28 de enero de 2014

"La chica nueva"


Como siempre habías hecho. Primer día de clase y allí estaba ella: la nueva. Nunca antes la habías visto en ningún otro lado, en ninguna circunstancia, bajo ningún concepto ("Qué pequeño es el mundo; que una chica como esta esté justo ahora en un sitio como este", dices para tus adentros). Tras el verano volvías a retomar viejas inercias; es la mejor forma de sobrevivir en tiempos de la lluvia ácida. Ella allí y tú, como antes, vas y te fijas; la examinas, quieres memorizar su rostro hermoso; creas de ella un personaje de real-ficción a tu gusto (¿De dónde es? ¿Qué hace una mujer como ella en un lugar como este? ¿Cómo se llama?), todo eso que a ti te la presenta como una verdadera protagonista de cuento. En silencio, en secreto, con intensidad la vas observando en cada clase; como cuando eras un adolescente, sólo que ahora sabes mirar: sabes ver. Te vuelves tímido, te dan cierta cosa las intervenciones -antes no-; que no sea que piense que eres patético; con tus gestos, con tus miradas dices... Es cierto que son clases del dos mil y pico, pero tú juegas con la ventaja de conocer las del mil novecientos noventa y tantos; la ventaja de quien ya ha pasado por eso y, ahora, ya sabe cómo ver a la nueva, el juego de la emoción en cada clase, cada día, cada instante... allí. Es la nueva, una de esas personas que jamás te esperas por la vida, pero que aparece.

26 de enero de 2014

"Nada fácil"


"Todo pasa, todo cambia, cuando el primer pensamiento de la mañana ya no es para ella", decía la andaluza aquella de la pensión de Madrid. Mi mesa estaba muy cerca de la suya en la redacción, pero jamás me atreví a decirle nada: daba por hecho que ella no querría saber lo más mínimo de mí y aposté por el silencio. El jefe me envió a Nueva York y allí, todas las tardes, tenía la costumbre de tomar un café en un Starbucks de la Quinta Avenida. Bueno, un Starbucks o algo así. Un día de invierno, mientras nevaba y enviaba algunos mails, delante del gran ventanal apareció ella: un espejismo, un fantasma, pero esa gente tiende a aparecer dos veces en tu vida. Dejé los dólares de la propina sobre la mesa, salí corriendo tras ella; acerté a ver cómo se introducía en el metro y, aún así, bajé corriendo hasta alcanzarla. Sus ojos, al verme, cobraron el color de la sorpresa: sí, era yo; unos hilillos blancos en las sienes, pero yo. El mismo pavo que la miraba embobado en la vieja redacción de Madrid y callaba. Transcurrió un instante y ella me miró fijamente a los ojos: "Esto no va a ser fácil, lo sabes". Sólo pude contestar: "Lo sé". Y el metro nos llevó a otra parte, como almas errantes.  

23 de enero de 2014

Inédito de Lope de Vega




Aquel GENIO de la Literatura, nacido bajo la luna en Sagitario y criado en Madrid (según sus biógrafos), no dejará nunca de sorprendernos: aparece ahora en la Biblioteca Nacional de Madrid una comedia suya inédita (Mujeres y criados); una más de las miles que de su pluma salieron, para modernidad y gloria del Teatro. Intentan vendernos como 'el genio' de la modernidad a Shakespeare -a quien no le quito mérito alguno-, pero tengo para mí que sin el Arte nuevo de hacer comedias, el ingenio personal y la promiscuidad (en todos los sentidos del término) del Fénix nada hubiera sido igual. Recuerdo una mañana en la Autónoma de Madrid en que, durante una clase del profesor Jauralde, un compañero y yo discutimos largamente por culpa de Lope: él decía que no entendía la razón por la cual el catedrático se extendía en glosar su vida, cuando lo importante era pasar a la obra sin intermedio; yo, como siempre, dije sin omitir argumentos que sin conocer la cama y la espada del Fénix, a ver cómo se aclaraba uno entre Amarilis, Marcia Leonarda y todas las demás musas del genio. La gente, en su inmensa mayoría filólogas, estuvo de acuerdo conmigo y así pudimos hacer el censo de amores de aquel tipo que hablaba en octosílabos y, obviamente, entender su obra. Tampoco nadie defendió en la comedia barroca (quizás Tirso de Molina, discípulo suyo, aunque más timidico el hombre) a la mujer y su papel en el Teatro y en la Vida: el primer cuento que yo escribí, hacia 2001, tenía a Lope como protagonista. Ayer una buena amiga me envió la noticia sobre Mujeres y criados, que yo desconocía y me produjo una inmensa satisfacción: cuando tocó yo opté por la Literatura del Siglo XX y dejé de lado el Barroco, pero no el Teatro ni su teatro. Espero recordar en mi próxima clase de Francés esta noticia, pues un compañero ensalzó hace poco a Shakespeare y me toca crecerme un poco. Teatro y genio: "quien lo probó, lo sabe" (Lope dixit).

