16 de abril de 2016

La chica del pasillo



He oído alguna vez que los detectives privados, además de fumar y de llevar gabardina, deben observar y observar. Yo, que no lo soy pero tengo ideas pendientes por escribir con la minuciosidad de un informe policial, tengo la misma manía. Cuando me cruzaba con ella tenía la costumbre de mirar hacia la parte del pasillo que ella habitaba, de tal modo que era inevitable saludarnos: fue así como me fijé en su sonrisa, en su forma de caminar, en la ropa que por costumbre vestía... Es como ir preparando el personaje para ser descrito con precisión galdosiana; fue después cuando hablé con ella, en persona y con esas inercias de hoy que se llaman whatsapp. Y así surgió la parte psicológica y vital: la de una mujer inteligente, con sentido del humor, sonriente; una mujer tan actual, que uno se atrevería a decir que ella misma hasta pediría matrimonio en el momento más inesperado y por la vía más incierta que un escritor pueda describir. Así, así se presenta la chica del pasillo; esa mujer que uno va construyendo poco a poco, día a día, al hilo de la vida que es el narrar una historia literaria, real y ficticia, medio a medio realidad y deseo pero, en definitiva, la historia de la chica del pasillo que, además de ser rubia, sonreía con tímida solvencia. 

9 de abril de 2016

Miradas de primavera


Sólo basta dar un paseo en una mañana de primavera para cruzarse con miradas: gente caminando; chicas jóvenes de compras; una muchacha que repartía propaganda de una nueva tienda; la norteamericana con su acentazo diciendo a voces que se adapta bien a Madrid... Miradas como la de ese pasillo, que siempre iba acompañada de una sonrisa que no se me borra, que es más fuerte cuanto más la pienso... menos mal que la sonrisa tuvo voz y una historia detrás. Miradas de mujeres fatales o de chicas alegres; o de alcarreñas estresadas por la Selectividad: "Ay, profe, espera, espera... que termino ya; ay, espera, que me duele ya hasta el corazón", dijo aquel instante Sara; yo respiré y pregunté a su profesora (que me miraba; en fin, otra mirada distinta): "¿Cómo se siente que te duele el corazón?"; se partió de risa, de Sara y de mí. Miradas que perturban, o entristecen, o alegran el día; miradas que dicen adiós; otras miradas que dicen hola. Siempre una mirada dice mucho más que mil palabras; siempre conecta más esa persona que te mira; siempre unos ojos expresan más que la pluma; a veces, incluso, un beso con mirada nos sabe mejor...