28 de octubre de 2013

"La miserable monotonía"


Cuando una batalla está perdida, solo los que huyen pueden luchar en otra.
Demóstenes.

El mismo amanecer; la misma soledad; las mismas nubes, el mismo sol; la misma lluvia inane; las mismas caras; las mismas palabras; las mismas cosas; la misma gente; el mismo fracaso amoroso; los mismos cafés; la misma música; el mismo desencanto-desengaño; el mismo aburrimiento... No, esto no: no quieres lo mismo, la misma miserable monotonía de las cosas... Quieres huir, necesitas huir; gritar... correr... empezar de nuevo y de cero y con otra sonrisa; ¡¿tanto para esto?! Es injusto, no te lo mereces: sea quien sea que se las haya ingeniado para mediocrizarte esto no es lo tuyo; no eres tú ni de lejos... No te reconoces ni en el espejo (por cierto, el mismo insoportable espejo de todas las mismas mañanas, ¿verdad?). Empieza todo esto a oler a mediocridad y la mediocridad te produce alergia-hastío-un miedo acojonante. 'Si yo sonrío alguien más va a sonreír', ¿lo recuerdas? Lo prometiste... El mismo lápiz, el mismo cuaderno, el mismo ordenador (más lento el caballo del malo, ¿verdad?); la misma foto en el estante; el mismo cómic de Tintín y Milú. La misma indiferencia del paso de las cosas... la misma sirena varada en el mismo puerto del que debes salir, huir. No, no te pares: nada retiene a nadie porque tú no eres depositario de las ideas-sentimientos-necesidades de los otros, de las tuyas sí. Te vas a hacer insoportable, carente de ideas-creatividad-sonrisas-vitalidad si sigues así, en ese puerto sin mar, en esa vía sin tren, en ese aeropuerto sin aviones... ¡Corre! Allá donde tú vayas nunca existirá esta miserable monotonía de las cosas.

27 de octubre de 2013

"La misma lluvia"


"Como la lluvia, así deberías ser", dijo, tras comentar algunas cosas de tu vida que sólo tú conocías. Sonreía mientras te lo comunicaba y añadía, además, que "como no te he pedido que te acercases a mí, tampoco ahora voy a pedirte que me pagues". Resonaba por la noche todo aquello en tu interior, mientras en la habitación del Hotel sólo se oía el tic-tac del reloj de pulsera y una extraña sensación de plenitud. "Muy ordenadito, solo que los sentimientos no tienen orden ni concierto; tampoco excusa ni pretexto...", eso iba parloteando ella mientras tú, incrédulo como siempre, sonreías con ese cinismo que te hace creer que eso no es verdad. "Déjate llevar y no estimes que amar, o reír, o llorar, o escribir sobre emociones sea una ciencia exacta: vivir desborda". Corre-grita-sonríe-bébete mil litros de esa lluvia fina que te cae todos los días... Rompe la timidez y la ternura si te miran... ¿De qué hay miedo? No se trata de la misma lluvia, no es la misma lluvia equivocada de todos los otoños... ese agua que cae es nueva, es distinta, es fresca... y baña tus pies mientras caminas tras los pasos... "Pasarás por fuertes y fronteras", dijo, "ojalá te entiendan cuando sonrías". Dudo si fue un sueño o si pasó de verdad, allí, tan lejos.

26 de octubre de 2013

"Sin cambiar de principios"