21 de enero de 2014

"Dar el paso o no..."


El tren que os va a llevar a Galicia es barato; el fotógrafo y la reportera son jóvenes y becarios aún, luego el periódico no les pagaría nada fuera de lo más barato. Ellos no entienden que tú estés ahí, sin ser exactamente uno de ellos: como siempre, a los cinco minutos dejas de ser su enemigo y te tratan como a un colega. La chica parece más espabilada que el muchacho: normal porque los tíos maduramos más tarde. Están asustados porque aún no han podido demostrar su valía y temen hacerlo mal. Te miran como a un bicho raro: "Miras mucho el móvil", dice hacia ti uno de los dos. "Cierto; jamás me llega el mensaje que quisiera recibir", les respondo. Son periodistas: saben por dónde van los tiros. "Oye, ¿y tú qué escribes?", dice ella, ahora. "De todo; supongo que crítica más que nada", respondes, ya a la altura de Valladolid. Entonces surge el tema de atreverse o no, de dar el paso o no... Sigues creyendo que el fotógrafo es muy apocado para el trabajo que ha elegido; ella dice tener veinticinco, pero aparenta menos: eso sí, sonríe mucho. Cuando les dices que tú, generalmente, te has atrevido a las cosas -con sus raciones bien cargadas de palos-, te envidian... Vistes como ellos, pero no dejas de ser del año de Suárez, algunos antes de su año. "¿Algo te dará miedo, no?", pregunta el muchacho; le respondes que la soledad. Cuando ella se harta de esa conversación entre líneas, pregunta directamente si alguna vez dejaste de hacer algo y te arrepientes: "Claro que sí; pero no me arrepiento, sólo me quedará la duda de cómo podría haber sido todo de otra manera". Te miran como a bicho raro: "Cuando yo tenía veinte años y estaba rodeado de gente en la Facultad, hubo veces que no le hable claro a alguna chica, por ejemplo; ahora tampoco", respondes a modo de ejemplo (uno laboral les hundiría la moral). Ella sonríe. "Con veinte años si una alguien te deja de hablar, tienes energía suficiente para encontrar mil alguien más; con algunos años más, si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio, mejor que siga siendo tu amiga a no saber jamás de ella", les dices casi llegando a La Coruña. Ella entendió, pero  a él le apuntaste la frase en un papel, apremiándole a que se la aprendiera de memoria.

18 de enero de 2014

"El tipo del horóscopo"


"Oye, journalist, escribe lo del tipo ese... ¡media sin foto!", me dijo el director desde la pecera que es su despacho, al fondo de la redacción. Me quedé en blanco hasta que caí en la cuenta de que se trataba de la historia del tipo que se había enganchado al horóscopo: hay quien se engancha a una mujer, a un vaso de whisky, a las cartas, a las drogas, al móvil...; pero este... al horóscopo. Bien, hace un tiempo salí en busca de una noticia y, en un bar no muy elegante de una lateral de Gran Vía, encontré a unos parroquianos (de esos que llevan el pelo sin lavar semanas, ropa de felpa que apesta a tabacazo y demás: hasta las señoritas de Montera que frecuentan enfrente me dan pena, cuando tengan que atender a semejantes especímenes) que me dieron su nombre. El tipo se sentaba en la mesa del fondo todos los días, pedía un café, cogía los diferentes diarios y publicaciones astrológicas (ciencia esta que respeto) y se dejaba guiar por el horóscopo: "encontrará a una mujer inquietante" y, efectivamente, la guardia municipal le clavaba la multa; "recibirá una herencia" y, de hecho, le llegaba la notificación del notario de su tío del pueblo indicando que había dejado un pufo de mil euros que tenía que pagar ipso facto; "el Sol, en conjunción con Marte, le traerá suerte en el azar" y, como a mala leche, le tocaban un perchero y un canario en el sorteo navideño del bar de marras... Un día, incluso, vendió su Renault 5 porque decía la predicción que "deshacerse de un objeto que posea mucho tiempo le reportará seguridad en sí mismo" y sí, tan seguro, que el comprador jamás la pagó. Total, que un día le dije a la chica del horóscopo de mi diario que se viniese, para explicarle que la mayoría son aleaciones de ordenador que te dicen que vas a ligar y todo eso... El hombre no nos creyó del todo; se enfadó, estuvo hermético y nos despidió diciendo que el horóscopo de ese día le recomendaba "no hacer caso de extraños". Los parroquianos reían, la chica del periódico estuvo a punto de vomitar por la impresión de suciedad que se veía en el local y yo, un servidor, le dije que ya mi abuela, sin horóscopos ni leches, me decía lo mismo.

