29 de octubre de 2017

Preguntas que no hicimos

Supongo que cuando tienes un momento para volver la mirada atrás nacen esas dudas: qué fue de aquella persona, qué quiso decir con... A veces las anotaciones de tu mente -o las del diario, que la suple- no aclaran nada: por qué no preguntaría yo, si me hubiera atrevido a decir que... Fueron momentos en que tuviste delante a aquella persona, instantes en que quisiste preguntar algo, seriamente, decirlo... pero se quedó ahí entre el miedo, la duda o que tomaste tú por adelantado una decisión que no era tuya. El tiempo ha ido mitigando las cosas, sean cuales sean: las de un café o una copa nunca concretados, las de un abrazo que no se dio o las de preguntar lo que querías preguntar... Esto viene porque las tardes de los domingos -esas de programación muermo en la tele, apuntes encima de la mesa, taza de café a medio y libro en el que no avanzas- se prestan a echar la vista atrás, con lo malísimo que es eso para la tensión, el descanso y el Ibex 35. Siempre recuerdo algo que escribí en un viejo diario de tapas negras: "si las miradas hablaran habría decidido antes, habría sufrido menos y habría besado más".

28 de octubre de 2017

Mensaje equivocado

Ocurre siempre cuatro o cinco segundos después: la sensación de haberte equivocado al enviar un mensaje. No una equivocación de persona, no; equivocarte de acción, así como si ya supieras que la no-respuesta o la indiferencia de quien lo reciba es algo innecesario para ti, algo rutinario o monótono que no sirve para nada. Ahora, cuanto más conectados estamos, más impersonales somos; en esta época tan socialmente alterada, el espacio entre personas y sentimientos -o emociones- se hace cada vez más amplio y frío. Sí, sabes que te has equivocado y eso se verifica cuando el interesarte por otra persona se traduce en su silencio: hay quien dice que no obtener respuesta ya es una clara respuesta. A veces pensamos de qué sirve ser social, interesarse por otros que no quieren que nos interesemos por ellos o que nos responden cuando quieren algo... Es entonces cuando pensamos que no sirve de nada, que a pesar de las creencias que hay por ahí, nadie es más que nadie cuando otra persona se acerca para interesarse... pero la sociedad no cambia, que lo pienses tú no cambia nada, que una persona mantenga su código moral en un mundo inmoral -como pedía el filósofo- no sirve de nada.

15 de octubre de 2017

La teoría de la gamba...

En un momento dado Inés se puso seria y dijo para toda la clase: "el otro día fuimos a cenar, este y yo y... y pedimos un plato de gambas; cuando quise volver a mirar, las habían devorado..." Inmediatamente no fue, pero me trajo al recuerdo mi teoría de la gamba, según la cual no hay nada más rápido en el mundo que algunas personas devorando las gambas de las bodas, así como si el día no fuera a terminar jamás, como si fuera un producto que ya no se fuese a comer en la vida. Fue hace unos años que una persona sentada a mi lado se pasó gran parte de un banquete jactándose de lo carísimo que era su coche, de lo magnífico que era su móvil de ultimísima generación, de lo imposible de superar que era su Rolex -de imitación, ojo, que uno no es tonto-; hasta que sacaron el plato de gambas y se las comió sin apenas pelarlas, calculo que fue el noventa por cierto de las contenidas en una bandeja más grande que el Puente de Brooklyn; y como un resorte alguien le dijo: "caro será todo lo que tienes, pero pasas más hambre que el perro de un ciego". Así, así fue cómo nació mi teoría de la gamba según la cual si te cae al lado, el más flipado se acaba las gambas y no las hueles. Como yo tenía que la mía era la mala suerte frente a un plato de gambas -mira, así lo agradece mi ácido úrico-, Inés me recordó que es una verdad universal... como la teoría de la relatividad, el alfabeto latino y el cine de Billy Wilder.

6 de octubre de 2017

Sin mirar atrás despacio

Ahora que lo pienso... Aquel rey felón, el de la "senda constitucional", rompió los sueños liberales, "¡vivan las caenas!", decía el pueblo que aún pasó hambre y miseria. Más tarde, al de los Castillejos, natural de Reus, provincia de Tarragona, se le metió en su sagitaria mollera traer la democracia, con aquella Constitución de 1869 tan avanzada que ni en Europa: entre los de un lado y los del otro le pegaron cuatro trabucazos en la calle del Turco, siendo rematado en la cama de un palacio, por si acaso. Entre caciques, caciquillos y gobernadores civiles dirigieron las conciencias y los votos, previo paso por 1923, hasta que llegó otro régimen constitucional que destacó en Educación y Cultura, pero al que le surgieron varios golpes de diversas ideologías que acabaron (tras los treinta y tres ominosos meses que todos sabemos) en otro régimen, largo, sumarísimo... El chico de provincias que pasó, de un lado al otro, a los españoles pactó la ley fundamental que, en esencia y con aciertos y meteduras de pata, ha traído la mayor estabilidad que se haya conocido: la España liberal fue interrumpida por espadas, pistoleos y callejeros veinte veces hasta que por fin nos vimos en Europa, como pedían algunos de los intelectuales más sobresalientes de los últimos cien años. Eso así, sin mirar atrás despacio. Ahora que tocaba hablar del futuro, después de estos años atrás tan reprochables a unos cuantos y que debemos a la mayoría, ahora como entonces... Non abbiamo bisogno.