28 de junio de 2010

Ediciones Irreverentes

Tengo que reconocer que una de las novedades más valientes y más interesantes de la Literatura Española del siglo XXI son los editores; los nuevos e íntegros editores. Y, como he expresado en otras ocasiones, uno de ellos, y muy significativo, es Miguel Ángel de Rus (otro día hablaré de otros).

Miguel Ángel ya era por los años noventa (aunque yo le empecé a seguir los pasos algo después) un escritor ingenioso, inteligente e interesante. Algunas de sus novelas son pedazos de buena literatura finisecular; delicias de ingenio y deleite que en nada envidian ni tienen que temer ante premios planeta condicionados, editoriales selectas (que ni arriesgan ni pagan) o autores apadrinados por estéticas pasadas de moda que incluso se explican en dos líneas en los manuales.

Pero lo interesante de Ediciones Irreverentes, la firma que dirige y patrocina De Rus, es que arriesga con nuevas voces realmente interesantes, ávidas de ingenio y teñidas de renglones de la actual mejor literatura, opinen lo que opinen los críticos canónicos que apenas se arriesgan, so pena que sus apadrinados queden en el cajón de los olvidos. Estos pretendidos críticos (en España se entiende por crítico todo el que mal lee algo) que en nada siguen al férreo Clarín o al exigente Larra, creen construir un nuevo canon estético con tres o cuatro nombres con temáticas redundantes, párrafos foulknerianos y demasiada metáfora (que en la prosa es un recurso aburrido, ralentizador e implacable). Y se equivocan.

Como se equivocan las editoriales de fuste (término de antes, más o menos del tiempo en que también era crítico Juan Valera) al apadrinar autores con títulos que sirven de ventas tres meses, se descatalogan diez días después y no se hallan ni en las bibliotecas. También iban de listos los que dijeron que nada valía “Cien años de soledad” o el que dijo que Harry Potter era un personaje aburrido. Deberían haberlos excomulgado e impedido su entrada, al menos, en la Biblioteca Nacional. O a leerse y resumirse “Rayuela”, de Julio Cortázar, un millón de veces.

Galdós fue crítico como Marqueríe, como Ignacio Agustí, o como Cela en “Papeles de Son Armadans”, lo que pasa es que aquellos construían la crítica; negociaban con las palabras que dirigían al lector hacia la calidad literaria; no sabían de este mercadeo de santos griales, masones y visigodos que en nada se parecen a la novela bizantina del siglo XVI, porque la gente se documenta en google o copia de mala manera.

Invito a entrar en la web de Irreverentes (www.edicionesirreverentes.com) y a que se genere opinión.

20 de junio de 2010

Sobre la traición


El otro día escuché decir la palabra “traidor” a dos políticos y, de quienes venía, me sorprendió porque es el ejercicio habitual que practican ellos mismos. El significado de tal término determina que alguien cambia una postura o posición acerca de algo hasta la postura o posición contraria sorprendiendo a quienes considerarían que jamás se llegaría a ello. El escritor Fernando Vizcaíno Casas diría, en otro matiz, que traidor es aquel que llama traidor a otro. Pues bien, no entiendo por qué la gente tiene en mente la sensación constante de ser traicionada a través de conspiraciones judeo-masónicas, cuando lo que realmente practicamos la mayoría suele ser la indiferencia que es bastante más significativa, cruel y refinada que la traición.

Me pongo a pensar en cuánta gente ha traicionado a otra, en el plano histórico, como Bruto a Julio César, los de UCD de Adolfo Suárez, etc.; y, según se analice, la Historia cambió no sé si para bien pero lo hizo.

En definitiva, cuando el otro día escuché esa palabra, varias veces, porque en un reportaje de telediario también se dijo, creí que quienes la decían se la aplicaban a sí mismos autodefiniéndose, como el vocablo a la medida perfecta para luego ponerlo en la tarjeta de visita. Lo que pasa es que hay tan pocos políticos interesantes que la única traición que pueden realizar es irse a su casa a decir todas las necedades que dicen y, como es una salvación para la Nación, más que traición sería una bendición. Lo que pasa es que desear vivir de la cosa pública es muy goloso...

6 de junio de 2010

Sobre la 'Pasión'


Es cierto; no es algo que sólo se diga en la Argentina.

Un tipo puede cambiar de camisa o de chaqueta; una persona puede cambiar de piel, de cara, de aspecto. Un ser humano puede cambiar su ideología, su religión, incluso. Todo el mundo puede cambiar de trabajo, de casa, de ciudad o de país: se puede vivir en otro continente. Un joven puede cambiar de mujer, de novia o de criterio... Se puede cambiar de deseos...
Nadie, absolutamente nadie, puede cambiar de pasión.