25 de junio de 2008

Alguien con quien hablar



Es cada día más frecuente que la gente no piense lo que va a decir, lo que tiene que decir o, lo más adecuado, lo que debe decir. El verano es la época del año de mayor relación social, pero también una época en la que el calor hace efecto en el psique de las personas. La gente se vuelve más social, sí; pero también más agresiva. Se puede comprobar en la calle, en los comercios, en la conducción… en un sin fin de lugares. La gente se arrepiente “a posteriori” de aquello que “a priori” no ha sido capaz de meditar, justo cuando el mal por el decir es mayor y hace más daño. A mi eso no me vale. Bien es cierto, como creencia propia, que el que es capaz de decir sin pensar (porque pensar sin decir es de sabios) tiene algún problema personal que no tiene por qué ser grave, pero que tampoco tiene que repercutir en los demás. La gente se grita o se insulta como si alzar la voz o el valor propio del insulto fuera un medio de coacción social. Yo creo que la sociedad, nuestra sociedad, está perdiendo muchas veces aquello que se llama “compostura”. He tenido la experiencia en la última semana de recibir los gritos, o las frustraciones, según podamos enfocarlas, de varias personas. En el fondo si alguien es capaz de llegar a ese extremo con alguien tan pacífico como yo es porque tiene un problema. Creo. El caso es que en invierno, con el frío y el destemple, eso no ocurre tan frecuentemente. Un amigo mío ha tenido una pelea absurda con otro amigo mío a costa de la actitud laboral del hijo de uno de ellos. Es decir, el caso más superfluo e irrisorio de todos los que se puedan dar. Y ahí queda eso. Repito que achaco todo esto a la frustración o el estrés personal de cada cual. La verdad es que encontrar a alguien con quien conversar es difícil. Al menos eso me está transmitiendo la gente y lo percibo yo; pero es que si no se es capaz de conversar tampoco se está siendo capaz de convivir. Por suerte, al menos sí conozco a una chica con la que se puede conversar a gusto. Pero, volviendo al hilo, el grito, el insulto, la ilusión de creerse por ello “Conan el bárbaro” lo que produce es el deterioro de nuestra sociedad. Y, ojo, que lo más fácil es conversar.

3 de junio de 2008

Realidad o deseo

La realidad o el deseo. La lucha entre ambas es inconstante, inconsciente, insalvable... La realidad es lo que nos catapulta al abismo de lo peligroso, de la vida útil pero difícil, de lo curioso y extraño, del amor correspondido-no correspondido. El deseo es nuestra proyección más allá de lo que humanamente sepamos o deseemos. Y aunque un gran poemario del no más alto Luis Cernuda, la realidad es la que nos debe hacer estar a ras del suelo, ser concientes del ‘ser’ y del ‘decir’ y luchar hasta conseguir lo que se nos ponga por delante. El deseo es la proyección de nuestro ‘yo’ más allá del amor, de la realidad y de la muerte. Por eso hemos de optar por una de las dos sin combinación de ambas. Y en este sentido de forma instintiva optamos por la segunda buscando una felicidad que puede o no ser real, pero que es la que anhelamos. La realidad lo sepulta y lo mata todo. El equilibrio, repito, está entre la realidad y el deseo. Entre saber estar en un sitio y desear estar en otro, entre saber lo que nos toca vivir y saber qué es lo que queremos vivir.