dirigidos al centro de la tierra,
o que sus senos son la madriguera
de un cangrejo de mar, o que su espalda
es plata viva) . Y cuando se lo crea
y comience a licuarse entre tus brazos,
no dudes ni un segundo:
bébetela.
(Luis Alberto de Cuenca).

30 de junio de 2009

"Atreverse o no atreverse"


No, no te atreves, siempre hay algo que lo impide. La sociedad tiene sus convenciones y tú no puedes soslayarlas. No, no te atrevas, posiblemente romperás la historia de otros pero nunca construirás la tuya. No, siempre hay alguien que te reconviene: que no lo hagas que es peor para ti. Siempre es lo peor para ti, nunca pienses en ti piensa en los otros hasta que tu vida se acabe del hastío y del fracaso. Mira en derredor cómo se construyen vidas y armonías, pero no te atrevas. Siempre hay algo que lo impide: no rompas el encanto del status quo porque lo pagarás caro. Dios o la sociedad te castigarán por romper el encanto. No, no te atrevas, mira cómo pasa el tiempo y cómo gira la Tierra en sus movimientos de Translación y de Rotación mientras tú te callas, agachas la cabeza y eres dócil. No, no te atrevas, siempre habrá alguien más atrevido que rompa aquello y tú debes mirarlo. O no, no es tu problemas, tú debes ser el primero, olvida las convenciones sociales, olvida España, olvida la timidez y da el salto: a lo mejor no sientes dolor cuando te rompas la crisma.

29 de junio de 2009

Pijas y Chonis


El otro día íbamos Amanda y yo por el centro comercial que nos acogía y le pedí que mirara a una muchacha; cuando la vio me dijo: “¡Anda!, pero si es una choni...”. Al poner cara de póquer, me siguió indicando: “Sí, hombre, esa es de las que va a la compra en chándal con tacones o sale de marcha con pantalones rosa”. Y ahí quedó todo. Amanda tiene veinte años, una alegría en el cuerpo que la vitaliza y ambos aprendemos del otro cuando nos ponemos filosóficos. Amanda tiene un novio al que su alegría y su vitalidad eclipsan. El caso es que en el gran Madrid habitan dos tipos de mujeres; tipos mayoritarios, por cierto: las pijas y las chonis. Las pijas son esas muchachas que, fundamentalmente, viven, transitan o trabajan en el barrio de Salamanca o las oficinas de AZCA. Las ves a las ocho y media y la vestimenta y el pintado te indican que se han pasado desde las seis de la mañana frente al espejo; hablan con cierto ademán fonético que todos conocéis y generalmente suelen buscar tres tipos de acompañantes: 1) ejecutivos de banca o alta empresa; 2) deportistas de elite; o 3) niños pijos de su misma estirpe. El segundo tipo que habita Madrid son las chonis, que también se pueden hallar en el barrio de Salamanca, lo mismo que hay pijas fuera del centro o en el resto de la Comunidad Autónoma. Las chonis, como bien dice Amanda, suelen aderezarse de piercings, vestimenta de gran calidad pero gusto incierto (pantalones rosas; pantalones blancos bajo los que se adivina el tanga negro, etc.) y también tienen su acento peculiar. Igualmente, se suelen acompañar de varios tipos de semejantes: 1) el macarra amenazador; 2) el portero de discoteca; o 3) un niño pijo (sí, así es...). El caso es que en verano, en plena calle de Goya y de tiendas, se ve de todo...

27 de junio de 2009

A Usted, que habita al Norte


A Usted. Es difícil explicar muchas cosas cuando son las palabras las que tienen que ‘decir’ de la poesía. Ante el libro abierto e indócil de Lauren Mendinueta, por ejemplo, o los versos del alma de Karina Sacerdote. Es complejo explicar qué sensación me produce hablar al teléfono con Gracia Iglesia o contemplar la expresividad de los ojos de Ana Gorría. Por ejemplo. Ella, Usted, viene del Norte. O va, o pasa, o transita, o recita. No lo sé. Aquella vez que escuché sus palabras detrás de la poesía en el Ateneo de Madrid supe que estaba ante alguien que no únicamente escribe poesía, sino que sabe cómo expresarla. Me turbó y decidí no acercarme a la poeta: mejor contemplar de lejos el nombre, como a Gerardo, o a Federico, o a Lope, o a... Recitar es difícil: como aquellos oradores de antaño, Castelar por ejemplo, que hablaban de corrido dos horas sin papeles. Cicerón fue uno de aquellos ingenieros de la oratoria, del ‘decir’. Ellas aprenden rápido. A Usted la descubrí primero, a finales de los noventa, principios del siglo XXI (como a Ana Merino, of course), pero no supe leerla hasta mucho más adelante. Eso da igual. Al menos leo, no como aquel catedrático de la Universidad de Murcia que se jactaba de no haber leído el Quijote. No soy su mejor ni su peor lector: soy de lo que dicen sus versos, o sus palabras, o lo que diga ese mensaje que transpira su verso. Soy un chico de provincias que lee poesía, como Miguel Hernández. Únicamente la he visto una vez en televisión: dos; la primera fue una eterna madrugada junto a Blanca Andreu... ¿Recuerda? Es una buena poeta; una gran poeta del amor, del erotismo, del sexo. Y de otras cosas. Pensé que era la única que rompía el erotismo hasta que supe de Marcela Collins y ella se explicó ante mí en el Café Tortoni de la Avenida de Mayo de Buenos Aires. Digo lo que leo, lo que veo, lo que me barrunto, lo que palpito. Justifico, luego no soy cínico: Usted y yo no compartimos muchas cosas; nos separa la meseta y la mirada entre sus ojos sentimentales y los míos canallas, pero yo la leo y la releo. Yo posiblemente soy un cabrón conservador, el puto verso suelto que da el ritmo al poema; el que sale a última hora. Sé que habita al Norte. ¡Si supiera la indignación que producen aquellos comentarios en Galicia que Usted ya sabe! Yo digo lo que creo que es: no adulo, escribo. Una vez alguien me recriminó que incorporara a una poeta en gallego en mis estudios castellanos y jamás contesté el impertinente e-mail. Quien no esté de acuerdo conmigo que me contradiga, pero Usted es ya imprescindible, es Literatura; yo no, y lo que venga... Seré franco y directo, es la mejor manera de hablar bien de la gente. La política obvió la gran poesía de Agustín de Foxá, la de Dionisio Ridruejo, la de León Felipe, la de... No me arrepiento del nombre de una poeta, del verso, de la palabra gallega trasmutada en castellana: Usted. Yo no importo, soy uno más; ni el mejor ni el peor lector, o crítico, o canalla, o vándalo, o filólogo. Aposté y gané. Que no piense en los maestros, en los críticos, en los académicos... en ese gremio que lo dice todo sin pronunciar nada. “Libro de la Egoísta” es un buen título. No es mejor consejero el que adula al que aconseja sino quien habla de veras. Usted es una buena poeta aunque yo lo diga. Buenas noches.

