29 de septiembre de 2014

"Algo que se desvanece"

Al final, todo será un sueño. Aquellas cosas que pretendías: un abrazo, un beso nada furtivo, la realidad de un viaje; la emoción de una cena para dos, con un buen vino blanco; quizás un viaje aderezado por el mar... Esos flashes no eran otra cosa que ritmos del sueño: ahora no te pares a pensar si fue bueno o malo; el caso es que te mantuviste en la vida mientras eso fue un guión de cine... Los ecos de sus pasos, la forma de sus manos, el timbre de su voz -con el debido acento incluido- o los rasgos de su letra, eso era; realidades que perduran mientras te vas dando cuenta de que estás dentro de la vida, planificando algo que desde mañana será el futuro, tu futuro nada menos. De repente, el ritmo y la intensidad se rompen; ya lo sabes: silencios, ausencias, puntos suspensivos... ahora caes en que alguien debió haberlo dejado escrito: las cosas ni se generan ni se destruyen, sólo cambian y únicamente dentro de un tiempo sabremos en qué sentido. Está claro: mirar y querer tener, esperar, la emoción de una palabra, la tristeza de un silencio. Su imagen ahí puesta, como una foto, en tu mente: con su sonrisa perfecta. Y zas... de repente suena el despertador, se te jode el sueño y te das cuenta de que es puro teatro, sin un final concreto y de que sientes frío, un terrible frío.

21 de septiembre de 2014

Cartas que enviaste

Termino de escribir un whatsapp, me paro en seco, pienso y parece que no fue hace tan poco tiempo, no más de quince años. La otra noche, durante una cena, alguien dijo que aún guardaba las cartas que le envié desde otro país en el que viví; yo, de igual modo, también guardo las suyas. Pero la cosa tiró por lo nostálgico cuando otra chica dijo que también guardaba mis cartas... quizás Elena o Belén o María no recuerden otra cosa que el whatsapp, el e-mail o Facebook; pero hace algo de tiempo -no excesivo ni mucho ni lejano-, si querías estar en contacto con alguien a quien no vieses exactamente todos los días, la única opción era enviarle una carta; alguna vez, incluso, alguien te enviaba su foto dentro. Aquello, tengo para mí, tuvo y tiene en el recuerdo cierta emoción: la de esperar la respuesta -ahora todos o casi todos enviamos el whatsapp y todos o casi todos intuimos si se ha leído o no y si tendrá o no tendrá respuesta-... claro está que guardar tanta carta requiere espacio; muchos whatsapp por bonitos o intensos o interesantes que sean, se pierden; como se pierde la intensidad y el romanticismo de la letra escrita -para eso hacíamos caligrafía-... A veces, en clase, alguien pregunta: "¿Y tú qué hacías para ligar?" La respuesta deja descolocado al personal: "escribir una carta". Y te miran como si tú fueses Charles Dickens y en tu escritorio, en lugar de un ordenador, hubiese un tintero y una pluma de ganso. La vida...

18 de septiembre de 2014

"Cuando íbamos en tren"

Antes de este tiempo, cuando íbamos en tren a la Facultad y las miradas furtivas eran un juego divertido, estábamos menos preocupados por el futuro; claro está que entonces nadie nos tosía, ni nos bombardeaba con noticias malas. Esta mañana, mientras escribía a mano algunas notas, suena el teléfono: uno de esos números desconocidos que siempre pienso que no debo coger. De fondo, una voz femenina que no me suena de nada; pero cuando dice el nombre, el lugar, la época y dos o tres nombres más... digo que sí. Le falta la chispa y la energía de entonces, pero sin duda es familiar. Veinte minutos apocalípticos: todos o casi todos parados, con proyectos vitales rotos, divorcios, cuernos o rupturas complicadas, deudas de cierto nivel... "La crisis", concluye, así como dando por supuesto que unos tiempos como estos son lo normal. Explica que me llama porque, en definitiva "tú siempre fuiste el más optimista de todos". Necesita hablar con alguien y pedir ayuda. "¿Te acuerdas que siempre dijismos de ti que si venían tiempos malos, serías el único que sobrevivirías?", me pregunta, pero yo no lo recuerdo. Otro alguien habló con ella un día en un parque de Madrid, mientras tomaban una caña para dos, porque resulta que son más pobres que entonces... "¡Cuánto me gustaría verte bajar del tren y oírte decir que serás ministro de Educación!" -rememora mientra yo escucho en silencio- "o bromear en clase de morfología con tus palabras de argot" -se le quiebra la voz mientras escucho y me pone la carne de gallina- "y que me acompañes a casa por la noche y yo no te premie con un beso, que ahora sí te daría", continúa... Te quedas helado e incierto, porque en definitiva tú también has cambiado. Cuando cuelga se produce la sensación de que en el fondo todo aquello fue estupendo, pero lo habías olvidado. 