"Nene, hay que saber estar...", así sonaba la banda sonora de tu adolescencia. Estar en tu sitio, defender tus principios fundamentales sin cambiar de bandera. No es sencillo: con encender la tele y ver a los conversos es suficiente. "Nene, todo lo más se mete la pata, pero jamás la mano", te decían, insistiendo, con tenacidad; era como plantar la semilla para que el árbol no se torciera. El Colegio, público (el único público de aquella zona de trescientos mil habitantes); el Instituto, público (el único público para una población flotante de trescientos mil habitantes); la Universidad, aquella que hicieron en la dictadura bien alejada del centro, también pública. Y tú, que habrás dado mil vueltas, que te has ido de mil sitios porque no te pliegas a ninguna disciplina, estás allí en la calle con esa gente adolescente que tan bien te cae (hay futuro, hay generación, hay materia prima... si moldeamos a base de Educación y Cultura -vamos, lo que pedía Unamuno hace cien años-). Tienes para ti que de la Educación, de los chavales, del futuro hablan los cuatro que no tienen mucha idea: los que lo han conseguido todo con el medro y la voz callada. No, esos no gritan, como los chavales de la foto; como toda esa gente que ven a su padre y a su madre en el paro y reciban la carta del segundo aviso de la luz, o del agua, o del gas; o cuyos padres no se ponen al teléfono para no decirle al director del banco que no pueden pagar otro recibo del préstamo del piso (¡qué alegría el día que se dieron un beso: "¡ya tenemos piso, mi vida!"). Tú, al menos, sales a la calle y el anciano del banco de enfrente te saluda; y las dos viudas que caminan para bajar el colesterol; el agricultor que se recoge ya para ver el fútbol... Y es que, al menos tú, una gota de agua en el océano no has cambiado tus principios: "que no, que no, que la Educación no se paga y punto". Es como aquella vez que te preguntaron: "¿a ti qué te pide el cuerpo, irte a casa o dar guerra?"; paraste un rato y como te ibas a casa respondiste: "a mi, dar guerra antes de irme a casa".

25 de octubre de 2013

"Irse de casa"


Dijo aquel que los sueños deben hacerse realidad o de lo contrario nunca dejan de ser meras utopías. Ahora, justo ahora, bajo la atmósfera irrespirable de este entorno; cuando las cosas van a medias -entre que el vaso se llena o se vacía y que tú no sabes a qué carta jugar-; cuando tu espíritu no ha dejado de ser pura aventura, disciplina y tirar pa'lante... No, no es una huida: es un coger impulso, sentirte tú, ser quien eres -uno no puede vivir en la inercia de la incertidumbre, a medio paso; no, tú no... "tu eres de acción"-. ¿Además a ti... quién, qué, cómo (se) te retiene... dímelo? A ti América siempre te ha parecido lo opuesto, lo otro: "allí son, allí dicen, allí hacen...": siempre hablando de América del Norte (yanquis y canadians?) Estos, además, son mitad anglosajones mitad franceses, europeos genéticamente... serios, eso sí; allí no se tontea como aquí ni se menosprecia ni se ríe nadie de nadie si no media un chiste entre ambos. American way of life; Canadian way of life... Te falta el aire, te faltan los sueños, se te van las ganas...; eres como una avestruz con la cabeza baja, escondida. ¿Y eso por qué? Oye, cógete la maleta, echa unos libros y algún cedé y lárgate ya allí -pero ya-, al Canadá, a empezar de cero otra vez... A un paso de New Hampshire, amigo, que para el caso tú eres de allí. Y si vuelves a este sitio, si en realidad vuelves, si quieres volver algún día, que sea cuando tú seas tú y aquí no queden vestigios de esta era tan canalla. Vete solo o vete con alguien, pero vete... Pensar en irse a Canadá es buena idea.

24 de octubre de 2013

"Aquellos años..."


No tan lejanos, cierto. Aquellos años en que la emoción lo presidía todo. La primera cita, intentando ir impecable, con un toque de Hugo Boss que impregnase tibiamente el ambiente. La desmesura de esperar -no existían ni el móvil ni el whatsaap ni nada- y la incertidumbre de si ella iría o no, porque ya pasaban diez minutos de la hora: "¿Y si no viene; a ver si hemos quedado en otro lugar; igual ha llamado a casa disculpándose y no viene...?" Tú, tan formalito en mitad del barrio de Salamanca (o del barrio de la ciudad que te dé la real gana). Al final sus pasos se entreveían por aquel Madrid que empezaba a ser mucho más moderno. La vez que hiciste un poema anónimo a una de las chicas de la Biblioteca Nacional y ella se levantó y se acercó para decirte "muchas gracias, es la primera vez que alguien me hace un poema". Sigues indagando cómo supo que fuiste tú. El miedo a que, al llegar a aquella ciudad de Centroeuropa, ella no estuviese en el Aeropuerto: "A ver cómo me las bandeo yo en un idioma raro como el de aquí". Estaba, aunque hubiese sido mejor que no hubiese estado, la verdad... Aquel día de 1991 que entró en clase tal profesor que fue tan decisivo en tu vida (hasta el punto que tú fuiste quien eres por su consejo...) y eso que entró para echarnos la bronca porque pintábamos en las mesas: ¡a ti!, que fuiste delegado todos los cursos del Instituto. El día que dijiste que no querías ser de los que ni sienten ni padecen a los que decían que se conformaban con una oficina de 8 a 2. O el día en que, por correo, te enviaron una pluma estilográfica cuya punta se rompió al mismo tiempo que la historia que hubiera podido ser escrita. Tampoco intuías que ella a saber cuánto tardará si es que no ronda aún... Tú, que has sentido otras emociones más o menos similares después -no sabes si tan intensas o emocionantes- ahora piensas que, después de todo, aquello no estuvo mal. Nada mal... aquellos años.