11 de enero de 2014

"La pintada"



Esta mañana, mientras buscabas inspiración para el acto de esta tarde, te has cruzado con esa pintada: Je t'aime 1000 fois. Alguien que declara su amor a alguien: como aquella vez que tú escribiste un poema sin firmar a una estudiante de la biblioteca y se te debió de notar tanto, que se acercó a tu pupitre para decirte "muchas gracias, es muy bonito: nunca me habían escrito uno". Lo raro del de hoy es el lugar... Esas cosas que se hacen porque una mirada necesita algo más que un punto fijo. Tú también quieres bailar algún día bajo la lluvia en la plaza de Colón de Madrid, sin permiso de la autoridad; tú también comprendes que esas pintadas (aunque la pared se caiga a pedazos) tienen que existir. Poetry in motion. La mañana, muy como de Praga, gris y fría, con la hermosura del silencio, te depara la idea de que las cosas se hacen o no se hacen, pero jamás puede quedar la duda de si pudo ser... Sacas la cámara y lo recoges: "ponlo en el Facebook, te dice el acompañante, periodista". En cuanto has colgado la foto por ahí, en cuanto la has enviado a tu gente... ha surgido la pregunta de si eras tú el autor material: "No, no, yo no...", que suena como a miedo. Si algún día hiciste alguna locura, para el caso de que existiera aquello que llamaban amor, fue más gorda... Este instante miras hacia atrás o hacia los lados, eso da igual: caras que se fueron y ni recuerdas... y cuando sonríes al recordar tus viajes pensados en cinco segundos, llamadas que cruzaban el océano Atlántico o locuras que no son para decir al público, exclamas qué narices y, pese a todo, sea quien sea el enamorado que quiere mil veces a su enamorada, hay cosas que no cambian. Claro que, tú hubieras pintado la pared frente a su casa, el coche de su padre o hubieras puesto el letrero en un monumento: ahí, que se vea. Entonces currábais más y seguramente ligabais menos. Je t'aime 1000 fois. ¡Está chulo!

10 de enero de 2014

"Lo que no se ve..."


(Un grupo de escritores del siglo XXI que beben whisky; también una actriz de teatro) "Tú no aprendes de los aciertos, aprendes de lo que otros te dicen", opina la chica, famosa por una serie de televisión que pega mucho. "Son las manos las que mienten, así como sus ojos delatan que una cosa es lo que dice y otra, bien contraria, lo que siente", le respondes mirándola fijamente; ella sonríe. "No te engañes; gente sincera, al ciento por ciento, no hay ya. No te midas con nadie...", interrumpe un Premio Planeta del año... "Si no te miran a la cara cuando algo importante han de decirte, aléjate de ese negocio. Silencios, demoras, indiferencias, promesas que se van con el aire y el frío del invierno...", apunta un antiguo diplomático metido ahora a novelista. "Escríbelo, tú que sabes, en ese blog tuyo: hay mucha gente que sufre porque no asume su presente; escribe tú el consejo", dice la chica, que está allí por ti, para que emprendáis un proyecto a medias. "¿Y qué más da? Hay persona tóxicas, hay personas que alegran y hay personas que aunque se quiera, jamás se olvidan", le respondes, volviendo a mirar sus ojos, que te ponen nervioso por su intensidad. "Olvídese de esa mujer; tiene mala música", añade el Premio Planeta, porque sabe que la frase es muy de mi gusto. "Pero... ¿tú no dices que esa es sólo una musa?", indaga la actriz, por si es ella misma. "Claro, pero no deja de ser una mujer, una elección -pese a su escaso por ciento de ficción y lo mucho de realidad- y aunque uno no sea de ella, ella sí es de uno, de su letra, de su teoría y de su ficción", le digo. (¿Quién será?) "Pues verás como lo pasas mal cuando la sepas con otro", añade el diplomático al encender un cigarrillo. "Amigo, yo no soy segundo plato de nadie, menos una comparsa y todo el mundo conoce que tengo poco aguante para esperarla", le suelto tan chulo. "Dígaselo y vendrá", añade, ahora, con media sonrisa. "Dicho queda".

7 de enero de 2014

"Mala música"


El detective miró fijamente al otro detective, mientas ambos bebían un whisky:
 
- "Olvídese de esa mujer; tiene mala música", le dijo con buena intención.



5 de enero de 2014

"Si yo pudiera..."


