30 de junio de 2009

"Atreverse o no atreverse"


No, no te atreves, siempre hay algo que lo impide. La sociedad tiene sus convenciones y tú no puedes soslayarlas. No, no te atrevas, posiblemente romperás la historia de otros pero nunca construirás la tuya. No, siempre hay alguien que te reconviene: que no lo hagas que es peor para ti. Siempre es lo peor para ti, nunca pienses en ti piensa en los otros hasta que tu vida se acabe del hastío y del fracaso. Mira en derredor cómo se construyen vidas y armonías, pero no te atrevas. Siempre hay algo que lo impide: no rompas el encanto del status quo porque lo pagarás caro. Dios o la sociedad te castigarán por romper el encanto. No, no te atrevas, mira cómo pasa el tiempo y cómo gira la Tierra en sus movimientos de Translación y de Rotación mientras tú te callas, agachas la cabeza y eres dócil. No, no te atrevas, siempre habrá alguien más atrevido que rompa aquello y tú debes mirarlo. O no, no es tu problemas, tú debes ser el primero, olvida las convenciones sociales, olvida España, olvida la timidez y da el salto: a lo mejor no sientes dolor cuando te rompas la crisma.

29 de junio de 2009

Pijas y Chonis


El otro día íbamos Amanda y yo por el centro comercial que nos acogía y le pedí que mirara a una muchacha; cuando la vio me dijo: “¡Anda!, pero si es una choni...”. Al poner cara de póquer, me siguió indicando: “Sí, hombre, esa es de las que va a la compra en chándal con tacones o sale de marcha con pantalones rosa”. Y ahí quedó todo. Amanda tiene veinte años, una alegría en el cuerpo que la vitaliza y ambos aprendemos del otro cuando nos ponemos filosóficos. Amanda tiene un novio al que su alegría y su vitalidad eclipsan. El caso es que en el gran Madrid habitan dos tipos de mujeres; tipos mayoritarios, por cierto: las pijas y las chonis. Las pijas son esas muchachas que, fundamentalmente, viven, transitan o trabajan en el barrio de Salamanca o las oficinas de AZCA. Las ves a las ocho y media y la vestimenta y el pintado te indican que se han pasado desde las seis de la mañana frente al espejo; hablan con cierto ademán fonético que todos conocéis y generalmente suelen buscar tres tipos de acompañantes: 1) ejecutivos de banca o alta empresa; 2) deportistas de elite; o 3) niños pijos de su misma estirpe. El segundo tipo que habita Madrid son las chonis, que también se pueden hallar en el barrio de Salamanca, lo mismo que hay pijas fuera del centro o en el resto de la Comunidad Autónoma. Las chonis, como bien dice Amanda, suelen aderezarse de piercings, vestimenta de gran calidad pero gusto incierto (pantalones rosas; pantalones blancos bajo los que se adivina el tanga negro, etc.) y también tienen su acento peculiar. Igualmente, se suelen acompañar de varios tipos de semejantes: 1) el macarra amenazador; 2) el portero de discoteca; o 3) un niño pijo (sí, así es...). El caso es que en verano, en plena calle de Goya y de tiendas, se ve de todo...