21 de junio de 2009

Poesía para el Verano



(Estos poemas van dedicados a ti, aunque no lo sepas, aunque no los sientas; en el eterno verano español, cuyo Sol parece de tu propiedad y tu cuerpo cobra altura y sombra de eterna melodía; con el dictado de estos ritmos y el silencio de tus palabras. Cuando el sentido es algo mayor y el calor nos hace eternamente jóvenes. Para ti...)

Verano.

Buenos Aires. Calle Santa Fe en el 900. Diciembre.
La casa abierta, respirando de noche,
todo apagado dentro.
Cielo, implacablemente estrellado, cuyo azul
de zafiro australiano se aleja,
por obra del aturdimiento luminoso que mandan
a los ojos los focos eléctricos.
De tiempo en tiempo, coches pasan,
en rectilíneos destinos.
En la acera de enfrente, una madre aparea
la obesidad de su flácido descanso
a las epidérmicas lasitudes de su hija,
que corre mano distraída sobre su muslo,
apenas suavizado por un batón rosa.
El reflejo de los focos se aplasta,
extendido contra el asfalto.
Caballito, caballito que llevas el fiacre vacío,
pareces un cuento,
infantil,
de madera
.
(Ricardo Güiraldes)


Verano.
Frutales
cargados.
Dorados
trigales…
Cristales
ahumados.
Quemados
jarales…
Umbría
sequía,
solano…
Paleta
completa:
verano.

(Manuel Machado)

8 de junio de 2009

E. H., el pintor favorito de Lauren Mendinueta...


Pues sí, querida Lauren Mendinueta, este pintor es uno de mis favoritos también (tienes un exquisito gusto, entre otra virtudes), qué pena que antes no recordara su nombre, pero este cuadro es su cumbre, reconocerás conmigo... Entre mis apetencias están el francés Henry Toulouse-Lautrec; Roy Liechestein y su “Mujer en el baño” del Museo Thyssen de Madrid; necesariamente Diego de Velásquez y El Greco; mi paisano Benjamín Palencia (tiene varias joyas en el desconocido Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid); el valenciano Sorolla y Matisse, que algo en común tienen; el ruso Kandinsky... Uff! Tantos que me perdería una vida entera en los museos. De hecho creo que el más universal arte, el más sublime y “el único” es la pintura. ¡Aquellos años que fui profesor de Arte e iba al Museo del Prado! Gracia Iglesias es otra enamorada del Arte.

Edward Hopper (Nyack, 22 de julio de 1882 - Nueva York, 15 de mayo de 1967) fue un famoso pintor estadounidense, célebre sobre todo por sus retratos de la soledad en la vida norteamericana contemporánea. Se le considera uno de los pintores de la Escuela Ashcan, que a través de Arshile Gorky llevó al “Expresionismo abstracto” posterior a la Segunda Guerra Mundial.

4 de junio de 2009

Esas poetas que me rodean...


La poesía es una ciencia. La poesía es la ciencia del decir lo que se siente con párpados de sueño y mirada enamorada, aun cuando duela. Tengo muchos amigos poetas; tengo más amigas poetas que otra cosa y cada poesía es un mundo distinto, quizá el mundo más claro sea el mundo azul de Karina Sacerdote, pero hay otros mundos como el mundo marrón de Gracia Iglesias que es una performance permanente. La sabiduría cobra fuerza en los brazos de Lauren Mendinueta, cuya voz fónica y cuya voz poética son dulzura en la presencia del símbolo o del epíteto. Juana Roggero me sorprendió por su timidez, pero cuyos versos porteños son de una arrolladora belleza. Me turba mucho la poesía de Yolanda Castaño, me turba su mirada y su puesta poética en escena: como aquel día en aquel hotel de Buenos Aires en que la vi ante las cámaras de Televisión de Galicia: se parece en algo a Juliette Lewis. Carmen Jodra compartió clases de latín vulgar conmigo en la Universidad Autónoma de la mano de Carmen Gallardo y era la muchacha más inteligente de nuestra promoción. El aeropuerto de Madrid-Barajas es el cómplice de mis encuentros con Jazmina Caballero, una chiquitita nicaragüense cuyos versos están teñidos de la proporción de la poesía clásica y que ahora creo que de nuevo anda por Elche. Tengo que recurrir más a menudo a la poesía, cuando miro o cuando observo o, simplemente, cuando el espíritu irredento del ser en primavera requiere del reposo monótono de la cadencia de los versos escritos de puño y letra de una generación portentosa, implacable, hermosa… Ana Merino, o Izaskun Gracia, o Estíbaliz Espinosa, o… Hay días que necesito oír la voz de Andrea Cabel o la de la desaparecida Úrsula Starke, para sentirlas vivas, para sentirlas cerca y no perderme necesariamente detrás de contoneo de las muchachas que pasean su hermosura y su dinero por el tradicional barrio de Salamanca.

