3 de diciembre de 2013

"La carta que debí escribirte antes"


Ayer, ya anochecido, mirando esa foto de Murad en la que estamos, tú y yo, en Berlín. De pronto, tú quizás lo sabes... te recordé. Cuándo fuimos rojos tú y yo, cuando nos invadía la necesidad de comernos cada rincón del mundo, cuando me importaba más mirarte que escucharte; quizás -insisto- ya lo sepas o, quizás, no haya cambiado aún nada. Las uñas pintadas de ese color vivo que me gusta tanto, te lo confieso y los vaqueros que te sientan tan bien... Te pusiste la gorra roja y, mientras tirabas fuerte de mí, ibas hacia la Puerta de Bradeburgo; sabías que si no me arrastrabas pronto, yo iría tras la bandera yanqui, posiblemente para comprarla por los dieciocho dólares que vale. Nos conocíamos poco; qué suerte hubiera querido tener yo de saberte mucho antes, de tener constancia de que alguien como tú existía en algún rincón de España; habría ido a buscarte hace tiempo, te lo prometo... Claro que, pensándolo bien mejor para ti, porque yo antes era mucho más indeciso y, pese al barrio de Madrid que me define, más introvertido y más tímido aún y menos creativo y menos egocéntrico -de eso ya te has dado cuenta; tú eres muy observadora-; los que nacimos el doce de diciembre tenemos dos pasiones: tú y yo. Pero... ahí estás, amiga mía, pasando entre esos dos mundos -occidente vs muro-: mucho más valiente que yo, porque me arrastras aunque te presentes tímida. Hacía frío, pero te negaste a recoger el cabello: siempre suelto, libre, como las ansias de libertad que teníamos, que tenemos, que tendremos siempre... claro que me obsequiaste con esa manga en la chaqueta vaquera, el guiño a mis americans; yo te regalé ser yo mismo, exactamente como debo ser, como soy.  Lo sabes: "quien se mete contigo, amiga, es como si se metiera conmigo" y pobre del que tenga que comprobarlo... No es fácil mirar la foto, una vez más, por si no estás tú en ella, sin que seas tú la protagonista; por mucho que la mire, no pierdo la percepción de ti: pasarán los días y mucho más tiempo, pero tu huella se queda. Hay quien dice que eres una ilusión, un sueño que terminará cuando mi despertador suene cualquier día, pero si algo tiene la magia  de escribir es que, por mucho que te vayas, eres la musa que jamás dejará de ser. Ahí estás... en mitad de esa plaza, tirando de mi, en el momento en que más te necesitaba, como si en serio los sueños pudieran hacerse realidad.

No hay comentarios: