2 de agosto de 2015

Ausencias

Cierra el mítico Café Comercial, dice la prensa y hoy mi café con leche sabe distinto: quizás sean las ausencias, o los cambios de costumbres. El verano trae unos ritmos y se lleva otros: la costumbre de hablar por whatsapp con la extremeña viajera; la tensión del diario qué será con la chica gallega; los saludos sonrientes de la búlgara más simpática del mundo... No sé: el cielo está medio encapotado, el calor va y viene, las noticias de quien tú quieres son escasas -y las del telediario, deprimentes-. Hay quien dice que nos vamos haciendo mayores, que no asumimos los cambios -que igual traen cosas mejores-; otra gente, como la filóloga adoptada, llora porque no tiene tiempo para leer a los rusos (Doctor Zhivago, Anna Karénina y esos tochos maravillosos, aderezados de dramones geniales). Yo qué sé... quizás es que, de golpe, uno ha madurado porque la vida da muchas tortas ("y muchas vueltas", dice un sabio amigo) y es difícil controlarlo todo cuando eres un tipo de letras, que a lo único que aspiras es a que una Musa responda un anuncio. De todas formas, esas ausencias del alma son tan literarias como una sonrisa, con la trágica norma de que desasosiegan: nunca dejamos de ser animales de costumbres.

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