1 de junio de 2009

La "Amarilis" de Lope de Vega vista por Antonio Sarabia

A pesar de la enorme variedad de títulos dentro del género ‘novela histórica’ y de la indecible cantidad de folletines dedicados a los templarios, visigodos, griales y nazis en nuestro intrigante país, de vez en cuando algún escritor se descuelga con una obra meritoria, aunque no por ello esté publicada bajo el sello de una gran editorial. Eso no es lo importante, añado. “Amarilis”, del escritor mexicano Antonio Sarabia, nos habla de la última esposa del gran Fénix de los Ingenios, o lo que es lo mismo, de Lope de Vega. Amarilis (en la vida real Marta de Nevares) ha resultado durante mucho tiempo, para los críticos y para los profesores de literatura, el amor más disciplinado y la mujer más apasionante del poeta y dramaturgo madrileño: el morbo de su muerte bajo la ceguera y la locura, amparada por un anciano sacerdote, escritor y creyente en el castigo divino hizo el resto. Sarabia se ha documentado y ha trazado una novela bajo la estela de la verosimilitud, terminando por indicarnos y mencionarnos lo real verdadero como fondo de la escritura. En esto es deudor de la esencia de la novela histórica nacida en los siglos XVI y XVII, que por parámetros impuestos debían glosar verdades como puños con protagonistas tomados de la Historia real del país y del momento narrados. Ese es el gran valor de este título y de este autor. A mí me descubrió la novela y el escritor la poeta colombiana Lauren Mendinueta y, como tengo por costumbre, seguí la pista a esa novela por las librerías madrileñas. Como crítico un poco incrédulo, con mis filias y fobias, tomé el título y el tema con precaución: no en vano he dedicado algunas decenas o centenas de mis horas de estudio al que fue secretario del duque de Sessa y del marqués de las Navas. La prosa de Sarabia viene a hacer el resto: no intrinca demasiado la subordinada ni se emplea en arrejuntar adjetivos de forma gratuita, sino que hace de la lengua un servicio real al tema planteado, con la armonía de saber disponer del ritmo con la fortuna de mantener al lector atento, algo elogiable. Leyendo “Amarilis” me vino a la cabeza “Al morir Don Quijote”, del excelente prosista Andrés Trapiello. Ambas vienen a recuperar bajo el tono narrativo de la ficción personajes a los que debemos mucho en la literatura en lengua castellana. Ambos, aún reales, posiblemente pudieron pasar por personajes de novela, lo que han visto estos autores y, singularmente, Antonio Sarabia. Hay días en que uno no sabe qué leer ante la variedad o el aburrimiento: bien, por 10 euros, que no son nada, Antonio Sarabia nos regala una gran novela.

26 de mayo de 2009

Rebelde crítica de la crítica

Hay que ser rebelde. Hoy iba a colgar un post con un poema que le prometí, por sms ayer, a una amiga; lo dejo para mañana... Ya hace unos días que me viene pasando por la cabeza la idea de criticar la crítica; considero que estamos siendo demasiado conformistas con todo y que alguien, en su conjunto social, tiene que empezar a decir las cosas con claridad. No en vano nos precedió una generación que salió a la calle en 1968 en París, en Praga, en México y cada una de las antecesoras de esta tuvo su propio momento culminante. La campaña electoral para las europeas está siendo ligth, entre el conformismo y el aburrimiento. Los partidos parecen agotados o, quizás, los partidos saben que lo que se les puede venir el 7-J encima es la abstención, que es como decir que el votante pasa de todo y de todos. De igual modo me pregunto si es de verdad escritor el que escribe cualquier libro, por mediocre o insulso que sea, o lo es el que de verdad reúne las características estéticas para serlo. Abundan en google y en wikipedia, por ejemplo, biografías de escritores que sacan a la luz los más variopintos títulos, ripios y estupideces que el crítico, como lector, no puede sino analizar como algo para pasar el tiempo y cobrar el estipendio que se ofrece por su escritura y que, como se sabe, no es más que el ejercicio de transmitir, sin emoción ni intención, lo mismo que le contaríamos a nuestro mejor amigo en una conversación telefónica. Conozco algunos de esos bohemios que por el hecho de haber escrito algún poema o libelo (que de esto hay mucho) se considera indicado para hacerse tarjetas de visita en las que dice ‘escritor’, como si el común que la coge pudiera llamar al escritor con la misma perentoria urgencia que al fontanero o al electricista. Tampoco voy a decir que el crítico sea el ser infalible de la filología, que en este apartado los hay arbitrarios y amiguistas que apenas se toman la profesión como una ciencia, la de la palabra escrita y su intención emotiva, sino que usan de la profesión para publicar o para conocer gente. En eso estoy hoy.

