Hace tiempo que
no opino por escrito, aunque no voy a cansar. Entra uno en un bar y oye: “Yo no voto, son todos iguales”; “Van todos a lo mismo”; “Se va a repetir lo del 20-D”; “No sirve de nada, si ni siquiera se ponen de
acuerdo”. Salvo esto último, lo demás es un irracional atentado contra la
esencia de una democracia pero, sinceramente, la gente está hasta las narices.
Nos vienen con la dificultad, con la aritmética, con la fragmentación, con ‘lo
irreconciliable’ y con ello otras irracionalidades atentatorias contra los más
elementales principios de una democracia: “Tengo
que ser yo”; “Si usted se reúne con
ese, a mí ni me llame”; “Pido su apoyo,
pero en mi Gobierno usted no entra”; “Yo
apoyo a su partido si usted se va”. Cosas así como de pensar “joder en qué manos estamos con cuarenta y
siete millones que somos” y el caso es que yo recuerdo que en la II
República, tanto el bienio de izquierdas como el de derechas, implicaron
coaliciones de hasta cuatro y cinco partidos, teniendo comprobado que Izquierda
Republicana (Azaña) los días impares poco tenía que ver con el PSOE de
Indalecio Prieto o Gil Robles (CEDA), católico, menos con Lerroux, que pedía
asaltar conventos en 1909; ya en guerra en el gobierno republicano hubo hasta
sindicatos anarquistas. Franco, aunque no lo parezca, hizo malabares con
falangistas, militares, católicos y monárquicos y la Lliga catalana y
españolista estuvo con la monarquía (1931) cuando todo el mundo se acostó
monárquico pero se levantó republicano. Así que no me cuenten ahora películas
de dificultades e imposibles, que en el exilio don Juan, los socialistas de
Prieto y los cristianodemócratas pactaron en Múnich (1962). Ahora reivindican todos
a Adolfo Suárez, pero no lo imitan y
se olvidan de que había que tener ganas de hacer cosas para sentarse UCD, AP,
PSOE y PCE, PNV y CiU en La Moncloa o donde fuera. Claro que, entonces, todos
los citados además del apego al poder ─humano o uno no se mete─ tenían ganas de
hacer cosas: había menos egos, ombligos del mundo, imprescindibles ─los
cementerios están llenos de imprescindibles─ y querían hacer cosas. Como se
repita el 26-J, espectáculo lamentable incluido, creo que debemos pensar en
tomar las riendas del sentir social los que creamos opinión porque, guste o no,
será cosa de 3 partidos y como España no se merece semejante tontería de dimes
y diretes, hace falta gobierno, sobran ideas de libro y se necesitan soluciones
de calle habrá que echar a sus señorías y sustituirlas por otras, menos
imprescindibles y más útiles.
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