25 de julio de 2019

Carmen Jodra, la poeta de Clásicas

Es complicado hablar de una poeta como ella en pasado, sobre todo porque el presente aún no está transcurriendo hacia atrás. Ayer nos dejó Carmen Jodra, aquella chica de clásicas junto a la que me sentaba en Latín Vulgar, una asignatura cuyas traducciones me daban problemas y, sin embargo, ella apenas tenía que usar el diccionario. Carmen había ganado hacía poco el Hiperión con Las moras agraces un libro que, como dicen Ana Gorría y Yolanda Castaño, es ya un clásico; a pesar de la fama, ella era aquella mujer dulce, apartada de toda pompa, que iba a clase con su melena recogida, que leía y estudiaba... Desde entonces yo no he dejado de poner su nombre junto al de otras contemporáneas como uno de los nuevos nombres imprescindibles de nuestra poesía actual. Porque lo era. Una maldita enfermedad, esa maldita enfermedad, nos la ha arrebatado. Ella, una mujer de letras tan joven, que residió en la misma Residencia de la calle Pinar que Federico García Lorca; ella, que compartió algunas meriendas conmigo en un VIPS de Mateo Inurria, hace casi dos décadas, en las que aprendí tanto con solo escucharla... Esta mañana, hablando con Gracia Iglesias, con Vanesa Pérez-Sauquillo, con Carmen Gallardo, con Silvia Gallego... me han venido recuerdos de aquella década en la que todos buscábamos un sitio en la vida, en las letras, o en todo a la vez... ella era ya Carmen Jodra. La última vez que nos vimos, en una exposición de trajes de época, quedamos en ponernos al día: Carmen estaba ya en su biblioteca, feliz; yo, intentando ser el profe que soy. Me quedan sus letras y la suerte de haber sido aquella chica de clásicas que se sentaba a mi derecha y de la que, lo confieso, alguna vez copié un pedazo de traducción de latín vulgar.

22 de julio de 2019

Mientras sube el café

Mientras el café sube, ahora rápidamente en la cafetera italiana de la cocina, empiezo a darme cuenta de algunas cosas. A veces pasa cuando el silencio invade mi casa y, por poco que acierte, eso le ocurre a mucha gente. Mientras el café humea oloroso y la cucharilla desmenuza el terrón de azúcar en el fondo de la taza, empiezo a recordar los momentos de conversación; o como se me mira lentamente al escucharme: esas confesiones por lo bajo que quedan entre dos, toda esa sensación de compañía en otro momento que no es ahora. La más de las veces el ejercicio de la escritura, como el de la memoria, es en la soledad más absoluta, pero también es ahí cuando te das cuenta de lo que se quedó por decir, de lo que se te dijo y lo que ahora entiendes; de cómo la vida, en el fondo, no puede ser en soledad... Nos pasa a todos, creo, pienso; bueno, estoy seguro. Y es entonces cuando me digo: "mañana pongo dos tazas de café".

5 de julio de 2019

Una mirada

Suele ocurrir y, en muchos casos, a la misma gente varias veces... Entras en un lugar, ves a una persona, te toca el turno para algo y... no sabes qué decir. Ahí dentro, en el vagón del metro; o fuera, entre los asientos del bus, por ejemplo, la gente está pegada a su teléfono inteligente pero, en muchas ocasiones, cuando toca el cara a cara, la palabra, la frase, la emoción, la expresión... no sale, no te sale. Igual es humano, o quizás sólo ocurre a unos pocos y a otros no, vaya usted a saber; pero que pasa, pasa, eso también es cierto. Eso sí, algunos tenemos esa mala costumbre de articular palabras, mensajes, ideas o emociones... ¡¡con la mirada!! Dicen que sólo los ojos expresan la verdad que nace del silencio...