23 de mayo de 2009

Carta literaria a un amor imposible

Reflexión: Lo más difícil es expresar un amor imposible; quizás lo más complejo, psicológicamente, sea establecer cuando estás inmerso en un amor que no se puede sustanciar, un amor del que eres consciente que no se puede producir o que, en el momento de vivirlo hay que hacerlo en el más absoluto de los silencios y de los respetos. Sé que quien es destinataria de esta carta la va a leer y no necesariamente tiene que sorprenderse: es posible que su intuición femenina ya haya descubierto la realidad. En este caso lo que prima es la responsabilidad de que quien atrae, quien tiene cualidades en las que fijarse, quien está ahí en la distancia es alguien que está marcada más en la idealización, en la irrealidad que en la tangible sustentación del conocimiento. Es fácil amarla y odiarla, es fácil sentirse atraído y sentirse alejado, es fácil expresar amor o simplemente deseo, es fácil decirlo aquí, en la penumbra, indiferente al qué dirán, pero al fin y al cabo es una forma habitual, muy del siglo XXI, aquella que lleva a reconocer que, por ser algo imposible, atrae, satisface, eleva el ego.

Carta: Querida amiga: Hace mucho tiempo que te vengo queriendo en silencio; es un ejercicio banal, lo sé, porque no soy correspondido; me gusta todo de ti; me atraes física e intelectualmente; me dices mucho cuando me hablas o cuando me espías; te has convertido en una razón escondida a la que amar y por la que sentirse atraído. No te preocupes, que lo nuestro es imposible, pero es necesario que lo sepas: tan sólo para que algún día sumes mi nombre a aquellas personas que te han amado de verdad: ¿o no es amor renunciar a ti sin lucha?

Advertencia: Esta carta puede estar dirigida a cualquiera de las lectoras y participantes habituales de esta blog, os conozca o no personalmente; de igual manera puede no ir destinada a ninguna de vosotras: espero que me conozcáis lo suficiente como para establecer a quién va dirigida.

19 de mayo de 2009

Cuestiones del lenguaje


Siempre he sostenido, filológicamente, que el ‘decir’ del lenguaje, sin emoción, no tiene sentido; o lo que es lo mismo, el lenguaje se despersonaliza cuando no le ponemos intención. No será lo mismo indicar ‘te quiero’ pronunciado con pasión que un mero ‘te quiero’ con apatía. Las palabras deben ir acompañadas de la emoción del gesto y de la emoción del ‘decir’. Recientemente puse la radio y escuché varias frases sueltas: “lo ha fusilado con su disparo”, “le ha entregado un pase de la muerte”, entre otras. Creí que podía ser una radionovela o un documental radiofónico acerca de la guerra civil española o la segunda guerra mundial. No, se trataba de un partido de fútbol en el que el locutor quería expresar con “lo ha fusilado con su disparo” que el cancerbero había recibido un ‘golazo’. En el segundo caso venía a decir que el pase de pelota entre dos delanteros no podía tener otro final que un gol. ¿Entonces? Considero que esa emoción del lenguaje deportivo no puede conducir a otra cosa que a la violencia verbal porque, ¿cuántas veces no habremos oído en un partido de fútbol la expresión “mátalo” refiriéndose a que un defensa corte el avance de un delantero? El lenguaje deportivo se está sirviendo de terminología o semántica violenta para desgranar los compases de un partido y eso, que no necesariamente es pervertir el lenguaje, sí confunde a quienes no analizan el contexto del hablante. Se están realizando estudios sesudos sobre el lenguaje deportivo, que se pervierte, en ese caso sí, al castellanizar ‘orsay’ (off side) y no emplear “fuera de juego”, por ejemplo. En Hispanoamérica, por otro lado, se denomina a la prenda íntima ‘tanga’ con el determinante femenino, “la tanga”, imagino que por asociación de género entre la mayoría de quienes lo usan (mujeres) y el género de la propia palabra, femenino. En la Península decimos “el tanga”, masculinizándolo para proveerlo del genérico (también lo usan hombres) a través del determinante. ¿Con cual nos quedamos?

15 de mayo de 2009

Tener medida


Tener medida es algo necesario para todos los aspectos de la vida. Es necesario saber tener mesura para amar, por ejemplo, lo mismo que para odiar o para reír. Hay que saber ser consustancial a lo que es necesario y ponderado y a lo que no. Hay que saber medir las cosas: las palabras, las emociones, los rencores, el tiempo invertido en un propósito. Lo malo o lo bueno es que somos pasionales y tendemos a romper toda medida, a amar desbocadamente, a polemizar con ironía y tensión, a desear confundiendo la realidad con el deseo. Todo, absolutamente todo, lo hacemos sin medida y quizás por ello obtengamos unos días la gloria y otros el infierno.

