28 de febrero de 2009

"Los Schumann", de Paul Adkin

Anoche fuimos al teatro Irene Rodríguez y yo. Fue a la sala Youkali (Compañía “Ñu Teatro”) de Vallecas, una sala de las que en los años sesenta se denominaban “de arte y ensayo” y que, por lo que deduje -fotografía de Alfonso Sastre incluida-, tiene relación directa con la gestión cultural de la vanguardia obrera, en este caso muy interesante. La obra era “Los Schumann”, del dramaturgo inglés afincado en España Paul Adkin. El drama narra la azarosa y turbulenta vida del compositor Robert Schumann y de la que fue su esposa, la pianista Clara Wiek. No escatimaré reverencias a la obra de Adkin, pero el tempo de la misma es irregular: una narración intensa, ágil e inteligente al principio y demasiado lenta al final; el público puede creer que la locura que lleva a la muerte al músico no acaba de llegar. Con las deficiencias que toda obra tiene a la hora del montaje (de dos horas y media, nada menos) hay que reconocer que la Compañía es excelente. Tengo que destacar el brillante papel de la actriz Marta del Puerto en la piel de Clara Wiek o Clara Schumann. La forma de mirar al proscenio y al vacío que representa el público fue excepcional, así como su brillante forma de tocar el piano en directo, algo, esto último, poco frecuente en las tablas. Junto a ella la maravillosa voz de Ángela del Salto, perfectamente modulada en sus dos distintos papeles (Pauline Viardot y la madre de Clara, Marianne Wieck) y evidentemente puesta al servicio de la obra al cantar en alemán sin play back. Ambas actrices tienen el acierto adquirido, por la evidente experiencia, de saber moverse en el escenario, de saber ser histriónicas cuando la obra lo requiere, de saber gesticular como la vida misma cuando el texto dramático lo pide. Espero que ambas no se queden en el “arte y ensayo” y Mario Gas, muy pronto, les permita pasearse un día por el escenario del Teatro Español de la Plaza de Santa Ana. Pedro Vasallo, en los zapatos de Robert Schumann, bordó el personaje, sin sobreactuación, sabiendo interpretar a un hombre cuerdo en el camino de la fama y a un enfermo camino de la muerte. Vasallo tiene una portentosa voz a la que aún puede sacar más partido desde el trasfondo de la modulación, pero va por buen camino. El resto del elenco bien, salvo un par de retruécanos y pérdidas del texto que son perdonables por el influjo del directo. ¿Un defecto? La obra dura mucho y los actores pierden poder dramático por culpa del exceso del tiempo, algo que Paul Adkin debería corregir suprimiendo escenas de las que podía prescindir: aquella en la que Robert y Clara pululan por los teatros de Europa del Este, por ejemplo.

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