Si yo pudiera decir tu nombre en voz alta, mis cosas y tus cosas serían diferentes. Si yo pudiera hacer realidad tus sueños y los sueños de los demás que sueñan, esta vida sería distinta. Si yo pudiera escribir de ti todo cuanto mis dedos dejan en el teclado, tus hijos y los hijos de tus hijos leerían la historia más hermosa jamás escrita. Si yo pudiera acariciar las arrugas de los ancianos que necesitan una sonrisa, si pudiera escuchar a todos los adolescentes que sienten soledad, si yo pudiera abrazarte como tú mereces, mi ego cambiaría. Si yo pudiera viajar hasta ese sitio y allí convertir mis sueños en la realidad que un día programé, cada instante sería una sorpresa distinta. Si yo pudiera confundir a todos esos poderes indiferentes al dolor de la mayoría, tendrían su merecido. Hay días, hay momentos, hay canciones de fondo que me dicen que si yo no te hubiera conocido, todo cuanto escribo tendrían un final muy diferente. Si yo pudiera decir tu nombre en alta voz la gente sabría porque callo y miro diferente. Si yo pudiera... y tú lo desearas.

4 de enero de 2014

"Con el paso de los años..."


Con el paso de los años la mirada se te ha vuelto menos dura, más suave; y el corazón más insensato. Con el paso de los años las manos, que muestran la edad que tienes, transcriben cada apretón de afecto, cada caricia de amor... cuando los hubo. Con el paso del tiempo y la lluvia ácida, las palabras tienen menor medida: las de crítica llevan la carga de la responsabilidad social, las de amor -si es que las hay- deben llevar la sinceridad del sol. Con el paso del tiempo te has vuelto como un calcetín y la culpa es del reflejo de la mirada que se posa en ti o de la intensidad con los bofetones que te dieron. Con el paso del tiempo algunas cosas no cambian -muchas personas tampoco-, pero quien no está en movimiento, quien no contempla el giro de una rueda es, sencillamente, la nada con nombre de persona. Ese es tu acierto. Ahí está tu taquilla, en la que piensas meter lo que con el paso de los años has ido aprendiendo: de ellas, de ellos, de otros... con el paso del tiempo, a los vivos les debemos la verdad, a los muertos la justicia; ya lo dijo Voltaire.

2 de enero de 2014

"Colateral"


Empieza el año y decido contar algo útil -los trapos sucios de la Nochevieja-; marco un número, detrás del cual alguien descuelga al tercer tono: "Pe..., esperaba tu llamada; no tengo mucho qué contarte", me dice el interlocutor. "No me jodas, que no te tengo ahí para que te calles... Dime algo sobre la Nochevieja madrileña, por ejemplo", respondo, sabiendo que ha estado de guardia en su unidad y que más que datos reales se apoyará en estadísticas. Resopla; sabe que me tiene que cantar hasta la primera canción que oyó en su vida: "imagínate, una chica francesa de veintitantos muerta por sobredosis de heroína; poca cosa...", dice el psicólogo y sociólogo. "Para eso, con poner el telediario me sobra, tío; venga y suelta...", le insisto. "¿Quieres saber cuántas parejas rompen en Nochevieja en una ciudad como Madrid?", pregunta lentamente. En eso ya empieza a haber algo; una historia, tema con profundidad: es sabido que los filólogos son primos hermanos de los periodistas. "Suelta", le pido. Y de ello me entero que aproximadamente ciento cuarenta parejas -de cada mil- rompen esa noche; unas trescientas personas le ponen los cuernos a base de bien a sus respectivos; la venta de anticonceptivos se triplica; seis de cada diez cuñados se lanzan puyas más que directas cenando en casa de los suegros; una de cada tres fiestas no cumple la normativa -esto me lo figuraba; tampoco me hace ilusión saberlo-; se rompen ciento dos mil vasos y tres de cada cuatro hielos de los cubatas nunca llega a derretirse del todo antes de que su bebedor haya pedido la siguiente: esto último ha sido el preámbulo para soltarme que ocho de cada diez españoles se emborrachan después de la una -dudo si ya antes también-. "Bueno, ¿esto sólo es así en Madrid?", insisto. "En una gran ciudad, son estadísticas de trabajo; que como sabes por tu experiencia... se cierran a mediados de mes", responde. La poesía, que algo sirve aunque no sea ciencia estadística, dice también que esa noche la proporción de llantos es ser similar a la de la gente que se besa y que la televisión dice que nacen menos niños de los que realmente nacen, así como pasa olímpicamente de informar que también se muere gente. Habla y habla de las intervenciones de las emergencias, las toneladas de basuras, de ciertas fiestas de postín en las que...; y hasta maneja hipótesis sobre cuántos billetes y monedas pierde la gente en la calle o en fiestas (el equivalente a ciento dos mil euros, more or less). "Oye, y tú... ¿a quién le mandaste el primer mensaje del año 2014?", me pregunta ahora él. Me despido y lo dejo con la duda: eso no es colateral.