14 de mayo de 2009

Secuestro y rescate

Amaneció como nunca antes en las últimas semanas. Salió de casa ese amanecer, con el sueño pegado detrás de sí, pero con la infinita esperanza de que todo le saliera bien; recordó algo y volvió sobre sus pasos y entonces cogió los mil dólares que había encima de la mesa de la entrada; todos inmaculados, no consecutivos. Pagaría el último plazo y se quedaría en paz consigo mismo: no se pueden tener cuentas con la mafia; esa gente siempre llama dos veces. Salió del garaje con total impunidad, a una velocidad no permitida; la ciudad se allanaba delante del automóvil, abriéndose un abanico de posibilidades por donde únicamente circulaban los taxis con los últimos borrachos de la noche. De repente, a la altura de la plaza de Cibeles, por la dirección contraria al Ayuntamiento, frenó en seco, produciendo el consabido pitido del conductor de atrás, quien casi se estrella contra él y por tanto se vio autorizado para sacar a relucir a su madre y a otros antepasados ya fallecidos. No concebía tener que pagar el último plazo del rescate de una mujer a la que conocía apenas hacía un mes; a quien conoció una noche y por la que ya había pagado 39.000 dólares más en varios plazos: todos seguidos, cada uno en una parte inmisericorde de la ciudad de Madrid; todos después de una sucesión de pruebas que bien podían ser fraudulentas; nadie podía asegurarle que no fuera una vulgar zorra que llevaba su parte en el botín; nadie podía atestiguarle que ella, como profesaba, le quería tanto. Él sí, él sólo la deseaba, porque la chica entre otras cosas sabía moverse bien en el ambiente de la noche. De todas formas el detective que le visitó le aconsejó que dejase todo en manos de quien sí sabía solventar los asuntos de la mafia búlgara, la mafia de la noche madrileña. El patético detective, un tipo casposo y miope; seguro que nunca había resuelto un asunto tal ni había visto una mujer como la suya. Paró en la calle Ferraz y aparcó discretamente, dirigiéndose después al Templo de Debod. Junto a la papelera de la entrada depositó los mil dólares y al ver cómo el mismo tipo de siempre los recogía se dirigió al punto convenido: la plaza de España. La rubia estaba allí, vestida con un generoso escote y medias de rejilla. Como la última noche que la vio. Efectivamente, no tenía cara de sufrimiento, por lo que era convenido actuar: sacó el arma y le disparó dos veces en la cabeza. A continuación, impasible, mientras un grupo de extraños se acercaba al cuerpo inerte de la mujer, él se fue con dirección Gran Vía, al metro. Volverían a verle los búlgaros...

9 de mayo de 2009

Tener un mal día

Hoy no es un buen día; todos tenemos derecho a tener un mal día, o lo que es lo mismo, a estar de mal humor. ¿Razones? Objetivas, obvias no hay, pero uno debe asumir que las cosas no siempre salen como se prevén sino como vienen y es que nos tienen acostumbrados a que el triunfo debe ser la tónica general, pero resulta que el fracaso es consustancial al hombre y del fracaso debemos aprender. ¡Qué le vamos a hacer! Es primavera y al menos la vista gana muchos puntos.

7 de mayo de 2009

Caer en el mismo error; o tropezar dos veces...

Caer en el mismo error o tropezar más de una vez en la misma piedra es algo frecuente en mi y, me barrunto, en mucha otra gente; creo que es consustancial al hombre. Si alguien te golpea una vez, es su problema; si ese alguien te golpea más de una vez, entonces el problema es tuyo. La solución a todo esto es sencilla, pero por norma común y general, no la practicamos. Todo ser humano se siente atraído, por diversas razones, por otros seres humanos; incluso se pueden establecer relaciones de dependencia que, a la larga, nunca aportan nada positivo. Yo, en muchas ocasiones, me he sentido atraído por gente que, consideré (o considero, no sé bien), me parecía que me aportaban muchas cosas por su intelectualidad o su forma de expresar ideas y razonamientos clarividentes o abstractos. Y en muchas ocasiones, igualmente, me equivoqué. Me equivoqué como el común porque dar más de una oportunidad a según y qué personas es establecer una relación de dependencia insana, como decía anteriormente; o lo que es lo mismo, tropezar varias veces con la misma piedra o permitir que te golpeen más de dos veces. No creo que nadie sea bueno por naturaleza ni malo genéricamente tampoco, sino que todo ser humano está en un punto intermedio que se descubre profundizando; y en profundizar se puede tardar un rato largo. El caso es que a mi algunas personas se me dirigen con ciertos argumentos peregrinos que aún no sé cómo consiento, o quizás sí: es mejor estar callado y mantenerse en paz que hablar o decir con la finalidad de herir. Quien cree en los horóscopos dice que cuando los Sagitario sacamos a pasear la ironía, el sarcasmo y otras intenciones del lenguaje podemos llegar a ser muy crueles. Intento evitarlo, porque en el fondo, para dos días que vivimos mejor estar tranquilos que bajo las aguas sulfurosas de la mala leche. Pero sí, si me vuelven a golpear debo empezar a entender que el problema lo tengo yo.

29 de abril de 2009

El enunciado y la intención del 'decir'

Muchas veces se pervierten las verdaderas intenciones del ‘decir’. La palabra, con su sentido estricto, enuncia realidades y el ‘decir’ es la transmisión de las mismas, pero ese ‘decir’ se pervierte, como decía, cuando el medio es electrónico. La emoción y la intención del enunciado, oral, no es la misma que la de la semántica escrita y, cuando esta última es literaria, al menos despierta efectos contrarios en el lector. ¿Cuántas veces nos confundimos con las personas cuando estas pronuncian, o ‘dicen’, con la intención perversa del lenguaje en manipulación electrónica? Otra cosa es cuando el interlocutor busca efectos dañinos o abusa del lenguaje cual arma de aniquilación psicológica. A veces entramos en páginas web y dejamos un breve comentario, que despierta admiración o animadversión en el lector posterior, quien a su vez deja otro comentario de adhesión o de repulsa y, todo, bajo los efectos del abuso del lenguaje. El ‘decir’ es, pues, la principal arma de comunicación, pero el ‘decir’ no es la propia comunicación, el ‘decir’ es la intención comunicadora y, como tal, debe estar aderezada de buena intención o de metáfora o de ironía o, simplemente, de mala leche. Nos parece que ‘decir’ es gratis pero detrás del ‘decir’ debe necesariamente haber una buena intención, esto es, el lenguaje como construcción comunicativa; aunque de esto último elimino el lenguaje político y el lenguaje periodístico: el primero nunca es constructivo sino que se sustenta en la destrucción del ‘decir’ contrario, en contraponer un ‘decir’ a otro ‘decir’ y, el lenguaje periodístico, como en el caso de la gripe porcina, enerva y alarma, mas que tranquiliza. El ‘decir’, sin emoción implícita, no sirve de nada. Si en el ‘decir’ “te quiero” no existe el sentimiento, la realidad que se enuncia es falsa y entonces el lenguaje antes o después va a destruir. A veces la imagen constituye un todo con el ‘decir’, o con el principio del ‘decir’, y la belleza del erotismo (en poesía) se convierte en parte del enunciado y constituye una realidad lingüística y literaria, o lo que es lo mismo, poner palabras a lo que uno ve detrás del placer del hedonismo. ‘Decir’ la verdad es lo más complejo, porque la verdad tiene que tener la honestidad detrás, aunque sin la verdad y sin la honestidad juntas quizá lo que no se posible es el ‘decir’.

