18 de diciembre de 2013

"Cruzar media Europa"


Tu ventana refleja un tímido sol de invierno; enciendes el teléfono móvil, que durante toda la noche ha permanecido apagado y buscas el mp3 con la intención de ponerlo mientras preparas el desayuno. Tiras prensa ya añeja y es en ese instante cuando suena el tono del móvil que ha permanecido en silencio las horas del sueño: alguien te escribe "te esperamos en...". Al rato tú vas y ellos están hablando de varias cosas; te necesitan para confirmar algo que explicas por experiencia, pero una de ellas tiene cara de sueño y de llanto. Termina la improvisada reunión y al ir a tomar un café dos de ellas van contigo. "Me ha dejado, se ha ido a vivir a Holanda; y no es eso lo peor, es que no me ha pedido que lo acompañe, el muy cerdo", va diciendo alguien tras de ti. Te enseñaron (una persona que fue parte del Cuerpo Diplomático, además) que el undécimo es no estorbar. Tú, como si el caso no fuera contigo. Pensando en otros temas y por no ser muy rancio le dices algo así como que el mundo no termina, reponte mujer y lugares comunes de esos... No es tu amiga, no la tienes tan tratada como a otra gente, prácticamente no la conoces, todo eso. Has decidido que te vas a lo tuyo, que es lo que toca y punto. Hasta que, mirando hacia a ti, una de ellas comenta: "es que todos los tíos sois iguales, el mejor colgado por...". Ibas a decir algo, pero eso generaría malestar y, además, tú quedarías mal. Entonces has recordado aquella vez que fuiste hasta una ciudad de Centroeuropa simplemente para ver a una chica; o esa otra en que te hiciste seiscientos quilómetros en un sólo día para felicitar el cumpleaños a otra chica; o cuando esperaste una hora de reloj a otra amiga simplemente para cenar o cuando demostraste que es más importante una buena cena que ver un partido de fútbol... Las de este cuento, siguen despotricando y ahí sí, te levantas y pagas: "Míralo, se va; si ni siquiera es capaz de decir quién es la chica que hay detrás de sus cuentos...". Así creen que te nacerá la rabia y dirás el nombre: sonríes y anudas la bufanda, te vuelves hacia las dos y respondes: "ella tiene la inmensa suerte de que hay alguien que le escribe todos los días". Ponen cara de póquer y zanjas: "yo, antes y ahora, cruzaría fuertes y fronteras por una chica". Y te vas pensando "eso por decir que todos somos iguales".

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