30 de enero de 2016

Espejismo

El espejismo de la vida, muy fácil de entender, porque nos ha pasado a todos. Un café, una charla, quedar para después. Un paseo, la cena, una copa, más conversación. Tú, que te ves en ella; ella, que se ve en ti. Más cosas: cuando yo..., cuando tú, entre los dos. "Me encanta verte aquí". Caminar por las calles, desiertas en la noche; bueno, quizás otras personas que van y vienen a los sitios que ella y tú visitáis... Un rato en el hall; luego subimos, nos sentamos: la última. La noche se nos llega a los dos, juntos; ya que estoy, me quedo: y que se hunda el mundo si quiere, que yo estoy aquí con ella. Y a la mañana, tan sencillo como el amanecer: otro café, un beso y adiós... hasta muy pronto, no lo olvides. 

16 de enero de 2016

En brazos de un fantasma venido del infierno

La tarde es muy fría y, aún así, he decidido salir a dar una vuelta bajo el frío del barrio de Salamanca. La calle está en penumbra y junto a mí caminan muchachas jóvenes enfervorecidas por las rebajas: algunas, creo, podrían ser mis hijas o hijas de mujeres que un día amé, pero ni yo las reconozco ni falta que les hace a ellas saber quién soy. Quiero que el lugar me permita pasar desapercibido, sin saber ni sentir; entro en una cafetería, de esas modernas en donde uno está desubicado y pido un café, mientras procuro anotar con buena letra para evitar el olvido. He decidido ser minucioso, al mismo tiempo que no responder ni escribir mensajes con cierta dirección: donde habite el olvido, debe ser la solución. Al fondo, creo ver en los rasgos de una chica joven -que se da el lote con un tipo de su edad, decorado con acné y un tupé que casi roza el suelo- a otra que yo pienso. 'No', me digo; no puede ser su hija ni su hermana, por los datos que obran en mi poder... y empieza la película de recuerdos y dudas que hacen que el café sepa ácido, con un toque a dolor de estómago. Cuando me levanto y lanzo dos monedas al plato de propinas, la chica desde el fondo parece como que me mira fijamente y es entonces cuando descubro que el retazo de recuerdo es descubrir a una mujer que quise en brazos de un fantasma venido del infierno. 

14 de enero de 2016

O cambio o recuerdo


Creo que alguna vez fui buen chico, pero cambié aquella época por un café cargado de un Starbucks de carretera, posiblemente en la América profunda. Hubo un tiempo, lo confieso, en que era capaz de enamorarme perdidamente y de esperar a que la chica se decidiese; pero comprendí que la vida son dos días y no podía perder uno deshojando margaritas. Así que un buen día me miré en el espejo y fui capaz de oírme decir: “¿pero qué narices haces esperando esa sonrisa, si hay al menos dos docenas de miradas con ganas de besarte”. Lo que ocurre es que tal día como hoy, con más frío que en la guerra y más lluvia que en otoño, tenía decidido poner en limpio tiempos que se fueron (ahí andaba la Musa y otros duendes de las letras –unos de verdad y otros de triste recuerdo–) y he pensado que el recuerdo o la memoria, o ambas, son dos demonios interiores que siempre te hacen meter el pie en el charco, en esa loseta que está suelta y que cuando pisas se te cala hasta la rodilla; tienes que esperar un tiempo hasta que se seca y, a veces, hasta te resfrías. Creo que cogeré un buen libro y, mientras tanto, a ver si llega un mensaje de esos que te alegran los ojillos y arrancan la mejor sonrisa del día.

6 de enero de 2016

La enorme duda

Mientras la recuerdo me asalta la duda; ahí está toda esa gente bailando y bebiendo: esa gente que, ahora, o justo ahora, o precisamente en este momento, me deja indiferente -del mismo modo que yo les fui indiferente a ellas cuando consideraron que yo no era nadie-. Mientras me debato entre llamarla o no llamarla, esa otra gente mira de soslayo: algunas esperan que me acerque, ceremonioso y les suelte un 'feliz año nuevo' o cosas así; pero ahora no, no quiero, no puedo, o no me apetece... no me sale. Quiero alejarme de esa gente, por ahora, en busca de ella, a encontrarla: aunque se me pierda, necesitará que yo la encuentre, ahí en el camino que ella recorre, donde quiera que esté. Huir, porque esta vez la huida lleva premio, recompensa, pero me asalta la duda -como decía-, entre despedirme o no; entre irme sin que se note, o decir 'adiós'. Total, alguien me espera, creo, en ese misterio de su pérdida, donde yo la encuentre.

2 de enero de 2016

Una segunda vez

Hacía tiempo que su nombre no me venía a la memoria y tuvo que ser en ese instante. El pasado en el pasado queda y ahí está bien situado, pero tal día su nombre y su misterio se desencadenaron en mi interior como un resorte que, tras romperse, sale a la superficie. Entonces, como suele ocurrir, empecé a recordar y afloró una sensibilidad que maldita sea su estampa -ojalá no me nazca de nuevo, jamás-; aquel tiempo, aquellas circunstancias, aquello... Me arrepiento de haber titubeado, pero todos somos débiles y más estos días de tanta superficialidad. Acostumbrado a las mujeres fatales que, en Nochevieja, esperan que seas tú el que diga algo; a la gente que mira por encima del hombro; a la superficie del carácter humano y esto... Decidí escribirle, pero la decepción fue mayúscula. Así fue cómo caí en la cuenta de que aquello que se va, se va o lo apartas y en que las segundas veces pocas ocasiones tienen sentido, ni tampoco sensibilidad. Me armé de valor, así el móvil, tecleé el nombre de otra persona, apareció su teléfono y escribí con mayúsculas un "Hola".