La monografía De Alfonso XIII a Tierno Galván. Estampas del siglo XX español está ya a la venta; previamente obtuvo el III Premio Internacional Cuadernos del Laberinto de Historia (2022). El jurado acordó por unanimidad premiarlo, seleccionándolo de entre un total de 43 originales recibidos de 8 países. El libro aporta un retrato de la Historia del siglo XX a través del perfil de algunos de sus protagonistas más trascendentales, desde el “rey político” Alfonso XIII hasta el “viejo profesor” Tierno Galván. A partir de una visión documentada y creo que con un estilo ameno, en él se repasan las actuaciones y anécdotas de los jefes de Estado y de Gobierno más conocidos de España, Estados Unidos o Portugal. En sus seis capítulos aparecen las complejas relaciones personales de Alfonso XIII con el líder conservador Antonio Maura, la formación académica del general Franco y de Antonio de Oliveira Salazar y el mítico carisma del alcalde de Madrid Enrique Tierno Galván. Entre sus páginas se analizan acontecimientos cruciales para España como la oposición antifranquista, los proyectos de transición a la democracia diseñados por fuerzas políticas del interior y del exilio o el trascendental apoyo para España de los presidentes republicanos de EE.UU. Junto a Eisenhower, Nixon o Ford se dan cita otros protagonistas de la Historia como Ramón Serrano Suñer, Alfredo Kindelán, Dionisio Ridruejo, José Luis Álvarez, Joaquín Leguina o Ramón Tamames. Lo puedes encontrar en las librerías de Tobarra (Albacete); Librería Libros, de Hellín; Papelería Castillo, de Almansa; Librería Circus, Librería Popular y El Corte Inglés de Albacete; Librería Neblí, Librería Antonio Machado, La Central, Pasajes Librería Internacional y FNAC en Madrid; Casa del Libro en varias provincias; Librería Cervantes, en Oviedo; La Librería Ambulante en Sevilla; Puvill Libros en Barcelona; AG Library de Málaga; Babelio, Amazon, etc.
28 de noviembre de 2022
15 de septiembre de 2022
Buscando a las musas
Amaneciendo, la desierta playa del silencioso pueblo costero recogía la espuma del mar. En mi camino, las huellas de alguien que, muy poco antes, había transitado el mismo borde junto al Mediterráneo, se iban diluyendo, como los recuerdos, como las musas, como aquellos eternos veranos de hace unos años... La inspiración me había abandonado esas semanas, así como aquellas sonrisas que traían, al menos, momentos inevitables en la canícula de los noventa, o quizás de los dos mil, cuando éramos eternamente jóvenes, sin la contaminación ruidosa de estos tiempos inciertos que, cada día, nos traen los diarios. Sea quien fuere mi musa, se fue, atenazando la escritura en soledad silenciosa, en páginas en blanco, en inciertas dudas tachadas con bolígrafo rojo. El mar aprovecha hoy la mañana para lanzar algo de ruido sobre la playa y dos o tres jóvenes se suben a la tabla, buscando la mejor ola para el surf. En el momento de buscar un café abierto, recuerdo cuando tenía varias musas, con las palabras siempre brotando todo tiempo... Igual frente a un café humeante sea el momento de poner orden a las ideas, blanco sobre negro, pues como ha dicho siempre Joaquín Sabina: "mira que las musas no aceptan excusas".
8 de mayo de 2022
Cualquier tiempo pasado...
24 de abril de 2022
La chica del premio
24 de marzo de 2022
Le atendió...
En aquel momento y en aquella ciudad escribía de noche; cada día acudía al Murphy's pasadas las once post meridiem, pretendiendo acabar allí mi primera novela. Atendía la mesa Jenny, una chica procedente de algún lugar de Europa con intención de probar suerte en ese norte aristocrático que era la ciudad. No recuerdo día alguno en que hubiera ni media docena de personas, cada una a su manera, arracimadas en la barra; en una de las mesas, únicamente mis folios, la Parker y yo. Aquella camarera no tendría más de veintipocos años y me dejaba anotado su nombre en el ticket ("le atendió Jenny"), algo popular actualmente en este lado del océano, pero no entonces. Yo no conseguía dar forma a mi novela, menos aún supe burlar las formulaciones del New Criticism; pero tampoco la muchacha ganaba más de un puñado de dólares dejados como propina por insomnes como yo, Arthur Miller o un director de banco que abría su sucursal a las siete en punto de la mañana. Ella tenía un medio novio italiano que conducía un camión por la Ruta 66 y al que nunca veía, cuidaba de un gato enfermo y vivía en un caro apartamento sin ventilación del Upper East Side, más o menos cerca de mi casa. Confieso que una noche de nieve, solos ambos en el Café, confesamos nuestras penas con un café rebajado con whisky. Entonces yo no tenía un centavo ni había publicado más de dos o tres críticas teatrales sobre Miller en The New Yorker, pero estuve a punto de pedirle que se viniera a vivir conmigo. El día que lo supe fue una mañana sin preaviso en que su compañera Dorothy me dijo inexpresiva que había sido deportada.