7 de abril de 2009

Ángel Gabilondo, ministro de Educación

ZP ha nombrado ministro de Educación, hoy, a mi amigo Ángel Gabilondo Pujol. Le deseo suerte porque es el más preparado de todo el gabinete que queda, pero no por ello su tarea va a ser más fácil teniendo por delante el “Plan Bolonia” y otros asuntos. Y tampoco por ello tengo que estar de acuerdo con todo lo que haga, porque ya conocéis que de otra cosa no, pero de Educación y Cultura me preocupo, mucho y sé lo que puedo, que aún es poco. En mi etapa de estudiante en la Facultad comíamos juntos en la Cafetería de Juanjo junto a la maravillosa Carmen, su mujer y profesora mía de Latín Vulgar. Luego (2008) presidió mi Tribunal de Tesis Doctoral con una brillante alocución. Que sea amigo mío (quizás más Carmen, todo hay que decirlo) no significa que tenga que estar de acuerdo con lo que haga, ya lo he dicho. Cada uno tiene sus convicciones, pero he de reconocerle la inteligencia fuera de serie y el don de la oratoria que tiene. Algo nos barruntábamos y Luis Alberto de Cuenca, que conoce las zarandajas ministeriales, me lo anunció (y ha acertado) en enero. No le llega a la suela del zapato ni todo el gabinete ministerial junto, algo que me ha chocado. Ángel es un hombre político, le gusta la política y lo ha hecho extraordinariamente bien con Rector de la Universidad Autónoma de Madrid, pero el toro es gordo y bravo. Sólo Pilar del Castillo (PP) ha estado a la altura del Ministerio de Educación en toda la democracia y creo que lo fue porque, como Ángel Gabilondo, provenía del mundo de la Universidad, en el que para lo bueno y para lo malo, yo también he mamado lo mío. Me alegro por Ángel del mismo modo que me alegraría de un nombramiento de otros amigos, por ejemplo, aunque me hubiera gustado un cambio de gobierno de verdad, con elecciones y todo eso por en medio, porque los compañeros de fortunas y adversidades que le han tocado no son precisamente lo más brillante del firmamento político: no hay más que ver el “casual” nombramiento en Cultura. Pues suerte, pero la cosa no está para alardes.

Foto: © El País.

24 de marzo de 2009

Mariano José de Larra, CC Aniversario

Hoy se cumplen 200 años del nacimiento de Mariano José de Larra. Él puede considerarse el padre del columnismo periodístico en España; un intelectual íntegro que supo calibrar la realidad social española y defender con su carácter, pésimo a veces, la esencia de lo que debía ser el liberalismo en España. Murió bajo un cóctel de ansiedad política y desengaño amoroso, pero no por ello hay que culpar a Dolores Armijo de que en plena juventud (28 años) perdiéramos al más romántico de los románticos españoles. Quizá lo más triste fue que la pequeña Adela de Larra, su hija y más tarde amante de don Amadeo I de Saboya, contemplara el cadáver del escritor bajo la mesa. Los artículos de Mariano José de Larra nos describen la España del siglo XXI en pleno reinado de Fernando VII. Un país bajo la corrupción y el amiguismo, entregado al poder omnímodo del Rey y sin apenas capacidad de empuje para conquistar el progreso y el porvenir. Él mismo fue diputado por Ávila y vio lo que era aquello: la clase política versus sociedad. ¿Hemos cambiado en algo? Su famoso y archiestudiado artículo “Vuelva Usted mañana” sigue siendo el más extraordinario testimonio sobre la burocracia en nuestro país y sí, aún hay listas de espera, colas interminables, etc. ¿Habría sobrevivido Larra en nuestros días? No lo sé; hoy, tan sólo el diario El Mundo lo recuerda con un especial y con una maravillosa frase: “Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas”.