16 de septiembre de 2014

"Engañada"

Algunos días el café adquiere un tono ácido, que produce dolor de estómago; tengo para mí que no es por culpa del propio café, sino del entorno. En la mesa de al lado hay dos chicas que hablan de cómo alguien las ha borrado del Facebook y ellas se lo toman como una derrota atroz: a punto estoy de decirles que eso muestra inmadurez en quien procede al borrado. También estoy a un paso de decirles lo que Napoleón ("a enemigo que huye, puente de plata"), pero prefiero permanecer en mi sitio: yo también tengo mis fantasmas, como cualquiera, sólo que el resto prefiere hablar de lo bueno, incluso inventando. Aunque lo más extraño me llega cuando casi estoy a punto de pagar el desayuno para irme al ordenador. Entra ella, con los ojos vidriosos, como de haber llorado; me ve y pide permiso para sentarse... Hasta el día de hoy era una de esas mujeres que te califica en función del físico o el dinero -lo demás no cuenta-, luego no sé si tomarlo como un cumplido. Hablamos de lugares comunes hasta que sale el tema, que yo esperaba porque tiene pinta de ser de las que sacan algo a cambio; de lo contrario tiene otra gente para el café. El quid de la cuestión está en que el novio -con el que se va a casar pronto, pues viven juntos no sé cuanto-, se fue tal noche a la Feria de tal sitio y se lió con tal persona -cama incluida- y ella, enterada, está que se muere. Como llevo las gafas hoy, las pongo casi en la punta de mi nariz y me digo "¿ehhhh?", con tono de a mí qué me importa. O sea, un lío de cuernos que no me interesa nada de nada. Luego pienso que, desde Calderón hasta nuestros días, ha existido eso que se dice justicia poética... cuando se va, el camarero recita un 'pobrecica', al que yo le respondo que no le vendrá mal a la chica empezar a mirar a la gente como seres humanos y no como seres inferiores.

13 de septiembre de 2014

"La excusa del maletero del coche"

A veces creo que el ingenio español aún tiene mucho que decir. Cojo el coche y me voy a otra ciudad: allí he quedado con una amiga y, frente a un café, nos vamos a poner al día de nuestras vidas y milagros. Cuando llego, frente a la cafetería en que hemos quedado veo su coche aparcado y el maletero totalmente abierto, con una salvedad: dentro no hay nada. Primero pienso en no decir nada, puesto que el café se alarga, nuestra conversación también y la complicidad ante el fracaso y el acierto... pero, justo cuando voy a marcharme me surge la duda -la inquietud y el cotilleo, seamos sinceros- y, entonces, le pregunto. "Es sencillo -responde-, como apenas hay aparcamiento en esta zona, lo dejo en la puerta, abro el maletero, entro y me tomo un café contigo y, si por casualidad viene la Policía, les digo que estoy descargando", concluye, con su sonrisa de niña buena y sus ojos de mujer fatal.

