El amor es un tema habitual de la literatura. Desde las ‘Serranillas’ del Marqués de Santillana hasta la poesía de Ana Merino o Lauren Mendinueta, pasando por Pedro Salinas, el amor es un tema constante en la literatura. Quizá es ese sentimiento que a los intelectuales, o los que pretendemos serlo, nos invade más tiempo en nuestra existencia, en nuestra capacidad de reflexión y en el ciego entendimiento de la vida. Me gustaría proponer que se conjugue la capacidad de mezclar el amor con la poética literaria; es decir, que un escritor o escritora, o un crítico (que no sea ese señor de la Complutense tan renombrado y tan sinvergüenza), hable de la capacidad de llevar el amor a la literatura. Por estos días yo me debato entre la melancolía y la plenitud filológica, dejando a parte mi faceta política que, en tiempos de crisis, no sirve de nada como la de ningún otro prócer. He empezado a analizar una reciente edición de ‘De los nombres de Cristo’, en esa prosa maravillosa que tiene Fray Luis de León. Algo así echo de menos sobre el amor, un estudio que aglutine la capacidad de amar que tenemos, con las meteduras de pata que lleva aparejado el amor y la capacidad de plasmar ese sentimiento en la página en blanco. ¿Verdaderamente amamos a quien amamos? Una de las más importantes escritoras catalanas del siglo XX, Mercè Rodorera, amó a un hombre casado, sufrió por ello, y por el desamor hacia su marido impuesto por la familia, pero plasmó el amor que sentía hacia Barcelona y hacia otra persona con una intensidad desaforada. Es como el título del poema de Pedro Arturo Estrada (que me llega a través de Lauren Mendinueta), ‘el rostro oscuro del amor’. Y es que yo pienso que el amor, aunque no se crea, tiene un rostro oscuro; un lado vil y egocéntrico; una pura desafección de la amistad y una erosión del alma. Quizá por eso, porque es nocivo a veces y también adictivo, nos llena tanto y lo necesitamos plasmar literariamente. ¿Por qué no lo hace en uno de sus artículos en prensa Fátima Fernández? Ahí queda. La literatura tiene que dar cuenta por qué Dios, la Muerte y el Amor, así, con mayúsculas, es un tema recurrente, igual que en la filosofía. Incluso el desamor, como en Bécquer, es importante motor de páginas de versos. ¿Qué tendrá?
5 de octubre de 2008
El amor como tema de la literatura
El amor es un tema habitual de la literatura. Desde las ‘Serranillas’ del Marqués de Santillana hasta la poesía de Ana Merino o Lauren Mendinueta, pasando por Pedro Salinas, el amor es un tema constante en la literatura. Quizá es ese sentimiento que a los intelectuales, o los que pretendemos serlo, nos invade más tiempo en nuestra existencia, en nuestra capacidad de reflexión y en el ciego entendimiento de la vida. Me gustaría proponer que se conjugue la capacidad de mezclar el amor con la poética literaria; es decir, que un escritor o escritora, o un crítico (que no sea ese señor de la Complutense tan renombrado y tan sinvergüenza), hable de la capacidad de llevar el amor a la literatura. Por estos días yo me debato entre la melancolía y la plenitud filológica, dejando a parte mi faceta política que, en tiempos de crisis, no sirve de nada como la de ningún otro prócer. He empezado a analizar una reciente edición de ‘De los nombres de Cristo’, en esa prosa maravillosa que tiene Fray Luis de León. Algo así echo de menos sobre el amor, un estudio que aglutine la capacidad de amar que tenemos, con las meteduras de pata que lleva aparejado el amor y la capacidad de plasmar ese sentimiento en la página en blanco. ¿Verdaderamente amamos a quien amamos? Una de las más importantes escritoras catalanas del siglo XX, Mercè Rodorera, amó a un hombre casado, sufrió por ello, y por el desamor hacia su marido impuesto por la familia, pero plasmó el amor que sentía hacia Barcelona y hacia otra persona con una intensidad desaforada. Es como el título del poema de Pedro Arturo Estrada (que me llega a través de Lauren Mendinueta), ‘el rostro oscuro del amor’. Y es que yo pienso que el amor, aunque no se crea, tiene un rostro oscuro; un lado vil y egocéntrico; una pura desafección de la amistad y una erosión del alma. Quizá por eso, porque es nocivo a veces y también adictivo, nos llena tanto y lo necesitamos plasmar literariamente. ¿Por qué no lo hace en uno de sus artículos en prensa Fátima Fernández? Ahí queda. La literatura tiene que dar cuenta por qué Dios, la Muerte y el Amor, así, con mayúsculas, es un tema recurrente, igual que en la filosofía. Incluso el desamor, como en Bécquer, es importante motor de páginas de versos. ¿Qué tendrá?
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3 comentarios:
Hola Francisco, está hecho ese artículo "La influncia del mito del amor", aunque no sé si estarás muy de acuerdo con él. Te dejo el link
http://www.lne.es/secciones/noticia.jsp?pRef=1923_52_611061__Opinion-influencia-mito-amor
Un abrazo
Tienes razón el amor a veces es una putada....pero...
te dejo este poema:
Himno a Venus
de Jaime Siles
Amor bajo las jarcias de un velero,
amor en los jardines luminosos,
amor en los andenes peligrosos
y amor en los crepúsculos de enero.
Amor a treinta grados bajo cero,
amor en terciopelos procelosos,
amor en los expresos presurosos
y amor en los océanos de acero.
Amor en las cenizas de la noche,
amor en un combate de carmines,
amor en los asientos de algún coche,
amor en las butacas de los cines.
Amor, en las hebillas de tu broche,
gimen gemas de jades y jazmines.
Eso mismo me pregunto yo, ¿qué tendrá? Saludos!!
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