18 de marzo de 2009

El código moral en un mundo inmoral

“¿Es moral mantener tu código moral en un mundo inmoral?”. Esa pregunta flotaba en las paredes de las calles del guetto de Varsovia durante la dominación nazi de los años cuarenta. Los valientes judíos que defendieron a sangre y fuego el barrio mantuvieron su código moral en el inmoral mundo de la ‘solución final’. Las sociedades occidentales de hoy están abocadas al fracaso moral; se han perdido la ética y los valores emanados de ella. Un diputado del Congreso español ha elevado un suplicatorio a la cámara para que, al margen de los cuatro mil euros que percibe por su representación pública, pueda ejercer el derecho en un despacho propio en su faceta privada. Eso es inmoral. Se buscan émulos de Barack Obama en España; intentos de ‘parecerse a’ y no de ‘ser como’. También hemos tenido modelos anteriores en España, olvidados por la necesidad del cambio (a peor) que ha imperado en la clase política. Adolfo Suárez, por ejemplo, cuando decía aquello de que “hay que elevar a categoría de políticamente normal lo que a nivel de calle es, sencillamente, normal”. Lo que ocurre es que Suárez no hizo fortuna con la política, cuando ahora es un medio de vida ideal para tanta mediocridad como se ve en los escaños del Congreso y del Senado. Nuestros próceres viven de espaldas a la sociedad y a las necesidades de la nación y así nos brilla el pelo. Parece ser que a día de hoy todo el mundo tiene un límite ético que sobrepasa a la mínima y, por tanto, lo moral ya no existe, sino que lo que se lleva es lo ‘inmoral’, porque está de moda. Sin embargo, esto no es algo del mundo político, sino que también está a la orden del día en lo privado, cuando descubres que mucha gente que te rodea ha cedido en sus intenciones éticas porque “aspira a” (sin nada que lo justifique) y eso se ve también en la empresa privada, no únicamente, como decía, en la ‘empresa política’, que también. Los hombres y mujeres que defendieron con orgullo y valentía el guetto lo hicieron porque tenían unos principios y una moral que les impedía cerrar los ojos o dejarse morir porque, seamos conscientes, ya no es tiempo, tampoco de héroes. Ellos lo fueron sin pretenderlo, por ser morales. Encontrar a gente con principios y con honestidad es aún factible, pero qué duro es ver cómo en la sociedad española las cosas se hacen quedamente, por la espalda, con traición, con desvergüenza, con la inmoralidad del desnudarse éticamente por un puesto, por un trabajo, por dinero, por… y si tú, como fue mi caso cuando administré 12.000 euros del Ministerio de Educación en 1999, devuelves el sobrante que no te han requerido, te sueltan: “tú eres tonto”. Pero mantengo mi código moral en un mundo inmoral. Al menos, por y con dinero, no me pillan. Pero… ¿vivimos en un mundo moral o inmoral?

12 de marzo de 2009

Sobre la inmortal Rita Macau en la poesía de Luis Alberto de Cuenca

Rita murió en accidente de tráfico un día de diciembre de 1970. Era, por lo que me ha contado mi amiga Carmen Gallardo, profesora de filología clásica en la Universidad Autónoma de Madrid, una mujer de piel muy blanca. Ella es una de esas personas a las que no conoces pero que te llaman la atención. Antes de todo ello me preguntaba: ¿quién fue esta muchacha en la vida del poeta que hasta nuestros días le ha dedicado tantos versos? ¿Por qué su ausencia despierta tanto interés en un filólogo del siglo XXI? Rita Macau Fábregas nació hacia 1950 o 1951, algo inexacto porque no he querido preguntar sobre la edad de una persona que será eternamente joven. Estudió en el Colegio Loreto, en pleno corazón del barrio de Salamanca, y en una actividad teatral conoció a un muchacho que, con el tiempo, ser haría imprescindible en las letras españolas finiseculares: Luis Alberto de Cuenca. Fueron novios tres años, hasta que ella tuvo que marcharse a Cataluña, a Rosas (Gerona), lugar del que provenía la familia. Un día de 1970, como he señalado, su coche se estrelló y falleció. Su nombre, no obstante, permanece en la mente de todos aquellos que leen los poemas que le ha dedicado su novio. Me parecía importante que la historia de Rita y, por añadidura, lo que lleva de estudio y exégesis aquello que en la poesía se le refiere, no pasara al olvido, que la gente lo sepa, que otros estudiosos tengan como referencia que una mujer que murió hace casi cuarenta años está viva, al menos poéticamente, que es una musa, que es uno de esos seres humanos que nunca se olvida. Como me demostraron Carmen y Luis Alberto aquel día de enero de 2009 que comimos juntos y dedicamos parte de la sobremesa a ella: a la joven con la que habían compartido un momento de su vida y sobre la que yo iba a trabajar. ¿No os ocurre que, aunque pase el tiempo, hay personas a las que no podéis olvidar? Cosa de la memoria.

