20 de junio de 2010

Sobre la traición


El otro día escuché decir la palabra “traidor” a dos políticos y, de quienes venía, me sorprendió porque es el ejercicio habitual que practican ellos mismos. El significado de tal término determina que alguien cambia una postura o posición acerca de algo hasta la postura o posición contraria sorprendiendo a quienes considerarían que jamás se llegaría a ello. El escritor Fernando Vizcaíno Casas diría, en otro matiz, que traidor es aquel que llama traidor a otro. Pues bien, no entiendo por qué la gente tiene en mente la sensación constante de ser traicionada a través de conspiraciones judeo-masónicas, cuando lo que realmente practicamos la mayoría suele ser la indiferencia que es bastante más significativa, cruel y refinada que la traición.

Me pongo a pensar en cuánta gente ha traicionado a otra, en el plano histórico, como Bruto a Julio César, los de UCD de Adolfo Suárez, etc.; y, según se analice, la Historia cambió no sé si para bien pero lo hizo.

En definitiva, cuando el otro día escuché esa palabra, varias veces, porque en un reportaje de telediario también se dijo, creí que quienes la decían se la aplicaban a sí mismos autodefiniéndose, como el vocablo a la medida perfecta para luego ponerlo en la tarjeta de visita. Lo que pasa es que hay tan pocos políticos interesantes que la única traición que pueden realizar es irse a su casa a decir todas las necedades que dicen y, como es una salvación para la Nación, más que traición sería una bendición. Lo que pasa es que desear vivir de la cosa pública es muy goloso...

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