11 de septiembre de 2014

"Decirlo de una vez"

Estoy prepararlo para decirlo, sencillamente porque es el momento; el instante de afrontar la realidad, de explicarlo; de analizar cierto egoísmo de la gente... Hay personas que tienen miedo a intervenir en público: yo no. No me molestan los nervios en el estómago ni la mirada penetrante del auditorio; mucho menos si voy a decir la verdad. En este caso debo dejar claro que me molestan sus jueguecitos, la indiferencia y la mentira. Jugar a parecer siempre me ha parecido -valga la redundancia- una estupidez y una máscara de teatro. Las personas podemos aguantar los juegos y las inercias de las personas durante un tiempo, pero no todo el tiempo. Quien quiera estar conmigo, que lo esté; quien quiera que yo esté sólo para los malos momentos o en las soledades de otros, debe entender que no, que eso lo decido yo. Quien tenga amigos de primera y conocidos de segunda, que los tenga; si soy conocido -o somos- de vez en cuando, desaparezco y punto. Mosquea esa gente que se considera sublime y clasifica a los otros, así como estableciendo categorías; porque ese mismo hecho ya implica inseguridad y no somos los demás los que estamos cuando se nos llama después de haber ignorado nuestra llamada, sino cuando queremos estar. ¿Qué derecho hay en criticar a los poderosos -con sus vanalidades, injusticias y gilipolleces- si hay gente que es como ellos? Si tú no tienes ni tiempo ni ganas para mí, ¿de qué te extrañas si me olvido de ti?

10 de septiembre de 2014

"Solo de piano..."

A veces, las mejores decisiones -o las peores, según el resultado final-, las tomo con música de fondo; y si es con un solo de piano, mejor. ¡Tanto tiempo!; tanto, de espera, que ahora cuando decides dar por perdida la partida -nunca la batalla, eso jamás...-, necesitas de la música porque si no te invade la duda. Cuando ella nació, yo ya quería ser John Kennedy, pero me quedé por el camino: nadando entre la esperanza y la poesía. No está mal para un aprendiz de norteamericano, no queda mal en tu haber pretender ser un todopoderoso político con pase a ciertas camas de Hollywood; ...y quedarte atrapado en unos ojos de mujer. Ojos que, después de un tiempo, sabes y tienes claro que miran hacia otro lado. "¿Y a ti qué?", resuena al fondo -quizás es la voz de tu conciencia-. Pongo una sesión dance de los '90 y eso sí que sube el ego: uno no puede parar por los jueguecitos de nadie, lo mismo da que sea una carta de Hacienda que unos labios que jamás vas a besar. Quizás lo que nadie sabe es que el beso recíproco se lo pierde ella también, sobre todo el día que necesite un tipo que la despierte de verdad, cuando las arrugas dibujen la parte más baja de sus ojos. ¡Ay!, ahí se necesita un poeta... pero tú ya estarás lejos, terriblemente lejos -a veces, como el solo de piano, por suerte-. Sí, esta música me describe una realidad distinta y debo escribirlo, porque hay miles de personas que deben romper lazos, ataduras, toxicidades que no las llevan a puerto bueno. La diferencia es que yo, con música, lo digo; otros no: quizás hasta lo lea quien tiene que leerlo.

6 de septiembre de 2014

"Deslumbrar"

Al principio creí que la inteligencia y la conversación me servirían; pasó el tiempo y creo que me equivoqué aquella tarde en que dije que no quería pertenecer a la gran masa que duerme o que bosteza. "Mucho me temo -comenté en aquel café- que el mérito, el encanto y la conversación ya no sirven de nada: o haces ostentación del dinero o la gente no te tomará en serio". Los presentes fliparon; un escritor, frente a su whisky, nunca puede aseverar eso, sencillamente porque no nunca tendrá un puto duro. A no ser que... (decía un diplomático conocido mío que hablar de dinero es una ordinariez). Recuerdo cómo en un pequeño pueblo de La Mancha, hablando de Historia con unos amigos, un tipo que había cerca de mí en la barra soltó: "tú saca a la calle el coche bueno que tienes, no ese Renault Clío que llevas a todas partes y entonces se fijarán en tí las tías...", así de burro, así de directo fue el susodicho. Quizás fuese una rabieta, quizás que uno se siente perdido en el marasmo de nuevas generaciones cada vez más metidas en las redes sociales, yo qué sé... el caso es que deslumbrar, lo que se dice deslumbrar con la inteligencia, con la conversación ya no sirve para abrirse paso en cualquier situación. Pero es igual, los escritores seguimos siendo los viejos roqueros que pensamos que el libro en papel tiene aire romántico, que una buena conversación vale más que mil whatsapp o que mirar fíjamente a los ojos a una mujer -y sentir esa timidez que se siente- todavía vale más que mil mensajes...