8 de marzo de 2009

Madrid en domingo, un día soleado en que nadie leerá esta entrada



¡Buenos días! Hoy es domingo; un día soleado y nítido en el que las previsiones de los metereólogos han fallado estrepitosamente. Salgo a la calle con la intención de comprar la prensa y tomar un café, buscando la compañía de la conversación de Amelia y de su novio, los camareros; gente que me conoce desde hace un par de años. La ciudad está semidesierta y un grupo de niñas le venden a mi madre unos dulces hechos por ellas, para financiar el viaje de fin de curso del colegio de monjas al que van (le sacan 10 euros, pero nos queda la certeza de que saben cocinar). Esas cosas me gustan, es decir, colaborar con los adolescentes que se lo van a pasar genial viajando con los mismos profes que detestan un día normal. Apenas hay coches y, en el fondo, eso me gusta, porque puedo cruzar por donde quiera, que es un modo de hacer lo que a uno le da la gana un día a la semana. Anoche, durante el partido, éramos unas doscientas mil personas, la población flotante de Albacete capital o de Getafe, en donde vive Melisa y donde vivirá también Julia cuando nazca, si no lo ha hecho ya. Doscientas mil almas en un instante, saliendo en tromba, vociferando, algo distante y distinto de cómo es la misma ciudad esta mañana de domingo soleada y templada, que ha roto los vaticinios de las previsiones meterológicas. Cada minuto, más o menos, nace, muere, enferma, sana, grita, llora, ríe, duerme, despierta, toma un café, come, se entristece o retoza en la cama una persona entre estos cuatro millones de seres humanos autómatas que son susceptibles de ser todo, hasta corruptibles. Pienso en si todo el mundo será o no será corruptible, porque aunque la gente no me crea conozco a varias personas absolutamente honestas, pero eso se desvía de la ciudad que uno vive un domingo, el día en que cada uno pierde un día sin haber hecho realmente lo que debía, el día que dejamos para terminar lo imponderable y que perdemos entre levantarnos tarde y vaguear, o al menos eso hago yo porque me gusta. Hoy, cosa rara para mi percepción sensorial, no ha visto ninguna muchacha en la calle y eso me hace pensar que, después de la juerga de anoche, aún estarán en la cama dormitando los recuerdos de las luces de neón y con el regusto del ron con coca-cola que les habrán puesto en cualquier sitio de copas, un sitio de copas menos tenue, intenso y hermoso que la ciudad matinal que despierta. Lo bueno del mundo es el contraste y yo, aún, creo en la gente y soy consciente de que podemos hacer frente a los desafíos de futuro con trabajo y con método, con verosimilitud y verdad, con ganas y con un nuevo horizonte en proyecto. Sí, buenos días, que hoy es domingo.

28 de febrero de 2009

'IF', de Kipling


Si la obra de tu vida puedes ver destrozada
y sin decir palabra, volverla a comenzar;
o perder en un día la ganancia de ciento
sin un gesto ni un suspiro...


Si puedes ser amante y no estar loco de amor,
si consigues ser fuerte sin dejar de ser tierno,
y sintiéndote odiado, sin odiar a tu vez,
luchar y defenderte...

Si puedes soportar que falseen tus palabras
los pícaros para excitar a los tontos:
y oír cómo sus lenguas falaces te calumnian
sin que tú mismo mientas...


Si puedes seguir digno aunque seas popular;
si consigues ser pueblo y dar consejo a los reyes;
y a todos tus amigos amar como a un hermano
sin que ninguno te absorba...

Si sabes meditar, observar, conocer,
sin llegar a ser nunca destructor o escéptico;
soñar, mas no dejar que el sueño te domine;
pensar, sin ser sólo un pensador...

Si puedes ser severo sin llegar a la cólera;
si puedes ser audaz sin pecar de imprudente;
si consigues ser bueno y logras ser un sabio
sin ser moral ni pedante...

Si alcanzas el triunfo después de la derrota
y acoges con igual calma esas dos mentiras;
si puedes conservar tu valor, tu cabeza
cuando la pierdan otros...

Entonces, los Reyes, los Dioses, la Suerte y la Victoria
serán ya para siempre tus sumisos esclavos
y, lo que vale más que la Gloria y los Reyes:
serás Hombre, hijo mío.

"Los Schumann", de Paul Adkin

Anoche fuimos al teatro Irene Rodríguez y yo. Fue a la sala Youkali (Compañía “Ñu Teatro”) de Vallecas, una sala de las que en los años sesenta se denominaban “de arte y ensayo” y que, por lo que deduje -fotografía de Alfonso Sastre incluida-, tiene relación directa con la gestión cultural de la vanguardia obrera, en este caso muy interesante. La obra era “Los Schumann”, del dramaturgo inglés afincado en España Paul Adkin. El drama narra la azarosa y turbulenta vida del compositor Robert Schumann y de la que fue su esposa, la pianista Clara Wiek. No escatimaré reverencias a la obra de Adkin, pero el tempo de la misma es irregular: una narración intensa, ágil e inteligente al principio y demasiado lenta al final; el público puede creer que la locura que lleva a la muerte al músico no acaba de llegar. Con las deficiencias que toda obra tiene a la hora del montaje (de dos horas y media, nada menos) hay que reconocer que la Compañía es excelente. Tengo que destacar el brillante papel de la actriz Marta del Puerto en la piel de Clara Wiek o Clara Schumann. La forma de mirar al proscenio y al vacío que representa el público fue excepcional, así como su brillante forma de tocar el piano en directo, algo, esto último, poco frecuente en las tablas. Junto a ella la maravillosa voz de Ángela del Salto, perfectamente modulada en sus dos distintos papeles (Pauline Viardot y la madre de Clara, Marianne Wieck) y evidentemente puesta al servicio de la obra al cantar en alemán sin play back. Ambas actrices tienen el acierto adquirido, por la evidente experiencia, de saber moverse en el escenario, de saber ser histriónicas cuando la obra lo requiere, de saber gesticular como la vida misma cuando el texto dramático lo pide. Espero que ambas no se queden en el “arte y ensayo” y Mario Gas, muy pronto, les permita pasearse un día por el escenario del Teatro Español de la Plaza de Santa Ana. Pedro Vasallo, en los zapatos de Robert Schumann, bordó el personaje, sin sobreactuación, sabiendo interpretar a un hombre cuerdo en el camino de la fama y a un enfermo camino de la muerte. Vasallo tiene una portentosa voz a la que aún puede sacar más partido desde el trasfondo de la modulación, pero va por buen camino. El resto del elenco bien, salvo un par de retruécanos y pérdidas del texto que son perdonables por el influjo del directo. ¿Un defecto? La obra dura mucho y los actores pierden poder dramático por culpa del exceso del tiempo, algo que Paul Adkin debería corregir suprimiendo escenas de las que podía prescindir: aquella en la que Robert y Clara pululan por los teatros de Europa del Este, por ejemplo.