21 de octubre de 2013

"El sueño de Bécquer"


Así, de repente, te ha venido a la mente una rima del genial Bécquer, el ídolo que admiraste y releíste tanto en la adolescencia:
 
"¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día,
me admiró tu cariño mucho más;
porque lo que hay en mí que vale algo
eso... ¡ni lo pudiste sospechar!"
 
¡Qué grande, Gustavo Adolfo! Y es que lo que te hace feliz siempre vuelve. Dicen...
 
 

20 de octubre de 2013

"Y si..."


Quien sepa leerlo, que lo lea...
Quieres encontrar tu sitio y es cuando, a veces, te viene a la memoria. ¿Qué necesidad tienes de poner tanto cuidado, de sufrir la sinrazón de la indiferencia, de que las señales de humo -esas señales- no te lleguen? ¿Qué necesidad si tú eres alguien que indócil, que abre los brazos -en abanico- y con un sonoro grito lanzas al mar un síííí que descoloca? ¿Qué desazón estás empeñado en vivir si en cada lugar recóndito del mundo hay una sonrisa que te espera? (Como la de esa niña de la calle Castillo de Santa Cruz de Tenerife que esperaba ansiosa que el mimo asustara a alguna otra señora despistada: era el reflejo del ser feliz). ¿Tan importante es un whatsaap que no llega y no los que sí te llegan? ¿Por qué sufres tanto hasta perder peso si eres tú quien arranca la sonrisa a la artista callejera de Tenerife que te vende su arte por un euro? Así... Quien quiera, que corra a tu lado, porque la brisa sopla demasiado fuerte para que tú te pares.

14 de octubre de 2013

"La mujer S"


A veces, la realidad produce más miedo que la ciencia ficción. Víctor se iba hoy a Cuenca, en donde emprenderá una nueva vida de la mano del Magisterio y debía coger el AVE. Después del café salimos hacia Albacete, comentando algunas jugadas del sábado. La monotonía de un gasolinero que me pregunta si mi coche es de gasolina -hay evidencias que despistan, pienso yo- y de una carretera plagada de camiones. Sin prisa, pero sin pausa, porque Cristina y yo debíamos hablar de trabajo más tarde y, además, tenía que llevarla a su pueblo. Cita que se cambia y... de repente, al rebasar Pozo Cañada, allí estaba ella (lo mismo hubiese dado que fuera él; la película era de miedo). Carril derecho, zarandeo hacia el quitamiedos a punto de estrellarse. Medio minuto después, igual; otro medio más tarde, la misma historia...
 
- ¡Paco no te acerques!
- Pero si voy a 120... o le paso o no llegamos.
 
La hora nos comía; el tipo del BMW negro, mucho más chulito que yo, se las da de listo y me pasa (sí-sí, verás tú...): la muchacha (Víctor lo ha comprobado y menos mal que no era ciudadana de T, si no lo que faltaba) bamboleando el coche; pisando la banda sonora; acercándose demasiado al quitamiedos. El tipo de negro que va y frena (ahí ahí, venga... ¿Te das cuenta por qué no le adelanto yo?); se asusta y la adelanta con miedo...
 
- Bueno, Víctor, vamos y que sea lo que tenga que ser.
 