4 de septiembre de 2014

"El horóscopo"

A la hora del desayuno -café, obvio- me cruzo en el diario la sección del Horóscopo. Verdaderamente nunca reparo en ella; es más, para mí pasa siempre desapercibida, pero hoy he decidido ver de qué va la cosa: "Sagitario: procure no mantener relaciones sexuales hoy, tendrá problemas", escribe el periodista a cargo de la columna. Vaya, pues sí que estamos bien... El café se va a enfriar mientras proceso la r-e-c-o-m-e-n-d-a-c-i-ó-n. "Tauro: tenga cuidado con los Sagitario, son moscas cojoneras"; después de leer esto último, empiezo a pensar que el periodista se ha levantado con el pie izquierdo contra los nacidos en diciembre. Claro, que si uno sigue...: "Cáncer: no preste dinero a los Sagitario, nunca lo recuperará"; "Aries: déjese agasajar por los Sagitario, son extraordinarios aduladores" y así todos... Llegados a este punto, uno se lo toma por el amor propio y empieza a indagar en cómo los astros pueden determinar que se puedan tener problemas por mantener relaciones sexuales un día laboral, bajo el calor sahariano que impera, con setenta mil facturas y recibos que abonar, con la tensión por los suelos, con sueño, etc; o en qué se basan los astros para saber que uno no devolverá sus deudas... En esto el que más debería opinar es Rojas Marcos, el hermano psicólogo, no el político, porque si uno no tiene la cabeza serena, no hay horóscopo que valga... Total que decido seguir otros veinte años sin mirar esa sección, a cuenta de cuando era adolescente y el horóscopo tampoco acompañaba; así el café será más reposado.

1 de septiembre de 2014

"Pesadillas"

Quizás sea por el sabor de la derrota que queda al despertar, pero jode tener una pesadilla; nos dicen que los sueños pueden hacerse realidad, pero sería una cabronada que las pesadillas pasasen del subconsciente a la vida... A mí que no me jodan, pero gracia no me hace despertar empapado en sudor, vencer la monotonía de un cuerpo ausente al lado y, encima, que la tía del sueño se haya ido con otro, o haya mentido, o ambas cosas juntas. Y encima si vas a un psicoanalista te va a sacar la pasta por decirte que eso es algo que llevas en el subconsciente. Ni subconsciente ni leches: me jode tener pesadillas y punto. Se te fastidia el sueño y, ya despierto, oyes al fondo un perro ladrar, la sirena de la poli, los ronquidos de algún tipo que duerme con la ventana abierta y, para colmo, te pasas todo el día siguiente dándole vueltas al puñetero sueñecito de las narices: ¿por qué mentiría la tía en el sueño?, ¿a ver para qué oculta esas cosas si son lo más normal del mundo?, ¿por qué me mentirá con la confianza que hay? Así vas por la vida el día después, no digas que no; rayándote a tope, que ni el café te salva del bajón. "Oye, tío, que sólo es una pesadilla; no juzgues a los demás por un sueño", te dice la de la oficina. "Claro, como ella es mujer: dándole la razón encima", sueltas en plan machista; después te avergüenzas. Y cuando vas a tomar la cuarta taza de café -peor que los yanquis, te lo digo yo-, la misma chica de antes, que es inteligente de verdad, te dice desde el fondo: "menos mal que habías decidido olvidarla para siempre, porque si fuese lo contrario y encima por un mal sueño, invades Polonia"; con razón ríe.