27 de junio de 2009

A Usted, que habita al Norte


A Usted. Es difícil explicar muchas cosas cuando son las palabras las que tienen que ‘decir’ de la poesía. Ante el libro abierto e indócil de Lauren Mendinueta, por ejemplo, o los versos del alma de Karina Sacerdote. Es complejo explicar qué sensación me produce hablar al teléfono con Gracia Iglesia o contemplar la expresividad de los ojos de Ana Gorría. Por ejemplo. Ella, Usted, viene del Norte. O va, o pasa, o transita, o recita. No lo sé. Aquella vez que escuché sus palabras detrás de la poesía en el Ateneo de Madrid supe que estaba ante alguien que no únicamente escribe poesía, sino que sabe cómo expresarla. Me turbó y decidí no acercarme a la poeta: mejor contemplar de lejos el nombre, como a Gerardo, o a Federico, o a Lope, o a... Recitar es difícil: como aquellos oradores de antaño, Castelar por ejemplo, que hablaban de corrido dos horas sin papeles. Cicerón fue uno de aquellos ingenieros de la oratoria, del ‘decir’. Ellas aprenden rápido. A Usted la descubrí primero, a finales de los noventa, principios del siglo XXI (como a Ana Merino, of course), pero no supe leerla hasta mucho más adelante. Eso da igual. Al menos leo, no como aquel catedrático de la Universidad de Murcia que se jactaba de no haber leído el Quijote. No soy su mejor ni su peor lector: soy de lo que dicen sus versos, o sus palabras, o lo que diga ese mensaje que transpira su verso. Soy un chico de provincias que lee poesía, como Miguel Hernández. Únicamente la he visto una vez en televisión: dos; la primera fue una eterna madrugada junto a Blanca Andreu... ¿Recuerda? Es una buena poeta; una gran poeta del amor, del erotismo, del sexo. Y de otras cosas. Pensé que era la única que rompía el erotismo hasta que supe de Marcela Collins y ella se explicó ante mí en el Café Tortoni de la Avenida de Mayo de Buenos Aires. Digo lo que leo, lo que veo, lo que me barrunto, lo que palpito. Justifico, luego no soy cínico: Usted y yo no compartimos muchas cosas; nos separa la meseta y la mirada entre sus ojos sentimentales y los míos canallas, pero yo la leo y la releo. Yo posiblemente soy un cabrón conservador, el puto verso suelto que da el ritmo al poema; el que sale a última hora. Sé que habita al Norte. ¡Si supiera la indignación que producen aquellos comentarios en Galicia que Usted ya sabe! Yo digo lo que creo que es: no adulo, escribo. Una vez alguien me recriminó que incorporara a una poeta en gallego en mis estudios castellanos y jamás contesté el impertinente e-mail. Quien no esté de acuerdo conmigo que me contradiga, pero Usted es ya imprescindible, es Literatura; yo no, y lo que venga... Seré franco y directo, es la mejor manera de hablar bien de la gente. La política obvió la gran poesía de Agustín de Foxá, la de Dionisio Ridruejo, la de León Felipe, la de... No me arrepiento del nombre de una poeta, del verso, de la palabra gallega trasmutada en castellana: Usted. Yo no importo, soy uno más; ni el mejor ni el peor lector, o crítico, o canalla, o vándalo, o filólogo. Aposté y gané. Que no piense en los maestros, en los críticos, en los académicos... en ese gremio que lo dice todo sin pronunciar nada. “Libro de la Egoísta” es un buen título. No es mejor consejero el que adula al que aconseja sino quien habla de veras. Usted es una buena poeta aunque yo lo diga. Buenas noches.

21 de junio de 2009

Poesía para el Verano



(Estos poemas van dedicados a ti, aunque no lo sepas, aunque no los sientas; en el eterno verano español, cuyo Sol parece de tu propiedad y tu cuerpo cobra altura y sombra de eterna melodía; con el dictado de estos ritmos y el silencio de tus palabras. Cuando el sentido es algo mayor y el calor nos hace eternamente jóvenes. Para ti...)

Verano.

Buenos Aires. Calle Santa Fe en el 900. Diciembre.
La casa abierta, respirando de noche,
todo apagado dentro.
Cielo, implacablemente estrellado, cuyo azul
de zafiro australiano se aleja,
por obra del aturdimiento luminoso que mandan
a los ojos los focos eléctricos.
De tiempo en tiempo, coches pasan,
en rectilíneos destinos.
En la acera de enfrente, una madre aparea
la obesidad de su flácido descanso
a las epidérmicas lasitudes de su hija,
que corre mano distraída sobre su muslo,
apenas suavizado por un batón rosa.
El reflejo de los focos se aplasta,
extendido contra el asfalto.
Caballito, caballito que llevas el fiacre vacío,
pareces un cuento,
infantil,
de madera
.
(Ricardo Güiraldes)


Verano.
Frutales
cargados.
Dorados
trigales…
Cristales
ahumados.
Quemados
jarales…
Umbría
sequía,
solano…
Paleta
completa:
verano.

(Manuel Machado)

8 de junio de 2009

E. H., el pintor favorito de Lauren Mendinueta...


Pues sí, querida Lauren Mendinueta, este pintor es uno de mis favoritos también (tienes un exquisito gusto, entre otra virtudes), qué pena que antes no recordara su nombre, pero este cuadro es su cumbre, reconocerás conmigo... Entre mis apetencias están el francés Henry Toulouse-Lautrec; Roy Liechestein y su “Mujer en el baño” del Museo Thyssen de Madrid; necesariamente Diego de Velásquez y El Greco; mi paisano Benjamín Palencia (tiene varias joyas en el desconocido Museo Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid); el valenciano Sorolla y Matisse, que algo en común tienen; el ruso Kandinsky... Uff! Tantos que me perdería una vida entera en los museos. De hecho creo que el más universal arte, el más sublime y “el único” es la pintura. ¡Aquellos años que fui profesor de Arte e iba al Museo del Prado! Gracia Iglesias es otra enamorada del Arte.

Edward Hopper (Nyack, 22 de julio de 1882 - Nueva York, 15 de mayo de 1967) fue un famoso pintor estadounidense, célebre sobre todo por sus retratos de la soledad en la vida norteamericana contemporánea. Se le considera uno de los pintores de la Escuela Ashcan, que a través de Arshile Gorky llevó al “Expresionismo abstracto” posterior a la Segunda Guerra Mundial.