150 Km/h. por el carril izquierdo diciendo "por favor que no invada mi carril". Tú vas y la pasas; respiras hondo mientras comprobamos, ambos, por el retrovisor que las eses siguen siendo su conducta habitual:
 
- Bueno, Paco, lo que le faltaba: ¡va a adelantar al camión!
- A nosotros ya... si se la pega delante de nosotros tenemos la obligación de parar y llamar al 112; ahora que lo haga el camionero.
 
Entre la opinión que tú tienes (iba bebida a las 11.30) y la de Víctor (iba dormida total) llegamos a Albacete y, al entrar en Albacete-Los Llanos, cientos de personas:
 
- ¡Anda mira, Paco, nos están esperando!
 
Y es que juega la Selección.

13 de octubre de 2013

"Lluvia ácida"


A los que disteis la vida por nosotros, fueseis quienes fueseis.
 
Un domingo cualquiera de un momento cualquiera de tu vida, en el que te levantas con cierto dolor de cabeza habitual en la gente de Letras. Digamos eso y punto. Aún resuenan ecos de la conversación de la cena de anoche, en aquel ruidoso lugar... y cómo todos hablamos de todo. Tú, que te levantas además con música de fondo (Eurodance, dicen en Youtube, que no es otra cosa que recordar aquellos noventa en los que fuiste joven, sin que eso suponga que ahora no lo seas) y sonríes recordando la sarta de tonterías que todos hicimos y dijimos ayer. Tú también, para qué vas a mentir. La anécdota americana de las naranjas le saca un sonrisa a todo el mundo y eso que es intensamente cierta. Te sientes realmente tranquilo e incluso recuerdas que tienes que preparar una copia de tu Programación Didáctica para dejársela... La música pasa de un tema a otro que despiertan en ti el recuerdo de cuando eras eternamente inmaduro. De repente caes en la cuenta de que a Esther -que es historiadora aunque se quite importancia- le hablaste de lo injustas que fueron las muertes de tanta gente en los años de plomo (tú pensabas en cierto matrimonio) y de otros temas transversales. Hay quien piensa y lo flipas que-tú-eres-el-que-más-sabe-de-la-guerra-en-T. No caíste, amigo, en que hoy se desataría ese debate de nuevo; el ruido y la furia; la lluvia ácida de la guerra... Las redes echan chispas y el Telediario también, según el canal. De repente, te entra un bajón inmenso. ¡Con lo que nos reímos anoche intentado averiguar si la calle subía o bajaba! Menos mal que Esther ha elegido otra guerra más lejana, porque esta... Yo me pongo una peli porque mis ojos no toleran esta lluvia ácida.

10 de octubre de 2013

"Pasar en silencio"


No soporto ese silencio al que sometes; no me gusta que pases, que entres o que salgas de puntillas; no hace gracia que no suene el whatsaap con tus palabras; se añora una sonrisa, oír de tu voz con un acento nuevo; quiero que me leas siempre... Ese ir y venir de puntillas: apareciste y será por algo; no me gusta nada a medias -ni casi lleno ni casi vacío, el vaso-. Se trata de la vida, anótalo; y caminar de puntillas duele tanto como una oscura indiferencia... ¿Te vale?  

8 de octubre de 2013

"Oscura indiferencia"


Sí, esa oscura indiferencia. Como la de la gente que camina por la calle; como la de la masa que ni siente ni padece ante los recortes; como la de esa persona que jamás te escribe un mensaje motu proprio; como la del paso del tiempo, que quita importancia a lo que tú sí le das y le da la misma importancia a lo que te parecía superfluo; como la del conductor que se salta un semáforo y cuando casi se choca contigo te saca el dedo en señal de desafío; como la de los mil libros que aún no has leído; como la de tu mejor amiga que un día dejó de hablarte y nunca más supiste; como la de los políticos cuando joden a los ciudadanos; como la del amor que nunca llega o la del que se fue y te dejó atrás; como la de los días inciertos que hacen de tu vida la nada, por ahora; como la del sufrimiento de miles de niños a los que jamás prestamos atención; como la de dar más importancia a la televisión que a hablar; como la de la soledad de tomar un café en un lugar extraño más solo que la una; como la indiferencia de una vida sin acción. Es, sí, esa oscura indiferencia.