29 de noviembre de 2013

"Mentir con el silencio"


Hay algo hacia lo que sientes una aversión indescriptible: la mentira. La gente tiene la costumbre de mentir y de ocultar cosas -para ti la omisión es una mentira más- con demasiada frecuencia; pero tú has desarrollado un olfato singular a base de recibir palos y, por supuesto, de ser premiado con la mentira siempre que has puesto por delante tu sinceridad. Seguro que mucha más gente se siente como tú, pero no lo dice: ¿para qué reconocer que tal persona te ha decepcionado? El silencio, el puto silencio, el disimulo, el aparentar una cosa y ser la contraria, el decir algo y hacer lo contrario, el fingir para satisfacer al otro, el disimular para que no parezca que..., que no pillen que...; hasta que el negocio se rompa es un ejercicio de alta interpretación, solo que tú, en fin... a ti el teatro y la teatralidad; anda que no lo ves claro. Lo ojos delatan, o la gente se los saca o el mentiroso que no sepa controlar su mirada se delata, hasta en el silencio: ¿no dicen que el que calla otorga? ¡Qué cabrón el que lo dijo, porque sabía de la traición de la mentira con el silencio un rato largo! Pero... es igual, ese señor también bastante borde llamado tiempo da mucho juego y saca a flote esa mentira; todo se nota, todo se delata, todo se rompe, todo sale... Y tú, ahí, en una silla, esperando el momento de ver esa cara, esas caras, después de su mentira... que no son un triunfo. Lo dijo aquel detective de Los Ángeles: "lo supe la segunda vez que me crucé con Usted".  Y entonces, cuando sea evidente que todo ese tinglado es la mentira con el silencio, simplemente dirás adiós.

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