4 de junio de 2009

Esas poetas que me rodean...


La poesía es una ciencia. La poesía es la ciencia del decir lo que se siente con párpados de sueño y mirada enamorada, aun cuando duela. Tengo muchos amigos poetas; tengo más amigas poetas que otra cosa y cada poesía es un mundo distinto, quizá el mundo más claro sea el mundo azul de Karina Sacerdote, pero hay otros mundos como el mundo marrón de Gracia Iglesias que es una performance permanente. La sabiduría cobra fuerza en los brazos de Lauren Mendinueta, cuya voz fónica y cuya voz poética son dulzura en la presencia del símbolo o del epíteto. Juana Roggero me sorprendió por su timidez, pero cuyos versos porteños son de una arrolladora belleza. Me turba mucho la poesía de Yolanda Castaño, me turba su mirada y su puesta poética en escena: como aquel día en aquel hotel de Buenos Aires en que la vi ante las cámaras de Televisión de Galicia: se parece en algo a Juliette Lewis. Carmen Jodra compartió clases de latín vulgar conmigo en la Universidad Autónoma de la mano de Carmen Gallardo y era la muchacha más inteligente de nuestra promoción. El aeropuerto de Madrid-Barajas es el cómplice de mis encuentros con Jazmina Caballero, una chiquitita nicaragüense cuyos versos están teñidos de la proporción de la poesía clásica y que ahora creo que de nuevo anda por Elche. Tengo que recurrir más a menudo a la poesía, cuando miro o cuando observo o, simplemente, cuando el espíritu irredento del ser en primavera requiere del reposo monótono de la cadencia de los versos escritos de puño y letra de una generación portentosa, implacable, hermosa… Ana Merino, o Izaskun Gracia, o Estíbaliz Espinosa, o… Hay días que necesito oír la voz de Andrea Cabel o la de la desaparecida Úrsula Starke, para sentirlas vivas, para sentirlas cerca y no perderme necesariamente detrás de contoneo de las muchachas que pasean su hermosura y su dinero por el tradicional barrio de Salamanca.

1 de junio de 2009

La "Amarilis" de Lope de Vega vista por Antonio Sarabia

A pesar de la enorme variedad de títulos dentro del género ‘novela histórica’ y de la indecible cantidad de folletines dedicados a los templarios, visigodos, griales y nazis en nuestro intrigante país, de vez en cuando algún escritor se descuelga con una obra meritoria, aunque no por ello esté publicada bajo el sello de una gran editorial. Eso no es lo importante, añado. “Amarilis”, del escritor mexicano Antonio Sarabia, nos habla de la última esposa del gran Fénix de los Ingenios, o lo que es lo mismo, de Lope de Vega. Amarilis (en la vida real Marta de Nevares) ha resultado durante mucho tiempo, para los críticos y para los profesores de literatura, el amor más disciplinado y la mujer más apasionante del poeta y dramaturgo madrileño: el morbo de su muerte bajo la ceguera y la locura, amparada por un anciano sacerdote, escritor y creyente en el castigo divino hizo el resto. Sarabia se ha documentado y ha trazado una novela bajo la estela de la verosimilitud, terminando por indicarnos y mencionarnos lo real verdadero como fondo de la escritura. En esto es deudor de la esencia de la novela histórica nacida en los siglos XVI y XVII, que por parámetros impuestos debían glosar verdades como puños con protagonistas tomados de la Historia real del país y del momento narrados. Ese es el gran valor de este título y de este autor. A mí me descubrió la novela y el escritor la poeta colombiana Lauren Mendinueta y, como tengo por costumbre, seguí la pista a esa novela por las librerías madrileñas. Como crítico un poco incrédulo, con mis filias y fobias, tomé el título y el tema con precaución: no en vano he dedicado algunas decenas o centenas de mis horas de estudio al que fue secretario del duque de Sessa y del marqués de las Navas. La prosa de Sarabia viene a hacer el resto: no intrinca demasiado la subordinada ni se emplea en arrejuntar adjetivos de forma gratuita, sino que hace de la lengua un servicio real al tema planteado, con la armonía de saber disponer del ritmo con la fortuna de mantener al lector atento, algo elogiable. Leyendo “Amarilis” me vino a la cabeza “Al morir Don Quijote”, del excelente prosista Andrés Trapiello. Ambas vienen a recuperar bajo el tono narrativo de la ficción personajes a los que debemos mucho en la literatura en lengua castellana. Ambos, aún reales, posiblemente pudieron pasar por personajes de novela, lo que han visto estos autores y, singularmente, Antonio Sarabia. Hay días en que uno no sabe qué leer ante la variedad o el aburrimiento: bien, por 10 euros, que no son nada, Antonio Sarabia nos regala una gran novela.